martes, 28 de diciembre de 2021

Felices fiestas, para los sanitarios, sus familias y los pacientes y familiares.

 



Clara, la enfermera que apareció con su guitarra, como un elfo navideño, como un hada de los bosques de Valdelatas, con su convicción de que ese día, además de su trabajo como enfermera que con tanto cariño realiza, les iba a cantar a sus pacientes algún villancico que les alejara de aquella habitación en la que se encontraban por tener el cuerpo tocado y la mente dolorida. Tocaría su guitarra para traer a sus mentes recuerdos de infancia, instantes alegres, imágenes que les recarguen el alma y ayuden a reponer el cuerpo.

Clara aceptando propuestas: Belén campanas de belén, pero mira como beben los peces en el río, campana sobre campana, feliz navidad...

 Pequeño árbol de la Conserjería de celadores que fue emperifollado por Juan Carlos y Carlos con toda la ilusión navideña de unos celadores puestos y dispuestos para acompañar y ayudar a pacientes, auxiliares y enfermeros para el buen desarrollo de la actividad hospitalaria.


    Os voy a contar el regalo de Navidad que he sentido como tal. Los pacientes habían terminado de comer, tras los aseos, medicaciones mañaneras, tensiones controladas y cariños de cuidadores recibidos... El pabellón San Francisco de Cantoblanco estaba bajo control, los auxiliares estaban relajados esperando iniciar la segunda vuelta, el día tenía un tono grisáceo, llovía, era Navidad, había bolas de colores dorados brillantes, y muchos llevaban cuernos de reno y gorritos rojos en sus cabezas. De pronto la enfermera Clara apareció con una guitarra entre sus brazos y animó a que la acompañáramos en un recorrido mágico, las cuatro auxiliares la siguieron: Jesús lleno de su energía transgresora y vital; Carmen la mujer que puede con todo y sonríe a sus pacientes mientras hace su trabajo; Yune, la ojazos como la llamaba María, una paciente muy amable y agradecida; María, la auxiliar que trabajaba con tiento y gran escucha hacia sus pacientes, y la celadora escribidora que también siguió a Clara, la enfermera que nos contagió de su ternura y de su luz y sabedora de que íbamos a hacer algo bueno para los pacientes y algunos de sus familiares. 

    ¿Por qué ha sido un regalo para mí? Pues porque en mi casa no hemos cantado ningún villancico en nochebuena, no hemos podido reunirnos con la familia más amplia, porque mi hija no ha podido ver a sus primos y a sus tíos y disfrutar del calor de su abuela, porque no sabemos cuántas navidades nos quedan para disfrutar juntos, porque ese aislamiento preventivo se ha realizado porque no queremos poner en riesgo a la gente que queremos y nos importa. Porque en definitiva todo está siendo envuelto por un miedo pandémico con montones de casos cercanos, de familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc. Y a pesar de ese extraño olor a Covid, a pesar de eso, ahí estábamos, cantando villancicos a las personas, la mayoría octogenarios, que aun a pesar de tener que llevar oxígeno, sueros goteando en sus venas analgésicos o antibióticos, pastillas acompañando desayunos, comidas y cenas, sufriendo malestares convulsos, ellos, ellos también cantaron con nosotros y por un momento sonrieron felices, se olvidaron de la vía que llevaban puesta y la zarandearon acompañando el ritmo con aplausos, e incluso hubo quien se emocionó, y lloró de alegría no por dolor... A Ramona el alzhéimer la dejó en paz por unos minutos, y recordó cómo era la letra de aquel villancico; María aplaudió feliz, olvidando la razón por la que estaba en Cantoblanco; Mari Paz miró fijamente y esbozó una mágica sonrisa, leve pero ahí estaba; José aplaudió y solo pensó en ese peine y esos cabellos de oro, ni temblores, ni tristezas; hasta Concepción cantó con nosotros, ella a la que le dolía el cuerpo hasta la médula y veía las estrellas cada vez que la aseábamos, vio en Clara y sus acompañantes una luz de esperanza...



    Formar parte de aquella banda de duendes mágicos hizo del día de Navidad algo especial, la dureza de trabajar en un día como aquel fue compensado por las caras de felicidad y los momentos llenos de emoción que pudimos compartir. Gracias compañeros, gracias a la mujer que con su guitarra despertó sonrisas y acarició almas. Gracias a todos aquellos que con su trabajo, especialmente en estas fechas tan especiales y duras, hacen del mundo un lugar más bonito para vivir.


Isolina Cerdá Casado

martes, 14 de diciembre de 2021

Vida, Navidad, impulso.

 La inspiración está en el aire, a tu alrededor, envolviéndote, acurrucando tus pasos. 








   No siempre se produce, ni la luz, ni el impulso, ni las ganas, pero cuando ocurre, cuando algo despierta la chispa creativa agradeces al mundo estar viva. Por eso, por esa certeza de que en algún momento un papá Noel te devolverá la luz no debes tirar la toalla, solo esperar, caminando eso sí, pero sin rendirte nunca.

Isolina Cerdá 

domingo, 5 de diciembre de 2021

Como un carballo

    En verano, aquel día que viniste a vernos te vi muy bien, hablamos, nos acompañamos familiarmente en la sobremesa. Me sentía feliz de que estuvieras, de tenerte cerca...la pandemia había espaciado todavía más los encuentros, y la necesidad de mirarnos a los ojos era mucho mayor. Quién iba a pensar que ese día iba a ser el día en el que te iba a ver por última vez. Recuerdo que en la despedida te abracé fuerte, de esos abrazos que estrujan, sentí que te sorprendiste, no esperabas esa euforia cariñosa, pero me salió natural, creo que después de todo este tiempo de abrazos contenidos el impulso cariñoso es irrefrenable, nos desborda, lo necesitamos. Fue intenso pero fue el último. 

    Tu hijo no hacía más  que afearte el gesto horrible de morirte, "y ahora vas y te mueres", era incapaz de imaginar la vida sin ti, como si eso fuera algo que decide uno, tal vez una parte de ti ya se había ido con ella, normal que la otra parte se hubiera visto obligada a caminar aun a pesar de la gran ausencia. Es ley de vida, todos caminamos igualmente aunque nos falten trozos importantes sin los cuales parecía imposible seguir haciéndolo.

    Lloré, fue un llanto de desahogo porque nuevamente la vida se presentaba en su versión más cruda, y cuando te vi, cuando llegó ese momento en el que justo antes de enterrarte abrieron la caja y vi tu cuerpo inerte tuve la certeza de que ya no estabas en él, aquel cuerpo que te había tocado se había quedado sin tu luz, ya estabas en otro sitio, sí, posiblemente dentro de cada uno de los que te recordaremos con cariño, los que no nos olvidaremos nunca de tus gestos, de tus palabras, pocas, pero precisas. Y entonces recordaremos ese porte tuyo, esa mirada, que siguió guardando secretos hasta el final de su vida. Aquella infancia en medio del monte, envuelto en sueños de evasión temprana con el rocío de un licor café que adormecía el alma, con el frío de la sangre, con el sabor de un vino casero con olor a bodega fresca. 

