domingo, 30 de junio de 2013

Mi colaboración de hoy en Héroes del pensamiento. Con retraso, rozando el final del domingo.

Domingo, un objeto de inspiración: No veo nada que me inspire.

    Pues mal lo llevamos, si no hay ningún objeto que te arranque unas cuantas palabras encadenadas o algún baile provocador estamos fatal. Es como si la llegada de las vacaciones se hubiera ensañado con mi inspiración y estuviera sufriendo un bloqueo temporal creativo. Sé que no es excusa, debería aprovecharme de los objetos que hay ahora mismo a mi alrededor, como el cubo de playa, la pala, la piscina con agua congelada o el gigantesco arbusto de laurel bajo cuya sombra escribo este cuento. Entonces es mi problema, tal vez no he elegido el mejor momento para escribir este artículo. Todos pueden ser grandes momentos, es cuestión de centrarse, y que te pasen por alto las distorsiones, ignorar los gritos de los bañistas o el sonido del agua en movimiento, el canto de los pájaros, el reloj y su tictac; enfocar la atención en la pantalla y pasar por alto los cotilleos de la revista que está sobre la mesa playera que entretiene a los relajados invitados, que comentan en voz alta su sorpresa ante el divorcio de no sé qué famoso, o el niño de esta pareja archi conocida que hace nada que pasó por el altar, ¿a caso se casaron embarazados? Ignóralo todo y céntrate, que cuando llegues a casa cogerás el artículo dominguero y lo subirás a la página de pensadores.
    Como ya sé que este momento va a llegar, a lo largo de la semana me pongo alerta porque nunca se sabe en qué lugar voy a encontrar la inspiración que luego tal vez rescate en el artículo del domingo, me tomo un helado y mientras chupo su jugo derretido por el calor ambiental observo al ventilador girando y girando, igual que el exprimidor, girando y girando, lo mismo que mi cabeza que gira y gira porque hay demasiadas ideas mareando la tranquilidad de mi alma.
    Ya hemos llegado al punto de siempre, el alma y sus malestares, el alma y sus desvaríos, el alma y sus tormentos. Ya cansas Mari Juani.
    Yo no canso, estoy cansada que es distinto. Aquel que sea capaz de cantar libre de tormentos alabado sea, porque envidia sana me causa.
    A ver Mari Juani, de qué estás cansada tú, cuéntanos tu pena.
    Me cansan los gritos de dolor silenciosos, me cansan las historias cargadas de mala suerte que despiertan a tus miedos, me cansa el propio miedo a lo que vendrá cuando ni si quiera sabemos cuánto tiempo más viviremos, me cansa el sufrimiento innecesario, el absurdo, el que duele sin que haya pasado nada, me cansa la pena profunda por lo que pasó, por lo que no pudo pasar, por lo que jamás podrá pasar. Soy una mujer cansada, dolorida, que va arrastrándose por grandes tormentos silenciados.
    Hablando de pasar, acaba de pasar sobre mi cabeza un gigantesco avión, no sé hacia dónde vuela, ni a quién llevará dentro, ni cuántas historias acogen esos asientos voladores. Puede que haya una mujer que tras ahorrar años y años va camino de ese país  que siempre soñó visitar, y nunca tuvo la fuerza suficiente para lanzarse a la aventura, hasta que harta de sufrir la puesta de reiterados cuernos maritales, mandó a su marido a un cursillo de jinetes cibernéticos, que llevaba adosado un viaje obligatorio a la luna sin traje espacial; a lo mejor una pareja de enamorados se va camino de algún país exótico en el que descansar del estrés profundo que les ha ocasionado su boda; es posible que vaya en él Olga intentando deshacerse del cubano, lo lleva engañado hacia algún país del norte del hemisferio; tal vez un señor con bigote se va a reencontrar con su hijo al que no ve desde hace tres años debido a que se fue a vivir con su madre, una mujer alemana a la que conoció el año que estuvo becado y cuyo hijo se concibió en una noche loca y salvaje, pensaban que por una vez que lo hicieran a pelo no sería suficiente para quedarse preñados, y se convirtieron en un miguelito relleno de óvulo fecundado. ¡Qué jodidos ignorantes! Las cosas siempre pasan por una vez. Por una vez que compré lotería, no me tocó; por una vez que me casé, terminé divorciada; por una vez que me bebí una copa, me regalaron un test de alcoholemia; por una vez que puse el dedo en el borde de la puerta, me lo pillé; por una vez que fui a la playa sin crema, me quemé viva.
    Respecto al señor de bigote, ¿por qué no ha visto antes a su hijo? ¿Y por qué se dejó bigote? ¿Dejadez? ¿Estilismo? ¿Tacañería?
     ¿Quieres una horchata fresca? No me vendría mal, la verdad sea dicha. ¿La prefieres Light o normal? Pues ya que la tomo, la prefiero normal, al fin y al cabo caloría arriba, caloría abajo, carrerilla va, carrerilla viene.
    Bueno, pues entonces, al asunto, ¿sobre qué vas a escribir?
    Perdona, creo que ya estoy en ello hace algunas líneas, no es que sea una cosa talentosa pero llevo escribiendo un tiempo considerable como para echar por tierra toda la creación, así que te guardas en el bolsillo tus preguntitas socarronas y te largas a la cocina a prepararme un café, otro para Carmen, que también le gusta, y me dejas tranquilita con mi inspiración dominguera, que corre ahora mismo una brisa vespertina que da gusto sentirla mientras tecleo el aparatejo este.
    Tú, ¿muy bien, muy bien no estás? ¿No?
    ¿Perdona?
    No, que digo que estás de psicólogos o algo ¿no?
    Mira, me voy a dar un baño en la piscina, ahora que ya doy por finalizado el articulillo, y de paso me tomo el café con leche con un bollo, que me tienes alterada con tus tonterías. Y al que pueda, que termine de pasar un buen domingo inspirado, que yo ya estoy servida.

