martes, 30 de abril de 2013

Muecas



Una producción de Dani Caballero (fotógrafo) e Isolina Cerdá (la actriz)





1. "Cómo me alegro por ti, te lo mereces, ya sabes que has luchado mucho, que te quiero un montón."

2. "Qué es lo que ha dicho esa gansa, se va a enterar esa de lo que vale un peine, ¡y hasta un cepillo!"

3. "¿Se murió Chus? Con lo bueno que era ese gato, y qué vas a hacer, yo te aconsejo un cementerio de mascotas. Supongo que lo habrás hablado con él. A ver si luego Chus se te va a aparecer por la casa. Y si un fantasma acojona, no quiero ni pensarlo con un fantasma felino.

4. ¡Que nos ha tocado un viaje a Paris! ¡Con las ganas que yo tenía de subir en autobús y ver la torre eiffel y Notre Dame!

5. ¡Cuando lo vea se va a enterar ese capullo! Meterse con mi celulitis cuando a él le pesa el culo como si llevara tres kilos de patatas en cada nalga!

6. ¡Y los pilló en pleno chiqui-chiqui bum bum! ¡Desnudos! ¡En su propia cama!

7. ¡Que no! ¡No quiero sopa pa cenar! ¡sabes de sobra que no me gusta la sopaaaaa!

8. ¡Con que yo soy una bruja granuda enrevesada! ¡Ya! ¡Pues esa se va a enterar de lo que vale un kilo de peras pochas! ¡Será pelandrusca!

Cartita de deseos para mi hijo


Yo, viva, yo, escribo, tengo un cuento, tengo ganas de decir, tengo ganas de crear, yo, estoy, yo, soy, yo, yo,...
    Al final todo es lucha, la vida sigue su curso y cada nuevo paso es una nueva lucha, la sensación de felicidad es eso, una sensación temporal, que pasa, igual que pasa la sensación de agobio, y la sensación de angustia y de vacío. Todo pasa, el tiempo es el que se maneja con esos cambios continuos. Es importante ser conscientes. ¿Quién le iba a decir a ese psiquiatra que tanto nos ayudó que años después no estaría aquí para seguir su lucha? ¿Qué haríamos en el caso de saber que dentro de un año se acabará nuestro tiempo? ¿Cambiaría algo? ¿Cambiaríamos algo nosotros? ¿Nos vendrían a la cabeza las miles de cosas que no hiciste o las miles de cosas que viviste?
    Ahora mismo, si alguien me pregunta por qué no quiero que termine mi tiempo tengo claro qué es lo que respondería. No quiero irme porque tengo a dos hijos que me necesitan, y aunque es cierto que nadie es imprescindible, yo sé que ellos teniéndome a mí estarán protegidos del frío de la tristeza, y del aire de los tormentos, y del agua de las dificultades. Porque una madre es una aliada siempre, que quiere que esas criaturas indefensas se vayan fortaleciendo y vayan creciendo felices y sabios.

    Cuando estaba embarazada de mi hijo Cristian escribí, sobre todo el proceso y entre todo lo que escribí también recogí una lista de deseos... Aquí los tenéis, me apetece compartirlos con vosotros...


    Deseo que seas feliz, que tu llegada al mundo no sea muy traumática y que juntos con el apoyo de tu papá afrontemos de la mejor manera tu llegada al mundo. Deseo que seas un niño sano, que tu cuerpo te responda siempre y crezcas con mucha salud y una sonrisa eterna instalada en tu rostro que nazca directamente del fondo de tu alma. Deseo estar siempre a tu lado y que si en algún momento tenemos que separarnos tengas siempre presente mi amor incondicional y la fuerza que estará siempre contigo procedente de toda las personas que han hecho posible tu llegada al mundo desde los más lejanos parientes que conocerás a través de cuentos e historias narradas con el cariño de tu madre  hasta los más cercanos que te colmarán de cariño desde el inicio de tu caminar. Deseo ver cómo te besan y te abrazan todos los que ya te quieren, tu papá, tu mamá, tu abuela Victoria y abuelo Agustín, tu abuelo Joaquín, tus tíos Alfredo, Antonio, María, José, Ana, Joaquín, Ana, Mariví y Jesús, tus primos Marta, Adrián y Álvaro,  y todos tus otros tíos y amigos, que te van a querer tanto como nos quieren a nosotros. Deseo que llegues a ser un hombre cultivado, que te sientas enriquecido sin necesitar de cosas materiales, que aprecies lo sencillo y que valores todo lo que la naturaleza te ofrece. Deseo que corras libre por la vida y que seas fuerte para luchar honestamente en todas las guerras en las que te veas inmerso. Deseo que vivas intensamente sin ponerte innecesariamente en peligro. Deseo verte jugar con tu papá desde el primer día que veas la luz. Deseo ser una buena madre y educarte y enseñarte a caminar por el mundo con una sabiduría divina que proceda directamente de un cielo lleno de estrellas. Deseo protegerte del frío, del hambre, del miedo, de la soledad, de la pena, de la tristeza, del llanto, de la crueldad,…de toda amenaza posible sin mutilar la capacidad de hacerlo por ti mismo. Deseo cogerte entre mis brazos, mirarte a la cara, amamantarte, darte un baño y dormirte al son de una canción de cuna, y sentir tu vitalidad el resto de mi vida. 

   

¿Guisantes?


Tú que siempre quisiste hacer esto y que parecías tenerlo claro, tú que soñaste no pocas veces con publicar, tú que de pronto encuentras razones para seguir soñando, tú, tú, tú.
    Eres demasiado consciente, demasiado carnal, vives las cosas de tal manera que estás llena de tatuajes invisibles que pesan tanto que aceleran los procesos callosos de tus pies cansados. Incluir callos en una reflexión profunda no ha quedado demasiado bien, lo sé.
    Crear con un vaso de agua a tu ladito, crear el texto mágico, la caricia impresa, la confidencia sincera. Escribir sin un claro camino, sin saber hacia dónde voy, prácticamente ciega por este momento de entrega. Y a quién le importa el latido de mi corazón literario, a mí misma, a la niña que un día cogía una libreta y comenzaba a escribir sobre el mundo. Nunca podré ser escritora oficial porque lo mío es cosa de impulsos, me falta esa constancia y esa dedicación de la que hablaba Mario Vargas Llosa, me falta el oficio. Yo escribo por necesidad, necesidad real de contar algo que he vivido, algo que he visto, algo que me ha emocionado y me ha dejado huella.
    Y como vuelvo a disponer del ordenador, sé de su presencia, sé que en cualquier momento me acerco y le cuento un cuento, pues ya se sabe, ahí que voy hasta él y me desnudo el alma sin ningún pudor.
   
    Ay, no sé, casi que me voy a tomar un café con leche, tengo las manos heladas, como si hubiera estado cogiendo una bolsa de guisantes congelados durante un buen rato. Puede ser cosa de la circulación. Sí, la tengo fatal, las varices están ahí, me recuerdan que ellas tienen el poder de decorarme por fuera y manipularme por dentro. Los embarazos es lo que tienen, dejan huellas imborrables, mejor será no hablar de mi barriguita ni de mis pechos que los pobres aún andan produciendo lácteos. La cuestión es que los guisantes están muy sabrosos, no sé por qué a mi hijo no hay quien se los haga comer. Sí, ya sé, eso no viene a cuento. Es que hoy he cocinado un guiso delicioso e incluí los guisantes entre la verdura empleada. Supongo que de ahí utilizarlos para describir mis dedos fríos. Ahí están los pobres, metidos en un triste congelador la mayoría del tiempo y para una vez que forman parte de una fiesta culinaria van y se tienen que ver sometidos al rechazo de un niño malcomiente, qué injusta es la vida, de verdad. Ahora comprendo que lo peor que hay es sentirse como un triste guisante en el cubo de la basura, porque otra cosa sería llegar a un estómago y ser aprovechado de alguna manera por un cuerpo hermoso. Que aquí la hermosura no es lo que importa sino el latido de un cuerpo andante.

    Lo peor de todo es que estamos a martes, todavía, aún no hemos llegado a la mitad de la semana y ya estoy deseando alcanzar el viernes. Por dios, esto es demasiado complicado. A ver si me preparo un recital y grito lo necesario.

   

Lo escribí el 28-1-2001 Mucho dolor


Yo sé que nada es casual, en el fondo lo sé, sé que si estoy aquí es por alguna razón. Sigo sabiendo y teniendo la certeza de que lo mío es la expresión, es el expresarme y contar historias, es el contar con la palabra y con los gestos. Sé que quiero y necesito gritar fuerte, muy fuerte para que me oigan los que ya se fueron definitivamente.
    Sé que para todo se tienen que dar las circunstancias y las condiciones adecuadas, que todo depende de nuestra capacidad, volundad y circunstancias.
    Poco a poco todo confluirá y yo podré por fin sacar lo que late por salir afuera. Entonces seré algo más feliz, pero en ese "entonces" habrán nuevas ausencias que llorar en silencio.
    Todo está dentro de nosotros, de nuestra compleja mente que nos dice y nos marca un sentimiento de base. Somos capaces de controlar ese aparato complejo y gobernar nuestra vida. Lo complicado y difícil no es ser el presidente de la nación, el verdadero reto es serlo de tu propia vida. Estoy preparándome para ser algún día una buena dirigente, una honrada presidenta, una sensible pero fuerte a la vez mujer de gobierno. Pero el camino no es nada fácil, la tonalidad de los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor la pone nuestra mente. Hay ocasiones en las que un mismo hecho produce una reacción diferente, dependiendo del momento y de los estados interiores.
    Claro que este es el caso de los hechos cotidianos, los cambiantes estados que se producen sin depender excesivamente de un hecho externo. Hay que fortalecerse, llenarse de valor y a lo sumo asentir ante lo que ocurre y susurrar como en voz baja la recurrente frase: es que la vida es así. Aunque esa evidencia que todos compartimos no nos quite ningún peso de encima.
    Pero cuando las circunstancias se complican y te hacen demasiado difícil el caminar entonces...entonces es la pura lucha por la superviviencia la que nos da fuerz para no dejarnos hundir por el ánimo agonizante.
    La naturaleza es tan sabia que siempre nos deja un último resquicio de oxígeno para seguir respirando. Y se encuentra la forma de superar el vache más produndo. Dicen que lo que no mata engorda, y es cierto, lo que no acaba con nosotros nos hace un poco más fuertes, más ricos por dentro.
   
