El reloj rosa indicaba que iba a ser un día ajetreado, no iba a ser puntual, otra vez. ¡Las doce y cuarto! Llegaba tarde, no podía ser que el tiempo corriera tan deprisa, era increíble, pero si apenas se acababa de levantar, llevaba unos días rara, eso pasa de vez en cuando, la rareza vital: estás rara, estoy rara, está raro. Se sentía así, pero jamás imaginó que su rareza le podía afectar tanto a la percepción del tiempo. Tal vez se había apretado mucho la goma de pelo con el lazo blanco, abusaba del pelo recogido, su prima se lo decía una y otra vez: "Con lo bonito que tienes el pelo, ni una cana Julia, eso no es algo frecuente a tu edad, sabes que yo llevo tiñéndome años y me fastidia que tú con ese pelo negro no lo dejes volar al viento, además que estás más guapa con el pelo suelto, seguro que si te soltarás el pelo más a menudo ya habrías conseguido un buen marido." Ella no entendía ese empeño de su prima por conseguir un buen marido, ¿a qué se refería exactamente con lo de buen marido? ¿Qué es un buen marido? ¿El que es capaz de arreglar una lavadora con un tubo de pegamento comprado en un Chino? ¿O el que pone una lavadora sin echártelo en cara veinte veces? ¿Qué le pasaba hoy con las lavadoras? ¿A caso tenía un bañador metido dentro de ella que le mandaba mensajes subliminales? "Lávame, lávame de una vez, estoy acartonándome junto a la toalla?
Respecto a los maridos, ella estaba muy bien como estaba: dibujando y comiendo pistachos. Comía tantos pistachos y se acordaba tanto de su prima, que en ocasiones veía maridos apistachados,y fantaseaba con ellos, e imaginaba maridos con ojos achinados, bocas de finos labios y orejas ahuecadas, y el pelo, oh, sí, el pelo al viento, los cuatro pelos negros sueltos, sin una sola cana.
Ella siempre había soñado con un marido hecho a base del mejor y más saludable fruto seco: el pistacho.
Y sin esperar la opinión de su querida prima, decidió que ya era hora de casarse, así que le pidió que se casara con ella, el marido apistachado asintió a su propuesta sin dudarlo ni un segundo, entre otras cosas porque no podía cambiar el gesto, organizaron una boda espectacular, ella accedió a la petición de su marido: no incluirían ningún plato con pistachos en el menú del restaurante en el que celebrarían la gran boda pistacha.
Y colorín colorado un extraño cuento les he contado, con unos cuantos ingredientes que en una foto he inmortalizado: una goma de pelo, un tubo de pegamento, un rotulador permanente, una servilleta superabsorbente, un montón de pistachos y un reloj rosado que mi hija dejó olvidado.
Isolina Cerdá Casado