    Eras el guapo de Laiantes de arriba, el apuesto gallego que llegó a Crevillente de rebote y se quedó por amor, feliz con su compañera de batallas, la dulce y maravillosa Conchi, con la que se enfrentó a duras batallas y afrontó nuevos proyectos, supongo que el Martin's fue el más recordado. Y allí te quedaste a descansar para siempre, se quedó el cuerpo, tú sigues aquí, en nosotros ya sabes, en nuestro corazón. No sé por qué me viene a la cabeza aquella foto, en la terraza de mi antiguo piso, tenías en tus hombros a mi hermana Mónica apenas debía tener un añito, ambos sonreíais, un instante maravilloso del que gracias a aquella fotografía yo fui testigo, un día reíste junto a ella, otro ángel. Puede decirse que estoy en una época poco inspiradora, con falta de impulso creativo, apenas escribo, y aunque quería escribirte he vuelto varias veces al texto y hoy, sentada en un sillón rojo, en medio de una marabunta de gente con impulsos consumistas navideños lo estoy haciendo, como algo que tenía pendiente, porque tú eres otro de los pilares de mi vida, uno de esos que siempre ha estado, aunque hablara poco, aunque en ocasiones diera la sensación de que eras como un carballo, como decía tu hijo, un roble duro, silencioso, frío, pero los que te queremos sabemos que estabas lleno de sueños de rocío gallego. Y agradezco ese último abrazo apretado, intenso al que de alguna manera me abocó la pandemia. Esta es una mala época, época gris, de tristeza navideña para todo aquel que ha dejado a alguien en el camino, de recuerdos difíciles de soportar por las ausencias, pero como tú hiciste y como hicieron todos, seguiremos adelante porque otros vienen detrás y también merecen vivir felices y crear así buenos recuerdos para un futuro esperanzador.

    

     


    


miércoles, 20 de octubre de 2021

Escribe para no perderte. Escrito en dos momentos distintos. Un día lo empecé, hoy lo acabé.

 




        Tras zamparme dos grandes tostadas, una con aceite de oliva virgen y sal del Himalaya y la otra con mantequilla y mermelada de frambuesa, sentí que algo debía hacer, algo que escapara de lo previsible y que me empujara de alguna manera a activarme creativamente, entonces recordé que en alguna ocasión había recurrido a la escritura creativa, básicamente era como una especie de tormenta de ideas pero algo que diera sentido de alguna manera a una imagen captada de lo cotidiano, en realidad estaba rodeada de un mundo mágico que ignoraba una y otra vez, por la desidia, por el desánimo, por el bajón terrible en el que me encontraba, una especie de túnel aterrador en el que no había ventanas como todo buen túnel que se precie y repleto de oscuridad y cierta humedad. Me produce tanto placer comer esas tostadas mañaneras, acompañadas con un gran café con leche que estoy convencida de que parte de la energía que me producen está invertida en este momento creativo, lo empuja, lo aliña, lo hace vibrar... 


20/10/2021


    No dejo de empujarme, de intentar seguir caminando, esa es la verdad. Soy valiente por hacerlo, por tratar de creer que es posible salir del pozo. Pozos, túneles, caminos imposibles...¿Qué está pasando? ¿Qué me está pasando? Soy fuerte, sin embargo estoy en un momento de debilidad, y tengo derecho a estarlo, derecho a sentirme como un granito rosado apartado de todo el bol, lejos del calor del asentimiento humano, de la palmadita en la espalda, que te empuja hasta hacerte caer de frente y romper tu nariz y acabar con tu olfato para siempre. 
    Lo cierto es que dentro o fuera acabaré estrujada por unos dientes debilitados por una vida genéticamente determinada. ¡Y qué más da! Ahora estoy viva, bebo, y como, y camino, en mi casa, no me atrevo a salir, empiezo a ser consciente de que cada vez que voy a cruzar el umbral de la puerta siento palpitaciones, y me tengo que llenar de fuerza, o de impulso, obligarme en definitiva. Mi casa es una especie de guarida de seguridad, me siento bien dentro, revisando, ordenando ideas, debo dejar que el sol me aclare la mente e impulse al alma. Imagino que es un resquicio de todo lo vivido. Cómo normalizar aquellos momentos, cómo olvidarlos, cómo afrontar al monstruo.
Ahora entiendo tantas cosas, tantas, tantas dolencias, tantos problemas. Admiro al que no le da vueltas, al que no lo piensa, al que no se para y camina. Siento que obligada por una mano se me ha paralizado el cuerpo, el impulso, el sueño, la energía. El llanto lo tengo al borde, siempre, ya no hace falta ni si quiera un anuncio, o una escena televisiva medio tierna, ahora simplemente un pensamiento, un sutil recuerdo, un aroma, una sensación, un gesto,... me hacen estallar en un llanto profundo.

                                      
    Bien, sí, es así, estás jodida. Pero lo escribes, lo cuentas, te desahogas universalizando tu dolor, tu estado, tienes una fregona a tu derecha, joder, ¿no te acuerdas de ella? De sus problemas, que también los tiene, o no, simplemente reposa, sin darle vueltas al asunto de que no bailes con ella, al menos tú alguna vez lo haces, para el resto de la familia ni existe, sólo cuando se derrama la sopa en medio del salón, o el vaso de leche, entonces tal vez la busquen, si no lo mismo les basta con un montón de servilletas de papel.  
                                                     

    ¿Y la berenjena? ¿no tienes nada que decir de ella? Venga mujer, escríbele algo, aunque sea un revuelto orgiástico con ese tomate parcelero al que apenas le quedan unas horas para ablandarse en la depresión vital más absoluta, y con la cebolla que vino a casa dentro de una malla anaranjada esperando una buena fiesta culinaria, o con los ajos morados que solo querían saltar de gozo en un buen sofrito para alcanzar el éxtasis al encontrarse con ese pimiento apasionadamente rojo que no dejaba de guiñarle un ojo desde la segunda balda del carrito de las hortalizas. ¿En serio crees que esta vida no tiene más que ofrecerte? ¿En serio crees que tú no le puedes ofrecer mucho más? ¿En serio te vas a hundir en la más absoluta soledad cuando estás viendo cómo la gente lucha hasta incluso cuando la lengua del volcán se zampa sus casas, sus medios de sustento, sus recuerdos materiales? 
Además de todo tienes que ir a hacer compra, no quedan galletas y justo será lo primero que pregunte tu hija al entrar por la puerta: "¿Has comprado las galletas?" Y a ella no le podrás decir: es que estaba deprimida, me daba miedo salir a la calle, no tenía impulso, me faltaba el ánimo. Y te volverá a preguntar: "¿Pero las has comprado o no? ¡Qué impulso ni impulso!"

