jueves, 25 de julio de 2013

Accidente.

    Querida mujer, olvídate de todas las penas que arrastras, vuela feliz, ya ha llegado tu momento, eres un ángel que deambula sin ser visto por aquellos hogares en los que tus familiares lloran tu ausencia. Sabes que no puedes intervenir, que no hay nada que hacer, solo te es posible acercarte con el alma y que ellos perciban que no están solos.
    Porque no están solos, ellos lo intuyen, miran al cielo, identifican una estrella con ese ser querido que se fue con el tiempo, en ese segundo que dejó de respirar, el corazón dijo basta y toda esa masa corporal se convirtió en el resto de su paso por la tierra, la huella temporal. La huella permanente queda dentro de cada una de las personas que amaban a ese ser, y hasta que todo desaparezca ellos seguirán estando ahí, en un rinconcito del alma terrenal.
    Ellos deben saber que no están solos, el recuerdo de un abrazo es un síntoma, la lágrima que sale sola de una mirada triste es la expresión de que hay una pulsión de vida; aunque todo parezca una pesadilla, en el fondo hay una pena guardada que siempre estará ahí, pero se irá transformando, y la energía dolorosa se irá convirtiendo en resignación inmersa en añoranza.
    No temas, ellos están contigo, la pena puede ser tan grande que todo se nubla hasta intensidades mortales.
    Hoy estás enlutada. Tienes la oscuridad instalada en tu mirada. Tal vez por ese accidente que se ha cobrado la vida de setenta y siete personas, en las inmediaciones de Santiago de Compostela, gente que iba a un lugar, con una función, con un sueño. Gente a la que esperaba otra gente. Es así de triste, es así de brutal, la vida puede ser tan dolorosa como intensa. Tal vez por un fallo técnico, tal vez por un exceso de velocidad atribuido a un error humano, la cuestión es que esas almas no hicieron nada para que su vida terminara así, tan solo se subieron a un tren. Mi solidaridad con las familias, mucha fuerza en estos dolorosos momentos.

Isolina Cerdá Casado

miércoles, 24 de julio de 2013

Miedo. Tensa calma.

    A ver, ¿qué te pasa?
    Nada, no me pasa nada.
     No me puedes engañar, niña, sé que te pasa algo.
    Que la vida es una mierda, ya está, eso es lo que querías saber.
    Pero, ¿a qué viene eso ahora chica?
    Ayer, estando en la piscina, bajó una amiga acompañando a su hijo y a un amigo de éste, estaba muy inquieta por el bienestar del amigo de su hijo, le preguntaba constantemente si estaba a gusto, si quería subir, etc. En un momento me dijo que es que tenía que estar muy pendiente de él porque su madre, amiga de ella, había muerto hacía una semana y que su padre se lo había dejado hoy a ella. Tenía 42 años, siete años de lucha contra el cáncer. Me faltó preguntar cómo se dio cuenta de que tenía cáncer, es que yo soy una hipocondríaca y ...
    Estas cosas pasan, hija, qué le vamos a hacer.
    Ya, lo sé, pero es que hoy ha fallecido la tía de mi cuñada, también de cáncer, hasta hace unos meses no sabía que estaba gravemente enferma, y tenía una vida, y de pronto todo se ha ido al garete, y te das cuenta de que eso mismo te puede pasar a ti, y entonces piensas en tus hijos, joder, que no estás sola, que eres importante, que tienes un objetivo claro en esta vida y es cuidar de ellos, vale también me gustaría escribir un libro y trabajar como actriz en algún teatro, pero esto último es lo de menos, lo de más es no poder estar atenta ante las penas de mis hijos, para enjugar sus lágrimas, para abrazar sus penas y convertirlas en alegrías. Yo soy su hada madrina, como tantas madres cuyo deseo no ha primado ante algo tan drástico como la muerte.
    Bueno, tienes todo el derecho a estar preocupada pero no resuelves nada llorando por lo que no ha sucedido, dejándote arrastrar por las desgracias ajenas haciendo propia una tristeza que no te corresponde.
    Pero, ¿y si...? ¿quién...? ¿cómo...? ¿de qué manera...?
    Sabes que si te pasa algo, su padre estará ahí, y sus tíos, y sus abuelos, y sus primos, y sus amigos, ... Ellos son el quién, el cómo lo harán, de qué manera encontrarán consuelo, simplemente lo harán, la vida es así, multicolorida, multifuncional, un laberinto de oportunidades que sabrán recorrer y encontrar, como todos lo acabamos haciendo.
    Sí, lo sé, pero es que a la amiga de Agus en menos de dos años la vida le ha dado un vuelco tremendo, su madre cayó gravemente enferma, perdió unos cuarenta kilos por la enfermedad, cáncer de estómago; murió su padre el año anterior, de un infarto; su abuelo murió hace dos semanas; y hace dos días al hermano de su amiga le dio un derrame cerebral y está muy grave, respirando gracias a una máquina y con un trozo menos de masa cerebral para impedir que se siga extendiendo el derrame.
    Sí, claro, pero también ha nacido el hijo de los duques de Cambridge, al igual que otros muchos bebés, y la vida sigue, por más que tú te estés empeñando en ver el vaso medio vacío y a punto de volcarse sobre la mesa. Así que, cambia la visión de una vez, el punto de vista o como lo quieras llamar y baila por dios, baila y canta agradecida porque a día de hoy eres afortunada.
    Lo sé, me acabo de tomar un café con leche con un croissant y me ha sentado muy bien, mis hijos están jugando tranquilos, tenemos un nuevo miembro en la familia, un loro muy bueno que confía en nosotros y se apoya en nuestros brazos, y los agapornis se dan besitos de amor a la vez que se pasan pipas el uno al otro. Así que tranquila, debo estar tranquila y disfrutar de esta calma, he sufrido muchas veces la fuerza de la tormenta, tal vez por eso sé que la calma es tensa y transitoria, en cualquier momento se rompe.

Isolina Cerdá Casado  

domingo, 21 de julio de 2013

Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento: Caca de paloma en la mesa de la terraza. Mis matrimonios...

Domingo, un objeto de inspiración:  Caca de paloma en la mesa de la terraza.

