viernes, 29 de mayo de 2015

El vuelo soñado.

    Este texto lo he presentado al certamen literario del cole de mis peques. Todos los años procuro escribir algo específicamente para presentarlo allí. Lo escribí justo un día antes de que terminara el plazo. A mi hijo se le escapó su ninfa, se fue, desapareció, su otra amiga quedó sola en la jaula. Se me ocurrió esta historia para regalársela.




El vuelo soñado



  Mi hijo está muy triste porque su mascota, una ninfa preciosa se ha escapado. Suena fatal decir eso, “escapado”, suena como si hubiera querido alejarse de lo que hasta ahora era su hogar. Yo no sé muy bien cómo ayudarle, así que pensé que sería una buena idea escribirle un cuento.
    La ninfa Pintitas había llegado a casa malherida y muy débil, su mamá la rechazó, renegó de ella, no la alimentaba, de modo que su vida corrió peligro desde el mismo instante en que vino al mundo. La casa en la que nació estaba repleta de animales, tenía muchas especies distintas de aves conviviendo en la misma casa de campo, el dueño no tenía tiempo suficiente para ocuparse de ella, así que decidió buscarle un nuevo hogar, en el que hubiera alguien dispuesto a dedicarse a esa ninfa chiquitita y flaquísima el tiempo que fuera necesario y sobre todo que estuviera capacitado e ilusionado para ello. El dueño de Pintitas conocía a un niño que estaba fascinado por todo tipo de animales, pero que en especial se sentía atraído por los pájaros. Cristian había hecho varios intentos por conseguir tener una ninfa papillera, deseaba con todas las fuerzas tener una ninfa que respondiera a su llamada y con la que mantener una relación especial. Le había pedido a Papá Noel una ninfa, y éste tuvo el detalle de traérsela, lo cual le llenó de satisfacción, lo que sucedió es que a los pocos días se accidentó en uno de sus primeros vuelos por el comedor de su casa. Y como consecuencia de la abundante pérdida de sangre se quedó muy débil y murió. En otra ocasión llegó hasta sus manos otra ninfa, que murió sin causa aparente. El caso es que Cristian estaba muy triste porque no conseguía tener una ninfa que le durara más de un mes.
    El dueño de Pintitas, conociendo toda su historia con las ninfas, pensó que Cristian podría ocuparse de ella, era tal el deseo del niño de tener una que seguramente se implicaría mucho en sus cuidados. Su mamá no lo tenía nada claro, sin embargo los ojos del niño se iluminaron de tal manera al verla que fue imposible negarse a que entrara en casa una tercera ninfa papillera. Sorprendentemente Pintitas salió adelante, a pesar de todas las advertencias de que probablemente no sobreviviría, el niño estaba absolutamente entregado, quería sacarla adelante, calentaba el agua, mezclaba el pienso adecuado y se lo daba con una jeringuilla especial con toda la paciencia del mundo. Estuvo con ella en sus primeros vuelos, cruzaba el salón de punta a punta, reconocía a Cristian, se posaba en su hombro, y tenía una relación especial con aquel niño que había conseguido impulsarla y llenarla de fuerza en esos días inciertos en los que parecía que estaba más cerca del final de la vida que del principio.
