lunes, 30 de mayo de 2016

Lunes, un objeto de inspiración: el cubo de basura.


El enigma del cubo de basura que atraía misteriosamente a las mujeres con espíritu creativo e impulsivo





Ella jamás hubiera imaginado un final semejante. El día había amanecido bien, normal, con sus historias de siempre, esas cotidianidades que hacían que un día corriente no dejara de ser corriente. Todo pasó como siempre pasaba, desde el mismo instante en el que sonó el despertador y lo pospuso diez minutos más, y luego lo volvió a retrasar diez minutos más tarde, esa sucesión de horas diferentes para el despertador móvil había hecho que se levantara de la cama con los minutos justos para vestirse, echarse un montón de agua en la cara, mal peinarse y sin tiempo para tomar café despertar a sus hijos a lo loco y con mucha prisa, ese retraso solo podía afectarle a ella, ellos debían ir vestidos, pienados, lavados, desayunados y sonrientes al colegio ese lunes corriente y moliente. 
La pobre mujer, que en realidad era muy feliz porque en el fondo había dormido una hora más gracias a sus devaneos con el despertador, iba todo el día prácticamente a rastras. Colgó a sus hijos de ambos brazos y los tiró en la puerta del colegio, bueno, los acompañó hasta la entrada aunque sintió que los tiraba, en el fondo se hubiera quedado con ellos metida en la cama pero los tenía que llevar a que aprendieran, era necesario, la sociedad obliga a ello, debían convertirse en perfectos ciudadanos integrados socialmente. Ya que ella no lo había conseguido. Al menos eso era lo que sentía, que estaba fuera, que no dejaba de correr pero que no llegaba a ningún sitio. A veces esas cosas ocurren. Creces, conoces a un chico, te vistes de blanco y te casas, tienes tres hijos, un perro y dos gatos, trabajas dentro y fuera de casa, y ¡ya te has hecho mayor! Sientes que ha pasado el tiempo tan deprisa que es como si hubiera llegado de golpe el tiempo adulto. El tiempo en el que ya no estabas a tiempo de mirar para otro lado y bajarte del tren. 
Así fue, en ese estado de ambigüedad mental y emocional, y con un cansancio pasmoso, así fue, como digo, el estado que la envolvía cuando se encontró con aquel misterioso objeto: el cubo de basura. Le pareció atractivo, por cualquier razón, ese instante en el que se sentó en el banco reparó en él, en su cuerpo esbelto, en su color de piel grisáceo, en su suavidad. Si una parte de ella hubiera estado cuerda en ese momento se habría dado una bofetada así misma para despertar de la ensoñación. Aquel cubo de basura la estaba mirando. ¿Quién miraba a quién? Ella solo estaba esperando a que sus hijos salieran de su actividad extraescolar, estaba deseando llegar a casa, hacer todo lo necesario para que sus hijos se metieran en la cama y libre de su cargo materno, tirarse también ella en la cama y seguir por donde lo había dejado aquella mañana de lunes corriente y moliente.
Pero no, las cosas nunca fueron sencillas para ella, en realidad tenía una misión en la vida, y lo sabía, siempre acababa por descubrir mundos peculiares, ella pintaba otras realidades, las pastillas que su médico le había recetado no eran suficientes para frenar su bendita locura. Así fue como decidió acercarse hasta el cubo de basura. ¿Me miras a mí? ¿Qué quieres? ¿Qué tienes por dentro? ¿Alma? ¿Atormentada? 
Se atrevió a abrir su puerta, entonces sintió cómo las vísceras de aquel objeto sensual, ¿sensual?, bailaban en sangre, sangre social putrefacta, ¿acaso no era como se sentía ella en muchas ocasiones? Y no pudo más que dejarse llevar por aquella fuerza, antes le envió un wasap a su marido. "Recoge a los niños, creo que no llego a tiempo". 
    Una cosa estaba clara, ella se podía ir de aventura con un maromo gris pero antes dejaría apañados a sus hijos. 
    Cuando el marido llegó al centro deportivo preguntó por ella, nadie la había visto, solo quedaban unas botas gastadas por el uso y por la vida y las muchas carreras que se había echado las veces que corría hacia el colegio para no llegar tarde a recoger a los niños. La policía jamás pudo explicar por qué el calzado de aquella mujer estaba colocado tan sospechosamente a la entrada de aquel cubículo. Curiosamente no era la primera mujer en desaparecer en aquel Centro deportivo que acogía las piscinas municipales del barrio de la Fortuna de Leganés. Muchas mujeres han confesado su extraña atracción por estos cubos de basura cuya permanencia está siendo cuestionada por mentes socialmente integradas y con cierto grado de cordura.

Isolina Cerdá Casado




El punto de vista de una mota de polvo.Ella te recomienda algo: ¡Vive!


