Cierra los ojos y escribe, escribe sobre eso, eso que te hace llorar en cuanto te paras, no necesariamente sentada, de pie incluso, te paras con la mente, con la mirada, y ves más allá del presente palpable, ves a través de la memoria, y revives imágenes, sin querer necesariamente, ahora sí lo estoy haciendo, ahora vuelvo consciente, como una especie de tormenta de ideas para descargar, no sé si a otros compañeros les pasa lo mismo, de esta sensación no he hablado con todos, una compañera me dijo que a ella le salía el llanto en la ducha, supongo que era cuando podía hacerlo íntimamente y disimulando la pena. Otro compañero explotó justo en el momento que pudo salir de la REA, cuando pasó el instante en el que ayudaba a prolongar la vida de una mujer con el ambú dirigido por las personas que no se atrevieron a entrar en la habitación por miedo a ser contagiadas, él, un celador valiente, ahí estuvo sintiendo esa responsabilidad tremenda. Explotó con llanto, sabía que no era solo por ese momento, lo sabía, era un cúmulo de momentos. La mujer después de superar tres paradas murió allí, en aquella REA apenas media hora después. Así mismo me pasa a mí por momentos, no puede ser estrés postraumático puesto que seguimos estando en plena pandemia, y aunque ha bajado la carga en número, no se ha extinguido, ojalá llegue pronto ese momento, pero mientras deseo que llegue solo puedo escribirlo, escribirlo para descargar, sí, ya lo sé, en el fondo esto es un acto de egoísmo, soltar para sentirme mejor, como cuando hablas sobre algo que te hace mucho daño y parece que cuando lo cuentas pierde peso por dentro y te liberas, pues lo mismo, esto es puramente descarga.
En un texto anterior, en el que apenas escribí por encima algunas cosas que había vivido, una amiga me dijo que tenía suerte, que podía escribir sobre lo que sentía y que eso era una buena forma de soltar. Yo le explicaba que sí, que siempre había escrito porque tenía esa necesidad de expresar con palabras lo que me inspiraba la vida, tenía impulsos que nacían de dentro y que eran claramente para ser leídos. Hoy empiezo a escribir con otro propósito, o en el fondo es el mismo propósito, el de expresar eso que me hace llorar en cuanto fijo la mirada hacia el infinito, como cuando miras hacia un punto y eres capaz de atravesarlo porque tu concentración no te deja desviar la mirada y te quedas ahí, mirando fijamente sin más, y empiezas a llorar, te caen las lágrimas, sabes que es por ese conjunto de cosas, por todas esas imágenes, que no lo son, son vidas, es la vida latente, latiendo, luchan por seguir haciéndolo porque no merecían otra cosa que seguir impulsando vida.
¿Por dónde empezar? ¿De verdad quiero empezar? ¿De dónde crees que viene la lágrima? Separa, busca, no es todo, es un conjunto de todo, es como una masa compuesta por muchos ingredientes. Higiene de manos, guantes azules pegados a las muñecas para que no se escurran en ningún momento, cabeza cubierta, mascarilla FP2, bata impermeable, otros guantes también cogidos con esparadrapo a la bata, pantalla. Celadora lista para entrar. Toda una sala con pacientes encamados esperando ser atendidos. Hace calor, yo tengo calor con ese traje impermeable, con la pantalla que me aprieta el cráneo, nunca he soportado las diademas, con la mascarilla que casi no me deja respirar. Él está peor, miro su pulsera identificativa, apenas puedo verlo, Pedro. Hola Pedro, ¿cómo estás? Vamos a mirar tu pañal, ¿de acuerdo? Le hablo con un tono fuerte, porque apenas se nos oye, la mascarilla y la pantalla se comen nuestra voz. Pedro nos dice que vale, muchas gracias, muchas gracias...Cuando le toco para movilizarlo girándolo hacia mí siento su calor, lo siento a través del triple guante, está ardiendo, tiene mucha fiebre. Se deja asear, agradeciendo. Pedro, sé fuerte bonito. Pedro me mira, asiente llorando. Yo le aprieto la muñeca para transmitirle fuerza y le sonrío con los ojos, él asiente con la cabeza. Y pienso, no quiero pensar pero pienso, y me acuerdo de mi padre. Pedro no es tan mayor pero tendrá hijos. No puedo llorar, cómete las lágrimas, aquí no ayudan a Pedro. El ambiente de la sala está muy cargado.
