sábado, 23 de agosto de 2014

¿Soy un bolso? ¿No seré más una carretilla? Vuelvo a escribir, lo de siempre, ya lo sé, parece lo mismo pero no es igual.

    Eres como un bolso gigantesco, lleno de muchos objetos, que se fueron acumulando por el paso por diferentes momentos vitales. Un día fuiste al parque con tus hijos y además de la cartera y de las gafas de sol metiste en él una botella de agua. Tu hija te dio una piedra, un tesoro para ella para ti algo insignificante, y te pidió que la guardaras. Tu hijo te metió su pulsera. Allí ya estaban alojados pañuelos de papel, cacao y las llaves de casa. En la recepción del centro sanitario guardaste cerca de la agenda una tarjeta para adelgazar, por si acaso te venía bien algún día, o te decidías, junto con un folleto muy interesante que hablaba sobre un curso de yoga. La cuestión es que el día del parque también metiste una manzana que quedó olvidada en el fondo del misterioso espacio. En la farmacia te dieron una muestra de crema antiarrugas y allá que fue junto a la manzana y esa imagen sugerente de un envidiable cuerpo de mujer ataviado con ropas blancas estirándose hasta el infinito.
     Así, día tras día, el bolso iba acumulando más y más objetos, sueños propuestos y pretensiones infundidas. De pronto un día ese bolso, ese abnegado y tranquilo bolso que parecía poder con todo, se rompe, tiene la extraña sensación de que está lleno de todo pero es como si sólo sintiera el peso, lo útil de todo aquello que contiene se pierde en el caos interior. El forro agujereado es sólo la primera señal de que el fin está cerca, entonces para sorpresa de todo el mundo, ese bolso decide ir tirando cosas, objetos inútiles, lastres. Se vacía por completo, llenando toda la casa de una acumulación de objetos que casi no recordaba que estaban en su interior. Y al ver toda su carga extendida y expuesta se da cuenta del gran peso con el que iba arrastrándose por el mundo. Decidió aprovechar cada cosa que pudiera ser aprovechable y el resto lo lanzó por la ventana.
 Un lluvia de llanto, lágrimas, tristeza, dolor, neuronas rebeldes y complejas cayeron del cielo, nadie supo de dónde procedía tal acumulación de carga emocional. Nadie imaginó que un simple bolso pudiera ser el responsable de toda aquella tromba.

Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...