jueves, 22 de junio de 2023

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

 


    Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos puntuales que en algún momento tuvieron sentido, cuando dejan de tener sentido, el que sigan en el bolso no es más que un síntoma de una Diógenes incipiente. Hará como unos cuatro meses escribí en el sobre que contenía el recibo de la luz. Evidentemente lo debí coger del buzón en un momento que me iba a algún sitio, lo metí en el bolso, seguramente me transportaba en metro, tal vez iba al trabajo, el primer destino en esta primera etapa de la nueva etapa de mi vida laboral. La cuestión es que debí tener un impulso, una urgencia expresiva, y el sobre era la única superficie de papel con ciertos espacios en blanco que poder aprovechar para dejar hablar al alma. Debí abrir el sobre primero, de una manera brusca y torpe, soy un desastre lo confieso, solo así se explica que el texto se adaptara a tremendo destrozo en la apertura, o eso o la desesperación por saber a cuánto iba a ascender dicha cantidad.
    El caso es que hoy, haciendo limpieza como he dicho del bolso mágico, ha vuelto a mí, lo iba a tirar, aunque sé que en algún momento anterior también había tenido el mismo impulso pero no lo hice porque al releer ese texto escrito en lápiz sentí que debía darle una segunda vuelta antes de deshacerme de él en una vulgar papelera. Y hoy, justo hoy, mientras intentaba concentrarme en el siguiente examen, con olor a flan recién hecho, un flan que llevo queriendo hacer hace siglo y medio, en esa tarea ingente para distraerme de la oposición y de los flanes, me dio por abrir el bolso y empezar a tirar restos de vida, tickets, panfletos, caramelos blandengues,... Pero cuando llegué a este sobre de Iberdrola y leí, sentí que debía compartirlo antes de tirarlo. Simplemente porque pasó, porque todos tenemos ese trauma, cada uno a su manera.

"¿En qué momento dejé de tomarme ese tiempo para mí?
¿En qué momento me olvidé de que existía una manera de salvarme de la locura?
¿En qué momento desapareció el impulso, la mirada, la alegría de ver la vida como una oportunidad para crecer espiritualmente?
Tal vez no fue de golpe, fui desapareciendo, me iba borrando la culpa,
el desgaste, la sin razón, la imagen de un caos global.
No fue tanto el hecho de  ver caer a personas importantes para mí
sino que también se llevaron una parte de mí los anónimos
a los que amortajé en un sudario de plástico blanco,
como la luz en la que se habían convertido.
¿Acaso no iba a importarme atestiguar tanto dolor infame?
Soy persona, soy alma herida, soy mirada de luz amarga.
Déjame ser, déjame.

Isolina Cerdá





sábado, 1 de abril de 2023

Zapatitos mágicos

 



Me dirigía a ver una obra de teatro con mi amigo, habíamos quedado a la salida de la parada del metro Argüelles. Cuando llegué a la estación Puerta del Sur subiendo por las escaleras mecánicas me encontré con estos zapatitos, iba mirando al suelo y por casualidad vi ese brillo maravilloso de estos zapatitos. resaltaban muchísimo por encima del color aburrido del resto de los zapatos de los viajeros que se dejaban llevar por las escaleras mecánicas. Entonces levanté la vista y me encontré con una mujer de unos setenta años que iba muy elegantemente vestida, además su cara era afable, guapa, con los toques de maquillaje adecuados. Era un sábado, tal vez fuera a bailar, o a un encuentro de mujeres creadoras, o a una cita con un admirador secreto. Curiosamente al entrar en el vagón me había olvidado totalmente de los susodichos zapatos hasta que nuevamente tuve que reparar en ellos, su brillo era cautivador, aquella mujer estaba sentada frente a mí. Entonces la imaginación volvió a volar, no pude evitar pensar en su historia. Porque tenía que haber una historia maravillosa detrás. A lo mejor era investigadora social, tal vez estaba haciendo algún tipo de experimento, lo mismo ella me observaba a mí. A lo mejor iba a visitar a sus nietos, o a su marido que estaba ingresado en un centro para enfermos de Alzeimer y aquellos zapatos se los regaló él un día que paseaban juntos por la Gran Vía de Madrid. Ella se quedó prendada de ellos, y al día siguiente él la sorprendió regalándoselos, con la ilusión de volver a verla con esa mirada feliz. Fue un momento mágico, ahora ella quería que él recordara aquel instante vital. O no, tal vez esos zapatos los compró el día anterior, decidió darse un capricho ante los duros días que tenía por delante, una intervención determinante, un nódulo maligno en el pecho izquierdo. Bailaría con sus zapatos nuevos y se cargaría de energía porque nunca se sabe lo que pasará después. Lo que estaba claro es que ella era una mujer que se comía la vida, saboreando cada trocito,  inspirando el olor a hierba recién cortada, a lluvia que se acaba de retirar, sintiendo el calor del abrazo dulce de un niño, o del primer beso de amor. Así caminaba por la vida, segura, feliz, con sus zapatitos brillantes,con su sonrisa eterna.

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...