lunes, 29 de febrero de 2016

Camina

Si no tienes nada que hacer levanta un pie y avanza, luego el otro pie, empieza a caminar siendo consciente de ello, de cómo lo haces sin pensarlo, de cómo tu cuerpo aprendió a avanzar sin frenos. 
    Puedes hacerlo, claramente, siempre lo has hecho, lo hiciste, de verdad, caminabas.
 No pienses, camina.

Isolina Cerdá


jueves, 25 de febrero de 2016

Todo partió de un cuento...

El cuento se titula "La luz de Lucía" fue el cuento elegido por mi hija para leer ante sus amigos del cole. En ese cuento se describe el miedo de una luciérnaga pequeñita en sus primeros paseos por el mundo de la noche, cuando se encuentra con la gigantesca luna y de pronto siente miedo porque se ve muy chiquitita al lado de esa inmensa luz que esta presente en el cielo nocturno.



La mamá y el papá de Lucía la llenan de besos y abrazos tranquilizadores, y cargados de apoyo familiar. Entonces Lucía sale nuevamente al mundo todavía novedoso de la noche, toda su familia sale feliz pero ella todavía tiene cierto miedo.

Su abuela le explica que aunque la luz de la luna sea muy grande y espectacular, ella no tiene luz propia, ya que la luz de la luna procede de la luz que le regala el sol. Y en esas noches en las que no le llega esa luz, la luna no brilla igual y la noche necesita otras luces para brillar. Y por eso es tan importante que las luciérnagas no dejen de iluminar la noche, porque por muy pequeña que parezca la luz que sale de nosotros, esa gotita iluminada es la que consigue un gran océano brillante.





Mi hija y yo leímos el cuento, quisimos hacerlo con una luz especial procedente de una gran linterna que iluminara el mundo de la noche que habíamos creado. Al terminar de leer el cuento les dejé en el cole con el cuento físico y me marché, los niños iban a trabajar sobre el cuento. Yo cogí los bártulos que había llevado y me fui a casa.
Una vez allí me dije que sería una pena amontonar en algún rincón de casa lo que habíamos trabajado para ilustrar de una forma especial la lectura del cuento. Así que cogí esa tela de plástico llena de magia y la colgué por encima de las cortinas. Y así fue como empecé a idear esta entrada en mi blog. 



Las tortuguitas de los niños miraban hacia lo alto y no entendían lo que hacía un búho luminoso al lado de una luna de brillantina plateada, ni el papel que desempeñaba una especie de zorro rojo sin cuerpo pero con una mirada nocturna. Era de día, entraba mucha luz por las rendijas de la persiana, las plantitas pintadas con ilusión brillaban, brillaban en los corazones de las tortugas, sí, aquellos telonios que no conocían nada más que su tortuguera azul transparente fueron felices al descubrir un mundo nuevo que una locuela mamá y su emocionada hijita habían trasladado a un corriente y moliente salón de una casa. (Mi hija lo descubrirá al llegar a casa)



No dejemos de caminar, nuestros hijos necesitan ver que caminamos, nosotros mismos necesitamos ese impulso, las tortugas también necesitan verlo. El mundo, todo el mundo en general necesita que caminemos... Caminemos pues.

Isolina Cerdá Casado


PD
La tecnología y yo, he intentado ilustrar el caminar pero no soy capaz de subir un vídeo. 


miércoles, 24 de febrero de 2016

Mientras espero, escribo.


Cien números por delante, qué hacer con tu tiempo para no sentir que lo estás tirando por la borda. Todo para sacar una cita a la que ya llegaba tarde. Mucha gente esperando como yo, de vez alguna se oían las quejas, los asombros ante semejante lista, cien números pero en realidad había varias listas diferentes, lo que suponía que las seis ventanillas abiertas no estaban volcadas en que la distancia de mi lista perteneciente a la letra C se acortara. La cuestión era qué hacer. Yo ya me había preparado, iba con la mochila llena de opciones con las que entretener mi tiempo. Hice varios intentos para no llegar con tantos meses de retraso, años, cada vez que iba tenía una lista de espera superior al año y me invitaban a que volviera al siguiente mes que seguramente abrirían nuevas listas. Entre tanto estuve metida en otra lista y otras pruebas, surgieron así mismo otras tantas, en fin, qué cansinas son las visitas obligadas a los centros de salud y a los hospitales pero qué necesarias al mismo tiempo. Total, a lo que iba, que saqué la libretita, una agenda nueva estupenda que tengo no solo para organizar mi vida sino también mi mente, cogí un pequeño lápiz y empecé a escribir...  



