jueves, 28 de enero de 2016

"Algún día llegarás" está de camino, casi en la puerta, tocando el timbre.

Este momento ha sido muy bonito y quería compartirlo con vosotros, muchos sois mecenas del libro "Algún día llegarás", y hace un año que terminó la campaña que dio inicio a este sueño, y que finalmente el libro pudiera ser publicado en Libros.com: https://libros.com/comprar/algun-dia-llegaras/. Ayer me llegó la primera prueba de impresión. Fue un momento mágico, cuando abrí el embalaje y sacaba ese tesoro, toda la ilusión puesta en esos folios con márgenes y texturas, que pronto se convertirían en un libro. Un libro que gustará más o menos, pero lo que sí hará sin ninguna duda será emocionar, sorprender, mover sensaciones. Mis hijos aplaudían: "¿Es tu libro mamá? ¿lo puedo leer?", preguntaban emocionados. "Sí, claro que podréis leerlo. En unos años." Se cuentan cosas que no se pueden entender con siete años ni con nueve, es un libro en el que se habla de vivencias de una mujer adulta, que necesita contar un cuento, en ese cuento hay brujas, lobos, conjuros que rompen vidas, tortugas que logran vencer a liebres que ponen zancadillas. No es para niños porque en este cuento las brujas son de verdad y los lobos muerden y arrancan trozos de carne.  Mi hija me felicitaba, "qué bien mamá, enhorabuena por tu libro".
Yo me sumergía en su lectura, descubrí dos correcciones que había que hacer, pero básicamente ya está ahí, en la recta final, tocando a la puerta.
Sé que está tardando mucho en llegar, lo sé, sé que muchas personas dudaban por tratarse de una forma diferente de publicar y por lo extendido en el tiempo. Pero tengo que dar las gracias, siempre, porque si no fuera por ese impulso inicial que muchos tuvisteis al apoyar mi libro esto no habría sido posible. No sé exactamente los días, pero sin ninguna duda estamos en la recta final. Pronto lo recibiréis en casa, ya no debe quedar mucho, así que reitero mi agradecimiento ante vuestro apoyo. 

Isolina Cerdá Casado











miércoles, 27 de enero de 2016

Corrupción, comisiones y mordidas.

    Ese palabro, la corrupción, es tan doloroso ver esos contrastes entre coches de alta gama y carros llenos de cartones, o chatarra, o lo que sea. El político que trabaja pensando en enriquecerse se enriquecerá caiga quien caiga, y pise a quien pise, porque ha iniciado su carrera sin saber lo que es verdaderamente su trabajo. Es tan indignante ver la realidad, todo lo que se ha escondido por los recovecos de las decisiones políticas, las decisiones que no se tomaban por un beneficio social sino por la obtención de un beneficio privado, para uno mismo, para sufragar una vida basada en la opulencia y sostenida con el robo. Seguramente no se pensaba en cómo mejorar la situación de las personas dependientes, no se estudiaba la manera de que se pudiera mantener una ley de dependencia tan necesaria. Si al menos ese dinero en lugar de ir al bolsillo de uno se hubiera reconducido por caminos que mejoraran el estado de la sociedad en general,  como la investigación de enfermedades raras y las no tan raras, el desarrollo de políticas sociales que ayudasen a paliar la situación de crisis que asfixia a tantas familias que viven con poquísimos ingresos, ...tal vez entonces... Se me ocurre que podían oficializarse esas comisiones y que se dirigieran a donde debían ir, no al bolsillo de la persona que decide sino a las familias que necesitan ayuda de la sociedad, a la educación pública, a reforzar a los profesores en su importante papel, la de hacer de nuestros hijos, con la responsabilidad primera de los padres, personas adultas con ética, criterio y cultura.
    Yo sé que no es una cuestión de partidos políticos, la corrupción está presente en todos ellos. Supongo que antes de ser político o política se debe ser persona íntegra, con conciencia, con responsabilidad, con verdadera vocación política y con cultura y formación.
    Lo siento por los buenos políticos, pero tanta negrura les salpica irremediablemente, es el momento de limpiar, y a fondo, con desinfectante, hasta llegar a esos rincones que solo ellos conocen por más que digan que no sabían nada. Es hora de mover los muebles y sacar hasta la última pelusa de la casa.