    Estaba sentada en la terraza, miraba hacia el vacío, no tenía claro sobre qué iba a escribir. De pronto una lluvia de cacas de paloma cubrieron mi cabeza con un manto blanco, haciéndome volver a la realidad y darme cuenta de que las cosas no están claras, que el tiempo pasa demasiado deprisa, de que cuando te quieres dar cuenta la botella de vino tinto con la que brindabas y alejabas a tus miedos no tiene ni una gotita de líquido carmesí, solo quedan copas vacías volcadas sobre un mantel de flores rosas. Tus hijos han crecido, tu marido se ha ido a pescar, y estás sola con un paño amarillo y un váter que te persigue pidiendo más atención. Decides volver a casarte, es lo que tiene la vida, nunca se acaban las oportunidades de pulsar el botón de reiniciar, y entonces cuando te estás tomando el trozo de la tarta sobre la que se dan un beso inocente dos novios, tarta llena de crema y nata descubres que mezclado entre las capas de hojaldre se oculta una hormiga y una pinza de depilar, y por más que quieras ignorar lo que ha podido ocasionar dicho descubrimiento: tema de descansos productivos de la repostera ultimándose en la preparación de su rostro para un encuentro amoroso, o la imposibilidad de acabar con todas las hormigas de la pastelería. Por más que trates de disfrutar del momento tarta de los recién casados, esa descomposición repentina que te entra te lleva al baño del restaurante donde decidisteis celebrar el casamiento, y allí, dentro de un escaso metro cuadrado escuchas retozar a dos personas, te ríes al principio, te hace gracia esa diversión de terceros, pero no te hace tanta gracia cuando reconoces los zapatos de tu recientemente nombrado marido, dándote cuenta de que ese descubrimiento es el inicio de tu tercera boda. Así que te vas a dar un paseo por el parque, porque necesitas ver una rosa con espinas, y cuando te plantas frente a ella observas que el jardinero te está mirando con cara extrañamente deseosa, y tienes la certeza de que ese será tu tercer marido. Pero cuando ya estás conviviendo con este hombre de uniforme verde, en una de tus visitas al médico los informes de organismos alergénicos te hacen ver que eres alérgica a los jardineros, concretamente a una sustancia que emiten los poros de su piel por el calor, y ante ese hecho y la imposibilidad de asumir los costes tremendos de tener permanentemente un aparato de aire acondicionado encendido en casa, te replanteas la vida y decides irte de vacaciones a Marbella y casarte con un millonario de ciento veinte años, teniendo la certeza de antemano de que tú vas a vivir más que él. ¿Pero qué sucede? Pues que la vida nuevamente te sorprende, y el cuarto marido no estira la pata, eso hace que con su dinero te veas obligada a operarte y a quitarte esos quince años que le has entregado al anciano millonario, y justo cuando has terminado de insertar bajo la piel cuarto de kilo de botox, te divorcias, y el jodido se muere. Así que no queriéndote arriesgar más con un quinto matrimonio, te haces marinera, y empiezas a vivir entre aguas azules y peces grises, pero como siendo marinera te ves obligada a comer pescado demasiado a menudo te das cuenta de que eso no es lo tuyo. Así que vuelves a las andadas, te casas por quinta vez y en la terraza de tu piso de Leganés empiezas a escribir el libro de tu vida, te haces escritora, tu nuevo marido está muy contento de tener a una mujer que escribe cuentos, aunque jamás haya leído ninguno de ellos. De pronto tienes un antojo, lo llamas por teléfono, le dices que si te puede comprar un croissant, y de forma increíble te manda una foto por el wasshap del croissant que ya te ha comprado antes de que tú le dijeras que te apetecía. Esa felicidad inmensa que te produce el hecho de que se hayan adelantado a tus deseos y te los hayan ofrecido en bandeja de plástico transparente te hace reconocer que todo ha merecido la pena: finalmente has conseguido un buen marido, una persona que te quiere, y decides que es mejor que no conozca tus andaduras matrimoniales no vaya a ser que deje de regalarte croissants recién hechos.
    Y así, casi sin darte cuenta, has escrito tu artículo del domingo, te sientes feliz, e increíblemente sorprendida de haber tenido un marido con más de cien años, un jardinero de uniforme verde y de haber viajado en un barco pintado de azul y naranja por mares increíbles. Pues eso, que feliz domingo caluroso a todos, en Madrid tiene pinta de que frío no va a hacer.

Isolina Cerdá Casado

miércoles, 17 de julio de 2013

Fumadora

   


-Hola, ¿qué tal?
    - Hola, pasa, pasa. Ay, no sabes cómo estoy, fatal, fatal. He ido al médico el médico de medicina interna me ha dicho que tengo que dejar de fumar. ¿Dónde narices habré puesto el cenicero? Mira que yo lo tengo todo lleno de ceniceros, pero no hay manera de encontrar uno cuando lo buscas desesperadamente. Pues eso es lo que me ha dicho. ¿Tú te crees? Como si fuera tan fácil, además que no me lo planteo si quiera, no me imagino sin fumar, para nada, tengo ese impulso desde que pongo un pie fuera de la cama, y tú sabes que no puedo, pero si cuando estaba embarazada me dijeron que era mejor que siguiera fumando, y todo porque el estrés que me iba a provocar el mono del tabaco podría hacer que mi bebé naciera histérico perdido, así que ya ves, seguro que soy una de las pocas mujeres a las que le han dado un consejo como ese estando en estado de buena esperanza. No creo que el hecho de que mi hija con sus veinte años fume tanto como yo esté directamente determinado por ese momento de gestación en el que compartimos algo tan especial como el humo del tabaco, muy dañino para algunos, es cierto. Según el especialista tengo los pulmones hechos un cristo, de mal que están los pobres. Espera que abro la ventana para que entre el fresco así el humo se va por ahí, a tomar viento, jejeje. Pues sí, que si no dejo de liarme tabaco, sabes que lo lío porque no tengo un duro, y es la única manera de poder seguir con este hábito tan apreciado para mí, la cuestión es que si no lo dejo voy a tener que ir, más pronto que tarde, arrastrando una máquina de oxígeno. ¿Tú te crees? Como si fuera un viejo, a mis casi cincuenta años. ¿Dónde habré puesto el mechero? Fíjate que acabo de encenderme el cigarro, pero para el siguiente ya lo tengo perdido. Si es que soy un desastre. Pues lo que yo te diga, que estos médicos van a lo suyo,  ¿tú sabes el dolor de cabeza que tengo? Toso y toso, y nada no hay manera de sacar flemas, me duele el pecho, y le pido analgésicos al doctor, y me dice que deje el tabaco. ¡Qué mal está la sanidad! ¿Te das cuenta? Si es que los recortes han llegado hasta los analgésicos. No sé qué va a ser de mí, ¿has visto que me ha salido un grano? No, si con echarle la culpa al tabaco ya lo habremos arreglado todo, el tabaco, el tabaco. ¿Quieres uno? Ah, no, que tú no fumas. ¿Querías algo? Ay, perdona, no te he dejado hablar, vamos, es que como estoy como estoy, pues ya ves.
- Nada, nada, que si tenías canela, es que estoy haciendo mermelada y he leído en internet que con una ramita de canela...

Isolina Cerdá Casado

domingo, 14 de julio de 2013

Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento: Domingo, un objeto de inspiración ...Pepinos...toallas...maceteros rotos...comida para perros...

Domingo, un objeto de inspiración: … ¿Pepinos?