    A mi me daba mucha tristeza, nunca me han gustado los pájaros enjaulados, aunque reconozco que muchos de estos pájaros han nacido en la cautividad, y no saben lo que es volar en libertad, porque siempre han vivido dentro de una jaula y tal vez no existirían de no ser por esas personas aficionadas a la ornitología. Yo pensaba en Pintitas, y muchas veces sentía cierta tristeza al verla dentro de la jaula, y he de reconocer que en alguna ocasión me pregunté lo que ella podría sentir en el caso de que saliera volando por el cielo, libre, sin una jaula que la esperase después.
    Esta última navidad el antiguo dueño de Pintitas regaló a Cristian otra ninfa, en este caso no era papillera, sino que comía sola y tal vez podría emparejarla con Pintitas. La verdad es que se las veía bien, juntas, en la jaula. Aunque en alguna ocasión pude percatarme de que Pintitas le lanzaba picotazos a su nueva compañera de jaula. En esos casos, cuando las veía, pensaba que lo mismo no se llevaban del todo bien, y que tal vez las estábamos forzando a compartir espacio sin llevarse bien. Las personas no siempre tienen buena relación, y es verdad que no estamos hablando de personas sino de pájaros, pero mi imaginación hacía que las mirase con ojos distintos, las personificaba, les atribuía sentimientos, anhelos, sueños que son propios de las personas. Las relaciones de pareja son muy complicadas, todos hemos oído hablar de tristes finales en los casos de malos tratos. O del sufrimiento de las personas por encontrarse encerradas en una celda, aunque la sensación de sentirse encerrado tal vez no es propia de un pájaro. No sé, el caso es que yo me imaginaba historias con ellas. Concretamente Pintitas era muy lista, en muchas ocasiones la vimos intentando abrir la jaula, y nos miraba desafiante, como sabiendo que su capacidad de aprendizaje era mucho mayor de lo que podía atribuírsele a un pájaro y mostrándonos que si permanecía allí era porque quería. Seguramente de no ser un pájaro, de haber podido ir a la universidad, habría llegado muy lejos, estaría dando clases a otras ninfas de cómo sobrevivir creativamente ante la vida.
    Una mañana, cuando entré en el tendedero para tirar un envase al cubo de reciclaje que se encuentra en ese espacio, me di cuenta de que sólo había una ninfa, faltaba Pintitas. De pronto pensé que mi marido se la podía haber llevado a algún sitio, no sé, a la parcela por ejemplo, y que no me hubiera dicho nada. O lo que es peor, que le hubiera dado por morirse y que sin decir nada mi marido la hubiera sacado de la jaula y le hubiera organizado un funeral exprés.
    Pero nada, ambas opciones quedaron descartadas en cuanto mi marido me envió un “emoticono” triste por el “wasap” negando las dos posibilidades que le di. Solo quedaba la opción de que se hubiera ido por sus propias patas y alas. Pusimos múltiples carteles, cientos de ellos por la zona en la que vivimos, pero todos nos decían que era muy difícil. La reacción de mi hijo fue extrema, cuando se enteró de que Pintitas no estaba le dio un pasmo, empezó a gritar despavorido, tuvo una reacción desproporcionada, tal vez porque ya era una tristeza acumulativa de pérdidas reiteradas de mascotas con las que se había encariñado, parecía como si se hubiera producido en su interior una explosión de tristeza por un luto enlatado.
    Pues bien, hoy, a casi tres semanas de haber encontrado la jaula vacía, hemos recibido la siguiente carta por correo certificado:

    Querida familia:

    Sé que estáis muy tristes y en mi conciencia queda el hecho de que mi marcha os haya causado tanto dolor, especialmente a mi querido Cristian, que tanto me cuidó y gracias al cual estoy ahora mismo donde estoy. No es mi intención que vengáis a recogerme, bien al contrario quiero seguir estando en el mismo lugar. Pero sí es cierto que quiero tranquilizaros porque ha llegado a mis oídos que habéis pegado carteles por la calle y que incluso en el Facebook habéis colgado fotos mías. Me encuentro perfectamente, así que os recomiendo que os reconfortéis porque es absurdo sufrir cuando el objeto de sufrimiento está como una rosa.
    A ver, yo soy una ninfa, y puedo volar, gracias esos vuelos supervisados por Cristian cuando estaba tan flojilla conseguí sentir el poco aire que había en el salón. Y casa vez que me volvía a introducir en la jaula sentía que me faltaba el aire. Desde el tendedero se veía un gran cielo azul, y durante todas las horas del día, a parte de comer pienso, pelar pipas, picar algún trozo de hoja de lechuga y pelearme con mi nuevo amigo, suspiraba por sentir lo que era volar por el cielo maravilloso que se veía a través de mis barrotes. No es que estuviera mal cuidada, no, tampoco es que no os quisiera, no. Pero es eso que ocurre cuando uno está viendo la posibilidad de ver cumplido un sueño y pasa el tiempo y no hace nada por conseguirlo, hasta que de pronto un día, ese sencillo gesto de abrir la jaula, que tanta gracia os hacía, se completa del todo, y te sientes con fuerza y con el impulso necesario para llevarlo a cabo. Entonces no hay vuelta atrás. Abres, sales y te lanzas. ¿Podéis imaginar esa sensación de libertad maravillosa? Es inexplicable, indescriptible, único. He de reconocer que antes de lanzarme miré para atrás, mi compañero de jaula me guiñó un ojo, y yo miraba la puerta que da a la cocina, estuve a punto de regresar, pero supe que Cristian iba a reponerse, se llenaría de fuerza y su padre, seguramente me repondría rápido, es una especie de Noé de este tiempo que recoge todo tipo de animales que caen en sus manos. Él sobreviviría y yo podría ver realizado mi sueño. Así que tomé impulso y me lancé. El aire me acariciaba las mejillas, esos lunares naranjas se erizaron, el cuerpo era ligero, yo me sorprendía en cada nueva sensación, me dejaba llevar por todo aquello que sentía, era mágico, dulce, extraordinario. Casi me choco con un árbol, y un extraño pájaro negro con pico naranja me lanzó un piar extraño, como un grito. Lo ignoré y seguí mi camino. En realidad no sabía a dónde iba, me limité a disfrutar cada tramo recorrido, estuve en un parque, y recordé las veces que había oído hablar a Cristian de esos lugares. Pasé miedo, unos extraños pájaros verdes me persiguieron, no eran buena gente, sé que querían acabar conmigo por ese vuelo agresivo, eran un grupo de ellos. Me escapé como pude. Finalmente he llegado a un lugar maravilloso, no sé si definirlo como una isla, bueno, no, hay edificios cerca, pero está rodeado de árboles y agua, es lindo, lindo. Me paseo feliz, cuidándome mucho de que los grupos de aves verdes, las cotorras, no me alcancen. ¿Os podéis creer que he conocido a una amiga? En serio, no me lo creo, es una ninfa también, y resulta que vive en una especie de casa de madera, allí no pueden llegar los pájaros verdes, quedo con ella por las tardes, que es cuando parece que hay menos peligro. Me ha insinuado que podría ir a vivir con ella, que tal vez a sus dueños no les importaría, en realidad ella llama sus dueños a unos cuidadores, pero no es posesión de nadie, es libre, así que me estoy planteando acompañarla algún día. Ella es preciosa, pero lo que más me fascina de ella es su alegría, es muy importante estar alegre en estos tiempos que corren, hay que aprovechar cualquier gesto que nos ayude a caminar un poquito más felices.
    En fin, familia, que os quiero, que tal vez algún día os vaya a visitar, de hecho hace unas semanas volví, me posé en el alféizar de la ventana, y me comí unas pipas, ¿desde cuándo mamá pone pipas en la ventana? Pero sólo lo hice porque no me había despedido de la tortuga, bueno reconozco que me entró cierta melancolía, os ví dormidos, a ti, Cristian, y a tu hermana también. Estabais bien, así que volví a mi isla y decidí escribir esta carta, me ha ayudado Arcoiris, es muy lista y ella sí ha tenido formación universitaria. Me ha dicho que me va a ayudar a preparar las pruebas de acceso, creo que voy a estudiar Psicología, para ayudar a otros amigos a alcanzar su sueño. Quiero decirle a Cristian que siga con su empeño de ser veterinario. Cristian tienes cualidades, pero debes estudiar mucho, no lo olvides y no dejes nunca de perseguir tus sueños. Y ya sabes, si alguna vez tienes la posibilidad de dar un paso para alcanzar tu sueño, has de darlo, porque, lo alcances o no, siempre tendrás la certeza de haber apostado por el camino correcto.