Isolina Cerdá Casado

viernes, 22 de enero de 2016

Un segundo de cambio.

 

  La vida, la vida con cuarenta y tres años se ve de forma diferente, cada segundo de vida te cambia la percepción de todo. Eso significa que cuando estemos en un momento malísimo, de esos que casi nos obligan a quedarnos con los ojos cerrados y no respirar, de esos que nos empujan a volver a la cama y taparnos hasta las orejas, cerrando ojos y respirando como podemos el oxígeno que queda a cubierto de unas mantas... Significa, como digo, que ese momento también pasará. Dejarás de llorar, volverás a mirar por la ventana sin miedo, viendo la vida, percibiendo nubes, cielos, gotas de lluvia. No podemos tirar la toalla, ese segundo de vida llegará, porque si algo no se puede parar es el tiempo.
    Hoy camino más ligera, ese segundo llegó, liberándome.

    Hacía mucho que no escribía. Mal, muy mal. Prometo volver a frecuentar este lugar en el que se abre el alma.

Isolina Cerdá Casado

domingo, 10 de enero de 2016

Diez minutos.

    Bueno, hola, no tengo más tiempo, en realidad esto es una especie de tormenta de ideas. ¿Y para qué narices sirve esto? Me refiero al hecho de escribir de esta manera, ¿con qué propósito te sientas delante de la pantalla del ordenador sabiendo que en diez minutos tienes que salir zumbando a recoger a tu hijo de un parque de bolas? Este tipo de cosas solo te pasan a ti, ¿se trata de un impulso? ¿una necesidad de sentir que haces algo? ¿que parezca que en este domingo gris has hecho alguna cosa más que poner lavadoras, ducharte, fregar el suelo, tender ropa, comer, ver el inicio de una película, hacer las tareas con tu hija, ponerle de comer a tu perrita, limpiar el baño, hacer las camas, preparar la merienda de la niña... ¡Un momento! Has estado haciendo cosas sin parar, ¿por qué narices has sentido que debías ponerte frente a la pantalla del ordenador y vomitar letras? En realidad sé por qué, lo sé, me estoy entrenando, es un entrenamiento de ejercitación mental y de mecanografía creativa, me preparo. ¿Me preparo? Sí, me preparo para mi segunda explosión creativa que plasmaré en un libro, todavía no ha llegado el primero lo sé, llegará pronto. Cuando dije en el texto anterior que la vida era como unas cuerdas de guitarra que se afinan, es precisamente porque en ese momento, el momento en el que sentada en el vagón del metro escribía sobre un trozo de papel que tenía en el bolso, a sabiendas de que lo hacía con una especie de actitud mecánica de escritora frustrada, en ese momento un par de chicos jóvenes, qué horror, yo ya no lo soy tanto, entraron en mi vagón con guitarra en mano y se sentaron uno frente al otro para afinar sus instrumentos de cuerda. En la siguiente parada bajaron del vagón y volvieron a subir tres vagones más allá. Cuando se volvió a poner en marcha el metro, se oía de fondo una explicación previa y una música. Eran ellos, habían afinado sus respectivas guitarras y nos ofrecieron el fruto de las misma como resorte de un acto de agradecimiento no de compasión. 
    Yo no sé qué decir. Me pasó algo curioso. Olí la vejez, qué cosas, no fue grato. La mujer llevaba pendientes, iba pintada, medias, zapatos cómodos de medio tacón. Lo había percibido en hombres, nunca en mujeres. Ese día lo sentí, ese aroma rancio se metió en el hipotálamo a la fuerza, explosionó. Yo iba a ensayar. Ya. Han sido quince minutos. Ya.