    “Reconócelo, estás agotada creativamente, venga guapa, de qué objeto vas a hablar hoy, eh, eh.” Todavía puedo escribir de mil cosas, y no necesito pensar en exceso, simplemente mirando a mi alrededor, en esta terraza en la que escribo están contenidos miles de objetos inspiradores de textos, y lo voy a demostrar. Un momento, a quién le interesa eso, debería bastar con que me interesara a mí, además que van a aparecer objetos que de otro modo pasaría por alto. Son tan identificables conmigo, bueno, yo me identifico con ellos. ¿Quién no se ha sentido alguna vez una toalla secapenas? No sólo para los demás, sino hacia uno mismo propiamente. Cuando llorabas desconsolada porque nadie parecía entenderte y entonces tú te ponías a escribir imaginando que eras una escritora perdida en una habitación poseedora de sueños ilusionantes. Yo también me he sentido como una maceta rota, tantas y tantas veces, en tantos y tantos momentos, llena de tierra fértil y que al final un mal movimiento emocional destrozó sin reparos. Y hasta que no desperté no fui consciente de que el manipulador era simplemente eso,  sin amor real y sincero para saber moverme. Es verdad que en ocasiones una se rompe porque ya no puede más con el peso de su carga, y aunque el que la manipulaba no tuviera directamente la culpa contribuyó a que todo se rompiera por dentro. En ocasiones eres el sustrato que sostiene tus plantitas, y sin saberlo la responsabilidad te consume hasta quedarte sin tu esencia, como le pasó al bote de nescafé descafeinado. A veces eres un enanito con ganas de fiesta y tocas y tocas el tambor pero pocos son los que se arrancan a bailar. Hay días en los que de pronto te conviertes en una planta hermosa, porque te han salido unas flores rojas increíbles, y todo el mundo te pregunta por lo que te ha pasado, piensan si te has hecho algún tratamiento de belleza porque irradias hermosura por los cuatro costados, hay quien siente que esas flores tuyas temporales brillen tanto. Mucho más a menudo de lo que a una le gustaría te has convertido en un bañador cubre penas. Tapando todo aquello que la sociedad no debería ver, y aunque tú sientas ganas de desnudarte y vagar por las calles con la sola compañía de la desnudez cruda y provocadora, el bañador de la coherencia encadenada te aplasta la lujuria espontánea con la que ibas a vender tu alma. Espero no llegar a convertirme en un objeto que cambia su función por pura conveniencia de la pandilla de usuarios que sacan provecho de tus virtudes, no me gustaría que me ocurriera como a esta antigua barbacoa, que en sus buenos tiempos abrasó buenos chorizos y morcillas, pero ha terminado siendo una especie de protección contra la lluvia de la comida del perro. Reconozco que lo que peor llevaría sería convertirme en una bolsa de una gran tienda prestigiosa, en la que trabaja mi cuñada Gis, y que me llenaran de restos de jardineras apolilladas y basuras varias, sería un cambio de función absoluto, que además provocaría la risa en el resto de trabajadores del gremio de bolsas, sería demoledor para mí con esta sensibilidad que me hace tan vulnerable.


    “Si alguna vez te conviertes en un pepino, prometo ser la persona que te pele, te trocee y te aliñe con aceite y sal, y te zampe a la luz de la luna”. Vaya, es la promesa más apepinada que me han hecho nunca. Tal vez lo haga, no me importaría caminar por el mundo siendo llevada transitoriamente por el estómago de alguien. “Pero jamás olvides una cosa, querida, todo lo que entra y se queda por unas horas, acaba saliendo en forma de mierda”.  Sí, es cierto, pero algo se queda, una mínima parte del pepino recorrerá tu cuerpo, buceará en tu sangre y te alimentará. Así que en lugar de pensar en la mierda pensemos en el alimento. Y esto es extensible y aplicable a todo.
    Y con el ejemplo del pepino, en este domingo de verano puro, voy a pensar en el alimento nunca en la mierda. Y cuando sienta dolor por algo, pensaré: seguro que una parte mínima de esto me alimenta, aunque sepa a rayos y me provoque unas ganas terribles de vomitar. Y así, con las viejas barbacoas, las toallas piscineras, las macetas rotas y la comida para perro, me despido, no sin antes desear un feliz domingo a todos, feliz alimento, felices pepinos y felices desnudeces para el que se atreva (yo ya me estoy desnudando para salir a la calle).


Isolina Cerdá Casado

sábado, 13 de julio de 2013

"Mujer, eres una mujer, maravillosa, increíble, sacerdotisa,... ¿Eh? ¿Qué más? Eres dulce, eres bella, pulcra, eres profunda, intensa, afrutada." Sí, todo eso está muy bien pero... ¡No olvides que yo también me tiro pedos! ¿Por qué narices sólo se escuchan los tuyos?

    ¡Cógete al bebé, dale teta, cósele un pantaloncete, échate unas carreras para mantenerte bien, sé una barbie como la de tu hija, súbete al coche y vámonos pa Córdoba, prepara la maleta y la tortilla de patatas, vamos que nos vamos! ¡Será posible que tardes tanto nena! 


 
  Una persona, mujer, me dijo en una conversación: "yo quería tener un hijo, no una hija". Yo me sorprendía extrañada: "Pues fíjate, con lo que a mí me gustan las niñas". Yo quería tener una hija, aunque reconozco que cuando la ecógrafa me dijo que lo que venía en mi primer embarazo era un niño, fui invadida por una emoción increíble, era como concretar a esa pequeña cosita que estaba creciendo en mis adentros, y no pensé entonces en el sexo, me olvidé de mis preferencias, y me entregué a ese amor incondicional que ya sentía. Pero ella decía: "no, yo no quería tener hijas". Poco a poco entendí el por qué.
    Ella no quería tener hijas porque sabía lo mucho que una mujer se ha de sacrificar, por puro amor, por pura entrega, porque además de que el instinto te lleva a ello, la sociedad no te apoya en ese desarrollo profesional, ni la sociedad ni la cultura social y machista. No es solo la parte física, es cierto que el cuerpo de la mujer está preparado, pero después de un embarazo todo tiene que volver a su lugar, y no vuelve al lugar anterior, se han modificado las proporciones, todo ha cambiado, porque a la vez que crecía un ser dentro de ti, también iba pasando el tiempo y las células se hacían mayores y el tiempo que se requería para el entrenamiento rehabilitador lo tenías que emplear dando teta, cambiando pañales y trabajando fuera de casa, la que pudiera hacerlo. La mujer que tiene la fortuna de trabajar, fortuna únicamente por el desarrollo profesional propio y la independencia económica, que es bastante asunto como para no detenernos, esa mujer además de ser independiente tiene que manejar tropecientos hilos para que aunque no pueda estar físicamente con sus hijos en sus comidas, en sus juegos, tenga la tranquilidad de que su prole está bien cuidada mientras ella trata de no bajarse del barco profesional al que con tanto esfuerzo logró subirse. Así, a la vez que corre veloz, ve cómo crecen sus hijos, y cómo todo va desarrollándose tal y como la sociedad le exige. Aunque, de vez en cuando se ve obligada a sacar la cabeza por la ventanilla del tren en el que está subida, recibiendo una lluvia de aire fresco continuada y, en esas ráfagas brutales de viento liberador, ella cierra los ojos y piensa en el momento en el que decidió formar una familia, rápidamente se acuerda de que no ha puesto la lavadora con la ropa que los niños van a necesitar para el día siguiente, vuelve a meter la cabeza dentro del tren y se va a buscar esa cesta de mimbre tan mona con sus lacitos de decoración que parece vomitar ropa sucia por los cuatro costados, hace dos días que no pone lavadoras y ese retraso lo va a pagar caro, seguramente esa noche se la pasará planchando los babis y la camisa de su marido.
    "Yo no quería tener hijas, yo sólo quería tener hijos..." Pues claro, era lógico pensarlo, esta mujer que afirmaba eso llegó a condicionar sus preferencias por puro amor, en realidad adora a las niñas, pero había experimentado en sus propias carnes el gran sacrificio que supone ser una mujer y se daba cuenta de las ventajas de ser un varón. Porque en su época, además de todo lo ya presente y contado, ella por ser mujer no pudo estudiar, ella por ser mujer tuvo que aprender a coser obligada, lo cual hizo que llegara a aborrecer algo creativo como la costura. Ella es una mujer con inquietudes que estuvo condicionada por muchas cosas, entre ellas el ser mujer; ahora vuela libre, se la ve feliz, dispuesta a disfrutar de esa porción del mundo que no pudo saborear en otro tiempo y se sube a todos los trenes que pasan por su lado, tiene más de sesenta años, cuatro hijos, tropecientos nietos, no ha parado de trabajar en su vida, pero desde que se casó siempre lo hizo dentro de casa. Irremediablemente, en algún momento, vuelve a sacar la cabeza por la ventanilla del tren y siente que la vida va tan deprisa que no está dispuesta a perder ni un minuto más en reprocharle a la sociedad, y a todos aquellos que fueron conniventes y lo siguen siendo ante la discriminación por sexo, la falta de oportunidades. Ahora es tiempo de disfrutar, de abrazar a sus nietos, de viajar, de sentir.
    Desgraciadamente, en esta situación de falta de trabajo general, no solo hay mujeres frustradas, hay hombres que no pueden trabajar como siempre se les ha exigido, hay niños que no pueden disfrutar, como se merecen, de todo cuanto les rodea. Y mientras tanto, en ese cúmulo de llantos contenidos, un bebé crece dentro de la barriguita de su mamá, ajeno a todas las luchas externas, sintiendo el calor de ese vientre acogedor lleno de vida, bailando, girando, dando pataditas, notando las caricias de sus hermanos que toquetean la barriguita de su mamá en busca de los saludos de la vida esperanzadora que siempre se manifiesta.