    Apenas una mota de polvo, ella era una moto de polvo que reposaba sobre el saliente de un taco de un banco. Ella hubiera preferido ser otra cosa, pero nunca se sabe en qué te vas a reencarnar, su existencia podría decirse que era una especie de trampa del destino o paradoja de la vida. En realidad lo que tenía de ser vivo en este momento se lo daba una familia de ácaros bien avenida y bien llevada en un rincón inalcanzable por la fregona. Desde esa visión la vida se percibía de forma distinta.

Mi banco pertenecía a la sala de espera de un hospital. Un lugar que raramente se visita con gusto. Y a todos les toca de la misma manera, por la variedad de calzados e independientemente de la capacidad económica de la que uno disfrute con más o menos suerte o esfuerzo el cuerpo tiene accidentes, enfermedades y sin sentidos ajenos al peso de las monedas que uno tenga en su monedero. Claro que a todos ellos les digo que es mucho peor ser lo que soy yo, una triste mota de polvo. Yo ya fui humana en otra reencarnación, y solo ahora soy consciente de lo que me perdí por estar entretenida en cosas que ahora sé que fueron distracciones absurdas, sin demasiado sentido. Claro, es muy fácil decirlo ahora, cuando mi entretenimiento se reduce a reconocer marcas de calzado o caminos recorridos según el desgaste de las suelas y el nivel económico de cada uno y su capacidad para derrochar.
 Vive vive, vive, mientras tengas dos piernas que te lleven, o una silla de ruedas, o unas muletas e incluso si dispones de una cama con ruedas. Circula por la vida, sé inteligente, aprovecha tus impulsos. Ojalá tengas impulsos, muchos, montones de impulsos.



Isolina Cerdá Casado

jueves, 19 de mayo de 2016

Luz


He querido sacar esta imagen, la flor del geranio, esa flor que vuelve una y otra vez a renacer. El cielo azul que también vuelve, y nuevamente esa necesidad de escribir, de dejar que hable el alma, que cuenten los ojos, lo que ellos vieron, lo que nuestros oídos oyeron, esas emociones que los sentidos nos hicieron llegar.
He empezado a escribir y no sé muy bien qué es lo que voy a contar, bueno, sí sé, sé que tengo la pulsión, y sé qué es lo que la ha despertado. La impotencia de ver que nuevamente la vida nos impone una despedida forzosa, se está yendo, obligada por una enfermedad cruel, ante la que no siempre se gana la batalla. Qué puedes decir, nada, solo pueden hablar los ojos, los surcos del gesto dolorido, el aliento desgastado, nada, no se puede decir nada. Que entiendes el dolor, yo no fui consciente de que mi madre se estaba yendo, no, hasta el último aliento de despedida creí que podía volver a recuperar su vida, todos lo sabían, sabían lo que iba a suceder, yo no. Yo siempre mantuve la esperanza, siempre. 
Cuando ella murió, mi consuelo fue pensar que ella estaba conmigo, conmigo y con todos los que habían caminado con ella. Esa idea de que una parte de ella estaba en nosotros me aliviaba, la transformación del espíritu, el legado de su vida, esas chispas vitales que nos habían estado acariciando cada día, esas seguían en nosotros. Entonces me acordaba de los muchos momentos en los que ella estuvo a mi lado y sentía su energía, su fuerza huracanada.
Mi querida amiga está muy malita, la mujer de mi amigo, del amigo de mi madre, del gran hombre, el valiente, el visionario, el hombre que consiguió grandes empresas, porque es grande. Ella ya no tiene fuerza para salir corriendo y caminar libre de dolor. Ella es una mujer adorable, de esas mujeres que cuando eres niña te sonríe y te abraza, y cuando eres mayor te apoya y te comprende. Es la belleza, la de los ojos preciosos, la que trabaja sin descanso, la que disfruta de una brisa marina, la que dobla con delicadeza las prendas de un bebé y no deja de repetir con voz dulce "qué feito" al ver al niño que va creciendo.
No sé, no puedo escribir mucho más, en realidad no sé ni si quiera qué pretendía escribir. Me sentí bien al sentir el impulso, pero esa imagen de ella, esos pequeños pasos, esa fuerza en su mano al despedirse de una amiga, sin poder hablar, sin dolor pero con mucho cansancio, no sé, no hay palabras, solo una tristeza indescriptible, inevitable. Sí, forma parte de la vida, la enfermedad lo mismo que la vitalidad, lo mismo que la energía, su pelo corto, su cuerpecito cuidado de mujer coqueta, bella, preciosa, su corazón lindo, su entrega. Eso siempre estará en un lugar especial. La esperanza también. ¿Y si...? Tu nombre, necesitamos a tu nombre.

Isolina Cerdá Casado  

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...