Isolina Cerdá Casado

sábado, 9 de enero de 2016

En un trozo de hoja.

    Subí en Puerta del Sur.

  Decidiste hacer el experimento. Te metiste en el vagón de tren y con bolígrafo en mano te pusiste a escribir lo que saliera, el mundo que se presentaba ante ti sería la inspiración. ¿A caso pensaste que lo que iba a ocurrir ante ti iba a ser fuente de inspiración?, y no solo eso, en el hipotético caso de que lo fuera, ¿crees que lo que resultase de ese momento creativo iba a interesar a alguien más que a ti misma? No esperar nada es la respuesta, salga lo que salga será sincero. Hay veces que una puede ser testigo de conversaciones aclaratorias de vidas corrientes, en las que te ves reflejada, en la que te das cuenta de que tu vida es tan solo un pequeño grano de humanidad, de arena a veces, otras de pura grasa. Formamos parte de un todo, un todo que suena a cuerdas de guitarra afinándose. "Ella se piensa, ella se cree, ella es así y de esta otra manera". Todos necesitamos hablar y desahogarnos, confesar, gritar, jugar a sacarle los ojos a otros para que nuestros ojos no salgan de sus cavidades. Hay quien juega a las canicas con los ojos ajenos. Se sentó a mi lado un bicho. "Uf, no hables así". Lo sé porque la estoy escuchando hablar y sus palabras demuestran que no es trigo limpio.

    Bajé en Plaza de España.

Isolina Cerdá Casado

miércoles, 6 de enero de 2016

Ya ha pasado, casi sí, día de reyes culminando las horas, sorbiéndolas, rebozándonos en esos segundos, minutos, horas.

    Te bebiste una copa de vino con la idea de llegar a casa y ponerte a escribir, en lugar de eso decidiste vivir, o eso o que sencillamente no estabas inspirada en ese momento, eso suele pasarle a las escritoras impulsivas como tú, las que no tienen oficio sino necesidad, las que no escriben con la cabeza sino con las vísceras.
    Y mientras alguien buscaba en el teletexto los números premiados de la lotería yo leía que Corea del norte había alardeado de haber lanzado la primera bomba de hidrógeno. "Un momento, ¿ponía algo de la bomba atómica de hidrógeno?" Del roscón sin relleno apenas quedaban unas migas, del de nata medio y de los churros y porras que había comprado la abuela con todo el detalle de abuela cariñosa ya no quedaba ni el rastro de aceite. Los niños jugueteaban por la casa, alguien tenía vértigos, el montaje de algunos juguetes entretenían a algunos tíos, otros querían saberse afortunados buscando el resultado del sorteo y yo veía esa frase en el teletexto. "No puede ser, ¿lo habéis visto?" Hacía años que no veía el teletexto en la televisión, y me parecía una noticia extraña, fuera de lugar. Sentí miedo, un miedo parecido al que me produjeron los atentados de París y los de otros lugares, esos que pueden afectarnos a todos. Ya sé que todo puede pasarnos a todos, es lo que tiene este mundo global, también se globalizan los riesgos.
    Los niños estaban felices, jugaban tranquilos, nuestros niños. Recordaba las imágenes, del mundo global instantáneo, el de los cuerpos flotando por las pateras hundidas. En otro tiempo esos cuerpos pertenecían a personas que se sentaban frente al televisor a ver las noticias, desayunaban, los niños que ahora tienen frío entonces reían, jugaban también entretenidos con cualquier cosa, los niños no necesitan grandes juguetes para entretenerse, tienen una imaginación privilegiada y limpia. 
    Creo que sigo sin inspiración, eso o que no tengo necesidad, o ambas cosas. 

Isolina Cerdá Casado
    

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...