jueves, 30 de julio de 2020

De guerreras, de valientes, de amigos que luchan...

Cogí la prenda, era una camiseta de pijama, la coloqué en la percha y la colgué en el tendedero, tiendo con perchas, sí, me resulta cómodo y rápido. Entonces iba a ponerme a estudiar un rato, seguía teniendo cosas pendientes, pero volví a sentir el impulso. Días atrás lo había sentido, cuando mi compañero me contó su historia, la de su mujer, la de él mismo, esa lucha que cada uno lleva, que tantos llevamos, más cerca o más lejos, en tiempo, en distancia física, en afectos, en sangre. El impulso que volví a sentir era el de escribir, es como una caricia en el alma, como una especie de pausa reflexiva, cada uno lo hace a su manera, hay quien se va al campo, hay quien respira profundo, medita, cierra los ojos y se aleja, va al cine y se sumerge en historias que nos alejan de la realidad a través de otras realidades...yo escribo. Bien, cuando lo de mi compañero tuve un impulso, sentí que tenía que escribir algo, su mujer está en otra batalla, de esas que cansan mucho, agotan y hacen que los pilares vitales tiemblen a tu alrededor. Me dije, es una heroína, él también, y su amigo, el amigo de mi marido, y su mujer, y la vecina, y el marido de mi vecina, y su hijo, y sus nietos...En aquel impulso pensé en qué podía decir, qué. Decir que no estás solo, ni él, ni ella, ni tú...
Decir que de alguna manera en esa lucha diaria que parece ser de uno estamos todos implicados, arrastrados por la marea negra. Ahora me ha venido a la cabeza ese montón de manos amigas que limpiaron las playas de Galicia, y me viene a la cabeza ese conductor de autobús que despierta a mi amigo para que no se le pase la parada, cansado de ir de un hospital a otro, durmiendo de agotamiento. Agotamiento hecho de cansancio físico, cansancio mental, preocupación, incertidumbre, necesidad de fuerza, lucha, más lucha, no venirse abajo, levantar el ánimo, rezar en silencio, gritar de vez en cuando, bailar en la oscuridad.
Recordé varios momentos de mi vida, momentos con personas que no estaban, me vi paseando por un monte, despertando de una siesta, saludando a mi tía, abrazando a mi madre, yendo al colegio con mi hermana.
Es curioso, a veces un simple gesto te inspira, en ocasiones una palabra te hunde, otras una simple mirada te arrastra hasta lo más profundo de su universo y entonces un abanico de posibilidades se presenta ante ti. La mente es maravillosa, hay que saber qué tecla hay que pulsar para ir más allá de la situación que estás viviendo y ser capaz de extraer el lado bueno de las cosas. A veces caminamos tan deprisa que no vemos el camino. Párate y respira.

Isolina Cerdá Casado

lunes, 20 de julio de 2020

Para mis valientes compañeros celadores y celadoras del hospital La Paz

https://anchor.fm/isolina0/episodes/Para-mis-valientes-celadores-del-hospital-La-Paz--texto-de-Isolina-Cerd-epajlr

Qué puede relacionar una imagen con otra, una tarta de frutos rojos del bosque con la puerta de urgencias de un hospital, pues lo que hace que ambas instantáneas estén relacionadas es un celador, es una recuperación, es una muestra de la grandeza y también de la amistad y el compañerismo, y por qué no decirlo, de un artista repostero. ¡Venga si solo es una tarta! Sí, pero está cargada de emociones, de promesas cumplidas, de celebraciones pospuestas, de cariño, de superación.

