lunes, 23 de enero de 2017

Sal grasa


Quince minutos, tormenta de ideas, el bote de sal está abierto, con restos de las caricias de dedos manchados de aceite. Calcetines convertidos en un puño de algodón que aprieta el alma imperceptible. Una cartera vieja llena de papeles y tickets de compras de antaño: café, aceite, azúcar y sal. Todo está conectado. La cartera con el recipiente contenedor de la sal por un viejo y arrugado ticket. Así, por un pequeño trozo de papel también estamos conectados todos, por un papel, por una mirada, por el pelo que voló libre, que se despegó del cuero cabelludo de una bella mujer, que cayó en un abrigo, que alguien le quitó y lo volvió a tirar al aire, que el aire llevó hasta un escalón por el que subió un hombre cuyo zapato recogió ese pelo desvalido y se lo llevó con él hasta su oficina, de su zapato hasta la alfombra, de la alfombra hasta la silla de ruedas, de la silla de ruedas hasta el bolsillo de Matilde que lo llevó hasta allí con su pañuelo rosado.
No te preocupes, por dios, te lo digo, es así, que la cosa nunca es lo que parece, ni lo bueno, ni lo malo. Todo es una cuestión de percepción. Ya sé que hoy tienes la percepción jodida, perdona por el palabro, pero qué más da. Que no ves las cosas bien, como son realmente, hay evidencias de determinadas cosas, palpables, físicas. Si alguien te da una patada, provoca un derrame, y tu pierna queda amoratada, evidente, lo ves, lo sientes y lo ves. Si sientes un agobio por algo que no ha pasado, por algo que pasó, pasará, no tiene sentido. Solo tú sabes de tu angustia. Tú y yo. Venga, ya, cambia el punto de vista, y respira. Vuelve a vivir. No estás solo, o sola.

Isolina Cerdá Casado

martes, 17 de enero de 2017

44 años. Gracias vida.

Hoy cumplo 44 años, el número me gusta, me gusta mucho también lo que contienen esos cuarenta y cuatro años de vida. Esto lo tengo que matizar obviamente. No me han gustado determinadas cosas que me han pasado, lo que menos me ha gustado de todo lo malo que me ha tocado vivir es la pérdida de seres queridos, porque cuando quieres a alguien no te gusta desprenderte de ese alguien especial, que te aporta cosas, que te acaricia el alma, que en muchos casos da sentido a tu vida. Perder el sentido es duro. Pero por suerte la vida te sorprende, siempre lo hace, para bien, para mal. Y después de haber confesado que la muerte de muchas personas queridas me ha causado mucho dolor, aunque la muerte física no sea una desaparición sino una transformación, duele no poder abrazar físicamente; bueno, que después, como digo, de hablar de lo que tanto he hablado, también he de decir que me siento afortunada. ¡Llegué a los 44! Con muchos más amigos, gente grande de corazón, con los amigos y amigas que estuvieron siempre a mi lado, en las pérdidas, en tiempos de bonanza emocional, en las épocas de creación pura. Llegué a esta edad con dos hijos maravillosos, todas las madres dicen lo mismo de sus hijos, lo sé, yo no iba a ser menos. Llegué con mis hermanos, que trajeron compañeras, que me regalaron sobrinas preciosas, con más cuñados y más sobrinos. Con un padre con ochenta y tres, rozando los ochenta y cuatro, que lleva vividos cuarenta años más que yo. Y sigue adelante con sus sueños, claro que sí. Llegué a los 44, sana, aunque mi hipocondría me haga sospechar cada dos por tres que ese o aquel dolor repentino lo produce un cáncer misterioso que acabará con mi vida. Y pienso: "Madre, quién me lo iba a decir, dos hijos, un marido, bueno, un compañero de viaje, que me quiere, sí, mucho, aunque nos saquemos de quicio en algún momento el uno al otro, con algún pájaro, o con algún poto en la cabeza, qué más da". El caso es que vivo en Madrid, escribo, esto, lo otro, libremente. Tengo mis momentos de bajón, sí, y de altura: cuando estoy abajo siento que todo se me viene encima, cuando estoy arriba soy capaz de volar. Además de esto con 44 años sigo teniendo el arte, la magia del teatro, escribiendo, interpretando (a mi querida Mercedes, a alguna viuda loca que llegará) y dirigiendo (ups. qué miedo me da y qué gran reto por delante conseguir que tantas personas bailen juntas creativamente y todos juntos logremos que cobre vida la historia de esa sirenita soñadora). 
Me he visto en un espejo, justo fue esta mañana en el hipermercado, no era mi mejor imagen la verdad, claro son 44 ya, bueno, no es que me viera mayor, no, no sé qué era, o tal vez sí. Qué mas da en realidad, yo era yo, seguía siendo yo misma. Soy yo, soy una persona sencilla, una persona, mujer, hermana, madre, amiga... Miro atrás. ¡Ha pasado todo tan rápido! No sé, de repente he sentido vértigo, por ese tiempo que está por llegar, y por la mirada del futuro, cuando pasados los años (tal vez cuarenta más, sería una suerte en estos tiempos) vuelva a echar la vista atrás, así por encima, sin regodearme demasiado en lo trágico, ni en lo espectacular, cuando me mire en un espejo, y yo siga siendo yo, aunque otras personas me vean como una abuela, seguiré siendo la misma, creo. Llegaré, espero, lucharé por llegar, como todos luchan, como todos luchamos. 
En fin, todo esto para dar las gracias por ese gesto bueno que tuviste hacia mí, por esa buena acción, por esa sonrisa, por ese mensaje, por estar ahí cuando me haces falta...gracias amigo, amiga, compañero, hijo, hija, hermano, padre...gracias.

Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...