lunes, 24 de octubre de 2016

Bondad 1


No era consciente, no lo era, la vida estaba llena de belleza pero él no se había parado a mirarla desde otro punto de vista, había dejado que un velo negro cayera sobre sí mismo, perdió la esperanza de volar. Había voces que le decían que estuviera atento, que en cualquier momento todo iba a dar un giro. La vida es así, sorprende, aunque en ocasiones parezca que no hay vuelta atrás. Quería ser fuerte, quería hacer caso a lo que le decían las personas que se interesaban por él, pero algo en su interior, tal vez tristeza, como un pozo oscuro que se lo tragaba todo, le empujaba a pensar en un final aplastante. Un hombre sabio le había dicho que la bondad salvaría el mundo, le dijo que debía hablar sobre eso, que debía intentar hacer algo para que ese mensaje llegara lo más lejos posible. Tal vez hasta el propio pozo de negrura. Aquella flor, abierta, con otros pétalos emergentes cerca de esa belleza, le hizo ver una claridad que con el velo no pudo alcanzar antes. La bondad, ese cariño que mucha gente despertaba en él, ella debía estar bien arraigada en sí mismo, debía quererse, sentirse amado por su propio yo, debía entender que ese ser que veía reflejado en los cristales era importante, no solo para el mundo sino también para sí mismo. 
Se tumbó en la cama, se acurrucó, casi en posición fetal y dejó que sus propios brazos le dieran calor, se dio cuenta entonces de que jamás se había abrazado así mismo, su cuerpo importante había estado carente de sus propias caricias. Estuvo largo rato amarrado a su propio cuerpo físico, entonces el alma sintió que no era un ente ajeno al cuerpo y lo recorrió entero llenándolo de energía positiva y espíritu creativo. 

Ese día volvió a nacer, porque alma y cuerpo se encontraron, se amaron y respetaron. Así siguen, caminando juntos, muchas veces ambos regalan amor, un simple gesto positivo y lleno de bondad, y hacen de este mundo un lugar más agradable para todos.




Levantó su mano izquierda y la impulsó para que acariciara a su mano derecha. Le sorprendió el tacto de su propia piel. Ambas manos se cogieron y se apretaron, y fueron conscientes de que no estaban solas, se tenían la una a la otra.









Isolina Cerdá Casado

miércoles, 12 de octubre de 2016

La plancha y las fuerzas armadas.

He de reconocer que lo peor que llevo entre los muchos quehaceres que nos ofrece la casa es la plancha. No hay nada que me cause tanta pereza y a su vez tanto bienestar una vez terminada la tarea. El caso es que en esos menesteres me hallaba yo, de fondo unos locutores narraban el desfile de las Fuerzas Armadas, era lo que estaban echando por la primera de TVE. Era sorprendente ver desfilar a esa gran cantidad de soldados, de tierra, mar y aire. ¿Necesitábamos a tantos? En mi ignorancia, seguía con la boca abierta ante la gran variedad de tropas, y mantenía las manos ocupadas con la plancha, cuando de pronto llegó mi hija y se quedó mirando la televisión. 

Hija.- ¿Qué es eso?
Madre.- Es un desfile de soldados, de las Fuerzas Armadas.
Hija.- ¿Pero eso está pasando ahora?
Madre.- Sí, hija, es en directo, está lloviendo, como aquí. Porque hoy es el día de la Fiesta Nacional.
Hija.- Mamá, ¿entonces, si estamos en una guerra, ellos son los que nos defienden?

Lo ideal sería no llegar a estar nunca en una guerra, lo ideal sería que no fueran necesarios nunca, en ningún lugar del mundo. Pero por desgracia la amenaza existe. 


Mi hija preguntó también: -¿Y esas niñas rubias? ¿qué hacen ahí?
- Son princesas.- Respondí yo.
Hija.- Pues qué morro, sus padres son reyes y tienen más dinero y seguro que pueden comprar más cosas.
Madre.- Ya, pero tú estás en tu casita tranquila, no es un palacio, es verdad, pero es una casa linda. Si yo fuera reina no estaría tanto tiempo contigo, seguro que no. Aunque tampoco tendría que planchar, tendría a alguien que lo haría por mí. Jo, qué morro tiene la reina. 




