martes, 30 de abril de 2013

Valoremos


 Un calendario arrugado, de esos de cartera, está sobre la cámara de fotos que ayer mi hijo cogió para grabar un video según sus palabras y sus acciones, casi se carga la cámara, las pilas cayeron esparcidas en un momento en el que hacía de paparachi persiguiendo a su hermana. La verdad es que no sé cómo ha ido a parar ahí el calendario, ni qué significado o sentido puede tener el que esa sistematización y organización del tiempo esté en esas condiciones encima de la mesa donde me da hoy por valorar. Sí, reconozcámoslo, soy un desastre. Me encanta ver cómo mis hijos deshacen las camas recien hechas escondiéndose en cuevas imaginarias creadas por edredones arrugados, incluso no me exalto viendo a mis hijos mojándose las mangas de las camisetas o los bodys cuando meten los brazos en el agua de bañera que cae desde lo más alto para producir vapor y aminorar las toses. Si es que tengo que reconocerlo, ni si quiera los huevos que me invaden cuyo destino final es la incubadora me alteran la despreocupación por el desorden, es el sueño de Agus, ver nacer montones de pollos varios de una máquina que maneja él, si es que el pobre iba para veterinario o encargado de un parque natural, o de un zoo, y claro, ya lo he entendido, las piezas que monta en su empresa no son más que una tapadera de su verdadera vocación por todo trabajo relacionado con los animales. ¿Quién soy yo para cuestionar su sueño? Así que por fin no me altera lo más mínimo mi forzosa proximidad con huevos destinados a ser incubados, ni con pajarillos de tránsito, que llegan a casa y se van a otro lugar definitivo, o incluso gazapos a los que mi hija les llama "mi bebé". Supongo que al final acabaré proporcionándole maderas para que construya su arca. Valoro su sonrisa. También él valora mi sonrisa cuando me pongo amonologuear frente a una cámara a modo de improvisación.
    Valoro...¡el tiempo, que se me hace tarde para despertar al pequeño y llevarlo al cole!

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