domingo, 27 de noviembre de 2022

Déjame que te cuente el cuento de Cantoblanco



Verdes intensos llenos de gotas de frescura mañanera, al borde de la carretera que lleva hasta el pabellón San Francisco.



    Érase una vez un lugar llamado Cantoblanco, en su origen fue un sanatorio especializado en enfermedades respiratorias como la tuberculosis, cuentan que al principio trabajaban en él monjas, de hecho los amantes de los fenómenos paranormales se afanan en creer la leyenda de la monja que pasea por el pabellón quirúrgico, yo juro por mi pelo marrón y mi rebelde cola que jamás la he visto, y espero no verla porque soy muy temerosa respecto a ese tipo de cuestiones. Este lugar no es un hospital normal, tiene una distribución particular, está formado por seis pabellones distintos y una edificación  llamada "Los Cármenes", que según rumores pronto cambiará, pero en este noviembre del año dos mil veintidós es como sigue. Al entrar en el recinto el señor de seguridad te recibe, está metido en su garita y cuida de cada rincón del fuerte a través de unas cámaras, a mí me ha captado varias veces, pero los pajarillos me avisan de que se aproxima y me subo rápidamente al árbol más alto, sí, todos lo son, altos y frondosos. Yo siempre me escabullo como puedo, mentiría si no reconociera que en más de una ocasión me dejo ver, para que sepan que no solo ellos son los privilegiados, me refiero a los humanos que pasean por aquí, o corren con sus coches, trabajadores mayormente y familiares que vienen a recoger a algún paciente recién intervenido.
    El primer edificio con el que te encuentras es el Pabellón Quirúrgico, allí pasa de todo, yo no puedo entrar, más que nada porque llamaría mucho la atención una ardilla correteando por esos largos pasillos, distraería el trabajo de los cirujanos, y jamás me atrevería a interrumpir ningún tipo de los importantes trabajos que se realizan en ese pabellón. Hay varias plantas, pero no te preocupes que no te vas a perder, nada más entrar te van a informar de cualquier detalle que necesites. Hay tres quirófanos en los cuales se realizan intervenciones de extremidades superiores e inferiores, y de dermatología. Son increíbles, todos, desde el cirujano principal, pasando por su ayudante, por las anestesistas, por las enfermeras, por los auxiliares, por el celador y la chica de la limpieza. Apenas tengo imágenes directas, pero dispongo de informadores, de vez en cuando consigo que una mosca se cuele en la sala de reuniones y salga como entró sin molestar demasiado, porque la pulcritud es algo que no se puede arriesgar, pero me informa detalladamente. Los protocolos hacia el bienestar del paciente son estrictos y el trabajo en equipo fundamental. Cuando los pacientes salen de la URPA en donde normalizan su estado posoperatorio y arranca la fase de recuperación, siempre comentan a los celadores que la atención y el cariño son exquisitos, ah y también valoran positivamente la tranquilidad de este hospital. Lo mismo sucede cuando el paciente se sienta en la cama tras una intervención en la sala de endoscopia, miran hacia el exterior a través  de la ventana y la naturaleza les sonríe. En la segunda planta de este pabellón hay pacientes ingresados, octogenarios mayormente, que te dan lecciones de vida maravillosas. Lo más importante es el capital humano, son equipos que cuidan del paciente de una forma holística, todos siguiendo tiempos y trabajos escalonados que se entrecruzan y que la mayoría de las veces se hace con un cariño admirable. Están los médicos que valoran a los pacientes y dirigen las acciones médicas, diagnósticos y prescripciones envueltas en gestos de cariño, miradas empáticas. El trabajo de las enfermeras es digno de valorar, hay una enfermera maravillosa que regala un trocito de su alma a cada paciente, que se entrega en cada gesto, a lo mejor el paciente ya no puede hablar, pero la mira desde dentro con agradecimiento, hasta el que pierde la razón por una demencia encuentra un gesto para responderle con un gracias que ella ni si quiera espera. Ay, mi niña linda. Básicamente todos los pabellones siguen esa forma de trabajar, analíticas, visitas médicas, aseo y levantar, desayuno, pruebas, comida, aseo para acostar tras la ingesta. 
    Nuestras amigas de ocho patas son grandes informadoras, aunque tienen que trabajar con mucho sigilo para que no las descubran, las invitamos a las reuniones de los jueves, nosotras pintamos piñas y ellas hacen ganchillo, y entre puntada y puntada nos cuentan. En una ocasión la señora Culebrilla quiso ver de primera mano el funcionamiento del Pabellón San Luis, y claro se armó una muy gorda, ya le hemos hecho prometer que no repetirá nunca más dicha locura. Así que para que esté informada se ha apuntado también a la reunión de los jueves. Nuestras amigas valoran mucho cada gesto de cariño del que pueden ser testigos. Hay auxiliares maravillosas, que trabajan con una energía y un ánimo que son parte de la terapia, cuidan a personas absolutamente vulnerables, asean con delicadeza, ponen una cremita, observan cada posible rojez, levantan al sillón, dan de desayunar, de comer, sonríen... Es cierto que no todas trabajan igual, pero la mayoría son personas buenas, con ese talento hacia el cuidado, con la empatía suficiente para ponerse en la piel del paciente y luchar con él. Muchas de ellas con fascinantes historias de vida a sus espaldas,  habiendo cruzado océanos, superado traumas de vidas intensas, luchadoras cuyas armas son brazos que regalan cariño a cada paciente. Los celadores suelen estar en cada parte de la rueda, que gira y gira, ellos trasladan  a los pacientes para realizar las pruebas oportunas, ayudan a las auxiliares movilizando al paciente tanto en el aseo como a la hora de levantarlos, llevan analíticas de los distintos pabellones hasta el laboratorio, ingresos, altas, comidas, asuntos varios gestionados por una encargada con un teléfono pegado a la oreja, lo hace de la mejor manera, dada la escasez de su regimiento, y milagrosamente el trabajo sale adelante y el engranaje sigue funcionando. Ellos y ellas no tienen brazos de titanio sin embargo muchas veces los celadores tienen la sensación de que el resto del mundo sí lo cree, porque no dan abasto, y al llegar a casa los músculos gritan de dolor y comprueban que no, no eran de titanio sino que además de agua estaban compuestos por miosina, actina y tropomiosina entre otras proteínas que duelen cuando se sobrecargan de trabajo. Ambulancias que van y vienen, y vienen y van. Los fisioterapeutas son los que acaban de preparar a los pacientes para que su vuelta a casa sea lo más fácil y grata posible, cuidando cada detalle, les preparan para levantarse solos, para subir escaleras, para coger una cuchara, para caminar autónomamente hacia la normalidad, es otra parte importantísima de la cadena y en los gimnasios de Cantoblanco hay un equipo humano maravilloso en el que se respira cordialidad y generosidad. 
    Y para que todo esto funcione están los hombres de azul, que reparan cualquier descosido, son expertos en todo. Del uniforme del personal, la lencería y lo relativo a suministros alimenticios se encarga otro equipo de personas cuya gobernanta dirige con una sonrisa desde un despacho sita en el pabellón administrativo, que apenas pisa ya que supervisa de primera mano cada pabellón. El funcionamiento de todo se controla desde unos despachos cuyos moradores abandonan para sumergirse en el campo de combate y ver si todo fluye, y hacer que todo fluya en caso de no fluir. Yo fluyo, tú fluyes, él fluye...

