domingo, 25 de agosto de 2013

Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento: Restos...

Domingo, un objeto de inspiración:  Restos.


    Bueno, a ver, me siento contenta, he de confesarlo porque en muchas ocasiones no me siento así, de modo que es importante destacar el lado positivo, cuando lo hay. La sensación optimista que me ha embargado ha llegado hasta mí justo cuando he decidido inmortalizar el final del desayuno, mientras andaba preguntándome sobre qué iba a escribir, me di cuenta de que el tomate me miraba de forma extraña, apenas quedaban unos gramos de mantequilla y los restos del café con leche habían perdido toda su calidez, vamos que estaba frío de narices. El cuchillo de untar me preguntaba si lo iba a depositar en el lavavajillas y el plato de las tostadas se quería ir con su amigo alargado a que le sacaran esos restos incómodos de migas. ¿Cómo era posible que esa pequeña escena cotidiana produjera en mí tal sensación positiva? ¿A caso tenía que ver con el hecho de que mi alma se sentía así y sólo necesitaba una pequeña puerta a la que asirse para asentarse en mi conciencia? Entonces me di cuenta de que sí, de que mi estado positivo era previo, de que la gota que lo estaba haciendo rebosar era esa pulpa de tomate estrujada y esas manchas de mantequilla y mermelada en un cuchillo con buen tipo. Pero había más, claro que había más, se trataba de la sensación de libertad, yo era libre, libre de poder escribir sobre lo que me diera la gana, la creatividad no estaba sujeta a direcciones, ni itinerarios forzosos, podía inspirarme hasta en un resto de tostada miguera, o unas gotas de café con leche frío. Entonces volví a coger la cámara, la cámara abandonada, la pobre cámara que tantas escenas de aparentes cotidianidades insignificantes había inmortalizado, y lancé la foto, capturé al cuchillo y al tomate justo antes de que acabaran en el lavavajillas y en el cubo de la basura respectivamente. Pero, ¿a santo de qué me tenía que sentir así por una libertad que siempre he tenido? Pues muy claro, esta semana tuve un impulso, quise escribir por dinero, y respondí a una oferta de trabajo para redactores. “Sí, querido, ya verás qué bien, voy a poder trabajar de lo que me gusta. Escribiré mis artículos y comenzaré a ganar dinero, por poco que sea, qué más da”. Entonces me respondieron al correo, era la segunda vez que me metía en un berenjenal de esta categoría narrativa. Me pagarían poquísimo, una ridiculez. No me importaba, al fin y al cabo yo tenía imaginación y creatividad, podría ponerme a escribir sobre lo que me dijeran, eran trescientas palabras, eso no era nada, eso lo podía escribir yo mirando cómo el viento balancea el extremo de la cortina de la ventana de mi cocina. “Sí, cariño, ya lo sabes, a mí no me cuesta nada escribir”. Él, mi marido, se mostraba claramente en contra, no veía nada positivo en esa oferta de trabajo: “¡Treinta míseros céntimos! Para qué vas a hacer eso, tirar tu trabajo, infravalorar tu creatividad, que les den dos duros, no tienes por qué ser la negra de nadie. ¿Y si te pago yo? ¿Es lo que quieres? Escribe pero no para estos negreros sino para ti.” Total, que de nada sirvieron los consejos de mi marido, yo dije que sí, me ofrezco, contad conmigo. ¿Pero qué era lo que yo imaginaba? ¿Acaso creía que me iban a pedir que escribiera sobre cortinas y váteres? ¿Pensaba que iba a ser así de simple? No, no lo fue, me respondieron con posibles trabajos para redactores: telefonía móvil, vídeos didácticos, críticas de películas, etc. Eso era lo que tenían por el momento porque el hombre que manejaba los hilos se había tomado unas pequeñas vacaciones, pero que ya me mandarían más trabajos. ¿O sea que me tenía que poner a investigar cómo funcionaban los últimos modelos de telefonía móvil, tenía que estar a la última en cine actual y cine clásico y escribir artículos sobre esos temas en los que no soy especialista, todo por treinta céntimos, cincuenta si añadía imágenes? Y si yo tuviera una relación estupenda con las últimas tecnologías, pues bueno, a lo mejor hasta aprendía pero es que a mí me tienen que ayudar a manejar el wassap, que como lo cojo por wifi pues tengo que configurarlo para que me vaya funcionando, en fin que un desastre, que sí que yo puedo escribir sobre ese vaso transparente lleno de agua que me invita a darme un baño, cojo las neuronas y las suelto dentro, nadan y nadan, y luego las vuelvo a colocar en el circuito neuronal y ya refrescadas y con la piel de gallina son capaces de pensar con cordura, pero de ahí a escribir sobre telefonía de última generación pues hay una distancia de miles y miles de kilómetros que yo soy capaz de hacer con una escoba pero no con un vehículo de lo más normalito, que ni vuela ni nada.
    En fin, a ver, veamos, ochocientas veintiséis palabras más una imagen, muy simple eso sí, a treinta céntimos por cada trescientas palabras son setenta y cinco céntimos, más veinte céntimos por la fotito hacen un total de noventa y cinco céntimos. “Su artículo dominguero vale ese dinero, pero tenemos que descontarle cuarenta y cinco céntimos de comisión por gasto energético en la producción y gestión de su trabajo. Enhorabuena, acaba de ganar cincuenta céntimos, puede usted ir a comprarse una barra de pan, ah no, que ha subido, vale sesenta céntimos la barra, pues compre pan de molde que es más barato y le dura más tiempo.”
    En fin…, no, en principio. En principio seamos felices, que no nos machaquen, que somos muy válidos, que hay quien se las ingenia para crear una bombilla prácticamente de la nada, nos lo contó Carmen. Actitud positiva, siempre nos quedarán pulpas de tomate sobre las que escribir y cortinas en las que inspirarse. ¡Feliz domingo a todos!


