miércoles, 20 de octubre de 2021

Escribe para no perderte. Escrito en dos momentos distintos. Un día lo empecé, hoy lo acabé.

 




        Tras zamparme dos grandes tostadas, una con aceite de oliva virgen y sal del Himalaya y la otra con mantequilla y mermelada de frambuesa, sentí que algo debía hacer, algo que escapara de lo previsible y que me empujara de alguna manera a activarme creativamente, entonces recordé que en alguna ocasión había recurrido a la escritura creativa, básicamente era como una especie de tormenta de ideas pero algo que diera sentido de alguna manera a una imagen captada de lo cotidiano, en realidad estaba rodeada de un mundo mágico que ignoraba una y otra vez, por la desidia, por el desánimo, por el bajón terrible en el que me encontraba, una especie de túnel aterrador en el que no había ventanas como todo buen túnel que se precie y repleto de oscuridad y cierta humedad. Me produce tanto placer comer esas tostadas mañaneras, acompañadas con un gran café con leche que estoy convencida de que parte de la energía que me producen está invertida en este momento creativo, lo empuja, lo aliña, lo hace vibrar... 


20/10/2021


    No dejo de empujarme, de intentar seguir caminando, esa es la verdad. Soy valiente por hacerlo, por tratar de creer que es posible salir del pozo. Pozos, túneles, caminos imposibles...¿Qué está pasando? ¿Qué me está pasando? Soy fuerte, sin embargo estoy en un momento de debilidad, y tengo derecho a estarlo, derecho a sentirme como un granito rosado apartado de todo el bol, lejos del calor del asentimiento humano, de la palmadita en la espalda, que te empuja hasta hacerte caer de frente y romper tu nariz y acabar con tu olfato para siempre. 
    Lo cierto es que dentro o fuera acabaré estrujada por unos dientes debilitados por una vida genéticamente determinada. ¡Y qué más da! Ahora estoy viva, bebo, y como, y camino, en mi casa, no me atrevo a salir, empiezo a ser consciente de que cada vez que voy a cruzar el umbral de la puerta siento palpitaciones, y me tengo que llenar de fuerza, o de impulso, obligarme en definitiva. Mi casa es una especie de guarida de seguridad, me siento bien dentro, revisando, ordenando ideas, debo dejar que el sol me aclare la mente e impulse al alma. Imagino que es un resquicio de todo lo vivido. Cómo normalizar aquellos momentos, cómo olvidarlos, cómo afrontar al monstruo.
Ahora entiendo tantas cosas, tantas, tantas dolencias, tantos problemas. Admiro al que no le da vueltas, al que no lo piensa, al que no se para y camina. Siento que obligada por una mano se me ha paralizado el cuerpo, el impulso, el sueño, la energía. El llanto lo tengo al borde, siempre, ya no hace falta ni si quiera un anuncio, o una escena televisiva medio tierna, ahora simplemente un pensamiento, un sutil recuerdo, un aroma, una sensación, un gesto,... me hacen estallar en un llanto profundo.

                                      
    Bien, sí, es así, estás jodida. Pero lo escribes, lo cuentas, te desahogas universalizando tu dolor, tu estado, tienes una fregona a tu derecha, joder, ¿no te acuerdas de ella? De sus problemas, que también los tiene, o no, simplemente reposa, sin darle vueltas al asunto de que no bailes con ella, al menos tú alguna vez lo haces, para el resto de la familia ni existe, sólo cuando se derrama la sopa en medio del salón, o el vaso de leche, entonces tal vez la busquen, si no lo mismo les basta con un montón de servilletas de papel.  
                                                     

    ¿Y la berenjena? ¿no tienes nada que decir de ella? Venga mujer, escríbele algo, aunque sea un revuelto orgiástico con ese tomate parcelero al que apenas le quedan unas horas para ablandarse en la depresión vital más absoluta, y con la cebolla que vino a casa dentro de una malla anaranjada esperando una buena fiesta culinaria, o con los ajos morados que solo querían saltar de gozo en un buen sofrito para alcanzar el éxtasis al encontrarse con ese pimiento apasionadamente rojo que no dejaba de guiñarle un ojo desde la segunda balda del carrito de las hortalizas. ¿En serio crees que esta vida no tiene más que ofrecerte? ¿En serio crees que tú no le puedes ofrecer mucho más? ¿En serio te vas a hundir en la más absoluta soledad cuando estás viendo cómo la gente lucha hasta incluso cuando la lengua del volcán se zampa sus casas, sus medios de sustento, sus recuerdos materiales? 
Además de todo tienes que ir a hacer compra, no quedan galletas y justo será lo primero que pregunte tu hija al entrar por la puerta: "¿Has comprado las galletas?" Y a ella no le podrás decir: es que estaba deprimida, me daba miedo salir a la calle, no tenía impulso, me faltaba el ánimo. Y te volverá a preguntar: "¿Pero las has comprado o no? ¡Qué impulso ni impulso!"

                      
    No querida, volverás, estás volviendo, ya, apenas unos días, estas subidas y bajadas siempre estarán presentes, de vez en cuando vuelves a recordar aquellos momentos, en realidad todavía están demasiado cerca del borde que aflora, todavía no son recuerdos de antaño, como las tragedias vividas y las luchas que has tenido que afrontar. Estos recuerdos están demasiado frescos, y su mirada te despierta todo el torrente de dolor, pero ellos no son eso, ni ellas tampoco, es injusto recordar eso, que sí fue lo que viviste, pero también viviste actos de valentía y generosidad, muchos, cientos, miles. Ese final en el que tú estuviste a su lado no es lo que ellos y ellas han sido. Fueron grandes personas, que tenían hermosas familias, lazos de amor que nunca se romperán, emociones fuertes que crearon y que no desaparecieron esa noche, se fue el cuerpo quedó el poso de todo el bien que hicieron, sus hijos luchan y siguen caminando, lloran sí, un final tan triste e injusto, pero el final no es el recorrido, no lo es. Son luces que siempre iluminarán tu camino.

Isolina Cerdá

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...