sábado, 30 de noviembre de 2013

Mi querido comensal: ¡A la mierda!


    Primero pedir disculpas por haber incluido una palabra tan fea en el título de un texto en el que se hace alusión a la comida y aparecen imágenes de socorridos puerros y zanahorias con melenas verdes. Todo comenzó una  bonita mañana de noviembre. Paseaba por el mercado buscando el producto adecuado para preparar una deliciosa crema de calabaza, entonces me fijé en el esplendor de este manojo espectacular de puerros confitados con nutritiva tierra natural, a su lado las maravillosas y anaranjadas amigas desenterradas me miraban con ojitos lindos y atrayentes. En ese momento me embargó una duda, ¿por qué no podía engrandecer el puré primigenio que me había inspirado la espectacular calabaza con puerros y zanahorias cortaditas en cachitos lindos? Me apropié de ese instante inspirador y llevé a mi cocina a todos los ingredientes para el espectacular puré de verduras que iba a preparar con todo el cariño del mundo. Descarné la calabaza, lavé las zanahorias pasando primero por una sesión de peluquería en la que corté la melena preciosa con la me atrajeron en el puesto del mercadillo y separé el trío de puerros para finalmente cortar uno de ellos en mil pedazos. Añadí cebolla, ajos, patatas y un toque de caldo de carne para incrementar sabores. Así los tuve cociendo, mientras hacía camas, limpiaba polvos y fregaba suelos. Oh, qué feliz me sentía. De vez en cuando bailaba, tenía de fondo a Mozart, sé que no es habitual, pero a mí me inspira. Como una mujer feliz, dedicada al buen funcionamiento del hogar, iba y venía a ver el estado de cocción de los puerros, patatas y demás familia de hortalizas acogidas y troceadas previamente en la olla heredada de mi querida abuela que en paz descanse, merecido lo tiene, el descanso, ya cocinó bastantes verduras y hortalizas la mujer. Al  lío, que me voy para Burgos... Pues feliz estaba yo, mis hijos llegarían del cole hambrientos, y mi querido marido, cansado y agotado, seguramente recibiría ese plato delicado, dulce, nutritivo y sano, con todo el cariño del mundo. Todo iba muy bien, la jornada transcurría con normalidad, yo me sentía feliz: mi familia iba a ser alimentada con un plato muy sano y bueno para el cuerpo. Entonces, sucedió algo terrible. El niño estaba enfermo, se negó a comer; mi hija que le hace ascos a todo menos a las patatas fritas decidió que hoy no era un buen día para comer puré y todo el que le obligué a comer lo vomitó sin tapujos; y cuando llegó mi marido, me advirtió que había estado picando en un bar porque un compañero le invitó por su cumpleaños, así que no tenía hambre. Toda esa positividad que yo tenía se vino abajo, qué sentido tenía todo esto, mi tiempo, mi sabiduría, mi energía, todo perdido, sin valor, tirado,...Se me empezaron a poner rojas las orejas, los ojos se salían de la cavidad ocular y yo, no sabía qué hacer, había ido al mercado solo a por la calabaza, toda la mañana había estado bailando alrededor de una olla, y nadie había sabido valorar mi esfuerzo...Del mismo modo con las camas, con el polvo, con el suelo...No hay trabajo peor valorado que el de casa, no hay refuerzo posible que verdaderamente compense: ¿una sonrisa? ¿tus hijos que van creciendo? ¿la casa limpia? ¿una buena comida? 
    La única forma de valorarlo, el trabajo en casa me refiero, un plato de comida elaborado, una cama hecha, con sus sábanas limpias y la habitación aireada...la única forma de darle valor es pasándote tú mismo todo el día trabajando e invirtiendo tu tiempo para elaborar un puto plato, o para hacer cosas en casa, ...Reconozco que desde que soy lo que soy, y hago lo que hago, nunca se me ocurriría despreciar una comida elaborada, por muy poco que me guste. 
    No, no, si mi marido se come mis purés, faltaría más. Y mis hijos también. Sí, pero ¿cuántas veces he sentido que todo el trabajo no ha sido valorado lo suficiente? Supongo que lo primero es que una o uno valore su propio trabajo para que sepa ver si es o no valorado por los demás. 
    Yo no he nacido para ser ama de casa, no, por eso veo purés que hablan, que se extienden, que gritan, que rebozan y envuelven, que cantan. Yo no he nacido para ser la responsable de que una casa esté limpísima, tanto que se pueda comer en el suelo. Por favor, yo como en un plato limpio, punto. 
     - Pero, entonces, ¿para qué has nacido tú? 
    - Yo he nacido para volar, pulsando teclas, escribiendo.
    - Ya, pero ¿tendrás que comer? ¿dormir? ¿ducharte?
    - Sí, sí, por eso preparo purés, y hago camas, y limpio baños...
    - Y tienes hijos y un marido, ¿no?
    - Sí, sí, por eso preparo más purés, y hago más camas, y limpio más el baño...
    - ¿Entonces?
    - Nada, que a veces me canso y exploto.
    - Ah.