    Hay un ojito que no le responde, y no deja ni un momento de liberar lágrimas, se deslizan por su mejilla hasta que se da cuenta de que el ojo le llora. Entonces coge su pañuelo bordado con punto de cristo crucificado y se acaricia con él para que se lleve el llanto superficial. En otro momento, apenas un instante más tarde, llora por dentro y las lágrimas caen empujadas por la tristeza. Entonces los dos ojos lloran de verdad, al unísono. Piensa que la vida es demasiado dura, pero está segura de que si estuviera en su mano volver a caminar de nuevo por su vida, desde los inicios, volvería a hacer lo mismo. Y no importa la miseria, no importa aquella muerte inesperada, no importan las células sin sueño...ella abriría de nuevo la puerta y saldría a caminar por el mundo.

    Cada vez soy más rica por dentro, los bolsillos están vacíos pero mi alma está llena de dolor, dolor del bueno, del caro. ¿Hay alguien interesado en comprar dolor de segunda mano? Bueno, no lo vendo, me ha costado mucho acumularlo dentro de mí. El dolor de segunda mano no duele tanto pero tampoco enriquece.

    Es obvio que no me puedo alejar de mi realidad, de mi momento, y no me importa compartirlo abiertamente con gente anónima, es uno de esos momentos en los que la fuerza vital se impone como último reducto ante la tristeza.

    A nadie le importa, nadie quiere saberlo. Es cierto. Pero yo, mi yo aturdido y confuso, mi yo espiritual, mi yo más bello quiere contarlo. Que la vida no es un camino de rosas, de dulces de membrillo y de amantes esquizofrénicos en medio de un mar azul. No, la vida no es un canto de Manolito, ni un baile cuerpo a cuerpo, pecho a pecho, miembro a miembro.

    La vida es como un chiste que no pillaste a la primera, o como el recuerdo de un antiguo amor que quedó suspendido en el tiempo. La vida es dura, mi cielo, es lo menos delicado y lo más maravilloso que existe, es un compendio, una suma, un bis a bis de todo y nada.

Isolina Cerdá Casado

Ya queda menos para terminar con la mudanza

    Bueno, que ya queda menos para trasladar todo lo de mi blog anterior...

La crisis y el destape de los caprichos invisibles


Os he cogido, y os he colocado.
Me he puesto a pensar, a reflexionar, pararme un poco. Mirar a través de la ventana. Cuidado con los golpes de publicidad. Cerrar los ojos para no sufrir los ataques de la sociedad de consumo, que te arrastra a gastar sin sentido, sin pensar, sin ser verdaderamente racional. Esta crisis tiene su razón de ser. Es verdad, hay gente muy jodida como para ponerse a debatir o filosofar sentada en casa de lo bueno de esta situación, cuando al menos uno en la familia tiene trabajo. Sé que no hay que trivializar, ni lo pretendo, pero es verdad que ahora más que nunca me doy cuenta de lo importante que es valorar cada detalle, estar pendiente de cada necesidad impuesta socialmente. Quien más o quien menos lo está pasando mal, porque nos hemos dado cuenta de lo vulnerables que somos, de que no es tanto un trabajo lo que se tambalea, sino que es todo el sistema de vida occidental. Cuento una anécdota, lo vi por televisión, ése es otro tema, el de la televisión, ella es la que nos coloca, distribuye nuestros muebles en el espacio, la que genera conflictos mandatarios, la que nos atonta. Me centro, lo de la anécdota. Una mujer salió en un reportaje hablando sobre su situación económica. Vivía en Madrid, pagaba mil y pico de hipoteca, tenía dos hijas que iban a un colegio privado por cuya escolarización pagaba cerca de ochocientos euros mensuales, ambas iban a natación, lo que le costaba cuarenta y pico euros al mes de cada una; tenía una mujer en casa que les ayudaba con limpieza y comida a la que pagaban seiscientos cincuenta euros; el alquiler de una plaza de garaje le costaba ciento veinte euros,...tenían una empresa de reformas en la que trabajaban ella como contable y su marido como jefe de obras, hacían uso de subcontratas para realizar los arreglos. Los gastos de comida estaban sobre los seiscientos euros, otros tantos en productos de limpieza y ropa...etc. La mujer conducía un coche seminuevo, el marido llevaba una furgoneta, iban a cambiar de casa, se habían cansado de sus 160 metros cuadrados de piso en una buena zona de Madrid. Como se trataba de un reportaje comparativo, de la diferencia de vivir en una zona u otra de España, el final del reportaje era una conclusión de lo que suponía vivir en esa zona. La mujer dijo que vivir en Madrid era muy caro, eso no me sorprendió, lo que me dejó con la boca abierta, como alelada, casi en estado de shock (si es que se escribe así) fue el final de toda su argumentación: Y ESO QUE NO TENEMOS LUJOS NI NOS DAMOS NINGÚN CAPRICHO. Me sorprendió sobremanera porque lo decía con un convencimiento rotundo, y yo pensé entonces que tal vez en mi nivel, yo, viviendo como vivo, yo, con mi pisito de setenta y pico metros cuadrados, yo, con los dos coches y una plaza de garaje, yo, con dos niños, uno de ellos escolarizado en colegio público y yendo a natación financiada por el ayuntamiento, yo, que también termino mis argumentaciones con esa misma frase de que NO NOS DAMOS NINGÚN CAPRICHO, tal vez tampoco soy consciente de los muchos lujos que disfruto. ¿O a caso no es un lujo hoy en día poder comer bien todos los días? ¿O poder vestirse?¿incluso el poder disfrutar de una ducha con agua caliente? ¿o tener la posibilidad de escribir aquí con internet en casa? ¿y el móvil? ¿dos coches?
    Parece que no hemos aprendido nada, como si lo de los niños con la barriguita hinchada no fuera cosa nuestra, como si la pobreza tanto aquí como allí no tuviera que ver con nosotros, como si la globalización fuera un término inventado por un extraterrestre con ganas de joder la paz de los afortunados. No sé...últimamente no descanso demasiado bien, tal vez el efecto mariposa del hormiguero en pie de guerra que hay instalado bajo alguna duna del desierto. O a lo mejor es la inconveniencia política que rebota en mi cabeza procedente de armaduras insensibles.

Isolina Cerdá Casado

Feliz 2011


   En un lejano lugar de cuyo nombre no logro acordarme vivía una linda princesita que soñaba con viajar al centro de la luna, sabía sobradamente que era un sueño irrealizable, nunca jamás podría permitirse un viaje espacial turístico, pero adoraba el sueño en sí mismo y la capacidad para ilusionarse, así que cada noche le pedía a su ángel de la guarda que protegiera su vida, a sus seres queridos y a su adorable sueño. La peticiones de la princesita eran constantes y repetitivas, todas las noches cuando apagaba la luz de su mesilla de noche, arropada con su mantita y abrazada a su osito repetía las mismas palabras a su ángel de la guarda. La princesita fue creciendo, el osito de peluche fue sustituido por un hombre peludo, la mantita fue cambiada por un nórdico relleno de pluma de pato y la lamparilla tenía una bombilla de bajo consumo. Sin embargo sus peticiones no se modificaban. Esta princesita, que ya era toda una mujer seguía queriendo viajar a la luna, seguía pidiendo a su ángel de la guarda por su vida, por sus seres queridos, a los que se había sumado el hombre peludo y dos pequeñuelos preciosos que pululaban por su casa y apenas la dejaban cantar tranquila sus canciones de princesita feliz.
     Un día su ángel de la guarda en contra de todo pronóstico y saltándose todas las reglas existentes en la comunidad de los ángeles de la guarda decidió hacer acto de presencia para preguntarle a la ya crecida princesa sobre esa idea insistente de viajar a la luna. Necesitaba aclarar que ese deseo era irrealizable por más que se lo pidiera año tras año y día tras día.
-Lo sé, tranquilo, sé que nunca podré ir hasta allí, pero sigo necesitando soñar que es posible. Cuando era una joven princesa soñaba con descubrir nuevas tierras asociadas a la luna y ahora sueño con nuevas realidades allí existentes. Incluso me atrevo a creer que allí, en la luna, vive mi osito de peluche y está ilusionado en que le haga una visita y le cante una de mis antiguas canciones de princesa feliz.

    El ángel de la guarda dejó de cuestionar las peticiones de su protegida y comprendió que independientemente de que sea posible, el ilusionarse es ya un acto reparador para el alma, dejó de ser tan práctico y volvió a creer en los reyes magos de antaño.