Isolina Cerdá Casado

viernes, 12 de julio de 2013

De enanitos que reflexionan mientras leen sentados en un banco. Pero ¿cómo lo hacen? Lo de reflexionar a la vez que leen me refiero. Leen, paran, reflexionan. En fin.


    ¿Pero qué le pasa a esta mujer ahora? En esta mañana de julio, calurosa, típica veraniega, en la que parece que se le ve el impulso de teclear en los ojos. Esta mujer debería sentarse con nosotros. Su trasero no entraría en este banco aunque le dejáramos un sitio. Es cierto, ella está en otra dimensión, nosotros estamos así todo el día, ella en cambio solo se sienta para escribir, es de locos. Le van a empezar a salir humo de las manos. ¿Te has dado cuenta de que ya le salen chispas de los ojos? No puede ver nada, es demasiado susceptible. Debería observar las jardineras, como nosotros, entre el libro y las jardineras estamos bastante entretenidos. ¿Has visto lo bonita que han puesto esta, con esas surfinias blancas? 

    ¿Y de qué va a escribir hoy? Nunca se sabe, cualquier día nos sorprende hablando de ufos. Eh, Paty, ¿tú qué dices? ¿crees que te hará protagonista de uno de sus textos?
    

    A mí dejadme, enanos pesados, bastante tengo yo con soportar el calor sofocante como para tener que pensar en lo que esta respetable mujer está liando en su cabeza.

 
    Pues ahí van mis líos...

     Yo estoy un poco regular, yo estoy un tanto arrugada, estoy pasmosa, estoy repleta de motas de polvo pegadizo, estoy bailadora, ora, ora, ora. Las visitas al tanatorio son dolorosas, una trata de hablar del tiempo, de las nubes, de las tendencias pasajeras de las sillas de los coches; una trata de pensar en aquel vestido de lunares que un día una mujer con energía lucía acompañando a su voz; una puede tratar de no pensar lo que ha pasado: que detrás de ese cristal que suele interponerse entre el cuerpo yacente y tu corazón herido hay un último adiós que contiene todas las despedidas habidas y por haber que junto a esa persona querida protagonizaste. Esos adioses de nos vemos pronto, de me alegro de haber estado en tu compañía, de los de te doy dos besos con pena porque me voy a marchar; esos adioses que incluyen abrazos sinceros y la necesidad de un último contacto físico.
    Te tomaría en mis brazos y te apretaría tanto que estrujaría todo tu cuerpo en un impulso de acogerte plenamente con mi cuerpo físico. Ahora mismo me acaba de venir a la memoria el recuerdo de cuando abrazaba a mi madre, la memoria sensorial de su cuerpo pegado al mío, no recuerdo cuántas veces la abracé y me abrazó, solo sé que tengo impresa en mi alma la sensación de proximidad de su cuerpo, puedo cerrar los ojos y reavivar ese tacto carnoso, cariñoso y afable. Qué inmenso valor tiene nuestra memoria. Ahí guardamos nuestros grandes tesoros, esos que nadie nos puede quitar mientras vivamos y no nos veamos afectados por esa dura enfermedad que es el alzheimer.
    ¿Por qué ahora me pongo a hablar de tanatorios? Supongo que las imágenes del televisor en las que una madre con el pelo blanco y vestida de extremo luto iba a dar su último adiós a su querida hija ha sido la que ha traído a mi memoria esos momentos vividos en carne propia. Qué doloroso tener que despedirse de un ángel. ¿Cómo concentrar esa despedida en un instante cuando además la otra persona no te puede decir nada? Su alma está dando vueltas por allí, sintiendo ese dolor que ha despertado su marcha repentina, sin poder decir unas palabras de aliento para los que quedan vagando por la vida y que han de cargar con la pena de su ausencia. Y uno llora con amargura, pero cuando ya no hay más lagrimas, tras haber recibido todo tipo de consuelo terrenal, sientes cierto alivio, como de forma misteriosa, es ahí cuando el alma del ser al que amaste con locura te ha abrazado desde su otra dimensión, tratando de consolarte, intentando transmitirte un poco de su paz eterna. Ya está, quédate con todo eso que tienes dentro de tu alma, esas semillas que ese ser fue instalando en tu interior, sin ser consciente, quédate con ese hermoso recuerdo, con tu recuerdo particular, con el tuyo propio, el que quedó grabado en ese trocito de tu alma y que siempre pertenecerá a esa persona.
   "Mira, estamos en verano, estamos asados de calor, sudorosos, caóticos. Dime la verdad: ¿no te aparecería más escribir sobre otra cosa?"
    Me encanta la sensación de nadar desnuda, sin ropa, libre.
    "No te estaba animando a hablar de sexo."
    No estaba hablando de sexo, estaba hablando de desnudez, liberación. Ay, me ocurrió una cosa curiosa con la desnudez liberadora que voy a contar ahora mismo. Me encontraba en una playa libre, entre la playa de los Arenales del sol y Santa Pola, en la que cada uno podía ir como quería, siempre que no se metiera con el resto. El que hoy es mi marido  me animó a que hiciera topless, y llevada por un impulso liberador, lo hice; total que esa playa estaba muy cerca relativamente de dónde residía habitualmente, quiere decirse que era fácil que pasara lo que pasó. Una vez superado el momento inicial de la vergüenza repentina, y estando en compañía de otras tantas desnudeces empecé a actuar con naturalidad, me bañaba, me comí un bocata, con las tetas al aire. De pronto, en uno de mis acercamientos a la playa, me encontré de frente con un señor y su mujer que conocía, demasiado como para hacerme la longui, ambos participaban conmigo en el montaje de Don Juan Tenorio. Les saludé con la mayor naturalidad del mundo, tratando de obviar la peculiar circunstancia de tener las domingas al aire, porque ellos iban vestidos paseando por la playa libre, claro. Interiormente yo me decía: "Sé valiente, actúa con normalidad, que no se note que te estás muriendo de la vergüenza, tú eres muy progre, no tienes complejos, vamos, vamos". Imagino que el señor estaría pensando: "no las mires, no las mires, quedarías como un baboso, está tu mujer al lado, no mires las domingas de la Brígida". A su vez la mujer, Olvido, que es majísima, pensaría: "Vaya marrón, esta pobre. Pues mírala, tiene más tetas de las que parecía, siempre va encorvada la jodía".  En fin, sonrisas por aquí, despedidas por allá, y finalmente ese momento estresante pasó, y ahí ha quedado, formando parte de mi haber de experiencias que comparto con mi amor. Todavía se ríe al recordar ese momento. Yo también, ya soy capaz de reírme. Sólo me podía pasar a mí una situación como esa, reconozco que la intensidad de ese marrón sólo puede ser entendible si se es conocedor de mi gran timidez.