Isolina Cerdá Casado




martes, 11 de octubre de 2016

Las chispas mágicas de Tepahi


    En los adentros de un mundo que avanza sin tiempo para encarnar suficientemente lo vivido, un montón de gente, padres y madres cargados de ilusión, vuelve a unirse para contar un cuento, para contar que la Naturaleza pide a gritos que reparemos en ella y que la cuidemos y la respetemos como merece, eso es Mami Naturaleza. Escenografía hecha a base del aprovechamiento de los recursos, procedente del reciclaje, de la creación colectiva y sobretodo de un trabajo ilusionado y gratuito. Del mismo modo el vestuario procede de esa misma forma de ver el mundo, generosidad, trabajo de uno mismo, trabajo de un colectivo, ideas que se hacen grandes, que crecen, que nos arrastran a un mundo lleno de imaginación y fantasía. 

Una madre sufrió una transformación metamórfica y anduvo gollumneando por el escenario.



https://www.youtube.com/attribution_link?a=OqAA2R57EYY&u=%2Fwatch%3Fv%3DPEIIBDr_Xok%26feature%3Dshare



Estos son solo unos pocos, el resto estaba liado y no se pudo poner a posar en la foto, el dire era uno de los que no se pararon para ser retratados. Menos mal que no nos vio. jejeje

Todos estábamos cargando con nuestros problemas, o nuestra vida cotidiana, nuestros sueños, nuestros recuerdos, todos con nuestra carga. Pero ahí, ese día, no importó nada más, ni las molestias musculares, ni los problemas de la hernia, ni la pierna herida, ni esa carga. Nos habíamos comprometido y debíamos responder ante nuestra gente y ante los curiosos y ante la Asociación de Vecinos. Tepahi lo volvió a hacer, volvimos a tener a una cantante en directo que se atrevió y lo hizo muy bien, por primera vez, valientemente. Los personajes caminaron por el bosque y llevaron de la mano a todos los niños y mayores que se adentraron en él. Nuestro director volvió a correr, a mil por hora, y lo hizo, dirigió y se implicó hasta la médula. Los técnicos corrieron y se estrujaron al máximo, yo creo que estaban contagiados de esa magia ilusionada. Al final salió bien, el público aplaudió con ilusión, con emoción, creo que se vieron salpicados por las muchas chispas mágicas que saltaban de esas hojas verdes llenas de esperanza de la Abuela Sauce, de las cabezas de los trolls, de las latas de los leñadores, de los pétalos de las flores, del brillo cegador de las hadas, del aleteo cubano de las mariposas, del azul de los avatares, del cabello de oro de los Elfos, de la grandeza de los Hobbits, de la marcha de Baloo y del Rey Loui y sus monos bailarines, de la calva de Gollum, de los saltos impresionantes de Mowgli, del caminar pausado de los Entz, del gorro verde de Duendolín, de la generosa mujer de negro y de las manos mágicas de un director que no se rinde nunca.

     Hoy el impulso de escribir sobre lo acontecido este pasado sábado 8 de octubre también me lleva a lo acontecido ayer. Todo Tepahi está triste porque un hada llora, pero yo sé que el hada se repondrá pues la luz está en ella, no se ha ido, se ha transformado y permanecerá por siempre a su lado iluminando su camino. 

Isolina Cerdá Casado


viernes, 7 de octubre de 2016

Actividad neuronal

 

Aire mojado
Caricias de jazmín
Sol naciente
Rostros matutinos
Cuerpos impulsados
Mujer reflexiva
pensante,
mujer que mira allá,
a lo lejos.
Sin ver nada
solo pensamientos.
Necesidad imperiosa
¿Por qué estaba aquí?
¿Cómo fue que llegó?

No importa el cómo
Estaba aquí.