BUENO, BUENO, BUENO...
¡Feliz año 2011! Espero que este nuevo año nos traiga sorpresas agradables, insisto, agradables. Que no se nos den falsas esperanzas de que estamos saliendo de la crisis, de que el paro va a bajar, de que nos vamos a recuperar pronto. Que lo que se nos diga sea cierto y lo veamos con nuestros ojos, que dejemos de erizarnos por la cruda realidad que nos envuelve, que el pesimismo latente empiece a convertirse en un positivismo presente y manifiesto. Y las caras, que los rostros nos muestren estados felices del alma y no constricciones dolorosas del interior espiritual.
Esto es empezar con buen pie, escribir, retomar, volver a regalarme momentos de reflexión.

    Nos volvemos a ver prontito...en la creación está la esperanza...Yo creo, tu creas...

Impactada


El título es pura casualidad, aunque lo siento así, la expresión puede tener muchos significados y se puede contextualizar mejor o peor, y quedar bien o mal parada. Algo hay que hacer para seguir viviendo a pesar del dolor, del impacto. Me viene a la cabeza ese hecho triste que aconteció hace dos semanas, todavía no las hace, apenas unos días. Una mujer, bueno una chica, yo la veía más así, como una chica llena de vida, con mucha bondad, como su hermana Arantxa. De buenas a primeras, así como quien no quiere la cosa, la vida sorprende con un nuevo golpe, es verdad que no me ha golpeado a mí pero ha removido a los fantasmas, y he podido ponerme en el lugar de la mujer que queda, la chica que pasa a ser mujer porque en un segundo su alma se ha consumido como si el tiempo se hubiera condensado en un instante de dolor intenso. Es así la vida. Bueno, yo no soy nadie para escribir sobre lo que le pasó, pero hay algo dentro de mí que me lleva a expresarme y de alguna manera convertirme en una observadora anónima que se empatiza demasiado con las historias ajenas. Yo apenas sé de la familia de Arantxa, sé que su hijo va al cole con el mío, sé que ella es una de esas personas con las que coincides en los sitios y que de entrada te cae bien y que la acabas queriendo porque transmite su bondad en cuanto te dirige la mirada o hace cualquier comentario. La cuestión es que yo conocía a su hermana de verla alguna vez acompañándola o al ir a recoger a su sobrino. Jamás hubiera pensado que detrás de su cordialidad, la de la hermana, había una lucha intensa contra la leucemia, y que detrás de la cordialidad de Arantxa había una lucha de apoyo, amor y acompañamiento.
    Yo había estado unos días en Alicante acompañando a mi padre en una intervención hospitalaria, al volver supe la noticia. Estaba bien, dos días antes de su muerte había estado acompañando a su sobrino al autobús en el que se iba con su clase a visitar el Tyssen. Otra mamá me contaba que en esa excursión precisamente la hermana de Arantxa le había estado consolando porque era la primera vez que acompañaba a su hijo al autobús ya que en las demás excursiones tuvo que trabajar, y que se rieron juntas.
    ¿Por qué? Una meningitis que de pronto hace acto de presencia y se lleva su vida cuando parecía que eso era algo lejano en el horizonte.
    Yo rezo por ella y por Arantxa, aunque haga muchísimo tiempo que no utilizo esa palabra, sueño con que mi rezo se convierta en un hada mágica que reparta consuelo con su barita, que regale caricias de esperanza, que filtre la mirada desesperada y la convierta en aliento capaz de afrontar la dura batalla de una vida sin su presencia, que los recuerdos sean fuente de energía y que no se deje vencer por el dolor. Sé de lo que hablo, yo también lo viví.

    En fin, algo hay que hacer para que nuestro paso por la vida tenga algún sentido, aprender de esa cordialidad de la que hablaba...

    Mi hija llora y tengo que cortar aquí,...tenía ganas de escribir más, volveré a hacerlo pronto.

Motivación


 Bueno, a ver, reconocer que había dejado de escribir con cierta regularidad por un fallo técnico no es algo que me guste hacer, y menos aún cuando el fallo se debía al contador de visitas. Pero sí, eso ha pasado y eso lo tengo que contar, por respeto a mis dos lectores asiduos y casi fans de lo que surge de la inspiración y necesidad a través de un texto. La cosa empezó hace cuatro meses, cuando miraba las visitas recibidas y siempre tenía el mismo número de visitantes únicos, 509. Tras uno o dos días volvía a mirar y seguía viendo el mismo número. Al principio me recriminaba a mí misma por ser tan vanidosa, "mira que no motivarme si veo que a nadie le interesa lo que escribo o que nadie lee lo que he creado". Luego me decía que bueno, si no escribía bien, o si los temas sobre los que escribía no eran interesantes para nadie pues qué le vamos a hacer, pero que debía escribir igualmente porque cada vez que lo hacía me sentía muy bien. Parecido a lo que describía que sentía el protagonista de ¡Quiero bailar!es como si volara, todo desaparece a mi alrededor. Eso mismo me pasa a mí, con la escritura y con la interpretación. Por esa razón cada vez que veo esa película me hincho a llorar en esa parte cuando ante el tribunal confiesa ese algo tan interno que le ocurre y esa sinceridad es lo que muestra su gran talento como bailarín.
    De vez en cuando volvía a escribir, y en ocasiones miraba el contador y seguía viendo el mismo número, 509, pensaba que ya no me leía ni Bárbara, una lectora que se come los libros con patatas y de vez en cuando lee algún texto mío, y luego en la puerta del cole me habla de alguna parte de un texto mío al que le echó un ojo, su hijo y el mío van a la misma clase. 
    En fin, que mi depresión creativa iba creciendo y ya tenía asumido que a nadie le interesaba lo que escribía y que esos 509 que habían leído algún texto mío se habían dado cuenta de que el escribir para mí era un puro acto egoísta en el que disfrutaba como una enana y ante lo cual no me mataba pensando sobre qué iba a escribir sino que escribía impulsivamente. Ya veía los comentarios, "sí, qué fue de aquella pobre escritora impulsiva que no se trabajaba los textos ni los temas lo más mínimo"; "Qué pena daba con su insistencia de escribir sobre cosas que le afectaban o que veía a su alrededor"; "estará tirada en algún rincón de la sociedad pidiendo una limosna a algún lector penoso".
    Al final el 509 se convirtió en un número familiar, y ya era capaz de escribir alguna cosilla aun a pesar de no tener lectores. Hasta que un día vi un comentario de la lectora más comentarista, y me di cuenta de que aunque no apareciera su visita reflejada en el contador ella había visitado mi blog en busca de algún texto nuevo. Indagando, indagando me di cuenta de que lo de que el contador se hubiera quedado estancado en el 509 no significaba que las personas se hubieran cansado de mi forma de escribir, ni tampoco significaba que fuera una escritora penosa. Tal vez mi contador estaba estropeado desde noviembre y que por esa razón no se reflejaban las visitas de mis dos lectores.
    Total, que hace dos días envié un mensaje a contador.plus para explicarles lo que me estaba pasando con el contador, hoy por fin tengo 512 visitantes únicos. Tengo que aprender a ser menos vanidosa, es verdad, y tengo que pedir disculpas a mis dos lectores que se hayan encontrado con esta parálisis creativa. Prometo compensación.
    Un besote!!! 




Valoremos


 Un calendario arrugado, de esos de cartera, está sobre la cámara de fotos que ayer mi hijo cogió para grabar un video según sus palabras y sus acciones, casi se carga la cámara, las pilas cayeron esparcidas en un momento en el que hacía de paparachi persiguiendo a su hermana. La verdad es que no sé cómo ha ido a parar ahí el calendario, ni qué significado o sentido puede tener el que esa sistematización y organización del tiempo esté en esas condiciones encima de la mesa donde me da hoy por valorar. Sí, reconozcámoslo, soy un desastre. Me encanta ver cómo mis hijos deshacen las camas recien hechas escondiéndose en cuevas imaginarias creadas por edredones arrugados, incluso no me exalto viendo a mis hijos mojándose las mangas de las camisetas o los bodys cuando meten los brazos en el agua de bañera que cae desde lo más alto para producir vapor y aminorar las toses. Si es que tengo que reconocerlo, ni si quiera los huevos que me invaden cuyo destino final es la incubadora me alteran la despreocupación por el desorden, es el sueño de Agus, ver nacer montones de pollos varios de una máquina que maneja él, si es que el pobre iba para veterinario o encargado de un parque natural, o de un zoo, y claro, ya lo he entendido, las piezas que monta en su empresa no son más que una tapadera de su verdadera vocación por todo trabajo relacionado con los animales. ¿Quién soy yo para cuestionar su sueño? Así que por fin no me altera lo más mínimo mi forzosa proximidad con huevos destinados a ser incubados, ni con pajarillos de tránsito, que llegan a casa y se van a otro lugar definitivo, o incluso gazapos a los que mi hija les llama "mi bebé". Supongo que al final acabaré proporcionándole maderas para que construya su arca. Valoro su sonrisa. También él valora mi sonrisa cuando me pongo amonologuear frente a una cámara a modo de improvisación.
    Valoro...¡el tiempo, que se me hace tarde para despertar al pequeño y llevarlo al cole!