Isolina Cerdá Casado

jueves, 11 de julio de 2013

Lavabos, pastillas de jabón que se desgastan, el por qué escribo,...y una serie de cosas más.

 

   Quiero saber una cosa, ¿por qué escribes? Ahora mismo acabas de ponerte un café solo con hielo, te has pasado al negro, tal vez buscando una más larga, quiero decir una hora más larga de actividad. Te acabas de reír, estás tú sola, delante del ordenador y te has soltado una carcajada. ¿Es por lo del negro? Inevitablemente has pensado en lo que has pensado. Deberías reconocerlo, tú te diviertes escribiendo, creando mundos, exponiendo tu visión particular del mundo. Esta noche has soñado algo increíble, dentro del mueble de la cocina, en lugar de hallarse el lavavajillas había un castor, gigantesco, con unos dientes acolmillados espectaculares; esto pasaba en el mismo sueño en el que desapareció la hija que no tienes de pelo moreno y rizado. Cogías al tejón beige de manera que no te pudiera morder, hice algo que jamás haría estando despierta, coger a un animalillo que no me atrae lo más mínimo, pero ahora caigo que el día anterior había visto un documental en la dos sobre los castores americanos enzarzados en hacer sus madrigueras antes de la llegada del invierno. La cuestión es a quién puede interesar tu opinión sobre un sueño, o un negro, o un castor.
    Me lavaba las manos con una pastilla de jabón, mi hija había puesto el tapón en el lavabo así que cuando ella me dejó sola yo dejé caer la pastilla de jabón en el fondo de toda esa agua turbia que se acumulaba en el hueco del lavabo. Allí, en el fondo se la veía a ella, de un verde pistacho, mirándome desde las profundidades del océano casero; pobre pastilla de jabón, obligada a deshacerse con el paso de los días, cada vez que cumplía con su labor quedaba un poquito menos de ella. Dios, casi igual que pasa con nosotros, paso, paso, pierna derecha, pierna izquierda, abrazos, risas, una arruguita por aquí, una cana por allá,...y ahí estamos, en el fondo del océano de nuestra vida, pidiendo clemencia a nosotros mismos para que no seamos demasiado exigentes y nos dejemos disfrutar del paso del tiempo. Qué tranquilizador es ver a un niño dormir, con el rostro relajado, como angelitos buenos que descansan de su actividad extrema. Aunque a mí también me tranquiliza ver a mi marido dormido en el sofá, como si fuera un bebé, en la hora de la siesta. Si no fuera porque solo tenemos un sofá sería perfecto, porque o me tumbo encima de él o me quedo de pie mirándolo.  
    No importa el paso del tiempo chica, lo que importa es que seas feliz en ese transcurso, para que cuando llegue el momento de ser una pastilla de jabón desgastada no te importe lo más mínimo ese último lavado de manos, ¿comprendes? Pues claro que echarás de menos al cepillo de dientes, y a tu acogedora jabonera, pero podrás sentirte tranquila de haber hecho todo aquello que sentías que querías y debías hacer. Como pintarte las uñas de rojo; tengo una hija estupenda que me dice con sus cuatro añitos: "¡Mamá, he tenido una idea! ¿y ci noz pintamoz laz uñaz?" A todo esto traía el pinta uñas color rojo púrpura escondido en el trasero. "Qué gran idea" "Cí, mamá, pero ha cido mi idea, que no ce te olvide".

    -Pero vamos a ver, ¿tú qué pasa? ¿te aburres? ¿no tienes otra cosa mejor que hacer que echar fotos absurdas y escribir lo que se te pasa por la cabeza?
    -No, no tengo otra cosa mejor que hacer, la verdad.
    -Pero ¿y el poto? ¿qué ha pasado con él? 
    -Está de vacaciones por Burgos. 
    -Y tú qué, ¿no vacacioneas?
    -Estoy vacacioneando ya. 

Isolina Cerdá Casado






Para mi niña y mi niño.

    Yo soy vuestra madre, queridos hijos, tal vez algún día desesperados busquéis un resto de mí, aquí quedó, impresas las palabras, inmortalizadas las emociones. Os quiero tanto, tanto, que aunque mi cuerpo físico sea roído por esos pobres alargados mi alma se instalará en una de las estrellas fugaces que no consigo ver desde hace años y allí me quedaré viéndoos y enviándoos mi cariño y mi fuerza. ¿Por qué narices escribo esto hoy? Pues porque me ha vuelto a atacar el miedo, ayer murió Concha García Campoy, una periodista fantástica a la que daba gusto ver trabajar. Y nuevamente lo piensas, sientes el miedo porque te das cuenta de que es muy fácil que de pronto la vida dé un vuelco de esa trascendencia, y de que ahí acabe todo, y en lo primero que piensas en un supuesto como este es en tus hijos, en vosotros, en mis duendecillos preciosos, en ese gran sentido que le dais a mi vida. Y me digo: "claro que puede pasar, estas cosas pasan". Hace dos días murieron nueve personas en un accidente de autobús en Ávila, los accidente pasan, pasan demasiado a menudo.
    Y en todo esto, en medio de este miedo a lo que nos deparará el futuro, están vuestras risas, vuestro cariño, vuestros abrazos incondicionales. No os podemos querer más, vuestro papá y vuestra mamá. Ayer tú, mi princesa, a la vez que te tenía en mis bracitos después de cenar bajo las estrellas, me decías que me querías más de lo que te quiero yo, y yo te dije: "no, yo, cuando eras una judiíta, chiquitita, chiquitita, ya te quería con locura, y esa locura fue creciendo más y más, conforme pasaba el tiempo, y a medida que esa cosita chiquitita seguía haciéndose más grande mi amor también crecía con ella, y sigue creciendo más y más."
    Entonces, a lo que voy, que no es asunto real el miedo paralizante, corrijo, el miedo sí, la razón que lo despierta no, porque ahora mismo estoy bien, aunque tenga mis miedos; sin embargo esta noche para añadirle más leña al fuego he vuelto a soñar que me robaban a una hija, era una niña morena con el pelo rizado, yo no tengo una hija así, pero soñaba que al salir de casa con otros niños de pronto no estaba, se la habían llevado. Supongo que me influye muchísimo el caso de los niños cordobeses, desaparecidos y supuestamente asesinados por su padre, ahora mismo en pleno proceso judicial.
    La cuestión es que os quiero, y que de ese amor siempre quedará algo, un resto en el que encontrar la fuerza para seguir adelante con la vida en un momento de bajón. La vida, la vida maravillosa, la vida a la que se amarraba la abuela Lina, esa vida que nos tiene atrapados desde el momento en que empezamos a ser esa judiíta deseada y amada. Espero que tengáis la suerte de ser amados, de que si ni papá ni mamá están, haya alguien que os quiera bien, que os regale una caricia, que os dé amor sin esperar nada.
    Estoy patidifusa, cansada, casi derretida, feliz por poder escribiros, bailo, sueño cosas extrañas, mil sentidos me poseen con permiso ¿qué te falta para estar completamente feliz? Ahora mismo estoy bien, gracias, habiéndome tomado un café gigantesco y una tostada de mermelada casera de mora. Creo que hoy tendré que volver a la parte creativa literaria de mí misma, no va a ser suficiente con estas pocas líneas.