Isolina Cerdá Casado   

jueves, 27 de junio de 2013

Sombras oscuras, pestañas tintadas de mierda. ¿Es necesario hablar así? Sí.

    Mira detrás de ti, cuidado, te están acompañando sombras oscuras.
    ¿Qué te hace pensar que hay algo ahí?
     En ocasiones siento alientos ajenos que me acarician el cuello. Eso forma parte de las fantasías raras que me invaden, me rodean, me corrompen. Llevo arrastrando una gran cadena, no soy ningún fantasma, sin embargo es la prueba más evidente de que trasciendo a otra dimensión, en ocasiones la parte de la cadena que engancha con mi tobillo sangra, eso es porque pesa demasiado y mi alma no lo puede soportar. ¿Con qué cargas? Han sido tanto los mensajes, me importan demasiado, todos, me hacen sangrar. Sé que no estoy siendo coherente ni con el tema ni con nada, pero es que de un tiempo a esta parte todo se tambalea de una manera radical y han pasado tantas cosas ya en la vida, que te preguntas cosas obvias pero que han perdido su coherencia porque cayó un pilar de vida, alguien que murió y que significaba mucho para ti, y con esa destrucción de uno de tus soportes no caminas de la misma manera. No sé qué podría hacerme bien, cómo sentirme plenamente bien, claro que no, porque el sentirse bien es un estado cambiante, y aunque ahora me pueda sentir llena de sentidos, objetivos y pulsiones, pasados unos minutos o unas horas la crudeza de la vida se me aparece delante en forma de diapositiva, y el recuerdo de esas cosas que pasaron le dan una paliza tremenda al sosiego interior, y vuelven las preguntas eternas sobre sentidos y razones. Y la cuestión es que los sentidos se fueron perdiendo, y con el paso del tiempo hay un aroma a desengaño que lo impregna todo.
     Hay zonas del mundo que huelen a pollo muerto. Qué derecho tengo a hablar así, qué es lo que quiero decir exactamente. Son miradas de reproche que llevan el odio en las pestañas y que allá a donde se dirigen disparan negatividad vital. ¿Eso existe? Sí, es la forma que tienen los cobardes de matar los sueños. Pero, ¿qué es exactamente lo que quieres decir? ¿a dónde quieres llegar? Me gustaría llegar a un lugar lleno de música, de gente sonriente y feliz, repleto de regalos especiales para todos, donde la inocencia se respetara por encima de todo, donde la felicidad fuera el estado común. Me gustan los espaguetis, muchísimo, podría estar incluido dentro del menú del día. Y el zumo de naranja natural, naranjas frescas llenas de vitaminas. Pero, un momento, ¿qué es lo que me está ocurriendo exactamente? Atada de pies y manos a esta mesa, delante del ordenador, escribiendo con el alma necesitada, una lluvia de ideas cayendo sobre mi cabeza y yo recogiéndolas todas, para poder estar en paz conmigo misma. El otro día tuve un sueño muy extraño, mi hija había estado jugando con un pollo, y cuando me quise dar cuenta le había arrancado la cabeza, el cadáver del pobre pollito estaba tirado  sobre el suelo de la cocina, con su cabeza a unos diez centímetros de distancia. ¿Quería decirme algo mi conciencia? No lo sé, ojalá nunca nos falten sentidos  para seguir adelante con esta gran aventura que es la vida, a pesar de las muchas pestañas que vagan por ahí impregnadas de ira.
   
Isolina Cerdá Casado

martes, 25 de junio de 2013

Dos céntimos por tu pulsión latente.

    Eran tres, vestidos de negro, cabezas culminadas con una especie de peluca de pelo muy negro, caminaban al mismo ritmo, parecían estar sincronizados. Toma, dos céntimos te doy, y cuéntame lo que te pasa. Por dónde ha de pasarme, ¿cerca del corazón? ¿al lado del hipotálamo? ¿por los ríos del nervio óptico? No, dos céntimos por aquello que baila en tu alma.