Cuando escribo sobre aquellos meses especialmente difíciles siempre lo hago volviendo a las imágenes que se sucedían dentro de los boxes y las diferentes salas, esas muertes, esas agonías tan dolorosas de las que hemos sido testigos enfundados en nuestros epis, pero me faltan tantas cosas por sacar a la luz, entre ellas las vivencias como grupo, como colectivo de celadores y celadoras, sí, nos afectó a todos los gremios hospitalarios, y no solo hospitalarios lo sé. Pero tengo la sensación de que me olvido de los compañeros y compañeras que se vieron obligados a parar, a aislarse en sus casas, a permanecer encerrados en una habitación para proteger a sus seres queridos, para impedir que el virus se extendiera, no he escrito sobre ellos y ellas pero no lo olvido, todo está ahí, en esa especie de agujero negro que absorbe todo cuanto tiene que ver con la pandemia y lo guarda en un estante, pero yo soy muy desordenada y de vez en cuando tengo que sacar y volver a colocar las imágenes, y ahí es donde te das cuenta de que hay cosas que hay que tirar sin más y otras que aunque intentes deshacerte de ellas pesan demasiado.
    Recuerdo aquel día que vino Nico tras permanecer días aislado en su casa, vino por las Urgencias del Hospital La Paz, consciente de que su situación había empeorado y que no bastaba el aislamiento, necesitaba oxígeno y tratamiento. Recuerdo su mirada, es el efecto de las mascarillas, todo se expresa con los ojos, recuerdo haber tenido que reprimir el impulso de abrazarlo, recuerdo verlo desde su silla de ruedas dar indicaciones de la peligrosidad de no acercarse, todavía no estaban demasiado claros los protocolos y la gente aún no era consciente del riesgo. Él lo advertía desde su silla de ruedas. También me acuerdo de Pau, cuando sentado en lo que apenas unas semanas atrás era una sala de espera y ahora era un box más de atención previo a ingreso, rodeado de montones de personas que como él necesitaban la entrada inminente de oxígeno en sus pulmones nos saludaba con gestos porque apenas podía hablar sin agotarse. Imposible olvidar al siempre irónico y bromista Rafa, cuando sentado en uno de los sillones del cuarto de celadores afirmaba no encontrarse demasiado bien, con una tos atípica, sin gusto ni olfato e intuyendo que el virus estaba pululando en sus adentros, con la gran preocupación de que sus padres no se vieran afectados. Luchando contra el miedo y el temor con esa sensatez que le caracteriza. Sí, se hizo la prueba y dio positivo. Pronto llegaría la noticia de que dos compañeros estaban muy graves, uno de ellos pasó meses luchando en la UCI, ahora sigue luchando. Era todo tan duro, ver cómo un compañero tras otro bajaba a la Urgencia porque tenía síntomas, y la mayoría se veía obligado a parar porque tenían el Covid. No solo celadores, claro, pero es que a nosotros se nos consideró personal de bajo riesgo y a las pruebas me remito de que fue una consideración errónea. Bajaban muchos compañeros como digo, sabías que eran de la casa, bajaban con el uniforme y todos con la misma mirada de terror porque lo primero que pensaban era en su familia. Recuerdo cuando Nuria empezó con dolor de tripa, positivo, su madre persona de riesgo, miedo, terror, aislamiento. Mónica y su asma, luchó y lo superó. También Soraya, que empezó conmigo el año pasado, ¿quién nos lo iba a decir cuando ilusionadas volvíamos en el metro de firmar el contrato? ¿Quién podía prever algo semejante? O cuando nuestra encargada dio positivo y estuvo meses aislada, la imaginaba subiéndose por las paredes porque es muy activa, sabedora de los riesgos, estoy segura de que nos tenía a todos sus celadores en la cabeza. Entonces le tocó a Isa, otra encargada, que estuvo en las Urgencias dándolo todo, el virus también le atacó el motor de arranque y tuvo que parar. Tantos compañeros celadores, Esther, Rosa, Emi... Ahora casi todos están de vuelta, y Nico hace una tarta deliciosa que dejó pendiente, y Rafa está bromeando siempre que puede, y Nuria prepara coreografías mágicas para dar ánimo, Paulino vuelve a estar en la puerta de abajo poniendo orden, y Mónica te sonríe feliz cada vez que te cruzas con ella, supongo que ya habrá recuperado el gusto tanto tiempo alejado de sus sensaciones y Eli ya ha vuelto a la Urgencia con las mismas ganas de siempre y esa energía arrolladora que la caracteriza, también Isa vuelve a estar al frente de la conserjería. Pero aún hay compañeros de baja por secuelas del Covid. Esto no ha acabado, lo sabemos.
Un año, ha pasado un año desde que empecé a trabajar como celadora, pero parece una eternidad, el cuerpo está cansado, el alma tocada pero me siento feliz. Sigo sintiendo que este trabajo es especial, donde se cruzan miradas de forma transitoria, donde una mano es más útil que nunca, una actitud, una sonrisa, una alerta; y sigo sintiendo que hay un buen equipo de celadores y celadoras con los que aprendo día a día en las Urgencias de la Paz. Gracias: Donato, Mayte, Carmen, Sole, Marijose, Sergio el valenciano, Pedro, Javi, Luis, Eva, Sergio, Paula, Manoli, Isa, Marga, Laura, Julia, Alberto, Ángel, Antonio, Silvia, Ana, Sandra, Esther, César, Marisa, Miguel Ángel, Mari Ángeles, Jaroso, Bibi, Leti, Jose, Bea, Patri, Gema, Susana, Tere, Marlene, Susi, Paqui, Almu, Lola, Fer, Rita, Sagrario, Olga, Martín, Kiko, Merce, Marta, Gema, Rocío, Mónica, Noemí, Óscar, Charlie, Juanma, María Jesús, Paloma, Ramón, Fernando, Maica, Juan, Irene, Jessy, Lessly, Yoli, Miguel, Patri, Lourdes, Candi, Juan Carlos, Dani, Juanjo, Josefina y un largo y valiente ejército de luchador@s.
No quiero que se vuelva a repetir la imagen, una mujer con apenas un hilo de vida, en la pared que tenía frente a su cama un dibujo precioso, un arcoiris con un mensaje de esperanza, tal vez mandado por su nieta con todo el cariño del mundo, seguramente era de su nieta o de un niño que quiso compartir su fuerza. Imaginas sus manitas dirigiendo el rotu, su carita inocente, su mirada azul y la pones frente a esas manos cargadas de surcos de vida, con su mirada asustada, y sus ojos también azules. No lo sé. Pero, ojalá no volvamos para atrás, porque los sanitarios estamos muy tocados, todos, porque los que no cayeron y estuvieron al cien por cien también tienen secuelas, las tenemos, y si un simple gesto puede evitar que se monte nuevamente una carpa para poder organizar la urgencia de un hospital, si el cumplimiento de unas mínimas directrices pueden evitar que una persona tenga que pasar por lo que pasaron y están pasando tantas personas sería muy triste, sería un golpe bajo por parte de nosotros mismos, no del Covid, el o la Covid va de frente, y te va a atacar al mínimo descuido, en cuanto bajes la guardia. Por ti, por mí, por esa mujer o ese hombre que gracias a tu gesto no perderá la vida.