Peloteando


 Resulta que me he comprado una pelota, bueno más bien un balón gigante, de esos que se utilizan en las clases de pilates, lo sé porque mi cuñada tiene una y es para eso que se la compró. La cuestión es que no se si es por la edad, por las malas posturas, por los castigos inconscientes a nuestro cuerpo, el caso es que ando con molestias importantes de lumbares. Siempre le echo la culpa a la falta de ejercicio, que seguro que es una focalización de la culpa bien realizada pero en el momento en el que empecé a considerar que estar sentada delante del ordenador en una silla corriente y moliente de cocina podía estar perjudicando mi espalda me empecé a preocupar seriamente. En una peli, "Gordos", vi que un director creativo había puesto a todos sus empleados a trabajar sentados en una de esas pelotas gigantes, cada una en una se entiende. Y ya en ese momento empezó a gestarse esa idea dentro de mí. Ayer por la mañana tuve un momento bajón, empecé a culparme por no hacer ejercicio, por no entrenar, por no mantenerme en forma. Ver videos de Tapa sudana (un actor genial discípulo de Peter Brook) me acabó de hundir. No podía permitir que el acto de la escritura se convirtiera en un acto de culpabilidad así que ayer por la tarde, impulsivamente, le dije a Agus que me iba a comprar una silla peculiar, y me fui al Decathlon a comprar una pelotita gigante. Cuando llegué a casa con la pelota estuvimos como una hora saltando con ella mis hijos y yo, Agus nos miraba con cara de alucinado, asumiendo que me había vuelto loca y que era imposible pararme los pies, lo mismo que él con sus huevos de incubadora. Cuando le dije que me iba a comprar una pelota como la de Ana me dijo que si con la pelota venía una casa nueva porque no sabía dónde la iba a colocar. "Ya le encontraré un sitio cariño, no te preocupes".
La cuestión es que aquí estoy contando mis obsesiones y frustraciones encima de una pelota gigantesca verde forforito, queda genial con los muebles de la cocina.
Un saludito saltarín! 

Día de la mujer.


 Hoy es un día especial, como debieran serlo todos. Hoja en blanco, no te agobies, respira. Día de la mujer. Conozco a grandes mujeres, muchas estarán en mi corazón de por vida. No, hoy no, no estoy para esto, he cogido la pelota y todo, por si la inspiración venía y me animaba a contar algo, pero no estoy, me falta el impulso, supongo que el tiempo influye, está chispeando y oscureciendo, este momento no tiene nada de inspirador. Sin embargo cuando me he puesto a escribir, ya digo, cuidando incluso la postura, pensaba que podría salir algo interesante.
    Manifestaciones por todo el mundo que recuerdan que hoy es el día nuestro, hombres repartiendo flores a las mujeres que vendían en un mercado de abastos, debates sobre lo que se ha conseguido en el campo de la igualdad, rechazo del crimen que ayer mismo tenía lugar en un pueblo de Madrid en el que perdía la vida una mujer maltratada, qué se yo. Cada hora han perdido el empleo cien mujeres en este mes de febrero, un dato escalofriante, también lo es el hecho de que haya hombres que están en paro y no aparecen en ninguna encuesta, incluso el hecho de las mujeres que ni se molestan en apuntarse a una oficina del inem. Lo cierto es que lo de la igualdad es algo muy difícil de lograr, supongo que lo primero es el hecho de que nosotras somos las que parimos y aunque parezca algo superado y asumido por las empresas, no es una realidad. No somos heroinas, muchas lo parecen pero simplemente somos personas, y a veces se nos obliga a actuar como seres sobrenaturales capaces de conciliar la vida laboral y la familiar a costa de renunciar a sentarse en el sofá sin sentirse culpable por no haber puesto una lavadora, o no haber podido ir a recoger al niño al colegio, o no haberse depilado. Es tal la exigencia que yo no sé cómo es posible mantener la cordura.
    Si no trabajas fuera de casa prácticamente eres una fracasada a nivel laboral, si trabajas fuera de casa tendrás que pensar en cómo organizarte para que tu hogar no se resienta, menos polvo a cambio de que alguien venga y limpie unas horas, el tiempo con tus hijos se extrae del tiempo que tu cuerpo necesita para reponerse, el tiempo para amar se cambia por el tiempo para bañar a los niños y contarles cuentos relajantes. Y tú te vas ahogando, y cuando te quieres dar cuenta el tiempo ha pasado. Tanto si te ocupas cien por cien de tus hijos como si te ocupas cien por cien de tu trabajo y de tus hijos, todo lo que no hiciste te pesará siempre, si y solo si no tenías claro lo que hacías y por qué lo hacías.
    Y luego lo piensas, piensas en lo que era antes, en lo afortunadas que somos dentro de lo que cabe, podemos votar. Pues claro. Sí, pero no hace tanto tiempo que no podíamos. No hace tanto tiempo que nuestra firma no tenía ningún valor sin el respaldo de un hombre. No hace tanto tiempo.
    Una comentarista decía hoy en un debate que la igualdad nunca será posible mientras los hombres no tengan hijos, literalmente, que paran ellos también. Pues es verdad, hay algo instintivo que nos lleva a ello, algo instintivo que nos hace renunciar a los puestos de máxima responsabilidad porque lo instintivo nos empuja a elegir a la familia, el problema es que nosotras tenemos que elegir, estamos obligadas socialmente. El hombre no. El hombre tendrá a una mujer detrás que llevará a los niños al médico, que se acordará de preparar la ropa que necesita cada día, la que organizará la fiesta de cumpleaños, la que cocinará, limpiará y planchará. Y si un hombre lo hace, me refiero ocuparse de la casa, será algo excepcional, será admirado y aplaudido, mientras que la mujer lo hará porque lo tiene que hacer sin esperar reconocimiento alguno.
    Y limpiará los cristales de las ventanas de toda la casa, se pasará toda una mañana ocupada en eso, nadie se dará cuenta de que están limpios; a la semana lloverá y volverán a estar sucios, y entonces ella se dará cuenta de que se volvieron a manchar, pasará otra mañana limpiándolos, volverá a llover... Habrá trabajado al cabo de un año como ocho días destinados únicamente a limpiar los cristales de las ventanas y nadie reconocerá su trabajo, tal vez ella le contó a su marido lo sucios que estaban los cristales, pero a ojos del mundo y de la sociedad ese trabajo no fue trabajo, no era importante, era una trabajadora sumergida sin ningún derecho más que el amor de sus hijos y de su marido (muy valorados y apreciados ambos amores), pero ella no se realiza, no, una no se realiza limpiando las juntas del suelo de la cocina o del baño, ni planchando, ni poniendo lavadoras.
    Y cada frívolo comentario que insinúe que la mujer que se queda en casa tiene mucho tiempo y vive muy agusto es tan reprobable que debería estar castigado con pena de prisión en el hogar y trabajos forzados limpiando los bordes de la taza del water día tras día. Cuantas mujeres cobrando la denostada pensión no contributiva porque a ojos de la sociedad no han trabajado. Lo siento, gracias a nosotras el equilibrio se ha mantenido, pero ésto sólo era válido si la familia funcionaba, si el respeto se mantenía, si a la mujer se la valoraba, si de alguna manera nos podíamos sentir realizadas. Pero no es así, no, hoy hablamos de la mujer, y la mujer quiere más que una paga no contributiva. Es verdad, la mujer no es sólo la que se queda en casa, la mujer no es sólo la que trabaja y concilia, la mujer no es sólo la que pare y la que amamanta (algo maravilloso), la mujer es increíble, es un ser generoso. Que cada una o uno piense en su propia madre, esa es la mujer, la gran mujer, la que merece una ovación, la que se merece todo el agradecimiento. Porque el verdadero motivo por el que pasamos lo que pasamos y nuestras madres pasaron lo que pasaron, lo que explica la paciencia infinita ante determinadas situaciones, lo que justifica que una limpie una y otra vez los cristales de su casa, está en esas criaturas maravillosas que nacieron de nuestras entrañas, por ellos no nos importa, que le den por... a un cargo directivo si puedo verle sonreír, si puedo limpiarle los moquetes, si puedo achuchar a mi niño cuando me reclama. Es difícil, es muy difícil ser justos con todas las situaciones, pero hoy hablamos de la mujer. Y son muchas las cosas que se pueden seguir haciendo por acercarnos a una verdadera igualdad, y no es dejar de tener hijos claro.

    Un recuerdo especial para mi madre, ahora que yo también soy madre me doy cuenta de sus muchos esfuerzos, y para mi abuela fuera como fuera no tuvo que ser fácil; y otro recuerdo para la mamá de mi amor, que es una mujer increíblemente generosa con sus hijos y sus nietos.