                      
    No querida, volverás, estás volviendo, ya, apenas unos días, estas subidas y bajadas siempre estarán presentes, de vez en cuando vuelves a recordar aquellos momentos, en realidad todavía están demasiado cerca del borde que aflora, todavía no son recuerdos de antaño, como las tragedias vividas y las luchas que has tenido que afrontar. Estos recuerdos están demasiado frescos, y su mirada te despierta todo el torrente de dolor, pero ellos no son eso, ni ellas tampoco, es injusto recordar eso, que sí fue lo que viviste, pero también viviste actos de valentía y generosidad, muchos, cientos, miles. Ese final en el que tú estuviste a su lado no es lo que ellos y ellas han sido. Fueron grandes personas, que tenían hermosas familias, lazos de amor que nunca se romperán, emociones fuertes que crearon y que no desaparecieron esa noche, se fue el cuerpo quedó el poso de todo el bien que hicieron, sus hijos luchan y siguen caminando, lloran sí, un final tan triste e injusto, pero el final no es el recorrido, no lo es. Son luces que siempre iluminarán tu camino.

Isolina Cerdá

domingo, 1 de agosto de 2021

Lo sé

 


   Acabo de tener el impulso de escribir de nuevo. Y estoy emocionada, sí, el simple hecho de sentir esa necesidad, esas ganas de compartir mis reflexiones, sobre todo cuando no hace tanto que escribí, ayer sin ir más lejos, pero es que he estado tantos meses ahogándome, sintiendo que flotaba sí, gracias a mi ángel blanco y gracias a mi familia y amigos, pero no sería sincera si no reconociera que de vez en cuando mi cuerpo se hundía y yo tragaba agua, no agua cristalina, estaba llena de tierra, barro, sentía cómo dentro de mí se iba metiendo ese lodo, y por más que quería expulsarlo no siempre lo lograba, no tenía impulso ni para pedir ayuda, la recibía por la intuición sabia de los demás, por la paciencia infinita de los que están cerca. Y podía parecer que mi vida avanzaba, que la lesión iba mejorando, pero esa sensación de ahogo, ese hundimiento silencioso, estaban ahí, persistentes, insistiendo en volver a hundirme una y otra vez, en hacerme tragar más y más lodo. 

    Un día me encontré con una amiga sabia, una persona de esas que son capaces de ver más allá, que trascienden y quieren ayudar al mundo porque son conscientes de sus necesidades. Acababa de comprar en el supermercado, justo cuando salía del ascensor ella se disponía a entrar y nos vimos, nos alejamos un poco de la puerta del montacargas que no dejaba de abrirse y cerrarse con más y más gente que salía y entraba con carros llenos y vacíos. Nos pusimos al día del transcurrir de nuestras respectivas vidas, ahí no sueles hablar del lodo tragado, ni de los momentos en los que sentías que tu cuerpo era una carga terrible que apenas podías mover, ni hacia delante ni hacia atrás. Recuerdo que sí hablamos de las dificultades vitales respectivas, de que no cabía la palabra rendirse, que debíamos seguir hacia delante. Te hundirás, sí, seguro que en algún momento lo harás, pero saldrás, tienes que salir, no te queda otra. Salió el tema del suicidio, no porque yo lo insinuara, ni ella, sino porque es un tema en el que ella está trabajando. Como a mí me gusta escribir, siempre por impulso la verdad, sentí que algo debía escribir al respecto. Ella en alguna ocasión ya me lo sugirió, hace años, esta vez no hizo ninguna referencia para animarme a ello, sin embargo, por alguna razón sentí que algo saldría. Supongo que estaba relacionado con el lodo, esa sensación, ese ahogo, esa falta de impulso hasta para emitir un sonido con el que pedir ayuda, para gritar. 

    Ahora mismo el impulso definitivo ha venido de una amiga que también escribe y que me ha dado las gracias por escribir el texto "Viva", gracias a ese "gracias" surge este "Lo sé". El lodo tragado hace que pueda ser capaz de escribir sobre esa sensación, supongo que el paso siguiente sería que ese peso de tierra en los pulmones, en la sangre, en el alma te pueda arrastrar hasta el fondo. Y que todo acabe como empezó con un grito brusco de alguien que te amaba hasta la médula. Las personas que leerán este texto serán personas que me quieren, personas que también han estado al borde, algunas habrán tragado lodo espeso, sin embargo salieron, consiguieron flotar, acercarse a la orilla, tocar la hierba, sentir nuevamente los rayos del sol acariciando el cuerpo, todo el cuerpo, felices nuevamente. Es por eso, desde el peso sentido, ya estoy más ligera, puedo escribir, tengo impulso, pero desde ese peso, como decía, ese que te arrastraba a rozar las algas del fondo, a encontrarte con barcos hundidos llenos de óxido, te digo que lo sé. Sé que puede parecer que no saldrás, porque no viene de afuera sino de dentro. El lodo lo creas tú, tu mente, esa sensación oscura, algo físico, que se siente en el alma y en la razón, pero es algo que muchas veces trasciende, no se puede controlar, hay que tener hilos de amarre, normalmente ese nivel dura un tiempo limitado, pasará, pasará. Te encontrarás mejor, o se encontrará mejor. La sabiduría es no rendirse, buscar algo que te mantenga viva o vivo, amar la vida, pensar en positivo, mezclar el lodo con cemento y construir una casa nueva en la que tú seas la luz, en la que te vuelvas a conceder pequeños placeres, no necesitas más. Todos debemos estar pendientes, hay muchas personas envueltas en lodo, abramos grifos de amor infinito y acabemos con él.


Isolina Cerdá






sábado, 31 de julio de 2021

Viva

    



    Estás viva, lo peor que podría pasar sería que no hubiera impulso, lo hay, así que tranquila. En ocasiones no tengo ganas de nada, como si no tuviera fuerza, o más bien ganas, falta de ánimo. Un poto, un poto en la cabeza y a empezar a saltar de gozo creativo. No estás muerta, es así, dentro de ti, de mí, está ella, la inspiración loca, pero controlada, control, no, fuera, lejos por un instante. El control no siempre es bueno, limita, a veces, por exceso de hilos de una conciencia herida. ¿Herida por quién?

     La vida, la vida es una putada. 

    Si respiras, si puedes seguir caminando, haciendo cosas, puedes seguir creando, tal vez imaginando una historia falsa, mejor o peor, con sentido, o no. Estás viva, viva, viva. 

    Imagina. Abrir la puerta y ver más allá de tu mundo, todo adquiere otro color, otro aroma, otra temperatura. En medio de todo eso, tú y tu carga. Suéltala. Ahora con esa ligereza respira. Si consigues liberarte de ese peso solo por un instante serás capaz de apreciar lo importante de encontrar a esa persona ligera, libre, que respira. Ser consciente para poder ser libre. Esa mente nuestra poderosa para ayudar a los demás también nos puede salvar a nosotros mismos, el poder de salvación está en nosotros. Como todos los que se fueron y pensamos que habíamos perdido. 

    Respira, estás viva. 