Isolina Cerdá Casado

viernes, 17 de julio de 2020

Imágenes


Parece que fue ayer, pero no hace tanto tiempo que ha pasado. Es por eso que cuando me ataca el recuerdo, como si éste fuera un objeto punzante que se enreda en mis entrañas como si fuera un gancho que va atrapando sentidos, me hundo en el desconsuelo más absoluto y lloro. El otro día me ocurrió conduciendo, mi hijo de copiloto. "¿Qué te pasa mamá? ¿Por qué estás llorando?" -Preguntaba mi hijo con sorpresa, reiterando una y otra vez la pregunta. Nada, le respondí yo, cuando esa congoja repentina me lo permitió, no lo sé, pero lo cierto es que no podía dejar de llorar. Las lágrimas llegaron hasta mí de repente, una simple imagen fue la detonante, era una imagen creada por la imaginación, el reencuentro después de más de seis meses con mi familia, nos dirigíamos hacia Crevillente. Supongo que a esa imagen le acompañaron los motivos pandémicos, entonces a estos le acompañaron imágenes reales que llegaban desde lo más profundo del subconsciente, cuando apretaba las manos de los pacientes enfundada en un traje de buzo y les susurraba a gritos palabras de ánimo. "Su familia está ahí fuera, no se rinda, luche", "No estás sola, estamos aquí contigo, ánimo bonita"... Pero aquello fue tan duro, era como si de repente nos hubiéramos sumergido en un contexto bélico, un ambiente cargado de dolor e impotencia pero también de valentía, no me daba tiempo de pensar lo que estábamos haciendo, esa lucha contra el virus desconocido que atacaba con crueldad y casi sin tiempo de reacción a gente tan vulnerable, obligando a un aislamiento forzoso que no solo afectaba al enfermo sino también a su familia. Porque no se podían despedir y conocedores de esa tristeza infinita tratábamos de transmitir el cariño y la atención necesaria para calmar y sosegar en la medida de lo posible. Lo vivido no pasa desapercibido para el alma, está ahí, y poco a poco tiene que ir saliendo para que no se pudra y te queme por dentro.

Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...