sábado, 26 de abril de 2014

Entre bambalinas. Duendolín, el duende que pone fin a los cuentos.



  Estábamos muy nerviosos, bueno, yo estaba atacada, arrastraba un estado de nervios como consecuencia de una serie de situaciones personales. Pero ahí nos encontrábamos nuevamente, en un espacio nuevo, en el que no habíamos podido hacer un ensayo general, y teníamos cogidas con pinzas las diferentes escenas que hubo que modificar, en movimiento y localización, por el espacio distinto y la inexistencia de telón.
    El director tenía mil cosas en la cabeza, una persona encantadora se prestó a ayudar en el aspecto técnico, lo cual hizo posible la representación. Pero eran mil cosas de las que había que estar pendiente, y no todo los aparatos funcionaron. La maravillosa voz de Rosa se vio alterada por el acoplamiento de los micros, o no sé que historias técnicas, ella cantaba pero de vez en cuando sonaba un sonido horrible que hacía que su trabajo no se luciera en toda su esplendor.
    Cuando ella terminaba su canción, Margarita debía entrar en su habitación y llamar a su mamá para que le diera las buenas noches. Pero tras la cantante, empezaron a sonar las pistas de música siguientes una de tras de otra, y las actrices maravillosas transformadas en hadas, al oír su canción, que era el aviso de su salida, entraron por platea. Pero Margarita no estaba en su cama, el fallo técnico hizo que la niña no saliera. Cuando las hadas llegaron a escena, sin entrar, empezó a sonar la siguiente pista de música, la entrada de la reina, y se quedaron de piedra al no ver a su querida niña, a la que despertaban con estornudos, dormidita en su cama. Entonces, en una extraña sucesión de decisiones rápidas y atropelladas, Margarita salió corriendo y se lanzó cual supermán sobre la cama, ésto descolocó a las hadas, y provocó una risa nerviosa en las portadoras de las grandes estrellas plateadas. Entonces el director se golpeaba la cabeza contra la pared, fue un impulso irracional para sacar fuera toda la tensión producida en un minuto que se hacía eterno. Mandaba salir a la madre, pero la madre decía que su hija no la había llamado a escena, Margarita, en las funciones normales, llamaba a su madre mientras entraba en su habitación, si ya estaba tirada en la cama, para qué entraba la madre. Entonces la niña se levantó, las hadas se fueron motivadas con una gran intuición escénica. Margarita levantándose de la cama gritó: "jo, no me puedo dormir, soñando con las hadas. ¡Mamá, ¿vas a darme un beso de buenas noches?" Y todo se reanudó, solo nosotros sabíamos el gran problema surgido inicialmente, pero lo resolvimos bien y seguimos adelante. El micro de la cantante seguía fallando, su maravillosa voz tenía que luchar contra esos golpes de sonido rotos. Siguieron produciéndose fallos técnicos, pero se fueron resolviendo, y el público, esos pequeñuelos agradecidos, con sus caritas inocentes, y los profesores que siempre pendientes de ellos se emocionaban con la representación, aplaudieron felices porque vieron el esfuerzo, les llegó la magia, la de la mesa que volaba y la de los actores transformados en magos, hadas, princesas y animales increíbles.
    Los actores y actrices, y los imprescindibles técnicos, y el director y la cantante y actriz, todos teníamos algún estado personal que nos alteraba: la mamá de Margarita se encontraba mal, por el dolor de un dedo dañado que le afectaba a su más preciada prenda, su hijo; Blancanieves tenía un dolor en el pecho que yo no percibí, y los niños tampoco; la maravillosa Cenicienta con su preocupación por la intolerancia a algún componente de la leche de su bebé precioso, aparcó los mil llantos de esos momentos previos al diagnóstico de su niña y las noches sin dormir saliendo a escena con su mejor sonrisa;  la reina de Corazones y Jazmín tenía un malestar del que tampoco me di cuenta; y las hormonas de mudito, y los nervios inseguros, y el estrés, y la tensión del jefe,...y los problemas personales...todo quedó en la intimidad más absoluta, incluso la gran tristeza de recibir una noticia dolorosa. Las sonrisas de esos niños, de ese público agradecido, hizo que mereciera la pena el gran esfuerzo.
    Gracias, gracias, gracias.

Isolina Cerdá Casado

 

martes, 22 de abril de 2014

Despedidas. Una lámpara se despide de su ex marido, un tubo de cocina fundido.