Isolina Cerdá Casado

sábado, 6 de julio de 2013

Mi colaboración semanal en Héroes del pensamiento. De lejías y otras historias.

Domingo, un objeto de inspiración: lejía.



    Ay, mi chiquitina, estás fatalísima, bailas sobre las nubes blancas, miras abajo y sólo encuentras precipicios peligrosos, vuelves a estar veraniega, no es sólo cuestión de escribir, una tendría que intentar inspirarse en algo, no ponerse porque sí y ya está. Te pones a escribir sin saber lo que quieres contar, estoy cansada, repentinamente chisposa, esporádicamente derretida, de las orejas me cuelgan colgajos de cera, gotas de sudor me caen a mares recorriendo las sienes, el calor es tan insoportable como la sed y el cansancio que se inmortalizan en mi cuerpo, neuronas atrofiadas que buscan ventiladores y limonadas bien frías con las que refrescarse. Estamos en verano, ¿a qué viene mencionar un bote de lejía en el artículo del domingo? ¿Tienes que limpiar algo chica? No, es que me vino a la mente, pero en verdad tengo que limpiar muchas cosas. Voy a darme un baño en la piscina y después vuelvo a bailar con esta mente voladora. Y volando, volando estaban las moscas.  ¿Es posible que dos moscas incordiantes se hubieran posado en mi brazo en medio de un soporífero acto copulativo moscantil? ¡Qué asco por dios! ¿Ves? En lugar de inspirarte en la parte más inspiradora sexualmente hablando del incordio, y dejarte contagiar por el deseo de los insectos, vas tú, y como buena mujer católica apostólica y culpabilísima, ves la parte asquerosa de algo que sería maravillosamente reforzante para alguien como tu marido, que ante un caso como éste te diría: “Cariño, hasta las moscas aprovechan lo que en principio parece un vuelo inocente, deberías tomar ejemplo.” ¿Y qué pasa contigo? Vamos a ver, volvamos al tema central, la lejía. Tendría que estar desinfectada ante los pensamientos culpabilizadores moscantiles. ¡Y dale! Ponte con el asunto de la lejía. Sí, eso. Quiero eliminar cualquier bichejo inmundo que ande dando vueltas por la mente, causante de algún tipo de estrés o malestar, pero ¿qué cantidad de lejía debería poner? Creo que necesitaría un bote entero, mezclado con fregajuelos, y algo de amoníaco para exterminar las malas ideas. Perdona, pero ni se te ocurra mezclar, con los desinfectantes pasa lo mismo que con el alcohol, te tomas una copa de lejía con un chupito de amoníaco y es posible que las ideas se te nublen, no puedas respirar y explotes por dentro junto con las sensaciones paralizantes de la conciencia. Vas caminando, crees que cada paso no es importante, y no valoras cada segundo que pasas junto a tu familia, y tus amigos, bueno, no es que no valores sino que no te paras a pensarlo, simplemente lo vives. Pero de pronto, un día, ves un vídeo, de hace unos años, lo acabo de ver, tu hija te pedía teta y te mandaba al sofá para que le dieras su lechita, te escuchas cómo le hablabas en ese vídeo, cómo te hablaba ella, y tu hijo, y entonces te das cuenta de que has hecho muchas cosas, muchas más de las que crees. Que mientras decías que no estabas haciendo nada, que no trabajabas, cuidabas de ellos con un amor y una entrega de la que jamás fuiste del todo consciente. Y te paras a pensar, ¿es necesario ver las cosas desde la distancia para darse cuenta de su verdadero valor? A veces ocurre, ahora mismo se me ocurren mil momentos que mientras pasaban no parecían ser grandes momentos, o sí, pero con el paso del tiempo cobran otra dimensión, tal vez porque al hecho de vivirlos hay que añadirle otra circunstancia,  y es la imposibilidad de que se vuelvan a repetir.  Jamás volveré a comer en una mesa en la que estén mi madre, mi hermana, ni mi tía Conchi. Pues claro que no, ya estamos nuevamente con el tema de siempre. Pero hoy no toca, hoy toca lejía y detergente, a matar gérmenes dañinos que oscurecen la mirada, que nos complican el día, que nos enturbian el ánimo. ¿A caso crees que hay algo más? En realidad estamos diariamente perdiendo cosas, seres queridos, momentos amados, instantes. En el momento en el que uno empieza a vivir, también empieza a perder, y pierdes porque ganas, solo el que tiene a una madre ha podido perderla, solo el que pierde un instante lo puede guardar en el cofre de sus recuerdos. Y por cierto, ¿dónde te dejaste los puntos y a parte? ¿O los párrafos diferenciados? ¿Por qué has vomitado todo esta parrafada sin más? ¿Acaso el calor te está afectando seriamente hasta los límites de la pura formalidad lingüística?
    Cuarenta años, cuarenta copas rotas, cuarenta amantes locos y apasionados, cuarenta besos regalados al cielo esperanzador, cuarenta bailes felices a la luz de la luna, cuarenta ladrones a los que seducir, cuarenta noches, cuarenta siestas, cuarenta cafés con leche, cuarenta amaneceres, cuarenta estrellas que observar y que llorar, cuarenta botellas de vino tinto, cuarenta filetes de pollo y de ternera, y lechuga, mucha lechuga aliñada. Y cuarenta por trescientos sesenta y cinco, por veinticuatro, por sesenta, y por otros sesenta, son montones y montones de segundos de vida exprimida. Un vaso de buen zumo mañanero. Y cuando uno hace un buen zumo natural, siempre hay algo que limpiar, claro, pero para eso tenemos la lejía, para limpiarse de los restos de mierda que irremediablemente se nos queda pegada en el chasis de nuestra alma.  

    ¿Ves? Al final la lejía ha venido bien. Feliz domingo. Hoy he sido puntualísima, ¿eh?


Isolina Cerdá Casado

viernes, 5 de julio de 2013

Esa sensación repentina.