Isolina Cerdá Casado

sábado, 17 de agosto de 2013

Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento: Gafas mágicas.

Domingo, un objeto de inspiración: gafas mágicas.

    Ay, no puedo más, necesito cambiar el punto de vista o más bien filtrar la realidad que llega hasta mí, no quiero sentir angustia, ni preocupación, ni agobios varios, tampoco quiero convertirme en un ser asocial ni patológicamente insensible, pero estar en el otro lado no es agradable. Así que he decidido comprar unas gafas mágicas con una lente ultrasónica que difumine la realidad de tal modo que su percepción sea mucho más suave y agradable. Pongamos por caso que hay un problema que me causa malestar, activo la lente y automáticamente siento un cosquilleo en las axilas, muy distinto del que pudiera producir el previo untamiento de cera mantequillosa, liberadora de antiestéticos pelos que hacen eructar efluvios insolentemente insoportables.
    No puedo más, es así, bombas aquí, muertos allá, incendios, calor, enfermedades, enfados, discusiones, políticos costrosos, esperanzas aplastadas e informes, y en medio de todo ello el delicioso bizcocho gallego que me acabo de zampar. ¡Dónde narices habré puesto las dichosas gafas! Son grandes, azules como el mar y el cielo sin nubes grises, redondas como una gran tarta de chocolate, lúcidas como la señora Basilisa en sus buenos tiempos. Necesito que alguien me cambie el punto de vista, necesito que me saquen a bailar los monstruos desafiantes, quiero pisarles los dedos de los pies.
     ¿Te acuerdas cuando íbamos a bailar a la discoteca, Luisito? Era todo tan distinto entonces. Ya sé que no viene a cuento chico, máxime sabiendo que tú y yo no llegamos a ser novios, pero me gustabas, no puedo negarlo, y ahora ya ves, tú casado y yo también, pero cada uno con una pareja que ni eres tú ni soy yo. ¡Si te hubieras atrevido! Tenías que haberme pedido de salir, te hubiera dicho que sí, aunque es verdad que cambiaste mucho, yo también, sí, pero tú más. A mí no me ha salido ni una cana, te fastidias, haber dado el paso. Pero es cierto que la vida da tantas vueltas, que ya ando mareada, sí, te lo reconozco, estoy mareadísima. Ahora estoy aquí, pero quién sabe dónde estaré mañana. Tengo hijos, ¿sabes Luisito? Se me dio bien, bueno, hasta que llegamos a conseguirlo, manda narices la de veces que lo tuvimos que hacer, y sé que me estoy yendo nuevamente, pero qué más da, si la vida son cuatro días, y dos de esos cuatro te los pasas durmiendo y los otros dos pensando lo que harías el quinto día si lo hubiera, que en ocasiones ni llega a cuatro, mira lo que le pasó a Josefita. ¿Te acuerdas? ¿No sabías nada? Ay, muy triste, acabó fatal, murió. Así, de golpe, fue por un golpe, en accidente, horrible. Yo cada vez estoy más convencida de que tú y yo teníamos que haberlo probado, juntos, salir y eso. Pero no me atreví Luisito, y tú es que también te ponías muy tonto, que es lo de menos, si yo hubiera sido como la Petra la cosa hubiera sido distinta. Válgame que ahora me voy a sentir culpable, ya con hijos y pensando en ti. Si es que cuando te cruzas y sientes