Apenas una mota de polvo, ella era una moto de polvo que reposaba sobre el saliente de un taco de un banco. Ella hubiera preferido ser otra cosa, pero nunca se sabe en qué te vas a reencarnar, su existencia podría decirse que era una especie de trampa del destino o paradoja de la vida. En realidad lo que tenía de ser vivo en este momento se lo daba una familia de ácaros bien avenida y bien llevada en un rincón inalcanzable por la fregona. Desde esa visión la vida se percibía de forma distinta.
Mi banco pertenecía a la sala de espera de un hospital. Un lugar que raramente se visita con gusto. Y a todos les toca de la misma manera, por la variedad de calzados e independientemente de la capacidad económica de la que uno disfrute con más o menos suerte o esfuerzo el cuerpo tiene accidentes, enfermedades y sin sentidos ajenos al peso de las monedas que uno tenga en su monedero. Claro que a todos ellos les digo que es mucho peor ser lo que soy yo, una triste mota de polvo. Yo ya fui humana en otra reencarnación, y solo ahora soy consciente de lo que me perdí por estar entretenida en cosas que ahora sé que fueron distracciones absurdas, sin demasiado sentido. Claro, es muy fácil decirlo ahora, cuando mi entretenimiento se reduce a reconocer marcas de calzado o caminos recorridos según el desgaste de las suelas y el nivel económico de cada uno y su capacidad para derrochar.
Vive vive, vive, mientras tengas dos piernas que te lleven, o una silla de ruedas, o unas muletas e incluso si dispones de una cama con ruedas. Circula por la vida, sé inteligente, aprovecha tus impulsos. Ojalá tengas impulsos, muchos, montones de impulsos.
Isolina Cerdá Casado
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