       Una señora lámpara, muy bien puesta, entra en la sala 3 del tanatorio. No hay nadie. A través del cristal se puede ver a un tubo de cocina negro por los extremos, reposando sobre una linda caja de madera de pino.

    ¿Se puede? ¿Estás bien? ¡Qué tontería de pregunta por dios! No iba a venir, eh, pero luego estuve dándole vueltas, es la última vez Mari Luz, y todo el mundo tiene derecho a una despedida digna. Que tú muy digno, muy digno, no has sido, Roberto, siempre con tus chulerías. Pero por qué narices tuviste que cortar de esa manera, ¿eh? Yéndote con esa presumida lamparilla de noche, por dios, que le sacabas medio metro. Y mira que a mí me gustan grandes, pero esa pájara es peor que yo, su hermana gemela es mucho más estilosa. ¿A caso no te bastó con la que montaste con los plafones del pasillo? Eso fue una orgía en toda regla, que a mí no me habría importado, cada uno es libre de llevar su vida sexual como mejor se le dé, o le guste. Que yo lo entiendo todo. Pero ahí fuiste demasiado lejos, Roberto, en mi propia casa, delante de mi prima Flori, en la habitación de la pequeña de la casa. Ella, que lo máximo que ha presenciado ha sido una rabieta de la niña, y vas tú y le ofreces una escena pornográfica digna de ser incluida en una película para mayores sobradamente experimentados.
    Bueno, que ya sabes que estuvo mal. La pobre Flori que no sabía cómo contármelo. "No será tan grave mujer, anda, cuéntamelo y no le des más vueltas que yo no me asusto, a mi edad no me queda nada por ver." No me imaginaba yo que me iba a hablar de su tío, vamos de ti. Pues por muy extraño que pueda parecer, no me sorprendió, ya sabía yo que tú muy normal no eras. A todas horas con tantas ganas, hijo, qué cansino, que sí, que el sexo es muy saludable pero lo tuyo ya era de enfermedad. ¿Y sabes qué? Mira a ver si lo de que te hayas fundido no tenga que ver con esa sobre carga sexual que siempre has tenido. Si es que a poco que me arreglara ya estabas tú con la testosterona deseosa, comiéndome un colgante. Y hasta incluso cuando los dueños de la casa estaban presentes, es que eras excesivo. Y luego, seamos claros, lo de asearte poco Roberto, y tú sabes que el olfato se me quedó muy sensible tras el embarazo, pues nada no te dabas por aludido, el olor a chamuscado no te lo quitabas con una simple toallita, que sí, trabajador mucho, pero tenías que haberte dado un poco más con la esponja.
    Que si "me voy a electrocutar Mari Luz, que me tienes cardíaco todo el día". Anda que necesitabas tú mucha animación. Si te levantabas animado, que era una cosa bestial. No me extraña que al final te diera igual ocho que ochenta. Cada vez que lo pienso, ¡con las lamparillas! ¡qué vergüenza!

Isolina Cerdá Casado

Pasos


        Uno no puede dejar de caminar, a pesar de todo, aunque le caigan gotas de lluvia sobre la cabeza cargadas de piedra
    Tienes tanto que decir, sí, ya te veo que vas a empezar con tus típicas diarreas mentales. Pero en realidad no ha pasado nada, nada fuera de lo común. Lo sabemos, todo sigue igual que siempre, con tus pensamientos que van y vienen, con la visión del mundo distorsionada por esa mirada tuya tirando a negativa, mezclada con detergente, endulzada con bizcocho. Los obstáculos siempre han estado ahí, aprende de ellos. 
    Ay, en realidad me siento feliz porque formo parte de la vida. 
    Si ya lo sé, que tú estás donde quieres estar, y que todo se está preparando para que el sueño se realice, te lo dicen las líneas de la mano. El destino de dolor y llanto está pasando página, no hay que dar tanta importancia al sufrimiento. Deberías quitarle peso, ya lo haces, lo sé. Tu hija escribe cuentos. 
    Sí, mi hija especial es tan creativa como su mamá. Mi hijo especial empieza a ser una especie de pilar; su madurez me deslumbra.
    Bueno, déjate de cosas personales, aunque ya sabemos que tú no sabes escribir de otra cosa que no sea aquello que te hace temblar el alma. 
    Bueno sí, es verdad, la emoción marca mis palabras escritas. Yo grito en el papel en blanco, lo decoro con gritos, con la elaboración de los ahogos, con el sentir de un corazón cargado de penas y que se amarra a lo creativo para encontrar sentidos.
    Pues entonces, sigue así querida, sigue, sigue vomitando impulsos literarios, sigue dejándote llevar por todo aquello que te turba, las camas pueden esperar a ver sus sábanas estiradas, prefieren que la mujer que se tumba en ellas tenga el alma tranquila y en calma.