    Con todo el cariño del mundo, os quiere con locura,

                                                                              Pintitas


Isolina Cerdá Casado




El cartel con el que empapelamos puntos estratégicos de nuestra zona.


Esta es la amiga de Pintitas, con la que se peleaba de vez en cuando, la que le guiñó un ojo cuando tomó la decisión de volar libre.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Vamos a jugar. ¿Qué ves en esta foto? Yo veo una historia. El álbum de libertad.


Ella era un saco de huesos, siempre corría a todos lados, y nunca encontraba un momento de tranquilidad para reflexionar sobre todas las cosas que tenía que hacer. Se había tomado una tostada empapada en aceite de oliva. Tras desayunar volvió al baño y se dio una ducha, buscó la camiseta gris porque su intención era salir a correr, pero no la encontró. El caos de vida que llevaba daba lugar a ese tipo de extravíos. También le pasaba mucho con el coche, cuando con llave en mano iba recorriendo la extensa zona de parking del Centro Comercial, solía tardar más de media hora en dar con el coche. En una ocasión tuvo que llamar a Matilde, su amiga del alma, que la conocía y comprendía mejor que nadie, la invitó a un café, y justo en el momento en el que movía el azúcar con la cucharilla le confesó que necesitaba su ayuda: "Matilda, he vuelto a perder el coche". Matilda reaccionaba muy bien, sabía que su amiga era un despiste andante, pero la quería mucho, por eso en una de esas explosiones creativas le pintó un cuadro maravilloso, quiso copiar uno que le regaló su hija pintado en un trozo de cartón, pero no hubo manera de acercarse ni por asomo al original. Aún así su amiga lo tomó con emoción y lo colocó en un atril de forja maravilloso que le había regalado su marido cuando estaba enamorado hasta las trancas, eso pasó hacía muchos millones de años, lo del enamoramiento me refiero. El tiempo es casi un misterio, nunca se sabe muy bien apreciar su ritmo, esa percepción depende de nosotros. Ella siempre calculaba mal el tiempo, sobretodo si tenía que decir exactamente los días y los meses. Desde que estuvo presa en la cárcel jamás volvió a ser la misma, se desorientó, mucho más que cuando salía con la compra a cuestas. Lo que nunca se olvidaba era meter en el bolso un paquete de pañuelos de papel, no solo por la alergia, ni por el constipado, era más una cuestión de sensibilidad. Ella lloraba por todo, era una mujer hipersensible, por esa razón debía estar prevenida, tenía el llanto fácil. Y aunque no se le ponían los ojos negros por el corrimiento de las pinturas en los ojos, rimel, lápiz de ojos, sombras, etc. porque la verdad es que no se pintaba ni para asistir a una boda, lloraba tanto que no le quedaba más remedio que utilizar papel si no quería ver cómo se le empapaba la camiseta. Esas torpezas en los Centros Comerciales no le pasaban cuando regresaba a casa con las llaves del piso, su casa siempre permanecía en el mismo lugar, y nunca tuvo que llamar a Matilda para que la socorriera.
Lo de ingresar en prisión fue una trampa del destino, en realidad nunca estuvo dentro, solo lo soñó, pero tenía tal empatía con el mundo onírico que ese día, justo después de haber soñado que estaba metida en una celda con apenas una ventanita de unos ochenta centímetros cuadrados, decidió que debía disfrutar más de la libertad. Así que todas las mañanas siguientes a esa extraña noche cogía su peine blanco, el que no le hacía daño -su sensibilidad llegaba hasta las mismísimas raíces capilares- y se peinaba, se ponía su crema labial y salía a correr con una cámara de fotos en la mano, no le bastaba su memoria fotográfica, ella quería recuerdos visuales palpables. Esa fue una de las razones por las que su casa se quedaba pequeña, tanto como su bolso negro que siempre llenaba hasta niveles impensables. En una de las habitaciones había instalado los álbumes de fotos de sus momentos de libertad y eran tantos que no cabía nada más que eso, fotos y más fotos. 
Apenas tenía dinero en su cartera, así que el día que el saco de huesos necesitó una habitación más tomó una decisión drástica, se comió todas las fotos, así fue como pudo invitar a la que fuera su compañera de celda y gran amiga Matilda a pasar una temporada con ella. Desde aquel día, esta maravillosa mujer dejó de ser un saco de huesos y se convirtió en un álbum de libertad.

