lunes, 17 de junio de 2019

Sombra de ave, que no sopa de ave. Texto del 2016.



    La sombra de aquella mujer era alargada, vista desde arriba, mirando lo que en el suelo se dibujaba de ella parecía una especie de ave, sin embargo no eran alas, aquello que franqueaba su figura ensombrecida por el sol que la perseguía era un larguísimo pañuelo con el que se resguardaba del frío mañanero. Ese día, de vuelta de dejar los niños en el colegio, le dio por fijarse en las imágenes que le ofrecía el trayecto que todas las mañanas recorría, primero acompañada de sus dos hijos y luego sola. Por alguna razón se centró más en lo que había a ras de suelo. ¿Era posible que su cabeza anduviera gacha por alguna razón que anímicamente la machacaba? ¿o se trataba sencillamente de una cuestión de ineficacia? Tal vez no había ingerido cafeína suficiente y su cabeza no se había acabado de erguir. También era posible que el café tomado no fuera de una calidad extraordinaria, solo uno con suficiente poso le habría enderezado aquella mañana en la que el cansancio se acusaba más de lo normal. ¡Ojalá hubiera sido un pájaro! Así no vería sombras alargadas sino cabezas en movimiento, que se desplazan de un lado a otro, potenciales nidos de bellos hijos aún por llegar.



En la hierba descubría cosas extraordinarias, una hoja y una pluma hablaban de sus experiencias vitales. La hoja cayó de un árbol movida por los vientos de otoño. La pluma cayó del cielo, de una paloma viajera que quiso dejar un resquicio de sí misma en ese tramo de hierba húmeda.



Desde los adentros subterráneos de una pesada chapa metálica un ratoncete me guiñaba un ojo. Hecho extraordinario si tenemos en cuenta la miopía de esa mujer alada que caminaba con la cabeza inclinada.



La mujer siguió caminando ajena a todo lo que acontecía a sus pies, pero consciente de que un mundo tan maravilloso como aquel no debía ser ignorado, lo mismo que lo que le ofrecía el sentido de la vista si ampliaba unos grados la inclinación de su cuello, e incluso si una vez enderezado su cuello levantaba la cabeza para llevar su mirada hacia el cielo y casi sentirse un ser afortunado a pesar de no ser un ave y no estar dentro de una olla para enriquecer un caldo.
La mujer cogió uno de los patines con los que cargaba y se fue patinando a casa con su pañuelo azul y los pies fríos. Era afortunada, sí, pues si fuera un ave no hubiera podido estar escribiendo como lo hacía tecleando con sus diez deditos en un ordenador maravilloso, algo cacharrete sí, pero maravilloso.

Isolina Cerdá Casado

Calabazas podridas y vasos sucios. Texto del 2013 Colaboración en Héroes del Pensamiento.






    Sí, hoy no estoy demasiado inspirada. Es lo que tiene depender de cómo se levanta el ánimo para ser creativamente rentable. A pesar de que he estado dudando, de si escribir o no escribir, al final me he arrancado. Y partiendo de esa calabaza ennegrecida por el paso del tiempo, hablo de lo negro que está el corazón de algún que otro transeúnte del mundo, que aunque tenga el rostro anaranjado y pretenda mostrar la dulzura propia de la calabaza en buen estado, la realidad es que está podrido por dentro, tan negro como esta pobre se acabó poniendo al oxigenarse y contactar con el mundo. No digo que siempre, pero mucho cuidado con las calabazas que brillan demasiado, a lo mejor están deseando escupir su lado negruzco en cuanto alguien se deje seducir por la capa externa, o su arte creativo, o por su capacidad de mostrar compostura de buena calidad. Las calabazas podridas buscan a las calabazas auténticas, quieren contagiarlas y ennegrecerlas, para que su podredumbre no se sienta sola.



