domingo, 16 de junio de 2013

Mi colaboración en Héroes del pensamiento. Coladores.


Domingo, un objeto de inspiración: Coladores.
 
 

 

    Paseaba por la casa, dándole vueltas al asunto temático. Una serie de pensamientos negativos invadían mi mente, y entonces los vi. Qué pena, ojala fuera posible emplear uno de esos para filtrar la negatividad, el pesado pensamiento negativo y cambiarlo por pensamientos dulces, claros, llenos de vida, ideas que empujan, que te arrastran a moverte, a ponerte unas zapatillas y salir a correr por el campo. Todo está dentro de nosotros, tenemos mil posibilidades de actuación, no hay por qué hundirse, levántate y ponte a bailar. ¿Acaso no fuiste capaz de ponerte un poto en la cabeza aun a pesar de los impulsos paralizantes que te invadían? Sucede que hay momentos en los que todo se ve oscuro y gris, en los que todo parece complicarse desde nuestro fuero interno. Pero ahí mismo, en donde se genera ese grano negro también se encuentra el blanco, no es una cuestión de inexistencias sino de filtros, hay que ser capaz de emplear un buen colador en el momento adecuado.

    Cuántas sopas se habrán perdido un gran piropo por no tener a mano un buen colador, y allá fueron con los fideos restos de apio, o puerro deshecho por exceso de cocción. Yo soy una sopa que arrastra piel de pollo recocida y repollo flotante entre las orejas. Si alguien me hubiera enseñado a usar como dios manda un buen colador, uno grande, de esos que contuvieran toda palabra mal sonante para el alma libre, o que frenara esos consejos de la gente resabida con ánimo de organizar las vidas ajenas. En ese caso habría sido un caldo sabroso, libre y delicado, pero con la intensidad suficiente como para bailar libre dentro de un plato humeante, y acoger tropezones escogidos, y transformarse en densa masa cualificada de puré.

    ¿Qué quieres? ¿Qué es lo que te pasa por la cabeza? ¿Qué carencias estás sufriendo que la felicidad la sientes a medias? Tengo exceso de apio en la cabeza, me temo que también tengo puerro de más en las profundidades del alma herida. ¿Pero chica, cuántas personas con alma herida son capaces de utilizar bien su colador? El otro día me contaron una tragedia ocurrida en una casa, cuando me lo contaron me quedé helada, ¿cómo era posible cargar con algo así y seguir adelante con la vida, sonriendo, con la mirada llena de luz? No somos conscientes de la gran capacidad que tiene el ser humano de superación.

    Me contaba mi cuñada: -“Soli, ¿Tu sabías que uno de los hijos de Pepito y Menganita había matado a su hermano accidentalmente con un cuchillo?”  “No.” Respondí yo.  “Pues sí, no se sabe exactamente lo que ocurrió, pero parece ser que estaban jugando con los cuchillos y uno le clavó el cuchillo al otro. Cuando se dieron cuenta de lo que había ocurrido, los padres sacaron el cuchillo de su cuerpo, pero al hacerlo el niño se desangró y murió.” Uf, uf, uf, no podía ser cierto, cómo era posible ese pasado tan terrible y que sin embargo yo nunca hubiera intuido semejante tragedia familiar, tampoco es que tuviera mucha relación con ellos pero en algún tiempo sí he estado compartiendo una comida, o varias, y sin embargo, nunca imaginé que algo así podía haber ocurrido en su familia.

    Será que los coladores se extienden no sólo a las palabras sino también a los hechos, somos capaces de olvidarnos de aquello que nos podría matar, el impacto de un recuerdo trágico puede llegar a ser tan dañino como el propio hecho, tenemos una memoria selectiva, que en más ocasiones de las que creemos se activa de forma automática, son los coladores invisibles del subconsciente. Y somos capaces de seguir a pesar de arrastrar tragedias incontestables. Pues claro, y lo sabes de sobra, tú misma tienes en tu haber montones de gritos que la vida te escupió en la cara, y ahora caminas, corres, sonríes, te conmueves, y de vez en cuando te miras en el espejo, y ahí está, ese es el rasgo, el dolor se marcó en esa arruguilla que sale del párpado; bueno sí, pero hay otra que es la que se marca cuando sonrío, cuando sueño. Chica, son cosas de la vida, estás viva, es buena señal, qué bien que hay marcas, significa que has vivido.

    Bueno, me voy a coger el colador, quiero tumbarme sobre él, voy a dejar pasar la parte fina mía, la suavidad, la dulzura, el caldo intenso y con sabor, después me lo beberé, haré una ceremonia de antropofagia total, me llenaré de mi esencia más pura, y después seleccionaré del colador los restos dañinos, dolorosos, grises, los garbanzos deshechos, el pollo mareado, y lo pondré en el comedero de las gallinas, que antropofagien ellos también, aprovechando que me encuentro en la parcela de mi churri.

    En fin, todo empezó con un colador que me miraba, y casi me lo como frito con patatas.

 

¡Feliz domingo a todos!

 

Isolina Cerdá Casado

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