jueves, 19 de mayo de 2016

Luz


He querido sacar esta imagen, la flor del geranio, esa flor que vuelve una y otra vez a renacer. El cielo azul que también vuelve, y nuevamente esa necesidad de escribir, de dejar que hable el alma, que cuenten los ojos, lo que ellos vieron, lo que nuestros oídos oyeron, esas emociones que los sentidos nos hicieron llegar.
He empezado a escribir y no sé muy bien qué es lo que voy a contar, bueno, sí sé, sé que tengo la pulsión, y sé qué es lo que la ha despertado. La impotencia de ver que nuevamente la vida nos impone una despedida forzosa, se está yendo, obligada por una enfermedad cruel, ante la que no siempre se gana la batalla. Qué puedes decir, nada, solo pueden hablar los ojos, los surcos del gesto dolorido, el aliento desgastado, nada, no se puede decir nada. Que entiendes el dolor, yo no fui consciente de que mi madre se estaba yendo, no, hasta el último aliento de despedida creí que podía volver a recuperar su vida, todos lo sabían, sabían lo que iba a suceder, yo no. Yo siempre mantuve la esperanza, siempre. 
Cuando ella murió, mi consuelo fue pensar que ella estaba conmigo, conmigo y con todos los que habían caminado con ella. Esa idea de que una parte de ella estaba en nosotros me aliviaba, la transformación del espíritu, el legado de su vida, esas chispas vitales que nos habían estado acariciando cada día, esas seguían en nosotros. Entonces me acordaba de los muchos momentos en los que ella estuvo a mi lado y sentía su energía, su fuerza huracanada.
Mi querida amiga está muy malita, la mujer de mi amigo, del amigo de mi madre, del gran hombre, el valiente, el visionario, el hombre que consiguió grandes empresas, porque es grande. Ella ya no tiene fuerza para salir corriendo y caminar libre de dolor. Ella es una mujer adorable, de esas mujeres que cuando eres niña te sonríe y te abraza, y cuando eres mayor te apoya y te comprende. Es la belleza, la de los ojos preciosos, la que trabaja sin descanso, la que disfruta de una brisa marina, la que dobla con delicadeza las prendas de un bebé y no deja de repetir con voz dulce "qué feito" al ver al niño que va creciendo.
No sé, no puedo escribir mucho más, en realidad no sé ni si quiera qué pretendía escribir. Me sentí bien al sentir el impulso, pero esa imagen de ella, esos pequeños pasos, esa fuerza en su mano al despedirse de una amiga, sin poder hablar, sin dolor pero con mucho cansancio, no sé, no hay palabras, solo una tristeza indescriptible, inevitable. Sí, forma parte de la vida, la enfermedad lo mismo que la vitalidad, lo mismo que la energía, su pelo corto, su cuerpecito cuidado de mujer coqueta, bella, preciosa, su corazón lindo, su entrega. Eso siempre estará en un lugar especial. La esperanza también. ¿Y si...? Tu nombre, necesitamos a tu nombre.

Isolina Cerdá Casado  

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