    Y a otra cosa mariposa…Vasos sucios, estropajo enjabonado, manos que le dan movimiento al estropajo, que lo arrastran por la superficie llena de residuos, restos de galleta seca, grasa incrustada de chorizo o chuletas de cerdo, tazas con posos de color marrón indicativo de que allí dentro residió por unos minutos un cafetito lindo…Y unas manos que mueven el susodicho áspero aparato verde con esponja y otras manos que hacen la foto. Y la madre que le dice a la niña: “Venga, tira la foto ya, así, muy bien Lara, gracias por tu ayuda”. Y la niña que le dice: “Mamá, yo quiero ser profe cuando sea mayor”. “Pues me parece muy bien, hija”. “Porque trabajar en el teatro es un rollo”. Bueno, si trabajara…seguramente no sería un rollo. ¿Eh? ¿Teatro y vasos sucios, llenos de mierda? No estás inspirada, anda, déjalo, vete a dormir, haz las camas, despierta. Son cosas contradictorias, ¿vale? Es muy cómodo, sí, ahora escribo este artículo, no estoy inspirada, digo que no estoy inspirada y ya estoy justificando que no haya salido bien. Pero qué significa bien o mal, para quién, ¿para tu propio espíritu crítico? ¿O para las personas que se molestan en llegar hasta esta línea y comprobar que efectivamente aunque había mucho que decir, no diciendo nada lo has dicho todo? Uf, pues no sé qué decir. Pues no digas nada, creo que ya lo has dejado bastante claro. Es domingo, un domingo más, tengo un dolor de cabeza extraño, desde ayer, está instalado ahí, y no se me ha pasado a pesar de haber dormido unas cuantas horas, siento como si un martillo le estuviera dando a mi cráneo de un modo crónico, sin dejar de golpear. ¿Me estará avisando el cuerpo de que algo no va bien en las alturas? No empecemos, ya estamos hipocondriándonos, no pasa nada, si me muero me he muerto, ya está. Tan cortante como cierto, es lo que me dijo mi profesora de expresión oral. Iba a hacerme una mamografía, se lo conté, le hablé de mis miedos, no utilicé la palabra mal sonante del cáncer. Pero ella sí, me dijo: “no pasa nada, si tienes cáncer tendrás que enfrentarte a él, cogerás el toro por los cuernos y ya está”. “¿Cáncer? ¿Podría tener cáncer? Yo no había dicho nada de cáncer.” Fue inmediato, un shock que me hizo darme cuenta de que si la prueba mostraba la peor cara, yo lucharía, y punto. No mostró nada negativo, todo normal, mi madre había muerto de cáncer pero yo de momento estaba a salvo. Tenía treinta años. Podía haber tenido un accidente, me podía haber pillado un coche, o darme un ictus, o caer desmallada subiendo unas escaleras y morir por un golpe fatal, podía haberme muerto ahogada al comer cacahuetes, pero no…eso no me daba miedo….el caminar no me atemorizaba…¡Ay que ver cómo somos los seres humanos! ¡Ay que ver cómo soy yo! Feliz domingo, y cuidado con las calabazas negras por dentro y los restos de galleta seca en los vasos de un día para otro, es difícil desincrustarla del transparente vaso de cristal. Claro que si tú no friegas los vasos no serás capaz de valorar el trabajo del lavavajillas. ¿Y por qué teniendo lavavajillas friego con el estropajo? ¿En realidad me gusta fregar la loza? Mira, bonita, para no estar inspirada estás alargando mucho el artículo dominguero. Pues es verdad. Ala, que me voy a poner orden en esta casa de locos bajitos y alterados.



Isolina Cerdá Casado  

miércoles, 12 de junio de 2019

Breve historia del dolor.




                                                                             
    6-12-2016


Breve Historia del dolor


No quiero ser negativa, es simplemente que quiero constatar que el dolor del alma no siempre se reconoce, ojalá nunca tuviéramos que conocerlo. La primera vez que lo sentí fue algo nuevo, duro, triste, insoportable, pero nuevo. Lo sentí en el pecho, justo en el plexo solar, ahí donde llega el impulso de la lágrima que surca mejillas. Era extraño porque no estaba producido por una herida, no sangraba, ni era fruto de una caída, ni de un golpe tonto. Se originó como consecuencia de algo, algo físico, la transformación de la energía en otra cosa, y ese proceso golpeó el alma, no se vieron puños, ni machetes, ni martillos. Fue cosa del conocimiento, el básico, el que no entendía nada y que, al no entender, producía un nudo, que tampoco era visible, pero que se sentía con una presión desconocida en el pecho. El primer contacto con la muerte de un ser querido dio lugar al nacimiento de la sensación, y fue como el nacimiento de un río, ya no desapareció jamás, simplemente aumentaba de caudal conforme la vida iba transcurriendo. En ocasiones había tanta lluvia que se desbordaba el río, entonces la cuenca anterior no servía, y no había contención. No se podía disimular el dolor, y simplemente  se desbordaba. 