algo, has de chocarte, para ver qué pasa. Quién sabe, de habernos chocado,  a lo mejor yo ahora  tenía más canas y tú menos barriga, qué se yo. Quién sabe eso. La Petra, esa sí que sabía Luisito, que se llevó al Carlos al huerto y ahí que se tuvo que casar con ella, y al final el barrigón le costó un piso y un mercedes, después del divorcio, porque se divorciaron, y después el Carlos fue a parar con la que tenía que parar, la Juani, ¿te acuerdas de los líos que se traía con el Paquito? Pues nada, ahí se quedó soltera, esperando al Carlos, y al final se casó con él, pero el piso y el mercedes se lo quedó la otra, la Petra, si es que esa sí que era lista Luisito. Ella se ponía sus gafas ultrasónicas y ya podía llover como si cayeran pedruscos del suelo, yo fíjate, Luisito, que a mí siempre me dio por pensar que esas gafas eran muy raras, no sé, siempre estaba feliz, parecía como si pudiera ver  el mundo de otro color, no sé, distinto al nuestro. Pues no te vayas a pensar, que yo estaba convencida de verdad, llegué a ir a la óptica y todo, pero me dijeron que no tenían más ejemplares. Ay, Luisito, Luisito, si yo me hubiera puesto esas gafas entonces, hubiera metido a la vergüenza en un barco y la hubiera mandado a cruzar el océano atlántico; y ya sin vergüenza, vamos hombre, te hubiera llevado al huerto, que sí, visto con el tiempo y la perspectiva vital que me dan los años y las nuevas gafas que me he comprado, al final las conseguí,  pues ya te digo yo que sí, así que Luisito, ponte el Facebook, y no tengas problema, que sé que te has quedado viudo, y yo estoy bien con mi Ernesto, la verdad, pero me gustaría tenerte como amigo del Facebook, así que si te llega una solicitud tú acéptala, que son cuatro días chico, y ya casi llevamos los cuatro andados, tu imagínate que el quinto no nos toca, vamos a chocarnos hombre, vamos a chocarnos. Que ya te digo yo que mi Ernesto lo comprende todo, y si se pone tonto, le compro a él otras gafas para que vea las cosas desde otra perspectiva, al fin y al cabo para qué tanto sufrir si al final vamos a acabar todos como la Petra, jodidos,  pero sin el piso ni el mercedes.
    Pues yo quiero mis gafas ultrasónicas, pero no para encontrarme con el Luisito en el Facebook sin sentido de culpa, no, yo quiero que el mundo entero me parezca un Luisito, deseable hasta con barriguilla, quiero sentirme feliz como la Petra, pero no necesito ni una barriga, ni un piso, ni un mercedes, me conformo con una sonrisa auténtica cada día, como la que me devuelve el espejo en esta mañana de domingo en la que las musas me han visitado en forma de recuerdo maravilloso de esa estrella fugaz que el firmamento me regaló la noche de san Lorenzo, hacía años que no veía una y lo estaba deseando tanto como esa mujer que se quedó sin chocar con el Luisito. Yo choqué con el cielo estrellado aquella noche. Feliz domingo a todos y que tengáis ocasión de chocar con algo que os importe.


Isolina Cerdá Casado

domingo, 11 de agosto de 2013

Mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento: pintalabios

Domingo, un objeto de inspiración: pintalabios.