Hoy quiero escribir para mí, siempre lo hago en realidad, escribo porque necesito verlo escrito, necesito contarme un cuento, necesito decirme a mí misma desde dentro de mi alma cosas.
Muchas veces me llegan impulsos vagos de esos espacios interiores, voces que te empujan a quedarte tumbada, a regodearte en el estado del gusano, el caminar a rastras.
Pero de pronto te llega una voz de afuera, procedente de algún lugar de la realidad externa que te envuelve. "No es momento de tonterías, no hay lugar para caminar así. Levántate, coño, déjate de tonterías.Cuando te mueras te habrás muerto, pero mientras estés en el mundo camina, mira, besa, abraza, aconseja, comparte un café, pon una lavadora, ríete del mundo.
Es así, el impulso que dirige nuestros pasos, en ocasiones estás dormida o aplastada porque físicamente no estamos muy bien y se pone a dar martillazos en las neuronas, y algo del exterior te empuja, te obliga a caminar, te ofrece una razón para levantarte y aún en pijama sales a la calle y das un paseo por el parque.
La gente que te ve piensa que estás loca, pero el pijama se siente feliz porque por primera vez ha paseado por el parque sobre tu cuerpo y no dentro de una bolsa.




Ese pijama llegó a tu vida en navidad.
La navidad ya no es igual.
La navidad es un ser cambiante.
Antes era divertida, ahora también es triste.
Estamos en febrero, ¿por qué narices traes a la navidad hasta este texto?
Porque el tiempo pasa tan deprisa que da vértigo.
Acabo de sentirlo gracias a pasear por el parque en pijama.
Fue el pijama el culpable de todo.
En lugar de quedarse en la cama salió a pasear conmigo.




Esas dos mujeres cruzaban el paso de peatones. ¿Amigas? ¿Madre e hija? ¿Vecinas? ¿Cuidadora y paciente? ¿Qué estarían hablando? ¿Qué se estaban diciendo? 
Pues no me importa, pero es una imagen bonita, dos mujeres caminando juntas. 


Isolina Cerdá Casado

sábado, 20 de febrero de 2016

La jodida vida de una hipocondríaca. "Venga, anda, no te ralles, pedimos chino."


Su mano sostenía esos pensamientos extraños. Situada sobre la barbilla, tapando parcialmente la boca, como si quisiera impedir un probable grito de explosión del alma expresiva. Los ojos miraban hacia arriba, ¿veían el cielo? ¿era una nube? ¿tenía una ventana frente a ella? ¿en realidad no miraba nada y eran las preocupaciones las que dirigían sus ojos? Esos ojos llorosos, ella no sentía que estaban parcialmente acuosos. ¿Acaso había estado cortando cebolla y eso humedeció su mirada hasta lo imperceptible? ¿Qué era? ¿Qué era por Dios? ¿Se trataba de una araña en una de las esquinitas de su preciosa cocina? ¿Tenía una preciosa cocina en realidad? ¿O acaso era el olor a chamuscado de las lentejas lo que repentinamente la había hecho despertar del ensimismamiento en el que se encontraba frente a la pantalla del ordenador? 
    Tal vez podía ser alguna de esas cosas, me inclino por las lentejas chamuscadas.



Observó, en uno de esos momentos de vuelta a la realidad, cómo el suavizante, dándole la mano al lavavajillas, se subió encima de la mesa, la transparente botella de agua les acompañaba, la saludable manzana coronada por unos plátanos algo pasados sonreía, sabía que esa mujer anonadada podría seguir adelante con su vida a pesar de que la cocina entera oliera a chamuscado, e incluso a pesar de la conciencia de que ese aroma a lentejas tostadas seguiría presente por unos días en las paredes de su espacio creativo. Y todos ellos la animaron a que se dejara de tonterías y escribiera, era mejor que sumergirse en ese mundo hipocondríaco que la ahogaba, que la arrastraba a estados de aplastamiento, que la impedía caminar. La vida llena de oscuridad, la vida desesperanzada, la vida que solo piensa en que ya no hay horizontes, la vida amarga, la jodida vida de una hipocondríaca.