Isolina Cerdá 

martes, 22 de junio de 2021

Rafitet

 



    Si tuviera que describir a mi amigo fundamentalmente utilizaría dos palabras: respetuoso y bromista. Son dos cualidades, además de muchas otras que tiene Rafa que lo hacen único. Él es celador, de esos que siempre ven el lado positivo, que  atienden a los pacientes con delicadeza, con respeto máximo, con la tonicidad adecuada, una buena persona que no va a alterar a nadie, que nunca se desvía del camino de la corrección por más que la situación pudiera llevarte a ello. Lo cierto es que la mayoría de las personas que están ingresadas en un hospital son agradecidas y tratan al personal con respeto, pero de vez en cuando has de tratar con personas cuyas formas y actitudes requieren una alta dosis de paciencia y contención. Pues bien, aquel día ambos fuimos sufridores de un comportamiento inadecuado, era un hombre violento y que hablaba de un modo desafiante y agresivo, cuestionaba todas las acciones, e incluso se atrevía a reprochar la experiencia de Rafa. Mi compañero y yo nos mirábamos y asumimos que se debía hacer el trabajo sin contribuir ni dar la más mínima oportunidad a que ese personaje encontrara un motivo para que diera rienda suelta al monstruo que claramente llevaba dentro. Conseguimos ingresar al paciente en su habitación sin que sus actitudes e improperios modificaran la ruta de nuestra labor.

    Rafa es correcto e increíblemente bromista, seguro que todo aquel que lo conozca tiene alguna anécdota graciosa que ha vivido con él. Porque este hombre es de los que piensa que es mejor echarle humor a la vida, y optar por reírte, siempre que puedas elegir entre reír o llorar. ¿Y qué puedo decir al respecto? Pues que es todo un acierto, una fabulosa visión de la vida, sonríele y ella te sonreirá. Haberte conocido es un regalo querido amigo.
    
    Y es que Rafa es amigo de sus amigos, y tiene un montón de amigas y amigos con los que le gusta disfrutar, en el fútbol con su Atlético de Madrid, a la sombra de un buen menú, entre montones de personas saltando en pleno concierto al ritmo de una buena banda de rock, ojalá se pueda volver a disfrutar después de esta pandemia. Y es que Rafa es uno de los guerreros que se ha enfrentado al virus en pleno escenario bélico, y aunque se contagió, tras recuperarse volvió con más fuerza. Gracias valiente.
Yo siempre he pensado que de no ser celador habría sido un gran director de cine independiente con toques de humor inteligente. Memorables sus creaciones audiovisuales, sus sketches increíbles. 

    Se agradece mucho tener un compañero de trabajo que sea capaz de sacarte unas cuantas risas.  Y ese es Rafitet. Gracias por ser así, por despertar sonrisas, por crear imágenes divertidas en las mentes de todos, por ayudarnos a salir de vez en cuando de la cotidianidad. Gracias por ayudarme a ver esa empanada voladora que tú y yo sabemos, y hacerme reír como una enana. 

    No cambies querido, se te quiere.

Isolina Cerdá Casado


miércoles, 9 de junio de 2021

Casas con flores y peces que nadan contracorriente y casi se ahogan

 La vida es un camino de aprendizajes. Miles, todos los días aprendes cosas nuevas, y te das cuenta de que las cosas muchas veces pasan por algo, algo que vendrá después y te contará al oído porqué tuviste que pasar por eso.

   Pero no siempre, es verdad, hay cosas que no se explican, hechos durísimos, pérdidas injustificables, imposibles, golpes en el alma, roturas enormes, caídas al vacío... Es entonces cuando todo se tambalea y llueven preguntas imposibles de responder,  no tendrás más remedio que seguir caminando como si fueras un muerto viviente, eso parecerá y eso sentirás, como si caminaras a la fuerza con todo el peso del universo, te dejas llevar, quieres ser llevada. 

    Más tarde o más pronto encontrarás un camino, una puerta abierta, una mirada, algo que te ayudará a seguir con esa pesada carga. Aunque solo sea la misma corriente que arrastra restos de algas desprendidas. Y te conviertes en un pez, uno de colores que mira de reojo al resto de peces del océano, aunque ya no te importan los colores solo la fuerza de la corriente. 



    En cualquier caso la vida fluye a pesar de todo, y hay que dejarla fluir, para poder llegar a ese refugio, tuyo, íntimo y personal, en el que eres capaz de encontrar la paz. Esa casita llena de ti, en la que fluyen los pensamientos positivos, con puertas y ventanas de madera, rodeada de flores y naturaleza, una casa en un árbol,  ahí te esperan los sueños, los que siempre te han sido fieles, aun cuando todo se derrumbó e hizo desaparecer el oxígeno, ellos siguieron contigo. Y ellos te sacaron. Y ellos siguen abrigando tu mirada. Camina...



viernes, 4 de junio de 2021

Ángel blanco

 





    Caminaba con dificultad, tal vez había estado durante demasiado tiempo sin respirar, sin ser consciente de la intensidad, del estrés circundante, de la mente cargada de sacos de cemento, presionada, al borde...

    Me encontraba en un momento absolutamente oscuro, me costaba dar un paso, horrores, parecía como si al levantar el pie tuviera que cargar con el peso del universo, me sentía sola, no lo estaba en realidad pero era como si la vida se hubiera convertido en un túnel oscuro y lleno de barro pegajoso adherido a las extremidades de mi cuerpo.

    Era solo una muñeca, no era ni la primera ni la última muñeca rota, el cuerpo finito del ser humano tenía esas cosas, a veces se rompía por un extremo, o todo entero. Yo sentía que estaba rota, toda yo, tal vez porque ya lo estaba un poco antes, posiblemente, la caída casual fue la gota que colmó el vaso, y así fue como se produjo en mí esa fractura de alta energía. ¿Pero de dónde procedía esa energía? ¿Era posible que el estrés de vida que llevaba fuera causante o tuviera alguna responsabilidad en semejante fractura?

    Ella me lo dijo, tal vez, tal vez tuvieras que parar, puede ser que el universo creyera que en ese momento era mejor frenar de golpe. Y frené, frenó todo, paré de golpe, con un golpe de alta energía, tanto fue así que empecé a sentir que mi cuerpo se iba derritiendo, mi creatividad, el impulso de hacer cosas, es verdad que muchas cosas no las podía hacer, pero otras ni si quiera las intentaba. De verdad sentí que no iba a ser capaz de salir de ese pozo en el que sin saber cómo había caído. Escuchaba las voces, todas ellas me decían que yo podía, todas me transmitían energía, positividad, pero yo veía mi muñeca, ella me recordaba que no estaba bien, y cada vez iba escuchando las voces más lejos, incluso aunque me susurraran al oído, yo asentía e intentaba aparentar cierto bienestar, de qué servía que vieran esas gotas de tristeza y oscuridad. Me desahogaba, les contaba, pero aún así el peso de la oscuridad lo sentía en silencio.

