Aparto las migas de pan, resto de las tostadas del desayuno. Pienso en mi madre. Ella me hubiera dicho que esa no es forma de quitarlas de encima de la mesa. El cielo sigue siendo azul y mi mente es un sin vivir, un esperar algo, esa llamada que solo yo sé que existirá, él también lo sabe. Pero qué más da, que más da en realidad, da un tiempo, la vida nos da un tiempo. Para sacar los pelos del cepillo, los del peine, para guardar el bote del azúcar, para estar sentada mirando hacia la ventana, hacia esa luz que traspasa la cortina llena de puntitos amarillos, para recordar lo que no has hecho, te olvidaste de decirle a tu hija que metiera el lápiz y el borra en el estuche. Pero qué más da, si al final todo sigue, si en la tele Casado sigue con su discurso de réplica, cuando lo veo hacer mímica en el televisor ancestral que sorprende a visitantes. "¿Todavía tenéis ese armatoste?". No importa, qué más dará si la tostadora sigue enchufada aun cuando todos los habitantes de la casa exceptuando el perro y la cotorra del sol se han tomado ya sus tostadas, los que las suelen tomar, a la niña no le sacas de sus galletas y cereales. El cielo sigue azul. La cartera vacía, no sé por qué abrí la cremallera y comprobé que apenas unas monedas contenía. No podré comprar el globo aerostático. Sí, el que jamás pensé que me iba a comprar porque en el aire parece que se controla menos aún. Pero ahora sé que era un pensamiento equivocado, nada está bajo nuestro control en realidad. Algo mucho más grande maneja los hilos. Puede que sea el tiempo. Nosotros ayudamos. Qué suerte tener un grifo del que sale agua todas las mañanas, lo he visto reflejado en las gafas de sol. Sí, no soy consciente de la suerte que supone. Otra vez la cara de ese hombre horrible en la televisión. El número tres de la iglesia, echado fuera del Vaticano desde diciembre. Jodío. Daño terrible en el alma solo de pensar lo que unos cuantos como él han sido capaces de hacer en tantos niños, miles y miles. ¿Quién resarcirá sus almas golpeadas de niños abusados por los que se erigían como los guías del espíritu? Lo pagarán en el paraíso. No. Lo pagarán en el infierno de sus negruras. Un celibato que enrojecía la mirada de suciedad. Qué triste.
En este escrito, mientras iba pulsando teclas llegó la llamada. Ya está. Todo bien. El globo aerostático me está esperando. La maleta llena de vacío también. La mochila con unas bragas de recambio y el cepillo de dientes ya estaban en la ventana. Solo decir que no he hecho las camas, necesitaba pulsar, necesitaba hablar de la mota de polvo adherida a la ventana, de las gotas de lluvia en el cristal, cuando hace tiempo cayó de forma continuada y desde entonces no cogí el cristasol azul de marca blanca y saqué sus restos. Mi madre no hubiera estado de acuerdo en eso. Sus reproches son susurros de cariño alado. El hecho de que el café molido exprés que me compró mi marido hubiera funcionado a la perfección en mi preciada cafetera había sido una señal de que todo iba a ir bien. Tenía dos paquetes de café molido exprés amontonados en el armario porque mi cafetera se negaba a producir café con ellos. Hoy solo tenía el exprés, y cuando vi que el líquido sagrado salía a borbotones por los dos orificios de la cafetera sentí que algo bueno tenía que ocurrir. Y así fue. Un fibroadenoma benigno. La suerte relativa que tengo de anticipar tanto las desgracias que aún no se han producido es saber cómo me sentiré cuando ocurra. ¿De qué te vale? No vale, pero yo soy así. Sufridora. Voy a reconciliarme con la fregona. Creo que vuelvo a tener visita. Mi buena amiga. La que tenía un vespino. Mi cafetera nos espera. La paz sea con vosotros, pero no con esos abusadores envueltos en hábitos podridos de mierda.