La mujer apreció el detalle del suavizante, cuya sonrisa era tan expresiva que la hizo sentir el jugo de la mandarina en sus adentros con tan solo mirarla. Supo que eso era la fuerza del corazón, no importaba de dónde procediera, solo sabía que esa energía estaría presente en ella a lo largo de ese extraño día.




Entonces sintió un impulso, la mano tenía que salir de aquella barbilla, sintió como se fue alejando de su cuerpo y acercando poco a poco a la mesa en donde se encontraba el ordenador, allí, en ese espacio era donde su mano quería llegar. Alcanzó el borde de la mesa...



Casi estaba llegando al teclado del mismo.



Por fin lo había conseguido, victoria...



Y empezó a bailar sobre el teclado.



Oh, cielo, 
maravilloso cielo azul, 
maravillosa esperanza
te ofrezco mi don,
te doy mi creatividad
abierta
descarnada
chorros de sangre fresca.

Pintaré unas fresas mientras se lo piensa la manta azulada que hoy cubre mi mundo.



Isolina Cerdá Casado





miércoles, 17 de febrero de 2016

Hay que vigilar a los ajos, aunque espanten a los vampiros pueden acabar con el vino tinto de un trago.



Primero saltó al interior del bote de la sal, necesitaba sentir que ella era el sazonador, la sal de la vida estaba en pleno apogeo en sus adentros, sus dientes querían morder. 





Después decidió subir a lo más alto de ese espacio cúbico en el que de un tiempo a esta parte le habían ubicado. Necesitaba ver toda la cocina desde otra perspectiva, era cierto que nada tenía que ver con el campo. Se dio cuenta de que encima de la televisión que su dueña miraba con tanta regularidad había más polvo que en la tierra de la que la extrajeron. Allí se sintió una cabeza libre. Le sugirió a la mujer que se dedicaba a quitarle dientes para el sofrito que hiciera lo mismo que ella, que cambiara de perspectiva, que se subiera a la tele en lugar de atontarse mirándola pasivamente. Pero se daba cuenta de que su idea era absurda. ¿Desde cuándo una cabeza de ajos tenía algo que decirle a una mujer que apenas encontraba consuelo en la telenovela vespertina? Entonces decidió armarse de valor. Y se dio un baño de vino. 

Vació la botella de vino tinto en la que se sumergía la señora de la casa, a una copa le siguió otra, y de este modo se emborrachó hasta los dientes. Era una cabeza llena de desvaríos, una cabeza de ajos ebria y a punto de cometer una locura. Estaba dispuesta a todo para enfrentarse a su destino, para evitar acabar dando saltos en el aceite hirviendo, para no mezclarse con el abrumador pimiento rojo ni con la cebolla encapada. 

Se acercó a la ventana.




Se acercó un poco más al borde de ese alféizar prometedor, y desde esa altura sintió la necesidad de volar, saltó, tal vez fue el exceso de alcohol en sus dientes, la sed de aventuras, la irracionalidad del momento. Al año siguiente sin saber por qué razón, los usuarios de la piscina comunal observaron una extraña planta cerca del césped, se dieron cuenta de que se trataba de un esqueje de ajo inquieto, que amplió su tiempo de vida y se enfrentó a los designios de ser un ajo destinado a acabar en la sartén de un sofrito.



    Aquella misma tarde, la tarde del salto del ajo, cuando acabó la novela, la señora de la casa se puso a preparar la cena para su familia, y por más que buscó no pudo encontrar la cabeza de ajos que le quedaba. ¿Sería por su desorden? Decidió tomar una copita de vino tinto, le gustaba recordar las mejores imágenes de la serie a la que estaba enganchada saboreando un buen vino. Atónita se quedó al comprobar que la botella estaba vacía. Si a su marido no le gustaba el vino, ¿qué paso con todo el vino que le quedaba? Jamás encontró una respuesta lógica. Pero no le dio más vueltas que las necesarias, abrió otra botella en cuanto subió de la frutería con su nueva malla de ajos.