Isolina Cerdá Casado 

martes, 15 de abril de 2014

Subconsciente: desorden, pesadillas, espíritus, incendios.

    Huele a restos de gamba cocida, gotarrones cuyo aroma quedó impregnado en la bandeja de madera en la que venían colocaditas y que ahora mismo, unas doce horas después, llenan la cocina de un olor nauseabundo. Ni si quiera el recuerdo de su buen sabor en el momento de comerlas logra apaciguar las ganas de vomitar que me invaden por momentos.
    Pues así con todo. Una no es capaz de equilibrar, sopesar, compensar en la cabeza ni en el alma. Porque si algo huele a podrido hoy es que en su esencia ya había podredumbre, al menos esa es la lógica. La cosa es que me siento aquí, del verbo sentarse, en la mesa de la cocina, en la silla de la mesa de la cocina, con el olor del habitáculo de las cobayas, con los doce huevos en su huevera, con el bote de cristalmina codeándose con el ordenador portátil. Algún día desapareceré engullida por el desorden reinante, alguien vendrá a buscarme y no me encontrará porque estaré tapada por los folios, camuflada entre cuentos de la biblioteca, con la chaqueta del chándal de mi hija sobre mis piernas y el mantel de cuadros tapándome la cara. Mi voz se enmudecerá como consecuencia de un ataque producido por una alergia a los restos del sacapuntas presentes en la increíblemente abarrotada mesa de la cocina, las cobayas señalarán hacia mí pero la persona que me busque no podrá dar conmigo porque estaré fusionada con el caos.

    ¿De qué ibas a escribir hija? Ay, no sé qué tienes pero muy bien no estás, algo te está pasando por esa cabecita tuya. ¿Quieres que vayamos a dar un paseo por el parque? ¿Visitamos a un médico? ¿Qué es lo que te impulsó realmente a sentarte frente a la pantalla del ordenador y ponerte a teclear? ¿Tiene que ver algo en ello el polvo de las cortinas? ¿A caso estás frustrada porque no te sientes bien? Pero si esto es algo transitorio hija, te lo digo yo. Es así, hoy estás bien y mañana no sabes cómo vas a estar. ¿A caso te ha afectado la noticia del accidente? ¿Empatizaste nuevamente con esa familia? ¿Y si nos vamos al psiquiatra y se lo comentamos? No es posible que andes con estas subidas y bajadas. ¿Es por lo del suavizante darramado por el suelo de la cocina? Pero si era de marca blanca, qué más da, si me dijeras que se te derrama el Mimosin, pero chica que es del Alcampo, vale suavizante concentrado, pero del Alcampo. ¿A caso tiene que ver con la cara que viste en el espejo que denotaba justamente tus cuarenta y pico años? ¿O es por el sueño terrible en el que yo aparecía y moría también en el incendio? Todo se quemaba sí, pero era una pesadilla, solo era un sueño. Ya sé que te levantaste algo alterada, todo influye, todo. Ay, querida, pues no te queda nada, la vida es eso, una lucha constante, olores nauseabundos que van apareciendo, simplemente hay que hacer limpieza, que ya sabes que el pescado huele fatal de un día para otro si tiras sus restos en la basura. Pues igual que el pescado los pequeños conflictos acaban por oler terriblemente si no se resuelven. Venga, vayámonos al médico ese tan bueno, a ver qué nos dice. Que no estoy muerta mujer, que sólo era un sueño, que yo estoy como una rosa, ya me ves, si por más que tu subconsciente quiera acabar conmigo estoy ahí, dando guerra, y a ver si vienes a limpiarme un poquito la lápida guapa, que me tienes contenta con tu dejadez, ni una mísera visita al campo santo. Pues que sepas que eso es lo que te está pesando, que el subconsciente te está recordando tus deberes, que a ti no te gustan estos sitios, pero a mí sí, ya sabes lo reluciente que lo dejaba yo cuando íbamos a ver a tu hermana, y que tenga que tener yo las flores de tela hechas una pena, no te digo las naturales, que no duran bien ni un día, ¿pero las de tela? ¡Vamos! ¡Indignada me tienes!

Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...