Isolina Cerdá Casado

martes, 19 de mayo de 2015

Martes, ¿ya martes?, un objeto de inspiración: el impulso. ¿El impulso?


Martes, un objeto de inspiración: el impulso.

No sé por qué hablo de un objeto, en realidad lo estoy buscando, ando detrás de él, algunos rastros de él los encuentro por la casa, una fregona esperando ser movilizada, con su cubo lleno de agua limpia y jabonosa. Unas tazas usadas con restos de café con leche y colacao, cucharas, migas de pan, cuchillos de untar llenos de mantequilla y mermelada rosa. Ese objeto que me tiene que empujar está perdido en algún rincón de la conciencia o de la inconsciencia, perdida me encuentro, tanto como él. ¿Dónde te encuentras? Me he levantado, al hacerlo tuve que empujar la silla hacia atrás para no darme con el borde de la mesa, el pantalón vaquero se me había pegado a las nalgas, lo separé y miré hacia atrás, allí estaban los vasos en el fregadero, luego miré hacia la derecha, mi derecha, allí estaba la perra tirada en el suelo y espatarrada, durmiendo. En mi izquierda tenía la escoba y el recogedor, ah, y una ventana con un geranio con flores rosas. 
¿Qué es lo que me pasa? Te pasa que no lo encuentras, ni si quiera hacer café lo soluciona, lo empiezas a tomar con la esperanza de hallarlo, pero ¿a caso no lo has encontrado ya con el simple hecho de hacerte ese café? ¿Acaso olvidas que has lavado la cafetera italiana, después de descongelar las lentejas al baño maría, limpiar una zona muy concreta de la cocina, y poner el agua y el café en sus espacios correspondientes, encender el fuego y esperar? Ay que ver qué pregunta más larga. ¿No necesitabas impulso para hacer todo eso? Lo utilizaste sin ser consciente de que estabas impulsada. 
Tal vez tú estás buscando otro tipo de impulso, el impulso que te hace moverte con alegría, con entusiasmo, con la energía necesaria de la ilusión. ¿Querrá esto decir que estoy desilusionada? ¿triste? ¿deprimida sin saberlo? ¿aburrida quizá?
Ahora mismo no tengo ganas de hacer otra cosa diferente a la que estoy haciendo, escribir, mecánicamente, ¿mecánicamente? En realidad no es el hecho de escribir, tal vez escribiendo llegue al punto originario de mi ¿angustia? No estoy angustiada, no, no es angustia, es como una sensación de "tengo que hacer mil cosas pero no me impulso", de ahí la sensación de la carencia de impulso. ¿Estás bien hija? En realidad debo estar agradecida. La falta de ese algo, como de la energía ilusionada, se produce claramente por circunstancias que me rodean. Tengo poros sensibles, mi piel externa es igual que la piel del alma, poros abiertos que absorben todo lo que les llega.
 Vale ya, te estoy viendo venir, te siento tan triste que no sé muy bien por qué lado del cuerpo lanzarte el pañuelo. Tal vez las lágrimas empiecen a caerte por los oídos, y en esos pendientes de oro se añada a la piedra preciosa una lágrima transparente que procede del interior de un cuerpo que se arrastra por falta del desternillante impulso.
Qué sucederá en el caso de que las lágrimas se te escapen por la nariz, pensarán que moqueas, mejor, así nadie se dará cuenta de que en realidad estoy llorando con disimulo. Déjate ya de tonterías. Sí, me dejo, me dejo ya, lo único que quería era canalizar esta falta de ..., de lo que sea, no importa. Del sin sentido, del "¿por qué cojones tenía que pasar ahora esto?", del "a la mierda, me da lo mismo"...
La gente se impulsa.
Las personas normales caminan.
Los que son como yo escriben, y menos mal.
Esa foto de las flores preciosas la tomé en Galicia, en un jardín precioso, rodeada de gente a la que adoro. Era un viaje de celebración, lleno de contrastes. ¿La vida es eso no? Cada persona es un mundo, hay personas a las que les duele reconocer sus propias batallas, o hablar sobre ellas. Soy tan transparente que es fácil ver el brillo de mi alma cuando se ilusiona, o cuando llora. Esto es algo que no entienden otras personas, no entienden que una necesite contarlo casi todo, contarlo mediante la palabra escrita. No sé por qué me pasa, pero es así. Tal vez porque en ocasiones es mejor obviar el sufrimiento que regodearse en él, pero no es regodeo, es que a veces una necesita soltar peso, y cuando lo sueltas te sientes descargada, como más ligera, eso te permite caminar, simplemente caminar. 

