miércoles, 28 de noviembre de 2018

Caramelos nostálgicos

     "Ya está tu tío tocando el timbre a las nueve de la mañana, parece que no duerme o no se percata de que el resto de los mortales no suele levantarse un sábado antes de las nueve a no ser que tenga partido de fútbol con la niña o competición de rítmica en el pabellón de turno". Cada vez que mi tío entraba por la puerta de casa de mi padre, en la que nosotros estábamos de visita, era como una explosión de energía, un sol que hasta quemaba en ocasiones. Mucha gente no supo apreciar su luz, no era el caso de mi padre, que muchas veces acababa desquiciado, pero siempre lo entendió, entendió su particularidad y apreció ese impulso vital que era irremediablemente percibido por todos. Digo irremediablemente porque era muy difícil escapar de esa especie de chispa. Lo recuerdo improvisando una poesía, siempre la misma, pero él conseguía que pareciera una creación instantánea. Era muy tozudo, y siempre creía tener la razón, tal vez por la condición de ser el más pequeño de los hermanos, probablemente de alguna manera eso determinó ese derecho que se atribuía a tener la razón en sus argumentos y decir la última palabra. A veces tampoco era consciente del daño que hacía, sé que no lo era. Empiezo por ahí, por la parte que tal vez muchos recuerden negativamente, aunque lo mismo ya solo recuerdan con cierta añoranza rancia su particular vitalidad. Yo hoy lo añoro con cariño, añoro su alegría. No le había escrito nada, como que no me había despedido del todo y tenía este texto pendiente. 
    Siento que no fue bastante con estar ahí cuando ya no recitabas, cuando no podías cantar ninguna canción de las de antaño, cuando una foto y un sombrero revelaban de forma indiscreta qué cuerpo yacía dentro de aquella caja...Supongo que si escribo no es por ti, sino por mí misma, porque tú, como tanta gente que ha formado parte de lo que soy ahora mismo, te has ido, hace unos meses ya, y sí, sé que es ley de vida, sé que nadie se queda, sé que hay que vivir cuando se pueda, que hay que hacer cosas, crear recuerdos, sentir emociones y regalarlas...Supongo que la vida no es en realidad más que caminar, pero no sé, hay veces que no sé. Porque hay días en los que necesito ese timbre, esa poesía repetitiva, ese "Què dius neboda?", días en los que me sentaría genial alguno de tus caramelos, días en los que tu energía natural me vendría de perlas. Pues mira, en honor a ti, me voy a comer un caramelo de los tuyos, de esos que siempre llevabas encima y regalabas. Y me voy a imaginar que tiene un trocito de tu mundo, el que derrochaba energía, el que quería venir a Madrid a visitar al rey emérito porque era de su quinta. Querido tío Miro, no te olvido.

Soli.

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...