Domingo, un objeto de inspiración: Coladores.
Paseaba por la
casa, dándole vueltas al asunto temático. Una serie de pensamientos negativos
invadían mi mente, y entonces los vi. Qué pena, ojala fuera posible emplear uno
de esos para filtrar la negatividad, el pesado pensamiento negativo y cambiarlo
por pensamientos dulces, claros, llenos de vida, ideas que empujan, que te
arrastran a moverte, a ponerte unas zapatillas y salir a correr por el campo.
Todo está dentro de nosotros, tenemos mil posibilidades de actuación, no hay
por qué hundirse, levántate y ponte a bailar. ¿Acaso no fuiste capaz de ponerte
un poto en la cabeza aun a pesar de los impulsos paralizantes que te invadían?
Sucede que hay momentos en los que todo se ve oscuro y gris, en los que todo
parece complicarse desde nuestro fuero interno. Pero ahí mismo, en donde se
genera ese grano negro también se encuentra el blanco, no es una cuestión de
inexistencias sino de filtros, hay que ser capaz de emplear un buen colador en
el momento adecuado.
Cuántas sopas se habrán perdido un gran
piropo por no tener a mano un buen colador, y allá fueron con los fideos restos
de apio, o puerro deshecho por exceso de cocción. Yo soy una sopa que arrastra
piel de pollo recocida y repollo flotante entre las orejas. Si alguien me
hubiera enseñado a usar como dios manda un buen colador, uno grande, de esos
que contuvieran toda palabra mal sonante para el alma libre, o que frenara esos
consejos de la gente resabida con ánimo de organizar las vidas ajenas. En ese caso
habría sido un caldo sabroso, libre y delicado, pero con la intensidad
suficiente como para bailar libre dentro de un plato humeante, y acoger
tropezones escogidos, y transformarse en densa masa cualificada de puré.
¿Qué quieres? ¿Qué
es lo que te pasa por la cabeza? ¿Qué carencias estás sufriendo que la
felicidad la sientes a medias? Tengo exceso de apio en la cabeza, me temo que
también tengo puerro de más en las profundidades del alma herida. ¿Pero chica,
cuántas personas con alma herida son capaces de utilizar bien su colador? El
otro día me contaron una tragedia ocurrida en una casa, cuando me lo contaron
me quedé helada, ¿cómo era posible cargar con algo así y seguir adelante con la
vida, sonriendo, con la mirada llena de luz? No somos conscientes de la gran
capacidad que tiene el ser humano de superación.
Me contaba mi
cuñada: -“Soli, ¿Tu sabías que uno de los hijos de Pepito y Menganita había
matado a su hermano accidentalmente con un cuchillo?” “No.” Respondí yo. “Pues sí, no se sabe exactamente lo que
ocurrió, pero parece ser que estaban jugando con los cuchillos y uno le clavó
el cuchillo al otro. Cuando se dieron cuenta de lo que había ocurrido, los
padres sacaron el cuchillo de su cuerpo, pero al hacerlo el niño se desangró y
murió.” Uf, uf, uf, no podía ser cierto, cómo era posible ese pasado tan
terrible y que sin embargo yo nunca hubiera intuido semejante tragedia
familiar, tampoco es que tuviera mucha relación con ellos pero en algún tiempo
sí he estado compartiendo una comida, o varias, y sin embargo, nunca imaginé
que algo así podía haber ocurrido en su familia.
Será que los
coladores se extienden no sólo a las palabras sino también a los hechos, somos
capaces de olvidarnos de aquello que nos podría matar, el impacto de un recuerdo
trágico puede llegar a ser tan dañino como el propio hecho, tenemos una memoria
selectiva, que en más ocasiones de las que creemos se activa de forma
automática, son los coladores invisibles del subconsciente. Y somos capaces de
seguir a pesar de arrastrar tragedias incontestables. Pues claro, y lo sabes de
sobra, tú misma tienes en tu haber montones de gritos que la vida te escupió en
la cara, y ahora caminas, corres, sonríes, te conmueves, y de vez en cuando te
miras en el espejo, y ahí está, ese es el rasgo, el dolor se marcó en esa
arruguilla que sale del párpado; bueno sí, pero hay otra que es la que se marca
cuando sonrío, cuando sueño. Chica, son cosas de la vida, estás viva, es buena
señal, qué bien que hay marcas, significa que has vivido.
Bueno, me voy a
coger el colador, quiero tumbarme sobre él, voy a dejar pasar la parte fina
mía, la suavidad, la dulzura, el caldo intenso y con sabor, después me lo
beberé, haré una ceremonia de antropofagia total, me llenaré de mi esencia más
pura, y después seleccionaré del colador los restos dañinos, dolorosos, grises,
los garbanzos deshechos, el pollo mareado, y lo pondré en el comedero de las
gallinas, que antropofagien ellos
también, aprovechando que me encuentro en la parcela de mi churri.
En fin, todo empezó con un colador que me
miraba, y casi me lo como frito con patatas.
¡Feliz domingo a todos!
Isolina Cerdá Casado
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