Marzo 2011: Tiembla la tierra


Tengo frío, me ha entrado un escalofrío en el cuerpo tras ver las imágenes del terremoto y del sunami japonés, y el frío se ha instalado en mí al comprobar la vulnerabilidad del ser humano. Un señor estaba cruzando un puente, la ola del sunami arrastraba multitud de vehículos y barcos hacia el puente desde donde el hombre miraba cómo objetos impensables atravesaban por debajo de él. Supongo que todo se grababa desde un helicóptero. Hasta que su tranquilidad aparente se ahogó literalmente por la fuerza que empujaba a la lengua del sunami, detrás venía la base del músculo y lo hizo desaparecer.
    Sorprendente, increíble, terrible. No puedo escribir más sobre ello. Hay demasiadas gotas de lluvia decorando los cristales de la ventana, sobre cuyo pollete hay una jardinera con un geranio resistente al frío invierno madrileño. Me levanto, voy a por un jersey o algo que abrigue, estoy todavía con el sunami en la cabeza y el frío en el cuerpo.
    Los gritos de la niña reclamando la atención de su hermano me despiertan, ya me he colocado una chaqueta de lana, y aquí he vuelto, sentada en la pelota gigante, creando un texto improvisado. Un recorte de Alicia en el país de las maravillas me acaba de recordar que un señor extraño vino a visitarme anoche. Supongo que fue culpa mía el haberlo dejado entrar, lo invité a café con galletas de avena y empecé a contarle un cuento. Me dijo que si había venido a verme era porque necesitaba mi ayuda, y que un cuento no bastaba, era necesario una dramatización. Así que empecé a actuar, me veía cocinando, el escenario estaba vacío, tan sólo una mujer que removía sin parar el contenido de una olla situada sobre la mesa que había en el centro de la escena. "Sí, ya está casi listo". "No, al final no eran lentejas sino pollo frito guisado a la cocina lenta con sonrisa de guisantes y tomates". "Pues si no te gusta te vas a Burgos y te comes un pollo crudo". "Ya sé que te gusta el crujir de la carne poco hecha"...No había manera de que le gustara lo que hacía, pero a dónde, por dónde, hacia dónde. Lo siento. Esto está demadiado oscuro. Calla y no digamos nada de este desvarío, mi marido no tiene por qué enterarse, está dormidito en la cama, pues eso que descanse, le vendrá bien, mañana madruga. Toma, fúmate un cigarro imaginario, es que no soporto el humo. Más, quiero más. La tierra ha temblado. Siempre está temblando, no es algo nuevo, pero es que hoy, hoy está atacada, le ha dado un golpe de estrés repentino y las palpitaciones se han convertido en saltos de liebre alocada. Y los edificios se han visto obligados a bailar. No, hoy no estoy cuerda. Hoy no voy a buscar el equilibrio peloteando. Hoy simplemente me voy a dejar llevar, qué remedio, si el mar te lleva no puedes hacer nada. Son cosas que pasan continuamente. Bueno, y qué pasa con lo nuestro. Digo, quiero decir, vamos que yo pensaba que entre tú y yo había algo más que un simple: "bueno, pues vamos"; yo creía que lo nuestro era algo así como: "bueno, pues es para siempre".
    Hay gomas de colores, un cuento del Tesoro de los piratas, un babero de mi niña, doblado pero lleno de restos de arroz con pollo. Hay una caja de bandas de cera para depilar, unos cuantos folios en blanco, muchos cables, un gorro de muñeco, y un sobre. En mi mesa de cocina, acompañando al ordenador hay desorden puro y caos desorganizado y en lugar de ponerme a ordenar me siento a escribir mi propio desastre. "Sí señor, todo arreglado, márchese de una vez de mi casa. Mi marido está al llegar. Me está ocasionando verdaderos desórdenes mentales." "¿Que quiere llevarse las lentejas que al final no he cocinado? ¿Quién es el enfermo entonces?"

Isolina Cerdá Casado

Ausencia. Vacío. Nubes negras. Vamos a contar mentiras tra lará.


Ausencia. Vacío. Nubes negras. Vamos a contar mentiras tra lará.

    Hace mucho tiempo ella llegó al mundo. Fue en tierras lejanas, allá, en medio de un monte lleno de pinos y robles. Ella no sabía con lo que se encontraría ni contra qué gigantes tendría que luchar. Se fue para quedarse en los corazones enlutados por la pérdida. Testigos de su viaje, compañeros de trayecto, vecinos de hogar, equilibristas tristes de sensaciones dispares. Con tan solo un año de vida se le quemó la mano, gateando salvajemente como lo puede hacer un niño de esa edad, llegó hasta el fuego en el que no veía peligro alguno puesto que nadie estaba para advertirle. Su lucha empezó ahí, ya apenas adentrada en su vida. Dicen que siempre suspiró por un cariño de su madre, mujer fría devota de cristo y fiel a las creencias de un tiempo de carencias, ésta última era mi abuela. Si al menos hubiera sido amable con ella, ya no digo dar amor o afecto sino amabilidad, buenas caras, gestos de cariño.
    Ella siempre luchó, por no hundirse, por avanzar, por no dejar de caminar en la vida. Mi querida niña. No puedo olvidarte. Una gran mujer. Un terremoto de mujer. Qué vacío más grande.
    Hay nubes negras en el cielo, sobre un fondo azul, y allá, a lo lejos, una nube blanca destaca dando luz a mis sueños. Sueño que te veo, sueño que te vuelvo a tener frente a mí, sueño que nada pasó y que todo queda, sueño una presentación, un abrazo gigante, una sonrisa indescriptible.
   
     Como todo, todo será recuerdo...yo también lo seré...yo...poder darle vueltas a la cucharilla de café, el vasito de café con leche endulzado con el azúcar moreno. Qué suerte, todo ha sido una fortuna, poder estar aquí, poder soñar con escribir mi gran obra, mientras busco el tema adecuado describo desórdenes mundanos. Todo es mucho más sencillo, bastaría con hablar de las muchas cosas que siento día a día. Podría escribir sobre todo, podría pero no lo hago, el impulso, me falta el impulso.

    Pero, cuál es el problema, si hay que hablar de la cajera amable del supermercado, o del John que preside la puerta dando los buenos días, o del laberinto cotidiano en el que se encuentra mi vecina, pues hablemos, escribamos, serán verdades, verdad subjetiva, la de mi mirada, la que sucumbe ante los látigos atrevidos del cotilleo. ¡No es cotilleo! ¡Por el amor de dios! Es pura observación, no hay más verdad que la que trasciende de uno mismo a través de sus ojos. Me voy al bosque a reflexionar. Apago la luz, cierro los ojos, puedo sentir la cascada tras de mí, chorros de agua de los llantos invisibles. Hubo un tiempo en el que encendía cigarros mientras esperaba a la inspiración, pero las musas no deberían aparecer cuando estoy limpiando el baño, deberían esperar a que me sentara frente al ordenador o ante una libreta virgen, sin rastro de tinta derramada. Lejos de mí cualquier intento metafórico. Yo, no soy nadie. Sólo sé que tengo necesidad de contar mentiras, tralará, sueños, ovejitas, cualquier cosa es válida para saciar mi hambre creativa.
    Lo importante, por muy alejado que esté el impulso verdadero y definitivo, es que ahora mismo estoy aquí, sentada sobre una pelota, feliz por haber contado algo, no importa el qué.
   
 Isolina Cerdá Casado

Grucología


Grucología

    No importa la palabra, me gustaba su sonoridad aunque no tenga significado conocido alguno. Quédate quieta una vez más. Cierra los ojos. Recibe un beso en la mejilla. Ahí te va. Por más que lo estoy intentando esta vez ha podido la negativa, la puerta cerrada, la llave echada, los ojos tristones. La cama como único reducto positivo, tapada hasta las orejas, sin sentido aparente, queriendo desaparecer del tiempo presente, del hoy y del ahora. Me duele, me duele la tripa, los ojos, las piernas, la rodilla izquierda y el oído derecho. Me duelen las entrañas. Me veo como un huevo roto al que se le está esparciendo la clara, cuya yema está en peligro de evacuación, mientras que su cáscara está llena de caca de gallina. Qué cosas tiene la visión de sobremesa en una día grisáceo y vientudo.

Isolina Cerdá Casado

24/03/2011 Gallinas actrices


 Ayer ocurrió una cosa espectacular, extraordinaria, más teniendo en cuenta mi condición de actriz en paro. Y es que cuatro de las gallinas de Agus fueron recogidas a las 13:00 horas de ayer de la puerta de casa por un señor  que trabajaba en una productora, iban a rodar un anuncio, las trajeron a casa a eso de las siete de la tarde. Pagaron a Agus lo acordado y las cuatro actrices se fueron a hacer su trabajo ante la cámara. Podéis imaginar la cara que se me quedó a mí cuando mi chico me dijo que sus gallinas iban a grabar un anuncio, no tuvieron que pasar ningún casting, ni si quiera mandaron un videobook, querían gallinas marrones, de las de toda la vida, y punto.
    Hacía muy poco tiempo que le contaba a Cati mi frustración ante un casting que pintaba muy bien y que quedó en nada. Y van estas cuatro gallinas, sin ni si quiera asistir a ningún tipo de preparación dramática, qué se yo, expresión corporal, algo de trabajo vocal, van ellas, como digo, y realizan un trabajo limpio, sin estreses, con sus cuarenta euros en los bolsillos por apenas unas horas de trabajo. Ayer, a eso de las siete treinta de la tarde me encontraba en la cocina sentada frente al ordenador con esas gallinas cacareando dentro de su jaula, sin apenas un amago de chulería, con un café a mi vera, sin saber muy bien si ese hecho significaba algo en mi vida. En serio, las tuve en la cocina hasta que encontramos un sitio donde iban a estar bien hasta su traslado. Hoy, el día después, me he dado cuenta de unas cuantas cosas, que ellas me han enseñado. Qué pasa, se hace un anuncio, pues genial, pero eso no me va a cambiar la vida: ellas seguían picando su pienso y bebiendo su agua, y poniendo huevos, esta mañana habían puesto dos huevos en la jaula, antes de ser trasladadas a su lugar de residencia permanente: la parcela. Por tanto, primera lección: hacer un trabajo con una productora no tiene por qué ser la panacea.
     Ellas estaban tranquilas, disfrutando de su día a día, compartiendo su  vida con un gallo y unas cuantas gallinas más, dos de ellas guineanas y un pato. Felices. Por tanto, segunda lección: si tienes que trabajar como actriz, trabajarás, aunque estés viviendo en el más absoluto retiro y te dediques a poner huevos (o cuidar hijos).
     Ellas no firmaron ningún contrato de permanencia ni de exclusividad, sin embargo trabajaron. Tercera lección: no es necesario ir a buscar a un representante, tal vez está durmiendo a tu lado todas las noches y no te has dado cuenta.
    Ante los hechos acontecidos, podría haberme deprimido por ver que la competencia en mi profesión no tiene fronteras, hasta la más insignificante gallina puede conseguir ese trabajo al que tú no has llegado a optar. Pero he elegido la otra opción, y no es convertirme en gallina, para tranquilidad de mi maridito, sino reírme sin parar y ser optimista: si las cuatro gallinas de la parcela de mi chico lo han conseguido, yo, que he cursado unos estudios y que tengo un videobook y unas fotos, qué no voy a conseguir. El azar es increíblemente sorprendente, tal cual la vida.