    Eso no es nada, ¿qué puedo comprar con dos céntimos? No podrías comprar si te faltaran dos céntimos. Si vas a un supermercado no te venderán el bote de champú si no les das el dinero exacto, no perdonarán que te falten dos céntimos. Yo te los doy. A cambio, quiero que me describas tu sueño. ¿Quieres que te cuente alguno de los sueños que poblaron mi cabeza esta noche? No, quiero los sueños permanentes. Esos que te rondan, los que no puedes abandonar aunque corras y corras, escales montañas, atravieses ríos o bailes desnuda a la luz de la luna. Yo nunca he bailado desnuda a la luz de la luna. Pobrecita, esa es la razón por la que no acabas de sentirte feliz, te falta el baile. Me faltan muchas cosas. Podrías contármelo, seguro que alguno de tus sueños se encuentra en tu cesta de carencias vitales. ¿Qué narices estás diciendo? Me estás liando. Yo no tengo carencias vitales. Claro que sí. He vivido muchas aventuras. No tienes ni idea de todas las intensidades que te pierdes. Pero hay muchas otras que he escudriñado plenamente. Tú siempre soñaste con viajar, ¿por qué no lo has hecho? He viajado mucho. Ya, has ido a Roma, París, y alguna que otra ciudad  de la península. Eso no es viajar mucho. No has pisado un desierto, ni una grandísima urbe, ni has escalado una gran montaña, ni has esquiado, ni has hecho... Qué narices te importa lo que he hecho y lo que no he hecho. Sólo me importa lo que no has hecho pero sigues queriendo hacer. ¿Y si no quiero hacer nada? Eso no es posible, uno acaba muriendo si no tiene una razón para levantarse cada mañana. Yo tengo muchas razones, tengo dos hijos, ¿no te parece suficiente razón? No. Bueno, ¿y entonces? ¿Qué? Que qué debería hacer según tú. Pues si sigues queriendo viajar, de verdad, cógete una mochila, cargada de niños, dos, y de zapatillas de repuesto y lárgate, puedes llevarte al marido en un carro, para que te diga que te quiere de vez en cuando. No necesito que me diga que me quiere, yo lo sé. Mientes. Bueno, miento un poco es verdad, cada vez que me dice que me quiere me lleno por dentro. ¿Te dice que te quiere para llenarte por dentro? No estamos hablando de sexo. Claro que no. Ah, vale. Entonces, qué, qué vas a hacer con tus sueños. ¡Pero qué empeño con mis sueños! Te he ofrecido dos céntimos, y ya los tienes, ahora puedes ir a comprarte el champú. No necesito champú. Quien dice champú, dice zanahorias, un zumo, papel del váter, las zapatillas de repuesto. ¿Pero qué es lo que quieres de mí? Quiero tener la certeza de que te sientes viva y de que no te falta el impulso para seguir caminando a pesar de que el suelo se plague de baches imposibles. Pues claro que estoy viva. Estar viva es mucho más que unas cuantas pulsaciones cardíacas, estoy hablando de pulsiones del alma. Esas las tengo. Entonces me quedo más tranquila. ¿Para cuándo tu gran viaje? Será pronto. ¿Es posible que el viaje no necesite de un desplazamiento físico? Algo se tiene que desplazar uno cuando viaja. Bueno, ya lo sé, pero yo voy a viajar hasta un mundo creativo maravilloso. ¿Sabes qué caminos vas a tomar? Claro, ya estoy en uno de ellos. Ah, bueno, pues en ese caso me quedo más tranquila, creo que he hecho una gran inversión dándote los únicos dos céntimos que me quedaban. Pero, ¿entonces no tienes más dinero que ese? No. Pues si quieres te vienes conmigo la próxima vez que vaya al supermercado, seguro que la vendedora nos atenderá estupendamente sabiendo que no nos van a faltar dos céntimos a la hora de pagar. Yo siempre estoy contigo. Lo sé, te siento, eres la prueba de que tengo esa pulsión latente. Oye, ¿publicarás este texto en tu página? Por supuesto, yo siempre escribo para ser leída por otras personas. Creí que esto quedaría entre tú y yo. Sabes que yo no tengo secretos, más que algunos deseos inconfesables por inoportunos. Ya tengo las zapatillas por eso no las voy a ir a comprar, y ya he empezado mi gran viaje. Lo sé, te siento cada vez más viva. Bueno, pues entonces dejamos aquí la conversación. Sí, no te preocupes, continuaremos dialogando a la sombra de otro café. Vale. Bien.

Isolina Cerdá Casado

domingo, 23 de junio de 2013

Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento: De estropajos, tablas de planchar, pollos y sandías.

Domingo, un objeto de inspiración: El estropajo, vale, y la tabla de planchar, el pollo y la sandía.