Isolina Cerdá Casado

lunes, 25 de noviembre de 2013

MALTRATADOR


        Ardía, todo era calor interno. Paseaba con normalidad, todos podían ver a una sencilla mujer que caminaba con su hijo. No parecía esconder nada, no había ningún gesto que hiciera intuir que algo estaba cociéndose por dentro. Sin embargo ella lo tenía claro, ya nunca nada volvería a ser igual. Había estado soportando durante mucho tiempo su sinrazón, y dentro de sí misma no cabía más injusticia, así que se había llenado de valor. Sabía lo que había hecho. Eso no estaba bien, pero ¿alguien había reparado en todos los actos violentos que había estado soportando una y otra vez? ¿alguien había reaccionado ante las manos levantadas y los gritos? Ese miedo terrible que la inundaba por dentro, había llegado al máximo, no sería capaz de soportar ni un grito más, su cuerpo físico tampoco. Estaba mal, sí, claro que estaba mal. Ella esperó a que su marido llegara de su salida vespertina, quedaba con esos amigos interesados que solo aparecían en la puerta de los bares y se le pegaban como losas para que la generosidad del hombre embriagado les invitara a emborracharse gratuitamente. Cuando regresaba a casa la mayoría de las veces estaba borracho como una cuba, y siempre la utilizaba como le daba la gana, marcándola con moratones como si su cuerpo le perteneciera. No estaba bien, lo que había hecho era algo brutal, pero no tanto como la paliza que le dio ante su propio hijo. Hacía tiempo que lo había estado pensando, quería marcharse pero algo la paralizaba, era el miedo, tampoco tenía dinero suficiente para emprender una nueva vida. Pero ya había llegado su momento, no estaba bien, dejar a un hombre atado y con sus partes íntimas al descubierto, en pleno balcón, expuesto ante vecinos y demás ojos curiosos, con un cartel gigante que ella misma había escrito con el rotulador permanente con el que marcaba la ropa de su niño, las letras eran muy grandes, todos podrían leerlo: MALTRATADOR. Todo el mundo lo sabría. Seguro que alguien lo habrá intuido, pero nunca hizo nada, tal vez también tenía miedo. La cartulina la compró en una tienda de chinos que habían abierto en los bajos de su edificio. ¿La meterían en la cárcel? Capaz, ya no creía en nadie, sólo en su familia, y ese cerdo que estaba resacoso e inmovilizado iba a saber lo que era bueno. Cargaba con su hijo, esperó a que llegara el siguiente autobús y se marchó. Le habían hablado de un lugar en el que se sentiría verdaderamente protegida, así que cogió lo más necesario y tras inmovilizarlo, se largó con su tesoro más valioso en busca de una vida tranquila.

Isolina Cerdá Casado

domingo, 17 de noviembre de 2013

La salud es lo primero; mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento.

    Federica y Juanito se encontraron en el rellano del portal del edificio número 58...