     Entonces llegó ella, llegó porque tenía que llegar, tal vez el mismo universo creyó que era bueno para mí, y cuando supo de mí algo le llegó de esa energía y sintió que debía ayudarme, sin más, porque su acto iba a hacer que el mundo fuera mejor, hacer algo bueno por alguien sin esperar nada a cambio. Así llegó mi ángel, el que a través de sus manos era capaz de sentir ese golpe brutal, el que me acogió en su regazo, con esa especie de impulso de amor maternal que se siente cuando se recoge a un animalito herido, y le das calor, y lo acoges en tu casa, y sientes que lo puedes ayudar para que coja fuerzas y pueda volver con su familia, tal vez se cayó del nido, tal vez fue atropellado, o se perdió, o cruzó una calle y sufrió un atropello que lo dejó mal herido... Tú fuiste, lo recogiste del suelo, tú sabías que apenas podía caminar, sabías que podía romperse del todo y decidiste rescatarlo, de sí mismo, de su propio verdugo, de las cadenas invisibles que le impedían caminar, del dolor.

   Entonces cogiste esa manita rota, y empezaste a trabajar con ella, a movilizar, a dirigir la energía, a acariciar el alma con esos consejos sabios y llenos de luz porque salían directamente del corazón. Recuerdo esos primeros días, cuando mis ojos se encharcaban con una facilidad abrumadora, y tú insistías en ayudar también al alma, y la calmabas, y le hacías ver que debía cuidarse, que debía atreverse, que podía seguir caminando. Fui saliendo del pozo, y ahora estoy más convencida que nunca de que podré recuperarme del todo, gracias a ti. He vuelto a sacar a Leia a pasear, me he enfrentado al miedo y estoy escribiendo en el ordenador, con ambas manos, con todos los dedos pulsando en su posición correspondiente. Y hoy he tenido el impulso de agradecer al universo el hecho de que me haya cruzado contigo porque nunca una mano amiga ha sido tan necesaria. Un ángel blanco, una buena persona, un hada de los bosques en medio de un mundo que se tambalea, una profesional que no solo ayuda a movilizar el cuerpo y a encaminarlo en su curación, sino que lo trata como un ser holístico, equilibrando energías, arrullando almas.

    Gracias por tu saber hacer, por tu generosidad, por tu sonrisa.


Isolina Cerdá Casado

lunes, 22 de marzo de 2021

Para Sergio, un valenciano instalado en La Latina


    Debido a la rotura de radio escribo pulsando las teclas con una sola mano y prácticamente manejando tres dedos que van de un lado al otro del teclado saltándose todas las normas mecanográficas habidas y por haber. Una no es consciente del verdadero valor de la salud hasta que se tuerce. La lentitud me obliga a escribir pausadamente y hoy precisamente agradezco a una persona muy especial el impulso para escribir y el poder hacerlo con entusiasmo.

     Si tuviera que describirlo en una actividad cotidiana lo haría en el trabajo, con su uniforme blanco, su pelo peinadito, su caminar característico... No por afligirle una pena sino porque Sergio, el valenciano, adora su trabajo, lo he visto muchas veces entrando en una sala de las Urgencias con esa energía tan característica suya, en la que uno sabe que ha entrado un torbellino que le va a transmitir al paciente ese impulso suyo de seguir hacia delante y no rendirse. He sido testigo de su amigabilidad, recuerdo aquel día que subíamos para ingresar a una señora en cama y el valenciano no hacía más que conversar con simpatía con aquella mujer que pasó de un estado anímico bajo a quedar en la habitación esbozando una sonrisa enorme porque la conversación de una operación inminente derivó en otros temas, haciendo que por unos minutos la mente de aquella señora se alejara de la preocupación y se desviara hacia algo tan simple como los ingredientes de una paella espectacular que el valenciano describió con cariño. Eso vale mucho en un hospital, el trabajo desempeñado con simpatía, cariño y amabilidad. Si tuviera que ponerlo como ejemplo de algo, que ni él busca ni yo pretendo, sería el de la superación y su tan importante lema: "siempre positivo". Todos nos hemos visto, llegados a una edad, en situaciones complicadas de salud, a veces siendo jóvenes, él luchó y luchará valientemente. Superación de pérdidas importantes, pilares de vida, que ahora lo iluminan con orgullo desde lo más alto del cielo. Y de pronto te lo puedes encontrar allí, sentado en una mesa de un bar de la Latina compartiendo unas risas con su amiga de batallas, lo que pasó en las Urgencias se queda en las Urgencias, y en la mirada, y en el corazón, y en esa tristeza infinita de haber sido testigos de aquel escenario bélico, ¡que no venga la cuarta por favor!

    Y tú puedes ver simplemente a un hombre sentado con una mujer mientras charlan alegremente, pero ese hombre representa mucho más, es un hombre que ha alcanzado un sueño, un trabajo que adora y vivir en La Latina, y no deja de luchar por mantenerlo y seguir alcanzando nuevas metas. No es un simple hombre, nadie lo es, es un valenciano en el barrio de La Latina, es un buen hijo, es un luchador, es un amigo de esos que agradeces tener. Y hoy es su cumpleaños, y yo brindo por él, por los luchadores como él, por los que tratan de cambiar el pensamiento hacia lo positivo, hacia la energía constructiva. 


    Me pediste un texto, yo te doy un pensamiento y te mando un regalo en forma de letras que giran alrededor de ti, del celador valenciano de las Urgencias de la Paz, cuyo apoyo y amistad han sido como una caricia de energía que agradeceré siempre. Felicidades Sergio, y que cumplas muchos muchos más.


Isolina Cerdá

viernes, 5 de febrero de 2021

Rosa, la guerrera del norte.



  Ayer falleció Rosa, nos dejó, se fue prácticamente sin avisar, tal vez para que no intentáramos retenerla. Ella siempre fue un alma libre, y muy, muy valiente. Hace más de cincuenta años hizo su primer viaje a tierras alemanas, se fue a trabajar, a cambiar su vida, fue una más de esas emigrantes gallegas que se la jugaron, que arriesgaron la tranquilidad previsible de una aldea de Ourense para embarcarse en una aventura que determinaría el rumbo de su vida. 

    Mi recuerdo de Rosa, el recuerdo de su esencia quiero decir, es el de la mujer enérgica, la gallega fuerte y luchadora, cuya robustez no solo estaba en ese físico fuerte y enérgico que la acompañó sino que trascendía más allá de lo físico para llegar a lo espiritual y ser revelado en un carácter de peso. Esa energía que quiero plasmar aquí es muy parecida a la que tenía su hermana Carmen, esa fortaleza que te está diciendo que no te puedes rendir, tú tampoco, que la lucha de ella es una lucha de mujer de aldea, en la que la actitud estaba rebozada por una sonrisa afable que te ofrecía una copita de licor café para quemar a las neuronas ralentizantes, las que impedían que el resto de las conexiones funcionaran. 

    Esa esencia de Rosa es la que me viene a la cabeza al recordarla, y hoy al pensar en su marcha pienso también en esa energía que entraba en casa cuando ella venía, o la que pululaba alrededor de la mesa en la que las amigas compartían unas larguísimas partidas de chinchón. Me las imagino, a mi madre y a ella, repartiendo las cartas celestiales, bueno, o charlando de sus batallas, o viendo sus respectivas vidas como una película en la que ellas fueron las estrellas de la alfombra roja.