   Aquella mañana yo era la reina de todos los objetos que estaban frente a mí, todos tenían una especial atención para conmigo, la tabla de planchar me esperaba en la cocina con el único objetivo de ofrecerse para lo que yo quisiera, se colocó en el suelo, tabla a ras de suelo, no sabía qué era lo quería que yo hiciese. ¿Quería la tabla de planchar que me subiera encima de pie para hacer no sé que tipo de surf casero? ¿Esperaba que me tumbara para que su amiga la plancha acabara con todas las arrugas de mi cuerpo o para recolocarme pellejos colgantes?
    “Mira, si vamos a empezar con el qué penita de arruguitas que se instalaron en mi cuerpecito por todo lo vivido… apaga el ordenador y vete a dormir, que ya cansas, Olivia.”
    Estoy siendo objetiva, describo, cosas externas e internas, no me voy a buscar la pena de nadie. Déjame que siga con mi artículo, conciencia aplatanada.
    “Ante todo respeto, muñeca, no me gustan los plátanos.”
    Pero cuando la sartén se me ofreció sin pedir ni pizca de aceite y se colocó en mis manos sin estar previsto ningún tipo de cocinado a la plancha, y oyéndose de fondo sonoro a Michael Jackson, comprendí que esa superficie circular de teflón sólo quería bailar. La cogí pues entre mis brazos, y aunque le faltaba cuerpo para estar más o menos igualadas, dimos unas cuantas vueltas, saltos, giros, estuvimos a dos centímetros de caer sobre la jaula de pollos que teníamos en la cocina, aunque no se libró de una patada fugaz. El pobre pollito asustadísimo, jamás se había visto en una situación semejante, salió de la jaula, que se había entreabierto por el golpe conjuntado de la sartén y la señora, y comenzó a echarnos un discurso de lo más conmovedor. La satén y yo empatizamos rápidamente con él, tanto nos pusimos en su lugar que comenzaron a salirnos plumas, y yo adopté cierto parecido a una india de las películas del oeste aunque con exceso de plumaje, pero la pobre sartén se vio tan incomparablemente bella que desde aquel momento de intimidad de almas vive en un burdel que hay en la esquina de la calle desengaño, ameniza la noche cantando y bailando con esa maravillosa sensualidad que le han concedido sus plumas empáticas. Lo cierto es que nunca imaginó que su gran empatía podía llevarla a dar un giro tan brusco a su vida, por fin era capaz de dar calor sin necesidad de los chulescos fuegos de la Vitro. Mi marido jamás volvió a preguntar por ella, creo que en el fondo imaginó que se había chamuscado con alguna hamburguesa dejada de la mano de dios sobre ella a un fuego extremo; yo solía cocinar las carnes demasiado pasadas, vamos, que se me quemaban, el peculiar exterminio de la sangre en el que me emperré durante años hizo mucho daño a la batería familiar.
    “Pero, ¿tú ves lo incongruente que eres? ¿Cómo es posible que ahora mismo te puedas estar comiendo un filete vuelta y vuelta? ¿Qué ha pasado con tu animadversión a la carne cruda? Estás fatal.”
    Si una sartén es capaz de convertirse en una cantante de los bajos fondos, y una tabla de planchar me hace surfear por el comedor de casa, ¿qué no voy a ser capaz de hacer yo?
    “Mira, te voy a dar el teléfono de un terapeuta muy majo que…”
    Se oyó un gran estruendo, alguien le había tirado a alguien media sandía llena de jugo. Días después, salió por la tele un psicólogo confesando que entre sus casos más extraños destacaba la atención dada a una conciencia trastornada repleta de pipas de sandía por todo el cuerpo que ofrecía una imagen anamórfica de su masa visible.
   
    Y yo, en este domingo soleado, tras tomarme el café, darle vueltas al rollo de papel del váter, con los pelos en la cara a la espera de un buen cepillo con el que poner orden a esta masa informe de pelaje largo, negro y desgarbado, estoy sentada frente a la página en blanco, muerta de inquietud creativa. De ahí surgieron las pepitas que pasean por las consultas de los mecánicos psiquiatras, que te ayudan a quitarte los restos de jugos rojos que de tanto chorrear te nublan la vista. Y con esta explosión catártica vuelvo a estar viva, agradeciendo a ese hombre que me digo: “mira, chica, podías colaborar con nosotros, tengo libre el domingo…” “Ay, pues no sé yo qué podría hacer…” “¿Y si escribo sobre lo que se me venga a la cabeza?” “Tú misma.”
    Alabados sean aquellos que promueven al mundo creativo…que animan a las almas inquietas a no quedar anquilosadas, metidas entre las sábanas en un domingo caluroso e inspirador. ¿Qué habría inspirado esta sandía si no llego a tener que escribir un artículo para Héroes del pensamiento? ¿Y de la tabla de planchar? ¿Y del pobre pollo? ¿Y de la aburrida sartén quema filetes? Pasarían sin pena ni gloria por este primer domingo del verano. ¡A disfrutar de él amigos!




Isolina Cerdá Casado

jueves, 20 de junio de 2013

Abierta en canal. Mira chica, ya está bien, qué me estás contando. Pues lo que me ha venido a la cabeza. ¿Pero a santo de qué? Me ha impactado lo del juicio al presunto asesino de Ruth y José. ¿Y? Pues eso.