   
   Juanito.- Bueno, querida, ¿qué tal te ha ido todo?
   Federica.- Si tú supieras cómo me siento...
   Juanito.- No será para tanto, ¿qué te dijo el médico?
   Federica.- Al final no pude ir.
   Juanito.- ¿Por qué no fuiste? Me dijiste que hoy tenías la cita, y que era la segunda vez que te la daban porque la primera vez tuviste que llevar a tu niña a que la viera el especialista, sólo porque no te gustaba nada el aspecto de dos granitos que le viste, claramente picaduras de mosquito. Pero ¿y esos bultos de los que me hablaste?
    Federica.- Ya iré en otro momento, ahora estoy en otra cosa.
    Juanito.- ¿Qué otra cosa hay más importante que la salud?
    Federica.- No seas exagerado, no sé por qué te conté nada de esos bultos.
    Juanito.- Pero, ¿por qué no has ido hoy a ver al médico? ¿Qué te ha pasado?
    Federica,. Tenía que venir el del gas, y claro, me dieron una hora aproximada, no podía retrasar más que le echaran un vistazo a la caldera, porque si de pronto se rompe, ¿qué? No podría bañar a mis hijos, y la calefacción no funcionaría, con este frío.
    Juanito.- ¿Y qué ha pasado? ¿Te la han arreglado?
    Federica.- Oh, no, me han asegurado que mañana vendrán, es que el técnico tuvo un repentino mareo y pensaban que era un ataque al corazón porque también le dolía un poco el pecho y al parecer tuvo un amago anteriormente, así que se fueron a comprobar que no le pasaba nada, ya ves, qué marrón, si de pronto le hubiera dado en casa un paro cardíaco, me hubiera dado un patatús. La salud siempre es lo primero, así que no me he quejado a la empresa de gas.
    Juanito.- Claro, no había otro técnico que mandar.
    Federica.- Pues no sé Juanito, hijo, tienes unas cosas, solo faltaba que me dieras la vara tú, con lo mal que me encuentro, me siento fatal, son muchas cosas las que tengo que atender.
    Juanito.- Pero, ¿y tu marido?
    Federica.- Déjalo al pobre, bastante tiene con su paro, está desesperadito. Ahora se ha ido al gimnasio, le viene fenomenal para las varices, no le duelen tanto las piernas.
    Juanito.- Ya, ¿y tus hemorroides?
    Federica.- Ahí siguen, chico, me voy corriendo, que llego tarde, tengo que ir a por la niña, que la he apuntado a un curso de inglés, porque sabemos que es muy importante conocer idiomas, por si se tiene que ir a trabajar fuera, porque al paso que vamos...¿Y tú? ¿Cómo vas con lo tuyo? Habrás ido al médico, ¿no? Ya te dije que no lo dejaras.
    Juanito.- He ido sí, y al final me tengo que empastillar.
    Federica.- Mira que te lo decía, vete al médico, que no es normal.
    Juanito.- Pues sí, resulta que tengo hipertensión.
    Federica.- Pero si no estás gordo.
    Juanito.- Ya, pero debe ser que estoy muy alterado.
    Federica.- Pues no sé de qué.
     Juanito.- Pues por muchas cosas hija, empezando por ti, tú me alteras.
    Federica.- Pero, ¿qué dices?
    Juanito.- Sí, ya está bien, Federica, quiero seguir teniéndote como amiga, y por eso me importas; piensas en tus hijos, "oh, que no pasen frío, hay que arreglar el gas antes que nada"; piensas en tu marido, "el pobre, está fatal, en paro, no, no se puede quedar él a esperar al del gas porque si no perdería su gimnasio y, ¿qué pasaría entonces con sus varices?" Pero la realidad es que no tienes ningún respeto por ti y no te quieres nada, ni a ti ni a tus hijos, si tú no estás bien no podrás cuidar de ellos, así que nos vamos ahora mismo al médico, para ti, me voy contigo, y que tu marido se ocupe de la niña, que por otro lado ya es bastante mayorcita con quince años ya iba yo a trabajar con mi padre.
    Federica.- Eh, pero...¿y la portería? ¿Quién se va a quedar en el portal? ¿Y si te ponen una queja los vecinos?
    Juanito.- No lo creo, tú no me pondrás una queja, eso lo tengo claro.
    Federica.- Claro que no, si eres la única persona con la que hablo todos los días, eres mi amigo.
    Juanito.- Pues tu amigo te lleva ahora mismo al médico.
   

    Federica no entendía nada, pero le chocó tanto esa actitud de preocupación y cariño de su amigo que se dejó llevar. Juanito estaba muy preocupado por su amiga porque sabía que algunas enfermedades debían cogerse a tiempo, su madre había muerto de cáncer unos años antes y si se le hubiera descubierto con tiempo tal vez todavía estaría por el mundo. A Federica la había conocido en ese trabajo como portero de un gran edificio del centro de Madrid, ella era la única que había reparado en su existencia e iniciaron una amistad que se iba alimentando día tras día. A Juanito la vida le había enseñado que la salud era importante, pero no sólo la salud de los demás, también la propia, y se había propuesto que su amiga Federica aprendiera la lección a tiempo.
    A veces estamos tan centrados en la felicidad de los que nos rodean que nos olvidamos de que nosotros somos una pieza tan importante como las demás. ¡Un saludo y feliz domingo a todos!