     Bueno, ya está, ya está, ale, venga, ponte a escribir, aunque sea sábado, sabes que mañana ce ne sera pas possible. Porque estarás haciendo maletas estresada para irte nuevamente de viaje. Y no te queda otra, tienes que seguir escribiendo porque algo está ardiendo en tu interior, llámalo equis, llámalo y, o llámalo filete asado. Tu mundo no puede detenerse porque hayas dejado de pintarte los labios con carmín rojo. Hija, por dios, mírate, si apenas prestas atención a tus llamadas, algo está cambiando pequeña bruja estresada, algo está tiñendo de esperanza tu corazón, y todo acaba encajando, todo.
    Hace un sol increíble, sol veraniego, estoy tomando mi café con tostadas, a estas horas 11:32 horas, trato de acabar el texto que inicié ayer pensando que no iba a tener tiempo de publicar, el sentido de culpa sigue sin dejarme tranquila en verano, mañana salimos de viaje, a tierras norteñas, y esta noche ha sido terrible, he vuelto a sufrir el insomnio indomable, a las tres de la mañana estuve a punto de levantarme a escribir el artículo. Dándole vueltas a todo, que si por qué tengo que escribirlo todo, que si por qué no tengo trabajo, que si por qué narices he leído tantos libros y estudiado dos carreras y sigo con el mismo interés de seguir leyendo y aprendiendo, y que para qué esto, y que si qué sentido tiene todo, y ahí llegué, al sentido. En esas largas horas de insomnio sofocado, retomé otro libro, andaba leyendo con el pesado tomo de Ana Karenina de Tolstoi cuando tuve el impulso de ir a buscar a mi pequeña biblioteca el libro de Viktor E. Frankl, “Teoría y terapia de las neurosis”, y volví a ver esa palabra tan importante, el sentido, es importante que encontremos el sentido de todo lo que hacemos para que no perdamos el interés por la vida. Como decía Nietzche: “Sólo el que sepa por qué vivir será capaz de soportar casi todas las condiciones de la vida”.  Frankl hace una introducción a la llamada logoterapia y al análisis existencial, yo llegué a este libro hace muchos años, cuando ya mi mente me turbaba y sentía el impulso de saber más sobre ella. Así fue como en medio de las dos carreras estudié el primer ciclo de Psicología por la UNED. En este libro encontré cosas interesantes, que me aliviaron momentáneamente, tales como que “la angustia es el vértigo de la libertad”, o ante mi excesivo sentido de culpabilidad, “solo un ser que es responsable se puede llegar a sentir culpable”. Pero también aparecían cosas como que “la simple reflexión es la enfermedad mental más peligrosa”, según Schelling. Y según éste último, yo estoy enferma perdida, volando por el cielo, saludando a las estrellas, mirando desde arriba un mundo que me supera, ¿el valor cultural es el que da sentido a mi vida? Es posible, es seguro.
    Venga, venga, venga, te estás yendo guapa, te estás yendo, y no estoy hablando de que te estás yendo a Galicia, sino que estás bordeando el sentido del artículo dominguero, y el sentido de tu vida, que por cierto no sé a santo de qué tienes que traer aquí, desnudándote, ¿es que acaso eres una actriz porno frustrada que trata de realizar su verdadera pasión a través de la palabra escrita? Mira, mira, no, no, no, no me hagas sentir más culpa de la que arrastro.
    Basta, basta ya de tantas angustias, sí, lo reconozco, soy actriz porno, estuve interviniendo en la película “Almas neuróticas enrevesadas”, y en la cueva oscura en la que se rodó la tercera secuencia, en esa que no se veía nada de nada, estaba yo, la recatada controladora, exigí tan poca luz que no se me vio, así que nadie se cree que yo era esa actriz que hacía gritar a ese bestia negruzco de grandes trompas…
    Escucha, escucha, no tienes que llegar a esto para ganar audiencia, en serio, tu escribe tranquila tu artículo pero no es necesario que te quites el sostén, de veras, guapa, aquí estamos para otros menesteres,  no sé, puedes escribir de váteres, de lavadoras, de sombreros, no sé tantas cosas, de felpudos, no, no, de felpudos mejor no.
    Lo sé, siempre me han dado carta blanca, pero es que tengo tanto calor que no se me ocurre otra cosa más interesante o inspirador que sacarme ropa.
    Bien, bien, hazlo, pero no hace falta que lo escribas, tú si quieres, puedes escribir desnudita, pero no lo cuentes.
    Bueno, ya escribo desnuda, eso no es algo novedoso.
    Bueno, bueno, y si te despides ya, eh, que mañana te vas de viaje y tendrás que preparar maletas, eh. Ale, hasta el domingo que viene, guapa.
    Ay, pues vale, ya me despido pues, tengo unos calores conmigo que…¡Feliz verano a todos!