Isolina Cerdá Casado

lunes, 4 de mayo de 2015

El monstruo le empujó a decir: "Me cago en tu raza" y a mí me llenó de miedo. Conclusión: soy una miedosa.


    Hoy me ha pasado algo que os quiero contar. No se lo he dicho a nadie, y estoy en casa todavía con el miedo en el cuerpo. Seguro que si se lo cuento a mi marido no entendería el miedo, seguramente diría que es una reacción exagerada lo que se ha producido en mi, ha sido físico, el dolor que siento en el pecho de vez en cuando y que muy interiormente atribuyo a una grave enfermedad incurable, se ha acrecentado e intensificado sobremanera. 
Íbamos Leia y yo paseando por la calle, por mi calle, no era una cualquiera. No había nadie, eran las once y pico de la mañana, Leia iba un poco apurada porque la sacaba más tarde de lo habitual a dar su paseo. De pronto veo que se acerca un señor, bueno un chico, vamos sobre unos treinta y cinco años o cuarenta, era gitano e iba vestido en tonos negros. Él venía en dirección contraria, de manera que nos acabaríamos cruzando, yo lo miré, y trataba de sostener a la perrita que tiraba con fuerza en dirección hacia la zona en la que la suelo llevar. La cuestión es que cuando el hombre estaba como a cinco metros de distancia, casi frente a frente, se le empezaron a encender los ojos, como de ira, y comenzó a gritar con un tono que daba terror dirigiéndose a mi perrita: "¡Me cago en tu raza!, ¡ME CAGO EN TU RAZA!". Luego me miró a mí, yo después de ver la cara de loco que se le puso, miré hacia adelante y aceleré el paso, rezando porque no tuviera un momento de esos que llaman "enajenación" y que exime de responsabilidades. Supongo que con mi sensibilidad esta reacción fue exagerada, sé que mi marido no le hubiera dado mayor importancia, no sé. Pero imagino que, como consecuencia de estas reacciones irracionales de diferentes personas que han tenido fatales desenlaces, me vino a la mente la posibilidad de ser objetivo de un ser enajenado, sentí pavor, y el pecho me ardía de puro miedo. 
    Leia es una perra pastor alemán que tiene mucho genio, y que además es muy ladradora, nada que ver con Paty. Temí que se diera cuenta de los improperios de este señor y empezara a ladrar, y que como consecuencia de ello el asunto fuera a peor. Sin embargo Leia le ignoró absolutamente, y no soltó ni un triste ladrido. Ni tuvo miedo ni el impulso de responder. Debería aprender de ella y de su reacción. No sé qué tipo de asociación tuvo este hombre, si es que tenía que ver con los alemanes o con los payos. La verdad es que a mí me aterrorizó su reacción como me aterrorizan los errores del pasado y muchas atrocidades del presente. En realidad el monstruo está en muchos lugares y lo que lo alimenta es el odio y la ignorancia.

Isolina Cerdá Casado 

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...