Pd: Lo paradógico es que Agus puso el anuncio para vender unas gallinas americanas y aunque ya las había vendido no quitó el anuncio de internet. Así que es más sorprendente si cabe cómo han acabado delante de la cámara estas gallinas ponedoras, con cuyos huevos hago unos flanes deliciosos.

Isolina Cerdá Casado

15/04/2011 Barato, barato


¡Estoy fatal! Sí, lo reconozco. Hace dos días envié una solicitud para escribir por cuatro literales duros, euros entiéndase, en una empresa alemana que se dedica a tramitar entre los autores y las distintas empresas que requieren de un texto sobre un tema predeterminado. La cuestión es que hay una especie de cebo, "Hágase autor", "pinche aquí para hacerse autor". Para una aficionada a la escritura como yo, el sólo hecho de que se utilice la palabra autor como adjetivo descriptivo de una cualidad mía me fascinó, así que pinché allí. Escribí un texto de prueba y lo envié, antes de dos días tendría la respuesta, todo dependía de la "calidad" del texto presentado. Podías elegir tema, yo opté por mi formación, así que empecé con mis inicios en estudios de empresariales, cosa que apenas nadie sabe y cómo al final acabé con dos licenciaturas, sociología y Artes escénicas, ésta última con esa equiparación de licenciatura. La cuestión es que me fuí por los cerros de Úbeda al contar lo de la muerte de mi hermana de forma trágica cuando estaba en un período de mi vida fundamental a nivel académico, eso sí 120 palabras como máximo, lo clavé. Pues total, que a pesar de ser consciente de que no era exactamente lo que pedían hice un texto demasiado personal, al estilo soliescribe, y de momento no he recibido respuesta, estamos en el segundo día. La cuestión es que antes de reflexionar sobre el sentido de ese trabajo de negros, y perdón por la expresión si ofende a alguien, envié un correo a una amiga sobre la posibilidad de que ella misma trabajara escribiendo para esta empresa alemana. Como siempre muy impulsiva, nada reflexiva. Mi marido, que hay que reconocer que para determinados temas tiene las ideas muy claras, me dijo que ni me molestara, que para que me malpagaran el trabajo y regalarles mis ideas no merecía la pena ni solicitar ser admitida. Me dijo: yo no vendería mis gallinas por 2,50 euros, faltaba más con sus dotes interpretativas. Y es que eso era lo que te pagaban por 400 palabras, si al final el texto era admitido por la empresa que lo encargó después de pasar por dos revisiones; pero cabía la posibilidad de que después de esas revisiones no lo admitieran y en ese caso no te harían ingreso alguno. Ay que ver lo que hace la desesperación, y pensar que después de ser consciente de que es un timo aún estoy esperando una respuesta y todavía no sé si respondería con una negativa.
   Mi amiga no me ha enviado ningún correo al respecto, imagino que ella sí ha visto claro que aun a pesar de que te llamen autora, en realidad no serías más que una trabajadora infravalorada y mal pagada, te pongan el nombre que te pongan.
    Cosas que tiene la vida, siempre nos sorprende, por suerte. Este final es el mismo que el texto de prueba que les envié, jejeje.     

Isolina Cerdá Casado
    

17/05/2011 Terremoto en Lorca


Han pasado unos días, más bien semanas, sin escribir nada aquí, pero eso no significa que no haya escrito, en breve subiré una historia que he presentado a un certamen. Han pasado muchas cosas, en general, por dentro y por fuera, cerca y lejos, es así la vida. Uno de los sucesos tristes, dramáticos, generador de una gran impotencia ha sido el terremoto de Lorca. Lo sentí muy cerca, como si todas las personas afectadas tuvieran algo que ver con mi vida. Japón estaba fuera de mi alcance, y aún así aquellas imágenes hacían que ese temblor llegara hasta tu cuerpo. Pero Lorca ha estado siempre a un paso de mí, supongo que porque estudié Artes Escénicas en Murcia y la temporada que fui en tren de Cercanías a la Escuela, esa ciudad estaba presente permanentemente por los altavoces de la Estación de tren. Supongo que si a mí me ha afectado a los actores de Murcia mucho más, y a todos en general. Es imposible no ponerte en el lugar de los afectados. Y lo piensas: "si un terremoto acabara con todo lo que he ido construyendo con esfuerzo a lo largo de mi vida, ¿qué pasaría por mi mente? ¿qué cambiaría a partir de entonces?¿podría volver a sentir que todo es posible? La felicidad es un instante, ya sé, hay que disfrutar de cada momento de tranquilidad porque en un segundo toda tu vida da un giro y se transforma, para bien o para mal.
    Cuántas veces he repetido la expresión: "Cómo pasa el tiempo, si parece que fue ayer...". Pero hoy estoy con esa frase en la cabeza, sintiéndola, e incluso imaginando ese rápido transcurrir del tiempo y la vida. No hace tanto de aquel instante, subidas en la parte trasera del furgón de mi padre, sentadas sobre alguna alfombra, mi padre era vendedor de alfombras, de vuelta de pasar el día en el campo, queriendo que llegara el tiempo de tener quince, dieciocho, veinte años. Ella, mi hermana estaba conmigo, mi madre en el asiento de copiloto, mi padre conducía, mi hermano Antonio no había nacido todavía, y Joaqui era un pequeñuelo. Por dios, que ya tengo treinta y ocho, que mi hermana murió ya hace más de veinte años y mi madre va a hacer pronto diez años que nos dejó, sin querer irse. Que lo piensas y es para mandar a freír espárragos al polvo del salón, que le den, me voy a vivir la vida, no limpiando sino ensuciando. Bueno, bueno, tampoco nos pasemos, algo hay que ir limpiando sino el color de los muebles permanecerá intacto debajo del manto de ácaros que lo cubre.
    Sí, sí, si yo lo tengo claro, que hay que vivir, que quiero vivir, pero es verdad que ver las imágenes de lo que ha pasado en Lorca no te puede dejar indiferente; estuve llorando, no podía evitarlo, era como una lluvia de escenas que iban abofeteando a mi alma y sus tonterías, y lo verdaderamente importante se manifestaba en su máximo esplendor: mis hijos, mi amor, mi familia, mis amigos.    
    Toda mi solidaridad con Lorca y sus vecinos.

23/06/2011 Pos premios


Mil disculpas, se me subió el premio a la cabeza y me paralizó las neuronas creativas de textos improvisados, así que empecé a escribir con miras a premios varios y he presentado un texto y otro está en proceso. Disculpas porque a santo de qué tengo que dejar de entrar en este espacio mágico y gratuito en el que creo sin pensar en nada más que llevada por el impulso de la necesidad. Bueno, a ver, estamos en una sociedad en la que nadie me pone un café gratuitamente, ni nadie me ofrece una tostada porque hoy es hoy a no ser que sea la abuela de mis hijos, para todo tengo que abrir la cartera y soltar la pasta. No es de justicia tener que pedir disculpas por no escribir gratuitamente. Ya, ya, pero el que lee un texto mío no cobra ni un duro, lo hace gratis, y encima invierte un tiempo suyo unos minutos frente al ordenador ante una historia con sentido o sin sentido que yo escribo con la clara finalidad de que alguien le eche un vistazo. Porque sí, yo escribo para contar cosas, y porque lo necesito. De acuerdo, vale, no te agobies, el primer paso para hacer algo creativo que merezca la pena es que haya una necesidad detrás. También tengo que decir que han pasado muchas cosas desde entonces, desde que mi hijo paseara con el trofeo en mano mostrando a todos lo que había ganado su mamá a cualquiera que se le cruzara en la puerta del cole. Empezando por las propias turbulencias de una misma, siguiendo por un intento de arreglar mi vida económica de una vez por todas. No, no me iba a prostituir ni a invertir todo mi dinero en apuestas varias; pensé en lo que piensan todos los españoles a la hora de conseguir un trabajo estable: opositar. Es lo que tiene, durante el tiempo que dura el momento en el que te inscribes hasta que haces la prueba, estás creyendo que ese estado de estabilidad es posible. Hasta que suspendes, te quedas en las puertas, lo suficientemente cerca como para seguir creyendo que eso será posible en algún momento, tal vez en el cuarto intento. Lo último, un cólico nefrítico sufrido por mi marido, aún en proceso de recuperación, un parto larguísimo que todavía no ha llegado a la fase expulsiva. Y en medio, el dolor de conocer noticias tristes que afectan a niños, bebés que con nueve meses mueren asesinados por la negligencia, la violencia directa del maltrato o las drogas en sangre. Por dios, cuántas personas desearían tener un bebé para cuidarlo, mimarmo y quererlo. Y va el destino y los coloca en las manos equivocadas. Pobres angelitos que con apenas unos días ya están empezando a sufrir auténticos tormentos terrenales.
     Bueno, pues eso que por fin he escrito algo con impulso auténtico. El calor ha llegado, el cole ha terminado (casi) y aquí estoy yo, con mi ordenador, con mi ropa por planchar, con las pastillas de nolotil para el marido parturiento, con el diccionario de inglés sosteniendo la receta del bizcocho de las monjitas y con el tocho de fotocopias de leyes varias recordándome su presencia una y otra vez. Y mis hijos que cuando estoy en máxima concentración me despiertan del estado onírico y me devuelven a los casos mundanos más básicos con gritos que arrancan arañazos impulsivos y los dejan marcados con el más puro amor fraterno, dos hermanos que se quieren y se pegan en la misma intensidad. Y una madre que se tira de los pelos desquiciada con los globos oculares a punto de salir botando y el rostro estirado por la desesperación histriónica. ¡CRISTIAN Y LARA! ¿QUÉ ESTÁ PASANDO? ¡AL PASILLO, LOS DOS! ¡A PENSAR! Y así fue como se gestó un hermoso cuento bíblico, Caín y Abel se convirtieron en Cris y Lar, y se arrancaron los pelos en presencia de su madre que acabó ingresada en un psiquiátrio de Londres para aprender inglés. Yes.