    Íbamos paseando por una tienda de jardinería, mis dos hijos, mi marido y nuestra perrita Paty, allí fue donde compramos las preciosas flores que aparecen en la siguiente captación de imágenes.
    
    Éstas son las jardineras que hay en mi terraza, pues bien, paseábamos felices, mi hijo con esa vena consumista que últimamente le posee cada vez que entramos en una tienda, sea del tipo que sea, estaba empeñado en que le compráramos un cactus, había visto uno de medio metro que valía ciento y pico euros, casi salía más barato irse al desierto a divisar uno en su propio entorno. Al final el niño se salió con la suya, he aquí la prueba:

    Pero lo que quería contar aquí, no era el impulso de pedirlo todo del niño, o el paseo feliz de la familia por  pasillos llenos de flora y fauna, también estaban expuestos peces, gatos, perritos y pájaros. No, lo que yo quería contar es una sensación repentina que tuve, que no se lo conté ni a mi marido porque no cuadró la cosa la verdad, ahora nuestra comunicación es mucho más fluida, ambos nos hemos dado a la bebida y parece que fluyen las palabras más ligeras, eso sí, algo trabadas también. Nos lo aconsejó el terapeuta, "de vez en cuando ábranse una botella de vino de gran calidad, uno de crianza del 2007 de los montes pirineos, utilicen una gran copa de cristal de bohemia, y que fluya la comunicación". Pero como este señor no nos dijo ni cuántas botellas ni durante cuánto tiempo debíamos seguir la terapia, estamos pedo todo el día, a mí las albóndigas me salen alargadas, yo les explico a mis hijos que son una nueva modalidad pero me da que sospechan algo, no entienden que su padre lleve carmín por la cara en forma de besos pegados.
    Pero lo que quería contar aquí, vuelvo al asunto, es esa sensación repentina que tuve. Fue como el despertar de un recuerdo que por unos momentos permanecía adormilado en alguna parte de mi alma. Paseaba por el pasillo de las orquídeas cuando pasó por mi lado una mujer de unos cincuenta años, con un pelo rubio teñido con mucho estilo, un vestido azul marino repleto de flores precioso y unas sandalias de piel como las que tal vez hubiera elegido alguien como mi tía Conchi. Sentí como una chispa, se parecía tanto a ella, una aceleración del pulso, una alegría brevísima, ¿por qué no podía ser ella? Me dejé acariciar por esa posibilidad, y sentí por unos breves instantes el bienestar que me producía estar cerca de ella, algo de su ser que me acariciaba, me mecía, sentía como propio. Y se fue, así, sin más, porque había llegado su hora. Se fue la mujer que despertó en mí ese recuerdo, se fue allá lejos, hacia el pasillo de los crisantemos, no, no hay crisantemos en esos pasillos. Hay mujeres de verdad, vivas, que han de aprovechar cada segundo de su vida porque podría ser el último. Me fui corriendo a buscar los cactus, y le compré uno a mi hijo, éste más feliz que una perdiz, tomó el cactus entre sus manos y se pinchó, pero en lugar de llorar, últimamente llora hasta por el roce de una servilleta, dijo que no le dolía, y nos fuimos con las plantitas y el cactus a nuestra casita.

    Esa sensación instantánea quedó allí, pero también se vino conmigo, y aquí la tengo, pegada a mi corazón, esa pena perenne por las despedidas forzosas forma parte de mí, de mi íntima tristeza, de la tristeza compartida, del dolor con el que cargo, aquí dejo la foto, la foto llena de lágrimas escritas con la que he inmortalizado ese instante esperanzador pero brutalmente aplastado por la cruda realidad de su fallecimiento, ya va a hacer un año dentro de unas semanas.

Isolina Cerdá Casado

jueves, 4 de julio de 2013

He suspendido la actuación en la sala acting.

    Bueno, mis queridos lectores, algunos compañeros de profesión, actores, directores, y demás familia de personas creativas, que se suben a las tablas, se desnudan, se exponen, sufren y finalmente crean con la presencia de un público que ayuda a culminar la obra. A todos va dirigido este texto. Este pobre poto, el que aparece a continuación en imagen, el que llora de pena, el que ríe, el que sueña con ser una edelweiss en los Alpes, está triste.

    ¡Cómo llora! Lleva gastados tres paquetes de clinex, él que quería salir a contar sus cosas, a hacer su terapia terapéutica, se queda en casa, con una copa de vino en la mano, del bueno, encharcando sus penas, todo porque ha sentido que su trabajo no ha sido convenientemente valorado. No personalicemos, hablemos de una sala cualquiera, buscan obras, obras que arrastren a su propio público, no importa calidad, no importan emociones, trabajo duro, lo que importa es que tú arrastres a tu gente. Pero no te lo dicen claramente, esto es un alquiler de sala en realidad, yo te dejo la sala y me llevo un porcentaje de tu taquilla. La sala no mueve un dedo más que para abrirte la puerta, que es bastante sí, pero qué menos que decir claramente lo que hay. Y lo que hay es que con la excusa de la crisis, el todo vale se está imponiendo, y los pocos que se dejaron caer de forma aleatoria, en un espacio sagrado, descubren que no hay una profesionalidad, que se convierte en un negocio, que hace que el desencanto se extienda, prospere, y llene de mierda lo que podría ser una alternativa real a las obras de gran formato. Entonces te das cuenta, ni si quiera un triste cartel en su página, joder, si no saben que actúas, quién narices va a ir a verte, si el tato no se ha enterado de que vas a contar un cuento y de que de esa orgía creativa se alimentarán los sueños en una tarde de viernes cualquiera, entonces, quién te va a ir a ver. Y la respuesta a la indignación es: "Bueno, chica, pues qué le vamos a hacer, si no tienes gente que vaya a verte..." Tengo gente, que me había dicho que iba a ir, pero ese no era el trato. Y ya está bien de que la simpatía se confunda con la formalidad y la profesionalidad, esto es arte coño, el que sube a un escenario se expone, y expone un trabajo en el cual ha invertido su tiempo, sus conocimientos, su imaginación creativa. Tengo amigos que están viviendo esto todos los días, y al final resulta que, como en todas las profesiones, hay infiltrados que desconocen de verdad el valor que hay detrás, falta respeto: respeto a ese dramaturgo o dramaturga que sentada en la intimidad de su mundo interior escribe, y tacha, y escribe, y se llena de luz, y la regala; respeto a ese director o directora que es capaz de imaginarse la obra encima del escenario, que saca de los actores la más mínima chispa de luz y consigue hacerles brillar y que brille la obra; respeto al actor o a la actriz, que indaga, estudia la obra, se estudia a sí mismo, se entrena vocal y corporalmente y se transforma en eso que estaba en la cabeza del dramaturgo y en la imaginación del director. Pero ante todo, respeto al público que va a ver una obra de teatro, que paga una entrada, y que tiene derecho a sentir que ahí, encima del escenario, pasan cosas de verdad.