Isolina Cerdá Casado

martes, 6 de agosto de 2013

En la oscuridad de la noche nuestros cuerpos estaban unidos... In the darkness of the night our bodies were together...

        In the darkness of the night our bodies were together, they were a single body, the moon was allied with our desire and the stars shone brighter than usual. The sound of a cry in the night rocked off to dreams. You sang me with caresses that ran hidden corners of my body. I whispered to love songs rendered. I am a woman rendered to you, your love surrounds me, I feel like you're my second skin and I have you close to me all night, with the nod of the moon. And if at any time I felt fear before the world, tonight I have become strong as an oak that resists the looming rain storm thanks to a sincere love.

     En la oscuridad de la noche nuestros cuerpos estaban unidos, eran un solo cuerpo, la luna se alió con nuestro deseo y las estrellas brillaban con más luz que de costumbre. El rumor de un llanto apagado mecía en la noche a los sueños. Tú me cantabas con caricias que recorrían rincones ocultos de mi cuerpo. Yo te susurraba al oído canciones de amor rendido. Soy una mujer rendida ante ti, tu amor me envuelve, te siento como si fueras mi segunda piel y quiero tenerte pegado a mí toda la noche, con el guiño de la luna. Y si en algún momento sentí miedo ante el mundo, esta noche me he vuelto fuerte como un roble que resiste ante la amenazadora tormenta gracias a una lluvia de amor sincero.

Isolina Cerdá Casado


"You're still the one", aunque hubo algunos elfos más...

    Tantas veces he escrito sobre lo mismo, doy mil vueltas para llegar al mismo punto, pero por más que escribo y escribo nunca siento que lo he escrito todo. Dependo tanto del impulso interior, que no soy libre para crear, en el fondo tengo que tener ganas de desnudarme para poder escribir algo que merezca la pena.
    Coges un abanico, lo mueves con arte y buen hacer, y a la vez que disfrutas de ese aire naturalmente fresco eres consciente de que unos metros más allá, alguien está expirando, y sabes cómo es ese instante, estuviste al lado de tu madre cuando pasó. ¿Es acaso el exceso de consciencia o de empatía lo que te obliga a pensar en eso que está ocurriendo unos metros o kilómetros en línea recta atravesando paredes, carreteras o parques? ¿Ese peso no te deja disfrutar del aire libre de tu abanico? Disfruta, en ocasiones no somos conscientes de que apenas queda tiempo. El tiempo pasa volando acompañando a una paloma blanca. El tiempo se ríe de ti porque tú no sabes medirlo, porque mientras te quedas llorando en la acera no cruzas el río, no ves los miles de peces que nadan libres dejándose llevar o luchando contra corriente. Tú te apagas, te pones el semáforo en rojo, y lo dejas ahí, en lugar de desnudarte de todas las ataduras que no te dejan moverte, eres tú tu propia cárcel, eres tú la que no mueve las piernas y camina. Te crees que lo difícil es llorar, sentada en una hamaca, pero no, lo difícil es no llorar y caminar, y mandar a la hamaca de vacaciones a Burgos.

    Un lejano día de verano tuve un encuentro amoroso con un Elfo, me dijo que yo era demasiado blanca, demasiado alta, demasiado sonriente, demasiado bella, demasiado dulce, demasiado llorona; era demasiado para seguir amándome hasta el final de los tiempos. De todos los demasiados que me echó en cara, el que más me molestó fue el de llorona, así que cogí el pañuelo lleno de mocos y se lo lancé con todas mis fuerzas a la cara. Se quedó con mis mocos de por vida, yo seguí siendo demasiado todo lo demás, y no volví a perder el tiempo llorando por absurdeces, solo lloro cuando no tengo nada mejor que hacer, o cuando no me queda más remedio. Ese Elfo no solo era tonto sino que también era aburrido, por eso yo lloraba tanto. Ahora, en lugar de llorar intento escribir, esa es la razón por la que mis textos están llenos de dolor  y algún que otro moco pegado, porque no tengo tiempo para aburrirme y sin embargo siento ganas de llorar en medio de los días atareados. Se me va el tiempo, hasta cuando estoy de vacaciones. Pues que se vaya, qué más da. Has de vivir, ahora mismo, vete, vete a darte un baño a la salud del tiempo y a tu salud. Qué vida esta.