     Yo me veo allí, recreo ese momento, en el que viajábamos juntas. Ella era un gran bloque de miedo e insomnio, yo estaba simplemente temblorosa, mi miedo no era visible, pero yo también estaba impregnada de ese líquido ennegrecido y denso que me recorría por dentro. Su pelo rizado estaba tan asustado como ella, hacia dónde la llevaban, en qué lugar espantoso la íbamos a dejar pensando que sería algo bueno para ella. Íbamos de camino hacia la boca de un gran ogro de ojos rojos, cara mofletuda y pelo hirsuto, con una boca abierta gigantesca, con hambre de carne humana. Estaba como ida, se había tomado montones de pastillas que no lograron serenarla, noches de insomnio que nublaban su visión, que le presentaban fantasmas que la insultaban y que sólo ella era capaz de ver. Y nosotros pensando que sería bueno, que la llevábamos directamente a un lugar donde encontrar la paz. Pero la paz no está en los lugares, la paz está en nosotros, nosotros somos los que tenemos la capacidad de sentirla, de bailar a su son, de flotar en sus aguas. Ella se fue para siempre, se quedó metida en la barriga del ogro devorador de almas. Y hoy, como si quisiera que este hecho volviera a mi memoria, me ha venido a la mente esa imagen de su último viaje. Las cosas que no se resuelven permanecen presentes siempre, por más que uno crea haberlas digerido vuelven a repetirse en forma de recuerdo doloroso. La página en blanco me indicaba que tenía que escribir algo, pero cuando me puse a ello, una especie de debilidad me impidió comenzar, después tuve un segundo intento, igualmente fallido, hasta que en el tercer intento conseguí volver al recuerdo. Quise camuflarlo, ¿por qué no conviertes a tu hermana en un robot y creas una historia distinta? Como que ese viaje tuvo un retorno, que fuisteis las dos en un cohete espacial hasta la luna, y allí os hicisteis unos amigos marcianos, que todos los veranos venían a visitaros y se bañaban con vosotras en la playa del pinet.
    Me sigue resultando difícil escribir sobre ello. Tal vez porque no está del todo cicatrizada la herida. Lo que pasó es que después de estar muchos días sin dormir nada, tomando pastillas y más pastillas que no hacían el efecto deseado, un psiquiatra recomendó ingresarla en este centro del cual no salió con vida. A la semana nos llamaron para decirnos que había muerto. De vez en cuando tengo que volver a escribir sobre ello. Lo peor fue no haber hecho autopsia y no saber realmente qué pasó allí dentro.
     Hoy me he cruzado con mucha gente cuando iba corriendo, mucha gente mayor, gente que caminaba, gente con más de sesenta y setenta años, gente que caminaba con dificultad, gente que corría ligera, todo tipo de gente. Y yo, camuflada entre tanto gentío saludable, me preguntaba en qué momento había dejado de ser una niña traviesa para convertirme en una mujer con tantos recuerdos amargos, también positivos claro, la amargura se distingue de lo dulce porque previamente has saboreado ambos extremos. No sé, es el tiempo misterioso que nos va llevando con sigilo a otras realidades en las que de pronto un día nos vemos inmersos sin saber muy bien qué explicación dar a esos cambios de rumbo que tomó nuestra vida, y al final miras atrás y aún te atreves a agradecerle al tiempo que te haya situado en ese punto en el que te encuentras, tecleando recuerdos, sensaciones, dolores...
    Antes de conocer al que es hoy mi marido, tuve una relación con un filósofo, después de divorciarme de mi primer marido. Este hombre, el filósofo, me fascinó, siempre me han deslumbrado los hombres ilustrados,  era el mediano de diez hermanos. Sacó su plaza de profesor y tenía una buena situación económica. La cuestión es que este hombre más o menos, resumiendo sus conclusiones tras unos cuantos meses de tonteo, sin profundidades íntimas físicas pero sí de corazón, al menos eso creía yo, rechazó mi ofrecimiento, digamos que yo me ofrecí abierta a una relación más seria y familiar. Seguramente él no se enamoró de mí, claro, pero el argumento de ruptura fue que yo había vivido demasiadas desgracias como para poder llegar a ser el tipo de mujer esposa que él buscaba. Quedé tocada pero no hundida.
    Estas cosas no las debería contar aquí, supongo que es el tipo de cosas sobre las que hablaría y volvería hablar con una amiga a la sombra de un café, y como no hay café, ni amiga, y estoy en casa, con niños revoloteando por las habitaciones, no me queda más remedio que soltárselo a la página en blanco. Aunque pensándolo bien creo que igualmente escribiría sobre ello, yo siempre acabo por escribirlo todo.
    En fin, que no sé a qué ha venido lo de traer aquí lo del filósofo, pero me ha venido así de pronto el recuerdo, como lo del viaje hacia aquel hospital psiquiátrico privado en el que murió mi hermana.

Isolina Cerdá Casado
   

martes, 18 de junio de 2013

Anecdótico.




 Iba yo corriendo por el parque con mis zapatillas nuevas, era mi segunda semana de entrenamiento concienzudo, me había propuesto correr media hora cada día, estaba harta de sentir el óxido en mis articulaciones, bastó un mínimo de ánimo para que me calzara las zapatillas y me iniciara en el trote ligero. Pues bien, ya iba con la lengua prácticamente colgando, cuando presencié una escena muy graciosa. Una chica de unos veinticinco años, uf, qué mayor soy, yo ya tengo cuarenta, estaba con sus perros, tres exactamente. Les lanzó una pelota, y todos empezaron a correr en la misma dirección que la pelota, todos menos uno, el más cachorrito, que en lugar de correr se fue en la misma dirección a paso mucho más tranquilo, entonces la dueña, o la que en ese momento hacía de dueña, se dirigió a él en estos términos: "Venga, vaya, mira que eres pachorra y vaga, tira corriendo hacia la pelota so gandula". La veinteañera en cuestión tenía unas "lorzas" como diría mi marido de escándalo, era una tiarrona grande y pesada, vamos, que ella lo que se dice trotar debía trotar poco, que a mí ni me va ni me viene, pero lo gracioso fue el tono y el chillido dirigido al cachorro fibroso que le dio por tomarse a la ligera un lanzamiento de pelota intencionado. Así que guardé la escena en mi disco duro con la intención de trasladarla a mi blog como uno de esos hechos curiosos que te regala la mañana. Regalo porque forma parte de la vida, y en cierto modo me puedo identificar también, a veces con la dueña y otras veces con la perrita linda. ¡Qué cosas tiene el ser humano!

Isolina Cerdá Casado

domingo, 16 de junio de 2013

Inquieta.

