Allí estaban ellas, la miga de pan y los restos de café molido, se resistían a acompañar al agua por el desagüe, y aprovecharon la poca fuerza del H2O al marcharse para quedarse pegados al suelo del fregadero. Con un poco de suerte la mujer que limpiaba el contenedor de la vajilla sucia no se daría cuenta, y ambos restos podrían seguir ahí, a expensas del grifo, pausadas, mirando el techo de la cocina, disfrutando las unas de las otras, tampoco necesitaban más. Nada sabían ellas de lo que le había costado a la mujer con el pelo recogido en una coleta hacer desaparecer la montaña de platos sucios y de vasos llenos de los restos de ADN familiar. Quizá en ellos se pudiera estudiar su conducta, la de todos. Los restos de café molido sabían que su función ya había terminado, habían conseguido su objetivo, que la mujer de la coleta caminara con energía por la vida, era por la calidad del grano del que procedían.
Un momento, ¿qué estoy haciendo? La mujer con coleta escribe sobre un fregadero sucio y lleno de migas de pan y restos de café molido. La mujer con coleta necesita hacer algo urgentemente con su creatividad pues de seguir así acabará escribiendo sobre su mal formación temporal en la piel de su pie producida por una arruga del calcetín tobillero unido este a la presión de una zapatilla de deporte atada con demasiada fuerza, tal vez por ponerse las zapatillas en un momento en el que apresurada se vio obligada a terminar cuanto antes con ese delicado trabajo diario de calzarse antes de salir de casa para ir a recoger a sus hijos, y que al apurar al máximo el tiempo de salida no le quedaba otra que darse mucha prisa, hasta el punto de no ser consciente de lo mucho que le apretaban las zapatillas, y como consecuencia de ello, justo antes de darse una ducha y liberar su pie de la susodicha zapatilla, casi se cae de culo al ver la extraña forma que había adquirido el pie aprisionado. No sabía si ducharse, planchar el pie o escribir sobre ello.
Al final la mujer con coleta desarrolló el tema de la arruga tatuada en su delicado pie. La pobre está mal, tiene fiebre creativa.
Isolina Cerdá Casado
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