    Gracias a la guerrera del norte yo estoy aquí hoy, sí, de esos hilos conductores que fueron determinantes, el efecto de sus alas de mariposa libre determinó que hoy yo esté aquí, es una bonita historia... En Alemania conoció a Manuel, allí decidieron casarse, no sé si antes, después, el caso es que Rosa era de A Touza, una aldea de Ourense, mientras que Manuel era de Crevillent, un pueblo de Alicante. Mi padre, Joaquín, de Crevillent, acompañó a su primo en el casamiento y fue el padrino de boda, el representante crevillentino de la familia de Manuel. Aquella boda trajo otra boda, la de mi madre Isolina con Joaquín. Y así fue como Isolina, otra gallega de la aldea vecina, Laiantes de arriba, acabó viviendo también en Crevillent. La boda de Isolina y Joaquín trajo otra boda, la de Martín, gallego de pura cepa, y Conchi, crevillentina preciosa y fina. Así fue como Crevillent se convirtió en un pueblo que acogió otros tantos emparejamientos en los que se entremezclaría la sangre levantina con la galaica, apareciendo una nueva especie que algún día estudiarán los historiadores, bueno, o simplemente será anecdótico para muchos y, sin duda, algo muy especial para otros.

    Pero bueno, este escrito es para Rosa, y para sus hijos, y para su marido. Ella siempre estará con nosotros. En sus últimos meses de vida apenas podía moverse, ella, que caminaba kilómetros sin agotarse, ella que había sido una mujer con un físico que siempre la acompañó en sus batallas. Recuerdo cuando me dijo, fue antes de esas caídas y de terminar en silla de ruedas, me dijo: "Soli, este cuerpo ya no es el que era. Anda que no he caminado yo sin cansarme, siempre fuerte, y ahora..." Cuando me decía eso, yo pensaba en su aventura, la de Alemania primero, sin móviles, apenas sin teléfonos, irte así, con una maleta cargada de ilusiones, desoyendo a los miedos, caminando fuerte por tierras desconocidas...Y después aventurarse a vivir en otra zona de España muy distinta a la tuya de origen, abriéndose paso y abriendo camino a su vez a otras personas que llegarían después.

    Gracias Rosa por tu valentía, por tu energía, por el cariño que siempre me has mostrado, por ser una guerrera que no tuvo miedo a adentrarse en mundos desconocidos, gracias por esos consejos que alguna vez me diste. Cuando te vi este verano empezabas a tener problemas de memoria, tenías lapsus, a mí me conociste, aun con mascarilla, y me sonreíste, sonreíste mucho aquel pequeño ratito de reencuentro casi fugaz, en el que ni nos tocamos por el dichoso virus. Siento que esta pandemia nos haya privado de verte algún ratito más y de despedirte estando al lado de los tuyos. Lo hago desde la distancia pero con el mismo amor y cariño hacia ti y que siempre estará en mi corazón. Ahora tú eres una luz más que ilumina a mi alma en esta vida de amor y de tragedia, de luces y de sombras, de guerra y de paz.

Con todo mi cariño,

Soli.


viernes, 29 de enero de 2021

Segismunda y Gumersinda. Secuela de "La mosca". Breve texto inspirado por Bibi.

   https://anchor.fm/isolina0/episodes/La-venganza-de-Segismunda-y-Gumersinda-epl917


  Segismunda y Gumersinda eran dos compañeras de viaje, bueno, digamos mas bien que la vida las llevó a estar juntas durante un período de tiempo. Segismunda era una araña muy maja que se había establecido en una esquina del hospital, situada en un pasillo cercana al mortuorio. la mosca Gumersinda llegó hasta allí en busca de su prima, por lo visto había sufrido graves quemaduras de café con leche muy caliente, Gumersinda que adoraba a su prima decidió no darla por perdida y se fue a buscarla a uno de los hospitales de referencia como era el Hospital La Paz de Madrid. El accidente de la prima había tenido lugar en un domicilio particular situado en Leganés perteneciente a una trabajadora de dicho hospital. Al haber sido causante de dicho accidente Gumersinda confiando en el civismo y la cordura humana consideró que la dueña de la casa habría podido llevar a su prima a la planta cuarta de quemados situada en el edificio de traumatología. Está claro que Gumersinda no era conocedora totalmente de la historia de su prima, así como de lo cojonera que podía llegar a ser. Obviando totalmente la posibilidad de que su prima hubiera ido a parar directamente al cubo de la basura. La cuestión es que tras recorrer todo el hospital y casi esperando una ultima posibilidad de reencuentro con lo que quedara del cuerpo de su familiar, Gumersinda se fue buscando el mortuorio. Simplemente tuvo que seguir a un par de celadores que llevaban una camilla con lo que debía ser un cuerpo inerte, vamos un éxitus, y allí investigar si las moscas también llegaban a hospedarse transitoriamente en las cámaras frigoríficas. 

    Una vez que llegó al mortuorio se quedó por allí rondando para investigar. Vamos que se echó unos vuelos mosquiles tanteando el territorio y los diferentes accesos. En esos vuelos escuchó una voz procedente de una atareada arañita que mientras tejía y tejía iba recitando una extraña mezcla de "La vida es sueño" y "Hamlet", al parecer Segismunda había sido actriz de teatro y de vez en cuando se metía en el papel de algún personaje para darle sentido a una vida que nada tenía que ver con su sueño de multitudes, escenarios y grandes trajes que cubrieran sus largas y numerosas piernas. 

    "Ser o no ser, he ahí la cuestión, en esta vida amargada y triste, de altos muros, donde la libertad queda restringida por la más absoluta oscuridad. Qué puede haber más duro que ver una y otra vez el mismo muro. Si tan larga y pesada vida espero, y tengo, que muero porque no muero. A caso no es más feliz una mosca incluso en una vida hostil. No debo pensar que esto es el fin, las cadenas que me amarran salen de mi propia piel. Y si ellos son felices, aunque lleven camillas tristes...¿No debo ser yo un poco mejor y vivir con ilusión? No te amargues querida Segismunda, porque tal vez esto sea un sueño y los sueños, sueños son".

   "¡Bravo! ¡Bravo!- Arrancó gritando Gumersinda a la vez que aplaudía emocionada. "¡Fantástico monólogo, Segismunda! ¿Qué haces aquí en vez de estar en un teatro maravilloso recitando algo tan hermoso?..."


    Así fue como Segismunda y Gumersinda  iniciaron su relación, una deseando actuar y la otra adorando ver esas maravillosas obras que la trasladaran a otros tiempos y otras vidas. Gumersinda le contó a Segismunda toda esa vorágine de idas y venidas por el hospital buscando a su prima, le contó que deseaba establecerse en algún lugar porque se había dado cuenta de que en aquel mortuorio jamás encontraría el cuerpo de su prima, ya que los cuerpos que traían los celadores eran enormes, gigantes, tal vez algún día pudiera ver el cuerpo de la asesina de su prima, sería tal vez lo único que podría traerle algo de paz, en el Hospital La Paz. Segismunda la tranquilizó, e hizo ver a Gumersinda que la mejor venganza sería seguir molestando terriblemente a la susodicha asesina de moscas cojoneras, convenciéndola para esperarla allí, ya que por lo visto era celadora, y en el momento que la viera se pegara a su oreja y la estuviera fastidiando hasta el resto de sus días. Así mismo, y ante la admiración demostrada por Gumersinda hacia la araña Segismunda, ésta le prometió que jamás se la comería, y que podrían convivir juntas en esa esquina hasta que llegara el momento de la venganza. 