     Hoy lunes 17 de junio, día soleado aquí en Leganés, son casi las ocho de la mañana, preparada para el deporte, con un café pegadito al ordenador y la mente inquieta escribo. En unos minutos empezará la batalla de despertar a los niños y prepararlos para que inicien su propia batalla, en ese pequeño mundo que es el colegio. Y yo estoy dándole vueltas, a varios temas, pero hay uno que me absorbe especialmente la atención, el paso, ese paso de la vida, esa fugacidad del tiempo, cuando de pronto miras atrás y ya han pasado unos cuantos años. Y con ellos acontecimientos varios ante cuyos supuestos jamás imaginaste que podrías seguir caminando. Piensas entonces en tus propios hijos, en sus peculiares instantes, en que tu vida también forma parte de sus supuestos.
    La tostada se manifiesta, miles de migas de pan caen sobre la mesa, sobre el suelo, sobre mi conciencia. Ahora mismo he de dejar de pulsar teclas pero mi corazón sigue latiendo, y cada gota de sangre que impulsa a recorrer mi cuerpo está impregnada de impulsos inquietos, de dudas, de preguntas sin respuesta. Me voy, me largo a despertarles del sueño reparador. A mí me despertó un gran mosquito y casi me autolesiono  intentando terminar con su molesto zumbido.

Mi colaboración en Héroes del pensamiento. Coladores.


Domingo, un objeto de inspiración: Coladores.
 
 

 

    Paseaba por la casa, dándole vueltas al asunto temático. Una serie de pensamientos negativos invadían mi mente, y entonces los vi. Qué pena, ojala fuera posible emplear uno de esos para filtrar la negatividad, el pesado pensamiento negativo y cambiarlo por pensamientos dulces, claros, llenos de vida, ideas que empujan, que te arrastran a moverte, a ponerte unas zapatillas y salir a correr por el campo. Todo está dentro de nosotros, tenemos mil posibilidades de actuación, no hay por qué hundirse, levántate y ponte a bailar. ¿Acaso no fuiste capaz de ponerte un poto en la cabeza aun a pesar de los impulsos paralizantes que te invadían? Sucede que hay momentos en los que todo se ve oscuro y gris, en los que todo parece complicarse desde nuestro fuero interno. Pero ahí mismo, en donde se genera ese grano negro también se encuentra el blanco, no es una cuestión de inexistencias sino de filtros, hay que ser capaz de emplear un buen colador en el momento adecuado.

    Cuántas sopas se habrán perdido un gran piropo por no tener a mano un buen colador, y allá fueron con los fideos restos de apio, o puerro deshecho por exceso de cocción. Yo soy una sopa que arrastra piel de pollo recocida y repollo flotante entre las orejas. Si alguien me hubiera enseñado a usar como dios manda un buen colador, uno grande, de esos que contuvieran toda palabra mal sonante para el alma libre, o que frenara esos consejos de la gente resabida con ánimo de organizar las vidas ajenas. En ese caso habría sido un caldo sabroso, libre y delicado, pero con la intensidad suficiente como para bailar libre dentro de un plato humeante, y acoger tropezones escogidos, y transformarse en densa masa cualificada de puré.

    ¿Qué quieres? ¿Qué es lo que te pasa por la cabeza? ¿Qué carencias estás sufriendo que la felicidad la sientes a medias? Tengo exceso de apio en la cabeza, me temo que también tengo puerro de más en las profundidades del alma herida. ¿Pero chica, cuántas personas con alma herida son capaces de utilizar bien su colador? El otro día me contaron una tragedia ocurrida en una casa, cuando me lo contaron me quedé helada, ¿cómo era posible cargar con algo así y seguir adelante con la vida, sonriendo, con la mirada llena de luz? No somos conscientes de la gran capacidad que tiene el ser humano de superación.

    Me contaba mi cuñada: -“Soli, ¿Tu sabías que uno de los hijos de Pepito y Menganita había matado a su hermano accidentalmente con un cuchillo?”  “No.” Respondí yo.  “Pues sí, no se sabe exactamente lo que ocurrió, pero parece ser que estaban jugando con los cuchillos y uno le clavó el cuchillo al otro. Cuando se dieron cuenta de lo que había ocurrido, los padres sacaron el cuchillo de su cuerpo, pero al hacerlo el niño se desangró y murió.” Uf, uf, uf, no podía ser cierto, cómo era posible ese pasado tan terrible y que sin embargo yo nunca hubiera intuido semejante tragedia familiar, tampoco es que tuviera mucha relación con ellos pero en algún tiempo sí he estado compartiendo una comida, o varias, y sin embargo, nunca imaginé que algo así podía haber ocurrido en su familia.

    Será que los coladores se extienden no sólo a las palabras sino también a los hechos, somos capaces de olvidarnos de aquello que nos podría matar, el impacto de un recuerdo trágico puede llegar a ser tan dañino como el propio hecho, tenemos una memoria selectiva, que en más ocasiones de las que creemos se activa de forma automática, son los coladores invisibles del subconsciente. Y somos capaces de seguir a pesar de arrastrar tragedias incontestables. Pues claro, y lo sabes de sobra, tú misma tienes en tu haber montones de gritos que la vida te escupió en la cara, y ahora caminas, corres, sonríes, te conmueves, y de vez en cuando te miras en el espejo, y ahí está, ese es el rasgo, el dolor se marcó en esa arruguilla que sale del párpado; bueno sí, pero hay otra que es la que se marca cuando sonrío, cuando sueño. Chica, son cosas de la vida, estás viva, es buena señal, qué bien que hay marcas, significa que has vivido.