28/07/2011 Mi hija quiere su leche con galletas de dinosaurio


Siempre que la veo recuerdo todo lo que pasó, me vienen a la mente esos momentos de incertidumbre cuando se barajaban múltiples opciones acerca de lo que había causado la desaparición de Andrés. El paso del tiempo no ha mitigado su dolor, la expresión de su cara sigue siendo la misma, solo que más relajada, como si ya no fuera posible que ese rostro dulcificado por la aceptación pudiera admitir ninguna otra muestra de dolor, es como si dijera: ya he vivido lo peor que puede vivir una madre. Ahora tiene nietos del otro hijo que le quedó y la vida sigue, cargando con su peculiar mochila, la más pesada de todas. Su hijo no murió, lo asesinaron. Estuvo desaparecido muchas semanas, hasta que su cuerpo surgió del fondo del pantano de Crevillente, roído por los peces, con muestras claras de violencia. Los rumores apuntaban hacia los campos de droga y los guerreros blancos. Nunca se detuvo a ningún culpable. Ahí quedaron su madre, su padre, su hermano, sus primos, en medio de un dolor agudo al que ir acostumbrándose conforme pasaban los años. Ocurrió hace más de veinte años. Su hijo apenas debía tener diecisiete años o menos. Por ahí andan sueltas las personas o persona que le dio una paliza, lo inmovilizó y lo sumergió en las aguas marrones del pantano. La fachada de su casa salió por la televisión. Ahora ya no es verde, la están pintando. Esto sucedió en mi pueblo, al lado de casa, esa fachada la veía yo todos los días al asomarme a la ventana. Ahora ya no vivo allí pero he estado unos días, tal  vez por eso se despertaron recuerdos. 
   Desde mi ventana se veían otras muchas cosas, otros muchos lugares marcados por la tragedia. Recuerdo esa esquina del parque, la que estaba más cerca de la fachada de los tres edificios colindantes, el mío el de enmedio. En esa esquina aparcaba mi coche alguna vez, cuando volvía en fin de semana, fue en la época en la que estaba estudiando en Murcia. Una noche al llegar había una cinta blanca rodeando esa zona, protegiéndola de ser pisada por un coche o por un peatón despistado. Allí había sido donde cayó el cuerpo de la chica que se tiró de la ventana de su casa, de un quinto piso, murió al instante. Muy joven, tal vez dieciséis años, por lo que decían los rumores tenía depresión. Esa huella jamás se borraría en mi mente, los restos de sangre derramada, la cinta blanca. Hoy en día los coches han vuelto a aparcar como si tal cosa.

    En la misma calle, unos edificios más abajo, murió un chico, joven también, por un disparo. Dicen que fue un tema de drogas...

...Voy a darle la leche a mi hija que está llorando porque quiere que su mami le dé el desayuno, así que ahí voy, luego sigo...


...Tema de drogas como iba diciendo. Esto ocurrió hace menos tiempo, tal vez cinco años. En la misma calle hay varios sucesos que han marcado mi vida y que me han afectado, por eso de tener una capacidad empática que roza lo enfermizo. Todo puede cambiar en un instante. Un vecino aparentemente normal sufrió una esquizofrenia y lo transformó en un enfermo mental para el resto de su vida, vive en una residencia de por vida, sólo va a casa dos o tres días al año, por las fiestas navideñas. Vivía debajo de casa, los vecinos del primero, en la época de la adolescencia se volvió muy agresivo, hasta que con varias denuncias consiguieron que a través de los Servicios Sociales fuera ingresado en un Centro por una mínima cantidad. Cuando era niña ese chico me defendió en una de mis reyertas callejeras, estaba muy cuerdo entonces, pues así terminó.

    Ya sabemos que en la misma calle, mirando hacia dentro de mi ventana, también  pasaron muchas cosas duras y difíciles. Cosas de las que de vez en cuando vuelvo a hablar, tal vez porque gracias a escribir sobre ello la expresión de mi cara se suaviza, y consigo abstraerme por unos instantes de mi propia tragedia.

    DUERME, MI NIÑA DUERME, YO ESTOY CONTIGO
NO TENGAS MIEDO, PUES YO TE QUIERO
Y AUNQUE TE FUISTE, YO TE VENERO
ERES MI NIÑA Y YO TE QUIERO.
ERAS MUY NIÑA, CUANDO TE FUISTE, YO TE QUERÍA.
LLORÉ MUCHO, LLORÉ SIEMPRE, Y PENSÉ QUÉ PUDE HACER,
PERO DE NADA SIRVIÓ LLORAR PORQUE TÚ NO VOLVISTE
LA TRAGEDIA SE CUMPLIÓ, TÚ DE AQUEL CENTRO NO REGRESASTE JAMÁS.
MAMÁ TAMBIÉN
MAMÁ SE MURIÓ, MAMÁ, MAMÁ
MAMÁ SE MURIÓ, MAMÁ, MAMÁ.
SUPO QUE ESTABA ENFERMA
Y NO DEJÓ DE LUCHAR.
SUPO QUE ERA UN CÁNCER
Y NO DEJÓ DE LUCHAR.
MI MAMÁ MURIÓ
MI MAMÁ NO ESTÁ.
YO CANTO ESTA TRISTEZA
MIRANDO ATRÁS DESDE LA FLAQUEZA.
MI MAMÁ NO ESTÁ
MI MAMÁ MURIÓ.
YO LE CUENTO A MIS HIJOS
QUE ALLÁ EN EL CIELO
VIVE UN ÁNGEL MUY LINDO
QUE NOS PROTEGE Y NOS GUARDA.
ELLA ESTÁ PENDIENTE
ELLA NOS CUIDA Y NOS QUIERE
PERO LO DURO DE ESTO
ES QUE LO HACE DESDE LO ALTO
ALLÁ EN EL CIELO
EN UNA CAMA DE NUBES BLANCAS
Y NO HAY PROXIMIDAD HUMANA
SOLO PUEDES DESEAR SUS BESOS
Y SUS ABRAZOS Y SU CALOR.
MI MAMÁ NO ESTÁ
MI MAMÁ MURIÓ
NO HAY QUE MIRAR AFUERA
EL DOLOR EN CASA ESTÁ. 

    Bueno, pues me voy a preparar la comida y un poco de mermelada de tomate, el huerto está en plena ebullición y yo suspiro de felicidad, mi marido me quiere, mis hijos inventan historias, y mientras cocino inventaré el cuento que tengo que contar mañana.