Isolina Cerdá Casado

sábado, 16 de noviembre de 2013

Estoy sanándome, en pleno proceso curativo interior. ¿Qué haces exactamente? Escribo un libro.

     Quiero compartir con aquellos que han tenido interés en adentrarse en mi blog en algún momento y por cualquier circunstancia, que ahora mismo, en estos días, ya llevo una semana, estoy trabajando en un proyecto precioso y muy beneficioso para el alma. Estoy escribiendo por y para mí, no sé si al final saldrá un libro, no sé que pasará con la multitud de folios que llevo escritos y los que me quedan, pero estoy muy volcada en ello, y por primera vez tengo el convencimiento de que sí, tal vez salga algo que merezca la pena compartir en formato de libro. Supongo que hasta el momento en que una escritora no ve publicado un libro no se siente escritora como tal, yo estoy trabajando en esa dirección, así que mis artículos extraños y las visiones del mundo que me rodea que he estado plasmando en este espacio con asiduidad serán un poco menos frecuentes. Es por una buena causa, espero salir reforzada de esta experiencia. Un beso a todo el que ha leído con cariño estas letras y se ha alegrado por mí.

Isolina Cerdá Casado

domingo, 10 de noviembre de 2013

Huevos rotos; mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento.

Domingo, un objeto de inspiración: Huevos rotos, tostadas quemadas...



    Las cáscaras de huevo me miraban desde el bol de cerámica que había utilizado para echar los restos, al verlas pensé que podía ser una fuente de inspiración, de pronto me vino a la mente una familia, pero no una familia concreta, sino una abstracción de familia, todos estaban unidos en aquel recipiente, irremediablemente conectados por la misma sangre. Estuve a punto de fotografiarlo, no lo hice, todo quedó en mi mente. A pesar de estar rotos, la forma del receptáculo en el que se encontraban amontonados parecía forzarlos a quererse y defenderse por encima de estos ojos curiosos que eran los míos. ¿Qué es lo que me está pasando? ¿No crees que algo no va bien por las alturas? ¿Están atrofiadas tus conexiones? ¿En qué estado puede estar una neurona cuando comienza a ver lazos sanguíneos entre cáscaras de huevo? Solo faltaba que hubieras intuido cualquier problema en el reparto de la herencia de estos huevos rotos. ¿A manos de quién fue a para la huevera acartonada que los sostenía colocaditos uno al lado del otro? ¿Tenían vida por sí mismas las cáscaras? ¿Estaban rezando por el paradero de sus inseparables yema y clara? ¿Habría una buena relación entre ambas? ¿Clara tendría cierto odio oculto hacia yema por su exultante color anaranjado y por ser la preferida de las migas de pan? ¿Y qué pasa con la gallina? La única realidad es que se me han quemado las tostadas, demasiado pronto para hablar de huevos rotos cuando aún no tengo un café en el cuerpo, y dudo mucho que estas tostadas negras lleguen a poder ser comestibles: rascaré y rascaré y lo negro le quitaré. No, no voy a decir que no estoy inspirada porque es obvio que la inspiración viene conmigo a donde quiera que yo vaya, ayer me acompañó de camino a la producción de una santa tortilla de ocho huevos y un tercio de palmo de ancha, con un diámetro de plátano y medio. Todo depende claro está del tamaño del palmo y del plátano, pero era grande y estaba buenísima, que básicamente es lo importante, no lo del tamaño sino lo de suculenta. En fin, a dónde llegaré hoy, o hasta dónde seré capaz de llegar, tal vez a algún capítulo de mi vida agradable, en el que gozar con un chocolate caliente y unas filloas gallegas. Un saludo y feliz domingo a todos los héroes del mundo.


Isolina Cerdá Casado

domingo, 3 de noviembre de 2013

Calabazas podridas y vasos sucios. Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento.