Isolina Cerdá Casado

martes, 16 de febrero de 2016

El libro, una criatura con poderes.

Me puse a escribir, normalmente lo escribo casi todo, bueno, es cierto que voy por momentos, no suelo hacerlo de forma continuada, pero muchos episodios de mi vida están escritos. Es una necesidad interior. Este libro, mi primer libro, es el cuento del que parte todo, y por eso era necesario escribirlo, que viera la luz en forma de libro. Poco a poco irán llegando otras historias, seguro que sí, tengo muchos impulsos creativos, y de vez en cuando los dejo salir libres. El escribir este libro ha sido como una especie de convulsión emocional y cada vez que volvía a él, sentía como el corazón me abrazaba desde dentro, en ocasiones era una sensación de ahogo, como si de esa masa motora pudieran salir manos que me apretaban el esófago y la laringe, abrazando mi cuello hasta el ahogo. Es un libro muy duro, al menos así lo considero yo, que lo he escrito inspirándome en la realidad más cruda. Mi hijo de nueve años me ha dicho que lo quiere leer, y yo le he dicho que cuando sea mayor, entonces lo leerá y podrá entenderlo. 
    ¿Por qué una criatura con poderes? Porque es capaz de llevarte a otros mundos sin moverte de casa, porque te arrastra, porque te muestra un corazón que tiembla pero que a pesar de todo sigue palpitando sin descanso.

Isolina Cerdá Casado


PD

Informaré sobre las librerías en las que se podrán encontrar físicamente, además de estar ya en el catálogo de libros.com, así como el día y lugar de su presentación. De momento os dejo el enlace en donde podéis comprarlo por internet. Si sois aficionados al Ebook con tan solo cuatro euros podéis tener uno. 





lunes, 1 de febrero de 2016

En mis paseos veo cobras.

