domingo, 14 de julio de 2013

Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento: Domingo, un objeto de inspiración ...Pepinos...toallas...maceteros rotos...comida para perros...

Domingo, un objeto de inspiración: … ¿Pepinos?



    “Reconócelo, estás agotada creativamente, venga guapa, de qué objeto vas a hablar hoy, eh, eh.” Todavía puedo escribir de mil cosas, y no necesito pensar en exceso, simplemente mirando a mi alrededor, en esta terraza en la que escribo están contenidos miles de objetos inspiradores de textos, y lo voy a demostrar. Un momento, a quién le interesa eso, debería bastar con que me interesara a mí, además que van a aparecer objetos que de otro modo pasaría por alto. Son tan identificables conmigo, bueno, yo me identifico con ellos. ¿Quién no se ha sentido alguna vez una toalla secapenas? No sólo para los demás, sino hacia uno mismo propiamente. Cuando llorabas desconsolada porque nadie parecía entenderte y entonces tú te ponías a escribir imaginando que eras una escritora perdida en una habitación poseedora de sueños ilusionantes. Yo también me he sentido como una maceta rota, tantas y tantas veces, en tantos y tantos momentos, llena de tierra fértil y que al final un mal movimiento emocional destrozó sin reparos. Y hasta que no desperté no fui consciente de que el manipulador era simplemente eso,  sin amor real y sincero para saber moverme. Es verdad que en ocasiones una se rompe porque ya no puede más con el peso de su carga, y aunque el que la manipulaba no tuviera directamente la culpa contribuyó a que todo se rompiera por dentro. En ocasiones eres el sustrato que sostiene tus plantitas, y sin saberlo la responsabilidad te consume hasta quedarte sin tu esencia, como le pasó al bote de nescafé descafeinado. A veces eres un enanito con ganas de fiesta y tocas y tocas el tambor pero pocos son los que se arrancan a bailar. Hay días en los que de pronto te conviertes en una planta hermosa, porque te han salido unas flores rojas increíbles, y todo el mundo te pregunta por lo que te ha pasado, piensan si te has hecho algún tratamiento de belleza porque irradias hermosura por los cuatro costados, hay quien siente que esas flores tuyas temporales brillen tanto. Mucho más a menudo de lo que a una le gustaría te has convertido en un bañador cubre penas. Tapando todo aquello que la sociedad no debería ver, y aunque tú sientas ganas de desnudarte y vagar por las calles con la sola compañía de la desnudez cruda y provocadora, el bañador de la coherencia encadenada te aplasta la lujuria espontánea con la que ibas a vender tu alma. Espero no llegar a convertirme en un objeto que cambia su función por pura conveniencia de la pandilla de usuarios que sacan provecho de tus virtudes, no me gustaría que me ocurriera como a esta antigua barbacoa, que en sus buenos tiempos abrasó buenos chorizos y morcillas, pero ha terminado siendo una especie de protección contra la lluvia de la comida del perro. Reconozco que lo que peor llevaría sería convertirme en una bolsa de una gran tienda prestigiosa, en la que trabaja mi cuñada Gis, y que me llenaran de restos de jardineras apolilladas y basuras varias, sería un cambio de función absoluto, que además provocaría la risa en el resto de trabajadores del gremio de bolsas, sería demoledor para mí con esta sensibilidad que me hace tan vulnerable.


    “Si alguna vez te conviertes en un pepino, prometo ser la persona que te pele, te trocee y te aliñe con aceite y sal, y te zampe a la luz de la luna”. Vaya, es la promesa más apepinada que me han hecho nunca. Tal vez lo haga, no me importaría caminar por el mundo siendo llevada transitoriamente por el estómago de alguien. “Pero jamás olvides una cosa, querida, todo lo que entra y se queda por unas horas, acaba saliendo en forma de mierda”.  Sí, es cierto, pero algo se queda, una mínima parte del pepino recorrerá tu cuerpo, buceará en tu sangre y te alimentará. Así que en lugar de pensar en la mierda pensemos en el alimento. Y esto es extensible y aplicable a todo.
    Y con el ejemplo del pepino, en este domingo de verano puro, voy a pensar en el alimento nunca en la mierda. Y cuando sienta dolor por algo, pensaré: seguro que una parte mínima de esto me alimenta, aunque sepa a rayos y me provoque unas ganas terribles de vomitar. Y así, con las viejas barbacoas, las toallas piscineras, las macetas rotas y la comida para perro, me despido, no sin antes desear un feliz domingo a todos, feliz alimento, felices pepinos y felices desnudeces para el que se atreva (yo ya me estoy desnudando para salir a la calle).


Isolina Cerdá Casado

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