Domingo, un objeto de inspiración: … ¿Pepinos?
“Reconócelo, estás
agotada creativamente, venga guapa, de qué objeto vas a hablar hoy, eh, eh.” Todavía
puedo escribir de mil cosas, y no necesito pensar en exceso, simplemente
mirando a mi alrededor, en esta terraza en la que escribo están contenidos
miles de objetos inspiradores de textos, y lo voy a demostrar. Un momento, a
quién le interesa eso, debería bastar con que me interesara a mí, además que
van a aparecer objetos que de otro modo pasaría por alto. Son tan
identificables conmigo, bueno, yo me identifico con ellos. ¿Quién no se ha sentido
alguna vez una toalla secapenas? No
sólo para los demás, sino hacia uno mismo propiamente. Cuando llorabas
desconsolada porque nadie parecía entenderte y entonces tú te ponías a escribir
imaginando que eras una escritora perdida en una habitación poseedora de sueños
ilusionantes. Yo también me he
sentido como una maceta rota, tantas y tantas veces, en tantos y tantos momentos,
llena de tierra fértil y que al final un mal movimiento emocional destrozó sin
reparos. Y hasta que no desperté no fui consciente de que el manipulador era
simplemente eso, sin amor real y sincero
para saber moverme. Es verdad que en ocasiones una se rompe porque ya no puede
más con el peso de su carga, y aunque el que la manipulaba no tuviera
directamente la culpa contribuyó a que todo se rompiera por dentro. En
ocasiones eres el sustrato que sostiene tus plantitas, y sin saberlo la
responsabilidad te consume hasta quedarte sin tu esencia, como le pasó al bote
de nescafé descafeinado. A veces eres un enanito con ganas de fiesta y tocas y
tocas el tambor pero pocos son los que se arrancan a bailar. Hay días en los
que de pronto te conviertes en una planta hermosa, porque te han salido unas
flores rojas increíbles, y todo el mundo te pregunta por lo que te ha pasado,
piensan si te has hecho algún tratamiento de belleza porque irradias hermosura
por los cuatro costados, hay quien siente que esas flores tuyas temporales
brillen tanto. Mucho más a menudo de lo que a una le gustaría te has convertido
en un bañador cubre penas. Tapando todo aquello que la sociedad no debería ver,
y aunque tú sientas ganas de desnudarte y vagar por las calles con la sola
compañía de la desnudez cruda y provocadora, el bañador de la coherencia
encadenada te aplasta la lujuria espontánea con la que ibas a vender tu alma. Espero
no llegar a convertirme en un objeto que cambia su función por pura
conveniencia de la pandilla de usuarios que sacan provecho de tus virtudes, no
me gustaría que me ocurriera como a esta antigua barbacoa, que en sus buenos
tiempos abrasó buenos chorizos y morcillas, pero ha terminado siendo una
especie de protección contra la lluvia de la comida del perro. Reconozco que lo
que peor llevaría sería convertirme en una bolsa de una gran tienda
prestigiosa, en la que trabaja mi cuñada Gis, y que me llenaran de restos de
jardineras apolilladas y basuras varias, sería un cambio de función absoluto,
que además provocaría la risa en el resto de trabajadores del gremio de bolsas,
sería demoledor para mí con esta sensibilidad que me hace tan vulnerable.
“Si alguna vez te
conviertes en un pepino, prometo ser la persona que te pele, te trocee y te
aliñe con aceite y sal, y te zampe a la luz de la luna”. Vaya, es la promesa más
apepinada que me han hecho nunca. Tal vez lo haga, no me importaría caminar por
el mundo siendo llevada transitoriamente por el estómago de alguien. “Pero jamás
olvides una cosa, querida, todo lo que entra y se queda por unas horas, acaba
saliendo en forma de mierda”. Sí, es
cierto, pero algo se queda, una mínima parte del pepino recorrerá tu cuerpo,
buceará en tu sangre y te alimentará. Así que en lugar de pensar en la mierda
pensemos en el alimento. Y esto es extensible y aplicable a todo.
Y con el ejemplo
del pepino, en este domingo de verano puro, voy a pensar en el alimento nunca
en la mierda. Y cuando sienta dolor por algo, pensaré: seguro que una parte mínima
de esto me alimenta, aunque sepa a rayos y me provoque unas ganas terribles de
vomitar. Y así, con las viejas barbacoas, las toallas piscineras, las macetas
rotas y la comida para perro, me despido, no sin antes desear un feliz domingo
a todos, feliz alimento, felices pepinos y felices desnudeces para el que se
atreva (yo ya me estoy desnudando para salir a la calle).
Isolina Cerdá Casado
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