    Bueno, me voy a coger el colador, quiero tumbarme sobre él, voy a dejar pasar la parte fina mía, la suavidad, la dulzura, el caldo intenso y con sabor, después me lo beberé, haré una ceremonia de antropofagia total, me llenaré de mi esencia más pura, y después seleccionaré del colador los restos dañinos, dolorosos, grises, los garbanzos deshechos, el pollo mareado, y lo pondré en el comedero de las gallinas, que antropofagien ellos también, aprovechando que me encuentro en la parcela de mi churri.

    En fin, todo empezó con un colador que me miraba, y casi me lo como frito con patatas.

 

¡Feliz domingo a todos!

 

Isolina Cerdá Casado

domingo, 9 de junio de 2013

Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento. Una casa.

Domingo, un objeto de inspiración: Una casa.




    Todavía con los resquicios verdes en mi cabeza, hojas que van y vienen, gente a la que quiero que aplaudió con todo el cariño esa locura creativa del poto parlante, empiezo este texto. Me da a mí que no va a ser demasiado irónico, porque el hecho que me lo ha inspirado es un caso real, duro, como tantas realidades durísimas de todas las épocas, no solo de este tiempo de crisis que inunda los sueños con problemas y más problemas que parten de lo económico y se extienden a lo psicológico.
    El viernes 7 de junio era el día del estreno de “Terapia virtual”, nerviosa e ilusionada fui a casa de mis vecinos, con la intención de invitarles, su situación económica viene siendo catastrófica desde hace unos cuatro años, al principio resistieron con los ahorros, después con la ayuda de los parientes y amigos, un poco de dinero por aquí otro por allá, iban salvándose del hundimiento. Ellos estaban paralizados, el marido llevaba toda la vida trabajando en la construcción,  cuando estalló la bomba financiera se quedó sin trabajo, y desde entonces no han tenido ingresos en casa, nada, apenas alguna chapuza, quizá cuatro o cinco en meses. Por fin, casi al borde de la inanición recurrieron a Cáritas, a través de la parroquia, y desde hace casi un año, se están beneficiando de las ayudas solidarias de esta organización, pero es cierto que cada vez son más familias las que se ven en esa situación tan dramática de tener que pedir para comer, y los paquetes de comida se van reduciendo porque hay más gente con la que repartir los alimentos. Hace poco les concedieron una ayuda que les permitiría ir pagando su piso, apenas les quedan dos años de hipoteca. La cuestión es que recibieron varios avisos de embargo, porque no pudieron pagar el alta de autónomo y la deuda fue creciendo con los intereses, de manera que si se debían seiscientos euros, ahora la cosa subió a casi dos mil. También tienen deudas en el ayuntamiento, de contribución y ese tipo de tributos, lo que dio lugar a otras órdenes de embargo. Pues bien, este viernes, cuando yo les hablaba del poto, de que si por fin lo iba a mostrar, de que… Ella, la mujer, me miraba con una cara en la que se mezclaba la alegría y la pena profunda. Tenemos un gran problema, Soli, muy grave. “¿Qué ocurre?” “Nos han dicho que nos van a desahuciar, nos van a quitar la casa”.
    ¿Cómo es posible? ¿Si casi está pagada? ¿Pueden dejarte en la calle por dos mil euros? Pues sí, puede pasar, hasta por cincuenta euros. Dice que venían de hablar con el asistente social, que le iban a mirar un alquiler social. Dios mío, y yo hablando de potos, de terapias virtuales, de puras convenciones teatrales. Y fuera, en el mundo real, en unos corazones que me importan, el dolor de sentirse impotentes ante la injusticia social se extendía como un cáncer preocupante.
    Una casa, tu casa, la que contiene los restos de ti, de tus pasos, de tu calor, los resquicios de las palabras que pronunciaste con cariño, las que gritaste en un momento de nervios descontrolados o de expresiones de desahogos. Pero si se llevan la casa, tu casa, ¿qué pasará con esa cama que te acogió en las noches silenciosas? ¿Qué será de esa fregona que te llamaba cuando las manchas del suelo se extendían como la espuma? ¿Quién recogerá ese trapo deprimido? ¿Y el váter, saldrá detrás de ti acompañándote en la pena? ¿Podrá la lavadora girar con la misma energía?
    ¿Qué tonterías estoy diciendo? ¿Es comparable que te quiten un pequeño objeto a que te quiten ese gran contenedor de objetos y de vida que es tu casa? Y cuantos y cuantos casos de casas usurpadas, por equivocación, por errores vitales, por engaños.
    Queda incompleto…queda sin terminar…me obliga el tiempo, las circunstancias a dejarlo aquí, en este punto de la pena. Hay mucho más que decir. Lo diré pronto. El que tenga un buen domingo que lo aproveche, que disfrute de su casa, de su familia, de los bonitos recuerdos de los acontecimientos felices…Yo hoy seguiré recordando al poto en su terapia, recordaré esos ojos tristes y preocupados, recordaré el cariño de la gente que vino a verme expuesta, entregada. Y entre penas y alegrías, calentaré las cuerdas vocales porque hoy es mi última función.

¡Feliz domingo!


Isolina Cerdá Casado

domingo, 2 de junio de 2013

Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento. Hablamos de los envases...

Domingo, un objeto de inspiración: Envases.