17/08/2011 Hábitos negros


No me gustaría que os quedara un trauma como único recuerdo de este período de enfermedad. Quiero que sigáis unidos, si lo estáis podréis afrontar todas las dificultades. Seleccionad a las verdaderas amistades, creed en la parte de la familia a quien de verdad importáis y recurrid a ellos cuando sea necesario. Tú, hija mía, tienes que ocuparte de lo que yo me ocupaba, pero también tienes que hacer tu vida. Cuidado con las mujeres que aparezcan, hay que tenerlo todo bien atado porque el hombre no piensa con la cabeza, aunque tu padre os quiera mucho.
    No todo salió como ella quería, las cosas fueron ligeramente diferentes. El trauma quedó, allá en el fondo de nuestra alma, como un aceite esencial que esparce su aroma cuando le llega el calor de una llama. Así resurge una y otra vez el recuerdo de su siesta terminal. La distancia forzó la separación y cada miembro de la familia que ella había formado se fue por su camino, aunque les unía ese trauma persistente en el recuerdo común de todos. Pero había otro trauma que también  compartían. Conforme pasaba el tiempo se iba agrandando más y más. Seguramente la primera tragedia fue la que puso la semilla de su enfermedad, la muerte de una hija no puede pasar por tu vida sin dejar huella, en su caso fue un cáncer. Su hija murió sola en un centro psiquiátrico tras una semana de aislamiento terapéutico. Lo recuerdo a la perfección, ella tenía depresión profunda, no conseguía conciliar el sueño, algo dentro de su cabeza la atormentaba, algo que desconocíamos y que era imposible racionalizar.
    ¿Por qué no puede dormir? ¿Cuántas pastillas lleva? El doctor dice que hay que cambiar la medicación. Hay que ir otra vez al médico, esto no puede ser, son ya demasiados días de insomnio y de angustias, y de llanto. Vayamos al hospital, alguien habrá que pueda aconsejarnos mejor.
     Del hospital general, en donde no había una sección para enfermedades mentales al psiquiátrico de Alicante, Santa faz.
    No, no la dejen aquí, lo que le ocurre no es tan grave, será mayor el trauma en su vida de haber pasado por este centro. ¿A dónde la llevamos? Lo que sea, pagaremos lo que sea. Vayan a este centro psiquiátrico privado de Murcia. Es muy caro. No importa.
    Hicieron lo que creyeron que debían hacer. Yo la acompañé. Iba sentada con ella en el asiento de atrás. Llevaba puesto el pijama. Recuerdo su olor dulzón. Estaba muy asustada. Lloraba. Ella, mi hermana. Todavía me pregunto por qué la dejamos allí, por qué accedimos y aceptamos a no verla, por qué no cuestionamos en ningún momento el protocolo. Recuerdo que era un lugar frío, la llevaron a una habitación y allí se quedó, sin saber nada de nosotros, y nosotros pensando que estaba en buenas manos. Algo iba mal, todo debió ir mal desde el principio. Pero nunca llegamos a saber nada de lo que ocurrió allí realmente. A la semana, siete días justos sin verla, llamaron a casa.
     Es usted la madre de Mónica, se encuentra acompañada, es que ha ocurrido una desgracia, verá, su hija ha sufrido un paro cardíaco y ha fallecido.
    Yo estaba en el instituto, en clase de literatura, cuando entró el jefe de estudios en clase supe que algo había pasado y que tenía que ver conmigo y con mi familia, fue una intuición llegada de las almas atormentadas que ya sabían lo que había pasado. Aquel grito de dolor de madre llegó hasta mí. No me dijeron lo que había ocurrido, solo que tenía que ir a casa. Recuerdo ese trayecto, pensé en mi hermana, algo muy malo había sucedido, algo que haría tambalearse toda la estructura familiar, que desestabilizaría mi alma, y que intranquilizaría mi vida para siempre. De pronto no importaba nada. Yo era la culpable de todo. Yo no tenía que haberlo permitido. No la tenía que haber dejado en ese lugar de gritos sin sentido decorado con azulejos blancos y tonalidades en verde clarito. Mi niña salió de casa vestida con su pijama y entró metida en un ataúd al uso, instalado en la habitación de mis padres sobre unas cuantas sillas; entonces no había tanatorio en el pueblo y el coche fúnebre la trajo directamente a casa. Yo sé lo que sentí, tengo presente cada recuerdo, cada gesto de la gente que pasó a verla allí instalada, todos decían que su cara tenía una expresión de terror. Pudo ser un fallo humano, probablemente, pero nunca lo supimos, no se le practicó autopsia, mi madre prefería pensar que pasó lo que dios quiso que pasara, sin que hubiera un culpable, tal vez porque de imaginar que había sido culpa de alguien no habría encontrado consuelo. Para mí fue lo peor que podía haber hecho porque la imaginación comenzó a volar y todas las historias que imaginaba podían explicar ese trágico final me ponían a mí como única culpable por haberla dejado quedar; tal vez sufrió abusos, tal vez fue un exceso de medicación y por tanto negligencia por parte de algún médico o enfermero, o tal vez murió de pena, pero si yo no la hubiera dejado allí no habría ocurrido. Los meses de terapia tan solo camuflaron el sentimiento de culpa, aprendí a callarme y a enterrar el dolor con desvaríos varios, pero fue inútil, la culpa me perseguía, dirigía mis movimientos. Me casé por ella la primera vez, con un hombre enfermo mental y egoísta, terrible combinación para una enferma de dolor y cuyo sentido de culpa la había llevado a un estado neurótico permanente. Con sus amenazas de suicidio consiguió que saliéramos, que nos casáramos y que, por suerte, al cabo de año y medio, tras despertar de un traumático letargo, nos divorciáramos sin hijos de por medio.
    Pero ella no se equivocó del todo, mi padre casi perdió la cabeza por una señora que literalmente estaba zumbada. Debe ser cosa de genética, las enfermedades mentales son afines a nuestra familia. En este caso la mujer tenía un trastorno de personalidad con brotes psicóticos que la llevaban a gritar a mi padre en cualquier situación y no solo a mi padre, le daban ataques de histeria que la hacían ser el centro de atención de los guardias de seguridad de todos los sitios públicos en los que se encontrara. La metió en casa, y estuvo cantando por los pasillos hasta que el hombre más discreto y bueno del mundo pudo romper con ella, ayudado por sus hijos, especialmente por el que vivía en su misma planta del edificio y escuchaba los malos tratos que su padre sufría  procedentes de esta mujer.
    Ahora que lo pienso, mi madre tuvo que sentirse bastante indignada al escuchar el canto de esta mujer por los rincones de su casa. O tal vez no se sorprendió tanto, de alguna manera lo había advertido. Sus consejos eran sabios, había vivido demasiado y sufrido  lo inconmensurable. Ya he contado algo de su cáncer, de cómo ella quería dejarlo todo bien atado, pues ya sabía que la vida por si sola era lo bastante impredecible como para poderla escribir antes de que suceda. Sus ojos de mujer enferma, su pañuelo atado en la cabeza para dar calor y camuflar la caída del cabello, esa delgadez enfermiza, y sus hijos tumbados a su lado en la cama, quedaron inmortalizados en una fotografía con la esperanza de que se recuperase cuanto antes y que aquella imagen no fuera más que un mal recuerdo. ¿Qué explicación da un dios en el que ella confió hasta el final? ¿Por qué tuvo que sufrir tanto antes de morir y durante toda su vida?
    Nació en una aldea de Orense, su madre era una mujer ruda, fría, que nunca entendió lo suficiente el fundamento del calor humano. Ninguna objeción como abuela. Al año y medio de estar en este mundo, cuando gateaba por su casa, se acercó al fuego encendido de la chimenea que nadie previó como potencialmente peligroso. Se quemó la mano derecha, y en su lugar quedó un muñón para el resto de su vida; dicen que cuando eso pasó se oían sus gritos varias aldeas más allá, y que cada vez que su madre realizaba las curas gritaba tanto que los robles se estremecían y movían sus ramas solidarizándose con ella. Como tenía esa “tara”, así lo pensaban sus padres, decidieron que lo mejor para ella era estudiar en lugar de trabajar en el campo, así que la mandaron a un colegio privado, sin tener los recursos reales para afrontar los pagos o sin haber previsto el coste de esa decisión, así, cada vez que ella volvía a casa y pedía dinero para sus estudios y su hospedaje en Orense, tenía que sufrir gritos y reproches que no hacían más que atormentarla más. Se enamoró de un hombre que no gustó nada a mis abuelos, me llegó por voces amigas la historia real; tal vez no fuera la mejor elección, nunca se sabe, pero lo que está claro es que su decisión de casarse con mi padre fue una especie de huida. Mi padre vivía en Alicante, y fue a Galicia como testigo de boda de un primo suyo, se casaba con una mujer de la aldea vecina de mi madre a la que conoció en Alemania. Así fue como mi padre pudo conocer a mi madre a través del hermano de la novia que hizo de casamentero. Ella no estaba enamorada de él, unas cartas fueron testigo de su noviazgo, a pesar de ello le pidió que volviera a Galicia, allí se casarían y mi madre cruzaría España para ir a vivir a un pueblo de Alicante; huyendo de los sentimientos y de las tormentas familiares se casó con un hombre al que apenas conocía y que era trece años mayor que ella.
    Era muy creyente, no tanto practicante, lo justo tal vez, pero en los momentos decisivos siempre anteponía sus creencias católicas; cuando descubrió que estaba enferma quería salir de ese estado, vivir, e hizo todo cuanto pudo para luchar y enfrentarse con la cabeza bien alta a su enfermedad. Se cosió ella misma un hábito negro, como el de Santa Rita, fue una promesa que le hizo, quiso llevar sus hábitos para que ella la ayudara; se fue a Pamplona, en aquel entonces era una ciudad referente en cuanto a tratamientos oncológicos y no dejó de jugar sus torneos de chinchón todas las tardes, incluso cuando las cejas fueron sustituidas por una raya de lápiz negro y su pelo por una peluca idéntica al auténtico.
    A los cuatro años de habersele diagnosticado el cáncer de mama, ya en un grado cuatro, murió. Bien, pues a pesar de todas las desgracias que sufrió, siempre fue una mujer muy vital, tenía una energía increíble, deslumbrante y arrolladora. Así es su nieta. Mi hija. No se han llegado a conocer, pero sus vidas están conectadas, yo soy su conexión y mi niña sabrá de su abuela y de su tía, de sus avatares, de sus luchas; aprenderá de ellas: se cuidará del fuego, no se fiará del todo de los protocolos, pedirá segundas opiniones, se hará sus pruebas preventivas, la culpa será encerrada dentro de un cofre y lanzada al fondo del mar, se formará feliz y sin tormentos, amará libremente y aprenderá de sus errores…
    Y ellas, desde allá arriba, felices por estar juntas, la verán y sentirán que su vida ha tenido sentido, tanto como el sol, la lluvia o el aire que respiro.

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...