Hoy he vuelto a ir al tanatorio, este año he ido demasiadas veces. Y ese dolor, el dolor, ese, ese del pecho, ese que te presiona fuerte, que casi no te deja ensanchar la caja torácica, ese dolor me fue descrito, ella se presionaba en el pecho y me decía: "Aquí, tengo un dolor aquí, muy fuerte, tan fuerte que casi no respiro, como si algo no pudiera ser contenido, como si se me rompiera ahí dentro algo." Era la fuerza del agua, del golpe, de la transformación de la energía. Pero también era esa necesidad de apego a lo físico, el alma vuela libre, se transforma, viaja, pero ese cuerpo al que también hemos querido porque era el contenedor de nuestra alma querida deja de tener vida, es materia pero era la materia que contenía el alma amada. 

Isolina Cerdá Casado

Absurdo





                                                                                                                                       28-12-2013   



Estás perdida en una gran cueva, no sabes cómo vas a poder salir de ella, notas brisas cercanas que te acarician, que te golpean, que te abrazan. Explosión. Brusquedades. Déjate de tonterías. Lo que de verdad quieres es que alguien te ofrezca una fórmula mágica. Pasa el tiempo, muy rápido, lo sabes, sabes que las arrugas te están cubriendo el rostro de besos. ¿Y? Pues que no lo he hecho todo, no, no he volado todavía por cielos desconocidos. ¿Y? Pues que eso quiere decir que no puedo morir. Pero la verdad es que la vida pasa, pasa tan deprisa que no te das tiempo. Anda, coge una copa de vino. Voy. Mira, es navidad, y estás con tantas tonterías que no sé qué decirte. Escribes sin ton ni son, sin saber lo que tienes que decir, ni si quiera sabes si quieres decir algo con sentido, estás en estado de absurdo, porque ahora mismo te sientes absurda, sin motivación, sin empujones creativos. ¿A sí? ¿Entonces qué haces delante del ordenador de tu papi? Pues nada, que hace mucho tiempo que no me sentaba creativamente hablando delante de una pantalla, y ahora mismo pienso que necesito que me regalen caricias explosivas supersónicas, que me hagan recuperar la fe en el mundo de fantasía que me envuelve y me reboza el alma. Las cosas son así, llega un momento en el que te asomas al exterior por un pequeño cristal, tan pequeño que apenas puedes ver parte de los árboles, y un trozo de chimenea, y una ventana con rejas. Y el grito de un llanto te acuna la tristeza del alma. Oh, vamos, no será para tanto. Es navidad, estás envuelta de esperanza, ¿o no lo estás? En cualquier caso tienes un proyecto de grandes ropajes, vestiditos de seda negro con plumas rosas, eres un hada que pasea sobre nubes de chocolate con nata, que hace llover tormentas dulces de leche con cacao. Bueno, que vale ya, que lo dejes, que no hay forma de escribir cosas con sentido. ¿Y quién necesita de sentido? Pues tú misma. No, no lo necesito. ¿No? ¿No?¿Eh? ¿Eh?

    Besos grandes, besos dulces para todos, besos envueltos en harina crujiente aceitosa y pastosa. Yo es que, bueno, pues tengo un problema con las gambas. Y me gustaría comerme un bocadillo de chorizo. Y quiero ponerme unas chanclas para pasear por encima de un charco y saltar, y mojarme, y reír. Hace tiempo que no me dan ataques de risa. Es una pena. Venga, qué más te falta por decir. Nada, por hoy nada más, que me voy a poner carmín rojo y a pintar un poco, me pondré una ropa que me haga sentir diferente a la cotidianidad e iré a rememorar viejos tiempos. Pues ale, que me voy, que ya está, que por hoy es suficiente, parece que te has arrancado un poco, venga, lo siguiente un monólogo para regalar al mundo, y a ti misma. Por cierto que feliz navidad, y felices fiestas para aquellos que lo sientan, al menos lo de estar de fiesta.



Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...