Camas y más camas, un total de doce camas, en el centro del pasillo de la sala tres, todas llenas de pacientes, los sillones de la entrada también están llenos de gente esperando cama, algunos hasta dos días de espera, cansados, agotados.
Se oyen gritos, una mujer pide que la saquen de allí, señora, señora, ¿puede llamar a mis hijos? Que me quiero ir de aquí, por favor, dígales que entren. No pueden pasar señora, miro su pulsera, Petra, Petra en cuanto se ponga buena se va a su casa, sus hijos están afuera, pero no pueden entrar. Pero ¿por qué? Porque si entran se pueden poner malos. Tranquila Petra, tenga fuerza, necesita sus fuerzas, no se rinda Petra.
El sonido de los reservorios de oxígeno, ese sonido que se te clava en la sien, sabes que está necesitando mucha ayuda el paciente. Hay muchos encamados con reservorio. Como el del aislado, está muy quieto, no respira, parece que no respira. Nos acercamos la auxiliar y yo, no hay nada que hacer, está frío, ya está frío, entre una vuelta y otra respiró por última vez. Solo, hasta que dejó de estar consciente quería estar con los suyos, hasta que dejó de respirar echó de menos a su familia, lo mismo que su familia a él, estuvo solo consigo mismo en esa lucha para la que no nos prepara la vida, después de tanto luchar. Hay una imagen que no me la quito de la cabeza, la rigidez del cuerpo inerte, su color...Me da miedo el normalizar esa imagen, me da miedo que no me dé miedo, me da miedo que se esté convirtiendo en un quehacer tan frecuente el movilizar cuerpos sin vida.
Como en las películas, cuerpos y más cuerpos, buscando espacios nuevos en el hospital para poder albergar los éxitus, allí te salva la ficción, pero aquí no te salva nadie, sabes que este virus es mortal, no es una película que ves desde la protección de una sala de cine, o desde la distancia de un sofá, sabes lo que les hace a los mayores y no tan mayores, no puedes evitar empatizar y tener miedo. Llora, llora, llora.
Salí del cuerpo, salí, volando, volaba por encima de mi cuerpo. ¿Era ese mi cuerpo? ¿era yo tan mayor? No, yo no me sentía así. Para nada, tenía mucha vida por delante, pero mucha, mis nietos, mis hijos...¿mi mujer? ¿ella estaba conmigo? ¿vino ella también? ¿la buscaré? Pero...¿dónde estoy? Es un hospital...al final lo cogí. Cabrón del bicho. Perdí la noción de todo. Estuve como ese hombre. Desorientado, se ha quitado la vía, pobre...parece que llora, debe ser una doctora o enfermera...acaba de tocar mi cuerpo...yo ya no estoy en él...ahí está el bicho solo...protegeos...yo ya salí de ahí...acaban de comprobarlo con un electro, no estoy pero me despedí luchando, que lo sepan, que en la primera línea de batalla estuve fuerte, y si salí de mi cuerpo no es porque me rindiera ni porque me venciera, salí porque no quería que él siguiera vivo, el bicho, fue una lucha sin cuartel...Están tristes, sí, yo tenía mucha vida, están tristes porque no me pudieron coger la mano, y yo estaba tan desorientado y concentrado en la batalla que no supe que la mano que me cogía no era la de mis seres queridos, no lo supe, pensé que eran ellos, no fui consciente. Ahora soy yo quien les coge la mano a ellos, pero el dolor no les deja ser conscientes de que yo siempre estaré a su lado, seré esa luz que ilumina los nuevos caminos para la esperanza.
Vamos a salir de zona sucia. Virkon, el desinfectante rosa, tercer guante fuera, virkon, segundo guante fuera, virkon, pantalla fuera, virkon, bata fuera, virkon, marcarilla y capuchón fuera, virkon, primer guante fuera, desinfectante de manos, virkon, a los zapatos, por arriba y por abajo. Salimos a zona limpia.
Respira, ve a echarte agua a la cara que está roja como un tomate, y sudada, como tu traje, y tocada, como tu alma, tocada pero no hundida, las imágenes estarán contigo, esas que te hacen llorar. Respira, hay que seguir. Cabrón del bicho. Vamos compañeros y compañeras celadores, vamos médicos, enfermeros, auxiliares, limpiadores, ambulancieros, cocineros, soldados, repartidores, bomberos, policías, luchadores recluidos, luchadores esenciales, luchadores pequeños y grandes...Juntos lo conseguiremos.
Isolina Cerdá Casado