    Sí, hoy no estoy demasiado inspirada. Es lo que tiene depender de cómo se levanta el ánimo para ser creativamente rentable. A pesar de que he estado dudando, de si escribir o no escribir, al final me he arrancado. Y partiendo de esa calabaza ennegrecida por el paso del tiempo, hablo de lo negro que está el corazón de algún que otro transeúnte del mundo, que aunque tenga el rostro anaranjado y pretenda mostrar la dulzura propia de la calabaza en buen estado, la realidad es que está podrido por dentro, tan negro como esta pobre se acabó poniendo al oxigenarse y contactar con el mundo. No digo que siempre, pero mucho cuidado con las calabazas que brillan demasiado, a lo mejor están deseando escupir su lado negruzco en cuanto alguien se deje seducir por la capa externa, o su arte creativo, o por su capacidad de mostrar compostura de buena calidad. Las calabazas podridas buscan a las calabazas auténticas, quieren contagiarlas y ennegrecerlas, para que su podredumbre no se sienta sola.


    Y a otra cosa mariposa…Vasos sucios, estropajo enjabonado, manos que le dan movimiento al estropajo, que lo arrastran por la superficie llena de residuos, restos de galleta seca, grasa incrustada de chorizo o chuletas de cerdo, tazas con posos de color marrón indicativo de que allí dentro residió por unos minutos un cafetito lindo…Y unas manos que mueven el susodicho áspero aparato verde con esponja y otras manos que hacen la foto. Y la madre que le dice a la niña: “Venga, tira la foto ya, así, muy bien Lara, gracias por tu ayuda”. Y la niña que le dice: “Mamá, yo quiero ser profe cuando sea mayor”. “Pues me parece muy bien, hija”. “Porque trabajar en el teatro es un rollo”. Bueno, si trabajara…seguramente no sería un rollo. ¿Eh? ¿Teatro y vasos sucios, llenos de mierda? No estás inspirada, anda, déjalo, vete a dormir, haz las camas, despierta. Son cosas contradictorias, ¿vale? Es muy cómodo, sí, ahora escribo este artículo, no estoy inspirada, digo que no estoy inspirada y ya estoy justificando que no haya salido bien. Pero qué significa bien o mal, para quién, ¿para tu propio espíritu crítico? ¿O para las personas que se molestan en llegar hasta esta línea y comprobar que efectivamente aunque había mucho que decir, no diciendo nada lo has dicho todo? Uf, pues no sé qué decir. Pues no digas nada, creo que ya lo has dejado bastante claro. Es domingo, un domingo más, tengo un dolor de cabeza extraño, desde ayer, está instalado ahí, y no se me ha pasado a pesar de haber dormido unas cuantas horas, siento como si un martillo le estuviera dando a mi cráneo de un modo crónico, sin dejar de golpear. ¿Me estará avisando el cuerpo de que algo no va bien en las alturas? No empecemos, ya estamos hipocondriándonos, no pasa nada, si me muero me he muerto, ya está. Tan cortante como cierto, es lo que me dijo mi profesora de expresión oral. Iba a hacerme una mamografía, se lo conté, le hablé de mis miedos, no utilicé la palabra mal sonante del cáncer. Pero ella sí, me dijo: “no pasa nada, si tienes cáncer tendrás que enfrentarte a él, cogerás el toro por los cuernos y ya está”. “¿Cáncer? ¿Podría tener cáncer? Yo no había dicho nada de cáncer.” Fue inmediato, un shock que me hizo darme cuenta de que si la prueba mostraba la peor cara, yo lucharía, y punto. No mostró nada negativo, todo normal, mi madre había muerto de cáncer pero yo de momento estaba a salvo. Tenía treinta años. Podía haber tenido un accidente, me podía haber pillado un coche, o darme un ictus, o caer desmallada subiendo unas escaleras y morir por un golpe fatal, podía haberme muerto ahogada al comer cacahuetes, pero no…eso no me daba miedo….el caminar no me atemorizaba…¡Ay que ver cómo somos los seres humanos! ¡Ay que ver cómo soy yo! Feliz domingo, y cuidado con las calabazas negras por dentro y los restos de galleta seca en los vasos de un día para otro, es difícil desincrustarla del transparente vaso de cristal. Claro que si tú no friegas los vasos no serás capaz de valorar el trabajo del lavavajillas. ¿Y por qué teniendo lavavajillas friego con el estropajo? ¿En realidad me gusta fregar la loza? Mira, bonita, para no estar inspirada estás alargando mucho el artículo dominguero. Pues es verdad. Ala, que me voy a poner orden en esta casa de locos bajitos y alterados.


Isolina Cerdá Casado  

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...