    Había una cobra en la carretera, justo al lado de la rueda de un coche blanco aparcado a la izquierda de la calzada. Era pequeñita, como un puño de hombre adulto. ¿Era eso posible? ¿Las hay tan pequeñas? ¿Una cría? ¿Dónde estaba su madre? ¿Había pues una cobra gigantesca desplazándose por las calles de Madrid? Un momento, tal vez no era una cobra, es posible que lo que hubiera en el asfalto no fuera una cobra sino una cuerda con forma de cobra. Es que incluso me pareció verla con la cabeza medio levantada y ensanchada con forma de cucharón, con sus ojos, su lengua bífida, con un ligero tono amarillento. ¿Existen las cobras amarillas? Olvídate, no, estaba teniendo un claro síntoma de miopía perceptiva deforme con incrustaciones por un exceso de imaginación creativa. Me acerqué con cierto repelús, porque seguía pareciéndolo a cada paso que daba. Sí, era una cobra. No, no, no. ¿Un lazo de pelo? ¿Cómo era posible haber imaginado que un mero accesorio para el cabello podía ser una cría de cobra? Tal vez a las crías de cobra no se le ensanchara la cabeza, claro, seguramente eso solo les pasa cuando son adultas. Había atribuido una característica de adulto a un bebé, una cría, una cría inexistente por otro lado. 
Aquella imagen me hizo pensar, ¿cuántas veces imaginamos cosas que en realidad no existen? A veces por los miedos, otras por la experiencia. Este blog fue abierto porque me gustaba escribir, me gusta, casi es una necesidad. Escribo cosas que me inspira la vida, siempre hay cosas que no cuentas, pero generalmente me desnudo más que cuando muestro una foto mía. 
    El otro día Isabel fue al médico, fíjate que a punto estuvo de no ir, "si es que es una tontería", pensaba. Una heridita que iba y venía, justo en la zona donde al sentarse es fácil rozar con la silla, especialmente a ella, que parece que tiene tornillos en las articulaciones de sus huesos y le sobresalen los huesos de anclaje, los de la columna se le marcan como si fuera un camino lleno de piedrecillas, también los de las muñecas y los hombros. En ocasiones bromea sobre ello con sus hijos: "Es que mamá tiene tornillos que se desenroscan". Fue al dermatólogo a regañadientes, "si es que ya lo tengo mejor, justo ahora no me noto apenas nada". Así que al entrar en la consulta iba pensando en cómo le iba a explicar al médico su hipocondría. El médico le pidió que descubriera la zona en cuestión. Estuvo mirando con lo que parecía ser una lupa especial para médicos. "¿Desde cuándo se ha notado esto?" Un año tal vez, le respondió ella. Entonces el doctor empezó a escribir en su ordenador. Isabel comenzó a excusarse con lo que ella consideraba una visita fruto de sus miedos. "Es que mi padre tiene cáncer de piel, y claro, pues como esta lesión no acaba de curarse pues pensé que no estaría de más que lo viera el médico." El doctor no dejaba de escribir. Isabel pensaba que no debía ser para tanto, que era exagerado todo aquel sonar del teclado, ¿qué escribía en el ordenador? ¿tanto había que contar? ¿si era una tontería de heridita? Tras un largo rato de pulsación de teclas, Isabel que no había dejado de pensar en lo absurdo de aquella visita, que veía cómo la enfermera aprovechaba ese momento de escritura del diagnóstico para echar una ojeada al móvil, el médico dejó de escribir. "Bueno, pues vamos a sacarlo. Podríamos hacer una biopsia previa, pero va a ser mejor quitarlo directamente. Así que te voy a citar para una cirugía y después analizamos." "¿Cómo? ¿Cirugía?" Isabel se quedó atónita. "Pero, ¿es malo?" Sí, como lo que me has contado de tu padre.-Añadió el médico sin querer utilizar la palabra que parecía tener poderes de boxeador, pues cada vez que se oye es como si un puñetazo te golpeara la sien. Fue Isabel la que utilizó la palabra: "¿Es cáncer?". "Sí, pero no hay que asustarse, no suele producir metástasis, es un cáncer causado por el sol y que sorprendentemente puede salir en cualquier zona del cuerpo. No le demos más importancia de la que tiene".-Añadió el doctor. Lo mismo el médico no quería que Isabel empezara a gritar o a montar un drama en su consulta, seguramente esa forma de comunicar la enfermedad concreta que padecía había sido fruto de mucha experiencia dando diagnósticos complicados y sabía que la mejor manera era la de decirlo sin inmutarse. Así que Isabel cogió el sobre con toda la información y la cita para su intervención quirúrgica y salió de la consulta con la misma actitud que la del doctor, sin inmutarse, con naturalidad. 
    Isabel se dirigió a concretar la cita para la cirugía sin ingreso. Se encontró con el padre de una amiga, le contó lo que había pasado porque él la vio salir de la consulta donde se concretaba la cirugía. "A mí, me operan a mí."-Respondió a su pregunta y de este modo le contaba a la primera persona con la que se había cruzado su nueva situación.  Fue caminando hacia su coche, pensando, dándole vueltas a la cabeza. Y una vez montada en él, cuando la intimidad del interior del coche liberó su contención inicial, comenzó a llorar. Necesitaba llorar. No era grave. No iba a morir mañana, o sí, quién sabe, todo ser vivo era susceptible de ello. Pero para Isabel fue como la primera confirmación de ese miedo hipocondríaco que siempre la estuvo rondando. Lloró sí, pero ahí quedó todo el llanto necesario. Bajó del coche y llamó a su hermano, se lo contó. Llamó a su padre y también se lo dijo. Y siguió caminando por la vida.

    No queda otra querida Isabel, ya lo sabes, tú tienes que ser fuerte como todos los que caminaron y caminan a tu lado. Porque nadie dijo que esto fuera fácil querida, se habló de intensidad, de contrastes, de vuelcos increíbles, de creación maravillosa, llena de luces y sombras. Cuando estés en la sombra recuerda que ésta solo es posible porque hay una luz muy intensa en el otro lado.

Isolina Cerdá Casado   

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...