Isolina Cerdá Casado


jueves, 6 de octubre de 2016

H2O


Allí estaban ellas, la miga de pan y los restos de café molido, se resistían a acompañar al agua por el desagüe, y aprovecharon la poca fuerza del H2O al marcharse para quedarse pegados al suelo del fregadero. Con un poco de suerte la mujer que limpiaba el contenedor de la vajilla sucia no se daría cuenta, y ambos restos podrían seguir ahí, a expensas del grifo, pausadas, mirando el techo de la cocina, disfrutando las unas de las otras, tampoco necesitaban más. Nada sabían ellas de lo que le había costado a la mujer con el pelo recogido en una coleta hacer desaparecer la montaña de platos sucios y de vasos llenos de los restos de ADN familiar. Quizá en ellos se pudiera estudiar su conducta, la de todos. Los restos de café molido sabían que su función ya había terminado, habían conseguido su objetivo, que la mujer de la coleta caminara con energía por la vida, era por la calidad del grano del que procedían. 
Un momento, ¿qué estoy haciendo? La mujer con coleta escribe sobre un fregadero sucio y lleno de migas de pan y restos de café molido. La mujer con coleta necesita hacer algo urgentemente con su creatividad pues de seguir así acabará escribiendo sobre su mal formación temporal en la piel de su pie producida por una arruga del calcetín tobillero unido este a la presión de una zapatilla de deporte atada con demasiada fuerza, tal vez por ponerse las zapatillas en un momento en el que apresurada se vio obligada a terminar cuanto antes con ese delicado trabajo diario de calzarse antes de salir de casa para ir a recoger a sus hijos, y que al apurar al máximo el tiempo de salida no le quedaba otra que darse mucha prisa, hasta el punto de no ser consciente de lo mucho que le apretaban las zapatillas, y como consecuencia de ello, justo antes de darse una ducha y liberar su pie de la susodicha zapatilla, casi se cae de culo al ver la extraña forma que había adquirido el pie aprisionado. No sabía si ducharse, planchar el pie o escribir sobre ello. 
Al final la mujer con coleta desarrolló el tema de la arruga tatuada en su delicado pie. La pobre está mal, tiene fiebre creativa.

Isolina Cerdá Casado

miércoles, 5 de octubre de 2016

Sombra de ave, que no sopa de ave.

    La sombra de aquella mujer era alargada, vista desde arriba, mirando lo que en el suelo se dibujaba de ella parecía una especie de ave, sin embargo no eran alas, aquello que franqueaba su figura ensombrecida por el sol que la perseguía era un larguísimo pañuelo con el que se resguardaba del frío mañanero. Ese día, de vuelta de dejar los niños en el colegio, le dio por fijarse en las imágenes que le ofrecía el trayecto que todas las mañanas recorría, primero acompañada de sus dos hijos y luego sola. Por alguna razón se centró más en lo que había a ras de suelo. ¿Era posible que su cabeza anduviera gacha por alguna razón que anímicamente la machacaba? ¿o se trataba sencillamente de una cuestión de ineficacia? Tal vez no había ingerido cafeína suficiente y su cabeza no se había acabado de erguir. También era posible que el café tomado no fuera de una calidad extraordinaria, solo uno con suficiente poso le habría enderezado aquella mañana en la que el cansancio se acusaba más de lo normal. ¡Ojalá hubiera sido un pájaro! Así no vería sombras alargadas sino cabezas en movimiento, que se desplazan de un lado a otro, potenciales nidos de bellos hijos aún por llegar.


En la hierba descubría cosas extraordinarias, una hoja y una pluma hablaban de sus experiencias vitales. La hoja cayó de un árbol movida por los vientos de otoño. La pluma cayó del cielo, de una paloma viajera que quiso dejar un resquicio de sí misma en ese tramo de hierba húmeda.


Desde los adentros subterráneos de una pesada chapa metálica un ratoncete me guiñaba un ojo. Hecho extraordinario si tenemos en cuenta la miopía de esa mujer alada que caminaba con la cabeza inclinada.


La mujer siguió caminando ajena a todo lo que acontecía a sus pies, pero consciente de que un mundo tan maravilloso como aquel no debía ser ignorado, lo mismo que lo que le ofrecía el sentido de la vista si ampliaba unos grados la inclinación de su cuello, e incluso si una vez enderezado su cuello levantaba la cabeza para llevar su mirada hacia el cielo y casi sentirse un ser afortunado a pesar de no ser un ave y no estar dentro de una olla para enriquecer un caldo.
La mujer cogió uno de los patines con los que cargaba y se fue patinando a casa con su pañuelo azul y los pies fríos. Era afortunada, sí, pues si fuera un ave no hubiera podido estar escribiendo como lo hacía tecleando con sus diez deditos en un ordenador maravilloso, algo cacharrete sí, pero maravilloso.

Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...