    "Calla, calla, que viene alguien...Voy a seguir tejiendo".


    Bibi había llegado al mortuorio con mucho tiempo de antelación. Esperando a que llegaran los celadores para guardar el éxitus hasta que vinieran los de la funeraria, estuvo mirando ensimismada cómo una araña de patas larguísimas tejía increíblemente una telaraña. Se dio cuenta de que una mosca estaba volando por allí cerca. La telaraña estaba maravillosamente elaborada, y se preguntó si sería capaz de atrapar a aquella mosca. Entonces le vino a la cabeza una idea, seguramente si viera esto Isolina tal vez haría uno de sus textos, como aquel de la mosca cojonera en la que un café con leche ardiendo acababa con el dichoso aleuródido, jiji.


Isolina Cerdá Casado

domingo, 17 de enero de 2021

48 deseos

https://anchor.fm/isolina0/episodes/48-deseos--texto-de-Isolina-Cerd-y-msica-de-Martinjn-de-Boer-NiGiG-ep5um8


 Ayer fue mi cumpleaños, cumplí cuarenta y ocho años. No me atrevo a decir que es un bonito número y que me gusta mucho. Y todo porque el año dos mil veinte también me parecía un buen año recién estrenado, aún con la copa de sidra en la mano, y sin embargo...

He vivido, yo solo sé que he vivido, y que quiero seguir viviendo. Me gustaría que este número fuera significativo y especial, que fuera un año de grandes logros para todos, pero ya el inicio fue distinto. 

Aunque en ocasiones basta con desearlo... 

Deseo que seas feliz, tú que estás leyendo esto, deseo que asomada a la ventana respires profundo y sientas que estás donde querías estar. 

Deseo que esto que nos perturba a todos desaparezca pronto, que se vaya, con vacuna, con sentido común, con una estrategia coherente, pero que nos deje seguir caminando. 

Deseo verte pronto, que todo aquel que tenga ese deseo lo pueda llevar a cabo y sin peligro, que no haya prohibiciones porque ya no esté el innombrable. Que podamos abrazarnos, reírnos sentados en la misma mesa sin necesidad de una mascarilla... Y vernos la sonrisa, el gesto completo, el alma abierta. 

Deseo correr por el parque sintiéndome libre y con impulso, y con ganas, muchas ganas. Deseo cuidarme, que te cuides, que se cuide, que le cuiden y deseo cuidarte hasta el dedo más lejano de tu pie. 

Deseo sonreír con ganas y con fuerza. Y que no sea algo extraordinario, ni extraño ni infrecuente, que me harte hasta rebosar por los poros de la piel la alegría sobrante, que hasta pueda regalar kilo y medio de risas a las finas hierbas y bañadas en champán o vino tinto.

Deseo bailar pegada a un colchón de abrazos frescos y achuchones llenos de amor y alguno también de deseo loco y sin razón. 

Deseo escribir un cuento alegre que al ser leído revuelva el alma y llene de sentido emociones convulsas, que yo me convulsione, que tú te convulsiones, que él se convulsione... De la locura emocional enriquecedora y loca del amor profundo por la vida.

Deseo que no te canses, de seguir queriendo explorar mi cuerpo, y el cuerpo de la montaña verde o el del campo beige, y el de aquella ensoñación que tuvimos juntos aquel día azul de invierno gris.

Deseo que me cantes con los ojos, y escucharte con mi boca y sentir que me escuchas con tu piel y me oyes con tus manos. 

Deseo sentirme viva, y que tú te sientas viva y que él se sienta vivo, y que de tanto sentirnos vivos tengamos que gritarlo, al pie de la montaña, en lo alto de una cascada, en medio de un jardín lleno de flores de mil colores. 

Deseo que tengas salud, y fuerza para luchar y que no te rindas para recuperarla si es que estás en medio de un camino helado lleno de tubos por todos lados. 

Deseo que aunque no haya nadie más, nunca te sientas solo, ni sola, ni blanco ni negro, que simplemente sepas que tú siempre estarás contigo. Y él, y ella, y ellos, y ellas, pero sobretodo tú contigo mismo. 

Deseo que tengas fuerza y fortaleza, para cerrar puertas, para adentrarte por caminos nuevos, para lanzarte por toboganes  de arcoiris sin miedo y sin necesitar impulsos externos a tu cuerpo ardiente de oro negro. 

Deseo que quieras jugar a la comba, o al pilla pilla, o al escondite inglés, aunque tengas cuarenta, ochenta o dieciséis.

Deseo que duermas bien, que no te duela el cuerpo, ni el alma, ni el peroné, que tu cabeza se adapte bien hasta en una almohada de papel. 

Ayer fueron cuarenta y ocho, y en un vaivén serán otros tantos más. La cuestión es que de momento será mejor caminar y no darle demasiadas vueltas a cómo narices llegué a esta edad casi sin darme cuenta ni de respirar. 

Isolina Cerdá Casado 



martes, 12 de enero de 2021

Acerca de la emoción producida por la iniciativa SOS 4X4 RESCATE

 




Ayer por la tarde, cerca de las siete de la tarde algo pasó que me hizo gestar este texto. El sábado 9 de enero tuve las primeras noticias de la existencia de esta iniciativa para ayudar a las personas que necesitaran desplazarse a los hospitales, tanto pacientes como sanitarios. Una amiga escribió sobre lo orgullosa que se sentía de que su marido estuviera colaborando con ellos. El viernes por la tarde fui una de las afortunadas que pudo llegar a casa tras la jornada de trabajo ya que todavía funcionaba la línea 10 de metro que me permitió llegar a Leganés desde el Hospital La Paz sin demasiados problemas. El problema lo tuvieron compañeros dependiendo del lugar de origen y destino desde el mismo viernes por la noche. Muchos dejaron el coche y se fueron en metro, otros se tuvieron que quedar a doblar porque no había forma de salir del hospital con el transporte que necesitaban para llegar a sus casas. El problema gordo fue a partir del sábado tras la gran nevada y las bajísimas temperaturas, ya no había ni metro, línea 10 cortada en el tramo que enlazaba con las poblaciones del sur de Madrid. Bueno, y muchos problemas sin Cercanías, sin coches, las carreteras como estaban...un largo etcétera. 

