lunes, 8 de septiembre de 2014

"Ya no se vacuna a los niños menores de doce años", ¿Criterio médico? ¿Imposición política? ¿Se trata de un ajuste ante el desajuste? Si tu, seas político, empresario, un alto cargo de la jerarquía médica o como cojones te consideres, lo has hecho para bien, que te caiga todo ese bien encima multiplicado por mil.

    El título no debe ser tan largo, pero los interrogantes caen, caían, cayeron, iban haciéndolo uno tras otro, al verla así, de esa manera, su imagen se había visto claramente modificada, alterada, deformada. "Esa niñita que venía de la mano de la enfermera, a la cual habíamos oído gritar buscándole la vía, era nuestra pequeña, mi hija, y sin embargo parecía como si le hubieran dado una paliza absolutamente terrible. Su cara estaba hinchada, también el cuello, todo su cuerpo estaba lleno de una especie de granos gigantes y negros, unas pupitas muy feas, y que debían ser muy dolorosas por los gritos. Las fiebres de más de cuarenta grados la habían dejado destrozada, tanto que apenas tenía fuerza para gritar, los suyos sonaban a gritos ahogados. Era como si no la conociera, ¿sabes?" La fobia que ya sentía esta pequeña ante los señores y las señoras vestidas con bata blanca se había llevado al extremo. Nada bueno esperaba de ellos. Tan sólo tiene veinte meses, una niña preciosa, linda, muy activa, que está pasando por el que hasta este momento es el peor trago de su vida.
    Yo llegaba de un viaje de cuatro horas muy preocupada, debía controlar mis emociones porque no se trataba de llorar, había que actuar, que ella nos viera fuertes. Pero resultaba tan difícil. Entré en la habitación del hospital, tras ponerme los guantes, la bata verde y la marcarilla. La pequeña no me conocía, pensaba que era una enfermera mas con alguna sorpresa en forma de aguja, así que mi presencia no evocó ninguna sonrisa en ella. Abracé a mi hermano, a los abuelos, y me acerqué al sillón donde estaba su mamá sosteniéndola. Acaricié sus piernecitas y traté de decirle cositas cariñosas, haciendo comentarios ligeros, mi cuñada seguía la conversación mientras la sostenía, la pequeña estaba de pie pegada a su mamá y mientras hablaba, casi mirando al suelo, le iban cayendo lágrimas, una detrás de otra, de impotencia, de dolor, de ver a su hija en ese estado.
    Y todo este calvario se ha iniciado por una varicela, una sencilla varicela que un médico no consideró lo suficientemente importante como para mantener cierto aislamiento ante el primer enfermo que llegó a su consulta con unos pocos granitos: "Es bueno que la pasen de pequeños, así se inmunizan". Seguramente el calvario que está pasando esta niña de veinte meses también está enraizado en las decisiones tomadas por algún político de turno, o en intereses puramente económicos ante los que el llanto de un niño no tiene nada que hacer,  qué importa, ¿verdad? ¿Acaso sería poco importante si un hijo de estos impresentables se vieran afectados por la varicela en su más cruda versión?
    Seguramente yo no habría escrito este texto si no hubiera visto esos ojitos de mi sobrina, que apenas podían ver por la gran inflamación que estaba sufriendo, mirando casi al vacío, sin entender nada, callando pero diciéndolo todo con su mirada inocente. ¡Cuántas miradas inocentes pidiendo un poco de cordura! Algo falla en este mundo, son demasiadas, por todos los rincones, miradas que gritan, que piden ayuda, pero el que verdaderamente puede hacer algo mira para otro lado, tal vez hacia el brillo del coche nuevo que se ha podido comprar con un sueldo desorbitado que no ha salido precisamente del sudor de su frente.

Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...