    "Looks like we made it
    Look how far we've come, my baby."

Isolina Cerdá Casado


Insomnio.

    Estoy sufriendo insomnio, por el café de las siete de la tarde al que no quise renunciar, soy muy fácil de tentar en lo referente a líquidos excitantes. Estaba ya en la cama, intentando dormir; son más de las dos de la madrugada, la casa está plagada de respiraciones relajadas de la gente que duerme: mi marido, mi padre, mis hijos, la ninfa. Y yo, también estaba en la cama con esa energía espabilada que me proporcionaba el insomnio incómodo, molesto, porque además de no dormir me venían a la cabeza pensamientos negativos, dolorosos, aterradores.
    "Estás de vacaciones, estás de vacaciones..." Me repetía una y otra vez. Pero estaba en un momento de vulnerabilidad, expuesta a las garras del miedo, y me atrapaba, y me ahogaba con mi propio temor. Entonces pensé que a pesar de las horas podía encender la luz y cambiar el punto de vista de la mente, podría leer algo, pero cuando ese pensamiento horroroso me vino a la cabeza y me dio un tortazo con su negatividad decidí levantarme, coger un bolígrafo y escribir casi a tientas a los pies de la cama y de mi hija, con la que compartía la cama.
    La imagen aterradora era la siguiente: Estaba sentada en la terraza del restaurante de unos amigos. Mis hijos jugaban tranquilos. Esa terraza da a la carretera general Orense-Carballino. Al otro lado de la carretera hay un espeso bosque de carvallos. Entonces, en un momento, observo como mi hija, fascinada por algo que ha descubierto en ese bosque se dirige hacia él, sin ver que en medio hay una peligrosa carretera por la que con frecuencia pasaban coches y camiones a gran velocidad, actualmente han hecho una autovía que ha desviado mucho tráfico. Entonces yo empiezo a gritar con toda la potencia que puede emitir mi garganta, pero la niña sigue caminando hacia la peligrosa carretera. Yo grito más fuerte, mis amigos y mi marido también gritan. Se dan cuenta de que yo corro tanto como puedo tratando de detenerla con mis brazos puesto que parece que la niña no es capaz de oír nada. Se acerca peligrosamente a la carretera, un camión de gran tonelaje se aproxima a toda velocidad y comienza a pitar con fuerza, pero ese maldito bosque la llama, le grita más fuerte, la atrae hacia sí consciente del peligro. No hay marcha atrás, mi hija ha pisado el borde de la carretera, el camión se acerca con velocidad a pesar de que los frenos están actuando. Y entonces lo veo. Van a ser testigos de la mayor de mis desgracias. Mi hija va a morir y yo voy a ver su muerte, y mis amigos además de ver esa imagen terrible, van a ver cómo se destroza mi vida en un instante, y varias vidas, y todo dejará de tener sentido.
    Pero, en mi conciencia despierta, en el insomnio iluminado con la luz tenue de la lamparilla, yo soy capaz de ver otro final.
     Ese camión de gran tonelaje, justo antes de ver a la niña, tuvo un reventón de ruedas, eso hizo que una cadena de acontecimientos ocurrieran: un tubo gigante se desprendió y fue rodando a caer al parque en el que estaban jugando mis hijos minutos antes, pero gracias a que ella había comenzado a caminar hacia la luz, mi hijo subió a la terraza pidiendo ir al baño, y ambos se salvaron de verse aplastados por un tubo de gran tonelaje.
    No, claro que no ha pasado nada de eso, en realidad todo ha sido un miedo desarrollado en la penumbra de la noche, ese miedo que descartas estando bien pero que en pleno insomnio agobiante es capaz de acecharte y terminar con tu tranquilidad.

    Aún así, nunca puedes tener la certeza de que un niño no va a hacer algo o de que va a actuar de una manera concreta. Siempre hay que estar prevenido por si el bosque le llama o una rueda revienta.

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...