    Os voy a contar la verdad. Esto no es un cuento, yo no soy una ardilla, y aunque he visto muchas arañitas no me reúno con ellas, entre otras cosas porque padezco cierta aracnofobia pero coincido en lo que nos cuenta nuestra amiga de pelo marrón y rebelde cola, que en mi año de trabajo como celadora en Cantoblanco habré visto unas doce veces, unas subiendo por el tronco de un árbol, otras saltando de rama en rama e incluso en una ocasión lanzando una piña desde lo alto de un pino. Hay un gran equipo humano en Cantoblanco, tal vez porque aunque se pasen todo el día dentro de un pabellón, en algún momento de la jornada han tenido contacto con la naturaleza maravillosa en la que se enclava este centro hospitalario, y eso les permite respirar, limpiarse por dentro, y valorar la suerte de trabajar en medio del parque forestal de Valdelatas, con unas vistas privilegias a la sierra de Madrid, especialmente desde la segunda planta del pabellón quirúrgico. Hay que cuidar este espacio y sobre todo hay que cuidar a su personal sanitario, a todo el equipo de personas que hace posible que nuestros mayores, y no tan mayores, en los momentos de más vulnerabilidad sean recibidos con esa grandeza humana. Me siento una privilegiada por haber sido testigo de tantos momentos de profesionalidad y humanidad infinitos hacia el paciente. 
    Gracias a todas las personas que me han ayudado, en los pabellones, en el quirófano, en endoscopia, en consultas externas, en el camión, en la ambulancia, en las ecos y rayos, en el laboratorio, en el gimnasio, en la administración, en lencería, en admisión, en informática, en seguridad y, por supuesto, en conserjería. Gracias a mis compañeros y a mis encargadas y a mi jefe, y al Hospital La Paz por haber contado conmigo durante estos más de tres años, tan duros y difíciles para todos pero en especial para los guerreros blancos con los que he tenido el honor de trabajar codo a codo y en plena pandemia en las Urgencias Generales del Hospital La Paz. Gracias por priorizar al paciente y regalarle un trocito de vuestra alma, gracias por ser valientes, gracias por hacer de este mundo un mundo mejor, vuestro trabajo es la muestra de que la grandeza humana salvará al mundo. Hay que cuidar a los que nos cuidan, hay que salvar a la sanidad pública para que siga cuidando a todo el mundo, tanto a los que tienen como a los que no. Gracias, gracias,  gracias.

Isolina Cerdá Casado






Escaleras gastadas de tanto usarse, tal vez por la monja vigilante.

 

Rojo intenso, pasión sanitaria

Marrones de otoño

Caminos de ardillas hacia el Pabellón San Luís

Conserjería y pruebas funcionales en los bajos del Pabellón San Luís



Pabellón San Francisco

Pabellón San José y Hospital de día

Gotas de rocío camino de las analíticas

Pabellón San Ramón





Pabellón Quirúrgico


Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...