La cuestión es que mi amiga habla de SOS 4X4, y yo me emociono; veo imágenes de personas anónimas con su vehículo que se suman a esta iniciativa, y yo me emociono; compañeras del hospital agradecen a través de las redes la maravillosa actuación de estos ángeles gracias a los cuales consiguen llegar el domingo y el lunes a sus puestos de trabajo, yo sigo emocionándome. Y ayer, ayer en la Urgencia del Hospital La Paz, a eso de las siete de la tarde llegan dos personas que acaban de traer a un matrimonio que tenía que venir al hospital se ofrecen para llevarse a gente que lo necesite en el viaje de vuelta, y yo me vuelvo a emocionar, trato de disimular las lágrimas emocionadas, bendita mascarilla que en este caso me permite disimular el llanto emocionado. Entonces vi a mi encargada, que les orientó para que dos pacientes de diálisis pudieran irse a casa con ellos, se acercó a una de mis compañeras y le dijo que se tenía que ausentar un momento, yo la observé por el rabillo del ojo, acercaba una mano a los ojos mientras desaparecía de la puerta de la urgencia, observé que algo le había pasado e intuí que también ella se había emocionado. Cosa que me confirmó después. Ahí fue cuando sentí este impulso y la necesidad de escribir sobre ello. 

Y es que estas personas con esa iniciativa absolutamente altruista nos han emocionado a todos, porque han sido la esperanza cuando las ambulancias no podían abarcar todo y muchas no podían circular, cuando los taxis tampoco lo podían hacer, cuando no había posibilidad para muchos de desplazarse, ellos han ayudado, han sido héroes, porque ponían en riesgo sus vehículos, su propia integridad física para ayudar, sin más, sin más rendimiento que un agradecimiento sincero. Hoy he sabido que han sufrido agresiones e incluso personas que han abusado de su generosidad. Siempre hay una excepción que confirma la regla, y la regla en este caso es el agradecimiento por haber estado cuando se les ha necesitado, sin más, por habernos dado esperanza de que no siempre se hacen las cosas por dinero, muchas veces el ser humano saca a pasear su lado más noble y hace que el resto de las personas reconozcamos esa cualidad y volvamos a creer en ella. Creo que es eso, esa sensación de volver a creer en las personas buenas, de sentir que hay esperanza después de todo. De ser consciente de que ese impulso lo tuvieron personas que eligieron salir de sus casas e ir a ayudar, no porque es tu trabajo sino porque es una responsabilidad que asumes solo porque puedes y sin ninguna duda eres una buena persona. 

Así que mil gracias por hacernos creer en que los héroes anónimos existen y que cuando parece que todo está a punto de reventar o irse al garete, llega alguien con buen corazón y te ofrece su mano para que sigas caminando, y entonces darte cuenta de que merece la pena el esfuerzo, venceremos porque como dijo mi amiga Laura: "Entre todos salimos mejor de los problemas". 

Isolina Cerdá Casado

viernes, 1 de enero de 2021

Confidencias de una silla

 


Ay, déjame que descanse un poco, acabo de sacar a un señor que debía pesar más de cien kilos, sé que para ti eso no es nada, eres joven y me atrevería a decir bella y voluntariosa. Pero en mi caso hasta me chirrían las ruedas según el peso del paciente. Ahora también te digo que no me voy a retirar por voluntad propia, aguantaré hasta que me dejen las juntas metálicas, bueno y el ánimo, también te digo que tal y como ha sido el año 2020 no sé si podría soportar otro año igual. Sí, es verdad que empezamos un año nuevo y que no pinta muy bien, me da a mí que la tercera ola está en pleno arranque, yo no quiero ser pesimista amiga pero tú sabes tanto como yo lo que pasó en este hospital. Y si volviéramos al mismo nivel... Uf, no creo que lo pudiera soportar. Y eso que yo soy bastante resistente e intento no empatizar pero te digo yo que la celadora que me lleva y me trae, esa, no sé... Es muy blanda, o muy dura, no sabría decir, un día iba empujándome y hablaba con el paciente, el paciente no la veía, pero ella lloraba, lo sé porque me soltó en un momento mientras esperaba el ascensor y con un pañuelo secó sus lágrimas. Por lo visto el señor ingresaba en planta, había perdido a su mujer un día antes por esa dichosa enfermedad que aún era casi una desconocida. Aquello solo fue el principio. Cuando lo del gimnasio convertido en una sala gigante de preingreso por Covid. Ahí trabajamos muchísimo, subiendo a los pacientes que podían subir sentados a planta desde la Urgencia. Nunca he estado en una guerra pero yo creo que lo más parecido a un campo de batalla se libró en los hospitales, aunque tengo una prima que estuvo en una residencia y el trauma fue casi peor, ella decía que en su residencia entró el virus y poco faltó para que se llevara a todos los residentes. Sé que prefieres que no te cuente nada, pero es que por la noche me vienen ciertas imágenes y siento que de alguna manera quedan cosas por decir, será esta sensación algo parecido a un trauma, puede ser, ¿no crees Azulina? Ya sé que trabajo en un hospital y que debería asumir que estas cosas pasan, pero te voy a decir una cosa, esto que ha pasado en el 2020 no es normal, ha sido algo terrible y por tanto si escarbas un poco vas a encontrar algo que no te gustará, porque es parecido al lodo, arenas movedizas en las que no hay ramas a las que asirse. Lo sé por esa pobre que me empuja, parece que está bien, como si fuera posible haber estado aquí en aquel tiempo y no verse afectado, son seres sensibles, pobres, hacían como que eran fuertes e incorruptibles por el dolor ajeno, pero no hacía falta nada más que escarbar, ahí aparecían los ríos de lava arrastrando gritos silenciosos, miradas apagadas, cuerpos vacíos de vida, y aquella sucesión de camillas con sudarios cubiertos por sábanas blancas de limpieza, cariño y soledad. ¿Te diste cuenta de aquello Azulina? Yo sí, la edad la hace a una observadora. Yo estuve a pie de sala, hubiera sido mejor no haber estado, en las salas repletas de camas se pasó peor, he tenido suerte de no ser una cama de aquel tiempo, hace apenas unos meses pero parece que fue un siglo, es como si la memoria lo hubiera querido borrar pero el alma arrastrara tanto dolor que le fuera imposible dejarlo ir, al recuerdo Azulina, al recuerdo. Las camas vieron más, sintieron el peso repentino, el adiós desorientado, el último suspiro.

Espero que esta sensación que tengo de que se aproxima una tercera ola que sube poco a poco el nivel del mar sea errónea, espero que los hierros me fallen y que esta calma tensa traiga jóvenes ebrios como el de hoy, una pena chica, el de la ambulancia lo traía con una bolsa de basura en la cabeza a modo de bacinilla para vómitos imparables, lo mismo había tomado un vasito de sidra de más, a lo mejor estaba de celebración, el fin de un año negro como yo, un año enlutado de pena carbonera. Oye Azulina, a ver si esta vez te coge a ti el ambulanciero que te ven tan reluciente que te dejan de reposo y a mí me estrujan para retirarme por desgaste. Anda, no te hagas la remilgona y ponte a trabajar. Lo mismo me pido un traslado al Zendal y me retiro especializada en el dichoso virus de las narices. Lo que me faltaba Azulina, a la vejez viruelas.

Isolina Cerdá Casado 

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...