     Por un momento he dudado, bueno, en realidad me paso la vida dudando, pero hoy, en este domingo con un cielo azul chisposo, no tenía muy claro hacia donde iba a dirigir la mirada creativa. Qué objeto podía ser el protagonista. Me dije que podía escribir sobre los envases, que anda que no tenemos receptáculos variopintos. Andaba yo paseando por casa, con esa mirada inquisitiva que provoca cierto respeto en mis hijos y mi marido, respeto hacia el que está tramando algo cuyo resultado no siempre se entiende. Entonces lo vi claro, ahí estaban el estropajo y el trapo amarillo guiándome hasta ellos. Debían ser protagonistas definitivamente, el brik de leche, la botella que contuvo un vino delicioso, un albariño gallego que entró en el cuerpo con la misma densidad que el agua pero cuya intensidad acababa por producirte ciertas alteraciones en el cerebro. El gigante cacharro de las aceitunas que más parecía que estaba destinado a un ejército que a una familia de cuatro miembros, cinco si contamos a Paty, seis si contamos a mi padre que está de visita. El envoltorio de cartón de la ensaimada, las galletas de mil tipos, el café, el cacharro de fairy reciclado con lavavajillas del Carrefour, el bote de vidrio de mahonesa, la bandeja con dos restos de pasteles de una fiesta pasada…el aceite de oliva…la mermelada casera…el colador…¿Acaso no podía despejar un poco la cocina? Reconozco que las que mejor estaban eran las tazas sucias del fregadero, a los demás envases se les veía un poco estresados, preguntándose por qué seguían en el mismo sitio, minuto tras minuto. Tenían su círculo de espacio íntimo absolutamente invadido, pero muchos no sabían que no volverían a estar colocados en la misma estantería de siempre, que vacíos de su contenido tendrían que ir al contenedor de los envases, esperando una nueva vida; no sé qué podría ilusionarle a la botella de vino, que habiendo contenido una materia tan valiosa pasase a ser contenedor, en esa reencarnación, de garbanzos cocidos, o judías verdes. Tal vez estos envases arrastraban traumas, de vidas pasadas de alta alcurnia, como aquella lata de atún baratillo que en otro tiempo llevó en sus adentros foie de pato, o  caviar auténtico.
    ¿Acaso se merecían estar en ese estado de desconcierto estos pobres objetos? Sin saber el tiempo que iban a permanecer en la encimera de la cocina, viendo descender su contenido sabiendo que una vez vacío terminaría su vida útil. Ahora empiezo a entenderlo todo. La pasada noche oí un llanto extraño, me levanté creyendo que mi hija estaba teniendo una pesadilla, pero no, ese lloro no venía de la habitación de mis hijos sino de la cocina, de las profundidades del frigorífico. El envase de zumo de granini estaba sufriendo un ataque de histeria, apenas le quedaban unos dedos de zumo, me puse a hablar con él tratando de calmarlo, decía tener un miedo atroz a los productos abrasivos, y que sólo de pensar que se podía transformar en una botella de lejía le entraba el pánico. Entonces acordé con él reciclarlo yo misma, mantenerlo en casa enfriando aguas con gotas de limón para el verano, pero no pude asegurarle la permanencia para la temporada de otoño e invierno.
    Otro día pillé en medio de una pelea atroz a la jarra de agua y a la botella de bezoya, ésta última le decía a la jarra que dejara de meterse con ella porque sino los botes de cerveza se ocuparían de terminar con ella, un pequeño golpe y el cristal se rompería en mil pedazos y no tendría una segunda oportunidad como en el caso de los envases de vidrio. Por lo visto la jarra se jactaba de su permanencia en la casa, y de que no sólo era contenedora de agua sino que en ocasiones la habían llenado de leche merengada, o incluso de vino con casera.
    ¿Y qué pasa con mi envase? El envase de mi alma gansa, el contenedor de este cúmulo de emociones, miedos, ilusiones, amores, retos… Este envase anda tonto, porque envejece, porque le nacen canas nuevas cada día, porque esas arruguillas que se van marcando en el rostro indican que el envase se hace mayor. El dolor físico, que en ocasiones aparece, me hace intuir que yo, como la lata de judías de la asturiana, empiezo a oxidarme, y no puedo frenar los efectos del paso del tiempo con el betacaroteno del tomate, no ni con kilos de crema, ni con cirugías carísimas, al final todas parecen artificiosas. Además que no tengo un duro para pagármelas, claro. Al final, a mí misma, como al tetrabrik de la leche, me tendrán que reciclar. Me reencarnaré en una princesa de un cuento de hadas, o en un saltamontes de esbelta figura…no lo sé…tengo miedo…lloro por las noches…la caja de galletas de avena me viene a ver, me explica que no pasará nada, que me transformaré en otra cosa…pero que seguiré estando en el mundo…la energía no se destruye, se transforma.
    ¡Es muy fácil decir eso! ¡Seguro que a ella le toca transformarse en una orla contenedora de caras sonrientes! O tal vez en un periódico valiente lleno de noticias…Pero yo…yo puedo transformarme nuevamente en persona…nuevamente preocupaciones…nuevamente dolores…nuevamente emociones…nuevamente creaciones…
    Dejaré de llorar…haré caso a la caja de avena…Qué suerte tengo…podré volver a vivir otra vida. Todas las vidas de las personas son intensas, todas pueden sentir como un vaso lleno.
    Me voy a recoger la cocina y a fregar las tazas del desayuno, que ya es hora, hay que pensar en positivo porque seguro que en otra vida soy más ordenada. ¡Feliz domingo!



Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...