    Pues eso, que estoy indignada, como tantos y tantos, y no es por la put. crisis, es porque hay mucha mierda extendida, tanta que llega a confundirte, y hasta te quieres convencer de que tapándote la nariz ese marrón no es tan importante, pero sí es importante, es muy importante tener la fuerza para defenderte y actuar dignamente ante las agresiones. Si los profesionales no reivindicamos la calidad encima, alrededor y fuera de la escena, entonces el desencanto seguirá extendiéndose, y cuando las cosas vayan mejor pocos serán lo que estarán dispuestos a pagar por ver teatro.

-¿Estás mejor potito?
- Bueno, no estoy mal, voy a ver si me tomo otra copa de vino.
-Mira, ten cuidado con eso del alcohol, que luego el hígado se resiente.
-Creo que se va a resentir más mi cabeza, sinceramente, al no estar acostumbrado pues claro, ya voy pedo, y acabaré cayéndome de la esquinita del mueble, a mí la señora solo me da agua con vitaminas, y las vitaminas muy de vez en cuando.
-Bueno, pues ahora intenta tranquilizarte, ya verás como saldrán otras actuaciones y podrás expresarte libremente. 

miércoles, 3 de julio de 2013

Mujer perfecta = amargada, estrujada, hecha una piltrafa, oxidada. Pero de cara y de cuerpo externo, bien, gracias.

    Ay por dios, que me ha venido la inspiración así de repente. He cogido la cámara de fotos y plas, montada la imagen, con el texto en la cabeza.


    Tic-tac, tic-tac...el tiempo pasa señora, ¿está siendo coherente con lo que se pide de usted? ¿Ha tenido ya algún hijo? Los cuida bien, supongo. ¿Les alimenta como dios manda? Imagino que le dio de mamar a alguno de ellos si es que los tiene. ¿Qué tal están sus pechos? ¿Los sujeta bien para que no parezcan colgajos libres y hermosos? Póngase esta crema, y ésta, y vaya a este médico cirujano plástico, si ha perdido al marido por tener las tetas caídas no se preocupe, le colocan unas nuevas, más grandes y a juego con la sociedad. Ya verá que pronto encuentra a algún buen hombre bonachón. ¿Qué tal sus pies? ¿ha echado en los zapatos esos polvos que le sugerí? Sebe que el olor de pies en una mujer no está para nada bien visto, es intolerable, lo mismo que los pelos ¿ha paseado la máquina de depilar por todos los rincones de su cuerpo? Si hay alguna zona en la que se pueda hacer una trenza y dicha zona no está encima de su cabeza puede despedirse de un notable alto en estética femenina. No aprobaría tan si quiera un examen de nivel básico. ¿Tiene una buena higiene dental? Obvio. No puede seguir saliendo a la calle sin una buena dentadura, jamás le harían una entrevista en la puerta del supermercado si le falta una pieza, compréndalo, no es la imagen que la sociedad quiere dar de la mujer perfecta. ¿Acaso conoce a alguna mujer mellada que campe por los programas de televisión? ¿Se hidrata la piel lo suficiente? No nos importa que se descame, lo que verdaderamente importa es que esté usted pegajosa, de esa manera podrá rebozarse mejor con la mierda que le andamos echando continuamente en forma de mensajes subliminales. Todo para que se supere, claramente, para que sea una mujer insatisfecha e infeliz y encuentre la solución en una gama de productos muy útiles utilizados en grandes cantidades. No se preocupe, las ofertas del tres por dos seis le van a ayudar a proveerse de todos cuantos nosotros digamos que usted necesita. Intente no leer demasiado, cansa a sus neuronas, al final se ponen tontas, se marean y no coordinan. Utilice un buen champú, nada de marcas blancas, son más baratas pero no te dejan el pelo como a la novia del Busta. Se perfuma ¿imagino? Las mujeres primitivas no lo hacían y ya ve cómo les iba. ¿Hace deporte? No nos importa su salud en realidad, lo que nos importa es que usted esté, lo que vulgarmente se conoce como buenorra. Seguro que encuentra trabajo más fácilmente. Si no encaja en el modelo de mujer máquina perfecta noventa sesenta noventa, debería contratar ya mismo a un entrenador personal y completar el tratamiento con sesiones de psicoterapia introspectiva, para que modifique su forma de pensar, no se puede ser feliz aceptándose como uno es, sabe que echaría por tierra todo el sistema capitalista consumista y enchufista, que ahora mismo está en sus horas bajas, ya sabe porque nos han pillado con las manos en la masa, comiéndonos la masa que no era nuestra, la que se llevó el Bárce, o parece que desvió el Urdan, con lo bien que lo teníamos montado y tuvo que estallar la burbuja para esparcir la mierda de varios manipuladores de títeres, esos grandes especialistas en apropiación indebida. Bueno señora, ¿algo que decir?

    Váyanse a tomar por cu.., estoy trenzuda, me huelen los pies, utilizo un champú barato, tengo la dentadura imperfecta, no estoy buenorra, leo, cuido de mis hijos, tengo las tetas de vacaciones por el sur de mi cuerpo, mi terapia me la trabajo yo a la sombra de un café, escribo, estoy hasta el moño de que haya tantos casos de mangantes descubiertos, pero me preocupa más los mangantes invisibles, todo esto rebozado con gente que lo está pasando mal porque unos pocos se quisieron comer el pastel. ¡Así se atraganten, se indigesten y sufran una gastroenteritis aguda eterna por el resto de sus vida! 
    Y ahora me voy al baño, que esta panda de mangantes solo me produce ganas de visitar al váter, lo único bueno que tienen es que me desestriñen. ¡Feliz día de la mujer perfectamente estresada!

Isolina Cerdá Casado

martes, 2 de julio de 2013

Yo somatizo, tu somatizas, él somatiza...

 

 Respira despacio, intenta dejar la mente en blanco, vacíate de esos miedos infundados por las malas noticias. Cualquiera diría que día tras día te están lloviendo malas noticias, hechos trágicos. No, de verdad que no, es solamente que tengo demasiados miedos, y mi mente no está del todo bien, y tanta presión mental me produce dolor físico, y mira que soy feliz, o intento serlo, o lucho diariamente para sentirme mejor, pero de alguna manera las cosas que suceden, han sucedido, y eso está ahí, siempre tienen una forma de manifestarse aunque intentes echar hacia fuera las consecuencias de esos latigazos. Me duele. Intenta no pensar que eso tiene que ver con una grave enfermedad, es la lucha que estás llevando en silencio, una lucha contra titanes ardientes y te queman a pesar de su invisibilidad. Me gustaría ahora ser la receptora de una nana, pero ya pasó ese tiempo, no es de extrañar que mi hija con sus cuatro años se acurruque en mis brazos y me pida que le cante la canción que yo le cantaba cuando era bebé. Es posible que cuando tenga cuarenta años no haya brazos lo suficientemente fuertes y grandes como para mecerla protegida de sus miedos, y se vea obligada a soñar con ese calor de antaño, cuando su mamá la envolvía con amor y toda ella era receptora de su entrega. Miles de flores caían del cielo, sólo veía paisajes bellos, era impensable un horizonte oscuro, temeroso, con expresiones terribles de dolores mentales. Pero si yo no estoy enferma, ¿por qué hablo como si lo estuviera? Hay enfermedades que no se pueden ver, coger, apercibir, pero eso no quiere decir que no existan, están ahí, rondándote, marcando sus huellas, bailando su vals, taconeándote el alma.

Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...