jueves, 20 de diciembre de 2018

Alerta, siempre alerta. ¡Por un registro público de los monstruos!

 

    "Oh, no, otra mujer desaparecida." "Mamá, ¿qué pasa?"- preguntó mi hija de diez años. "Nada, que están buscando a una chica, una profe, que salió a correr y no ha vuelto a su casa". Pasados los días, tras esa incesante búsqueda, ese buscar desesperado porque se sabía que no había sido una desaparición voluntaria, porque algo le había pasado a esta mujer preciosa por dentro y por fuera... "Oh, dios mío, no puede ser, otra mujer asesinada. Otra alma preciosa, que ha vivido lo que le han dejado vivir". "Mamá, ¿qué pasa?" -volvió a preguntar mi hija de diez años. Respuesta previamente meditada, respuesta llena de dudas, respuesta que no quiero que la traumatice, respuesta que espero que con diez años ya instale dentro de sí una alerta hacia el machismo de los hombres malos: "Pues que la han matado, cariño, un hombre malo, ha sido un hombre muy malo". 
   "Mamá, si ha sido un hombre malo ¿por qué no estaba en la cárcel?" - preguntó mi hija de diez años. "Sí, estuvo en la cárcel, por lo visto quince años y por lo mismo, incluso por otras cosas más"-respondí yo. Respuesta que no quería crear inseguridad social, respuesta que no quería hacer daño a una niña, a una futura mujer, a una posible futura víctima, a mi hija, Dios, a tu hija, a tu hermana, a tu prima, a tu novia, a tu vecina, a tu madre, a tu amiga, a tu profe, a tu compañera de trabajo...
    "Mamá, si es un hombre malo ¿por qué le han dejado salir de la cárcel? ¿Por qué no lo vigilaba la policía?" -volvió a preguntar mi hija. "Pues le han dejado salir porque ya cumplió su condena" -respondí yo con el argumento  de un jurista pero la convicción de que ese argumento no era válido como mujer que ve una y otra vez que estos delincuentes no se rehabilitan, no se recuperan ni se normaliza su conducta, son enfermos sociales, agresores sexuales reincidentes.
    "Mamá, no me has respondido, ¿por qué no le vigilaba la policía?" -volvió a preguntar mi hija...

    Eso mismo digo yo, por qué narices si esos hombres que ya se sabe que son violadores, agresores sexuales...por qué no se nos advierte por lo menos a la posibles víctimas, a toda la sociedad, hombres y mujeres. 
    A Laura ese hombre le daba miedo, por lo que dicen los informativos ella ya sentía que la vigilaba, si ella hubiera sabido algo de este hombre, como que intentó agredir a una mujer, o que mató a otra para evitar que declarara...seguro que Laura habría estado más protegida porque podría haber estado alerta sabiendo que aquél hombre era muy peligroso. Imagino que si la hija del juez que le juzgó viviera enfrente de semejante monstruo no hubiera ocurrido algo así, seguro que su padre le habría advertido: "Cuidado, mi niña, ese que vive en la casa de enfrente es muy peligroso, avisa cuando salgas, llama a alguien, busca a gente de confianza, no te acerques a él bajo ningún concepto por muy educada que seas, no te fíes, mató a una mujer a sangre fría e intentó agredir a otra, se aprovechará de tu bondad.  Tienes que estar alerta, siempre alerta." 

    La población tiene derecho a saber que quien está viviendo frente a ti es un monstruo, y si no se le puede vigilar, que no se le deje en libertad, y si hay que dejarlo en libertad aun sabiendo que no tienen remedio, pues que se nos informe, una lista pública de los agresores sexuales, un registro de los monstruos.
    Mientras aclaran a quién hay que proteger, si al agresor sexual o a las futuras víctimas, a las mujeres no les quedará más remedio que permanecer alerta, siempre alerta.  

Una no puede evitar pensar en Laura Luelmo, y en todas las mujeres que antes que ella han sido violadas y asesinadas, y quieres creer que ella será la última de todas esas estrellas cuyas vidas se apagaron forzosamente y fueron obligadas a iluminar la noche tan pronto e injustamente, por culpa de esa violencia machista que el hombre malo tiene por bandera.

Isolina Cerdá Casado

martes, 11 de diciembre de 2018

El día de la entrevista


   

Quiero dar las gracias a Cristina de Ocio en Leganés, ella es como una especie de hada mágica, y tiene una varita llena de tinta con la que va descubriendo almas creativas, y nos las presenta en su revista. Es para mí todo un honor ser presentada por ella, tiene el talento de saber escuchar y el impulso de querer contar y ofrecer información de aquello que se cuece creativamente en Leganés.

    El día de la entrevista he de reconocer que no estaba nada animada, de esos días grises, de esos que caminas porque no te queda otra, porque eres responsable y no dejas que el desánimo impida que los demás caminen, por eso aquel día me levanté, hice las mil cosas ingratas de la casa, llevé a mi hija al cole, preparé comidas y miré al cielo de vez en cuando en busca de la luz y el aire que me faltaba. La cuestión es que en ese día en el que iba a empujones obligados por mí misma tenía la entrevista con Cristina, me intrigaba saber cómo era, y sobretodo qué esperaba de mí, estaba tan hundida que caminaba casi a rastras y sentía un rastro baboso tras de mí por la lentitud de mis pasos, mis pensamientos espirales y la pesadez de lo que representaba ser una mujer con responsabilidades. 

    ¿Qué podía contarle? ¿que el monólogo de Julita estaba casi cocido? ¿que el segundo libro apenas había avanzado nada en meses? ¿que no había fecha para Las criadas? ¿que mi cuerpo pesaba tanto como mis pensamientos negativos? Entonces me contó la razón por la que yo le había interesado: porque era una mujer que hacía cosas, que se expresaba creativamente, escribía, era actriz... Ella decía que en una misma ciudad como Leganés hay muchas personas llenas de impulsos creativos, personas que hacen cosas, artistas que no necesariamente viven de lo que da sentido a sus vidas, pero que para ella era importante darles voz, que la gente supiera de ellos, y que entre ellos se conocieran, porque el arte es necesario para el espíritu, porque el mundo necesita el arte. Me pareció una razón de peso y dio todo el sentido a aquella entrevista. Me sentí muy cómoda, me hizo ver cosas, en sus ojos, ilusión, trabajo que alimentaba a su alma de satisfacciones creativas, que se remuneraban con impulsos culturales a los que ella era capaz de guiar con su revista. 

    Ese día la lluvia se llevó con ella las nubes grises que poblaban mi cabeza y nuevos aires hicieron bailar a mis neuronas. Me acerqué un poquito más a ese entendimiento de un mundo imposible de entender, empezando por mí y mis días grises. Ha salido el sol en mis adentros y siento su calor. Sí, ya es de noche, hace un frío increíble pero yo sigo sintiendo su calor, la de su ilusión, la de su propio impulso creativo. Mil gracias Cristina por tu incesante trabajo. 



Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...