El título es pura casualidad, aunque lo siento así, la expresión puede tener muchos significados y se puede contextualizar mejor o peor, y quedar bien o mal parada. Algo hay que hacer para seguir viviendo a pesar del dolor, del impacto. Me viene a la cabeza ese hecho triste que aconteció hace dos semanas, todavía no las hace, apenas unos días. Una mujer, bueno una chica, yo la veía más así, como una chica llena de vida, con mucha bondad, como su hermana Arantxa. De buenas a primeras, así como quien no quiere la cosa, la vida sorprende con un nuevo golpe, es verdad que no me ha golpeado a mí pero ha removido a los fantasmas, y he podido ponerme en el lugar de la mujer que queda, la chica que pasa a ser mujer porque en un segundo su alma se ha consumido como si el tiempo se hubiera condensado en un instante de dolor intenso. Es así la vida. Bueno, yo no soy nadie para escribir sobre lo que le pasó, pero hay algo dentro de mí que me lleva a expresarme y de alguna manera convertirme en una observadora anónima que se empatiza demasiado con las historias ajenas. Yo apenas sé de la familia de Arantxa, sé que su hijo va al cole con el mío, sé que ella es una de esas personas con las que coincides en los sitios y que de entrada te cae bien y que la acabas queriendo porque transmite su bondad en cuanto te dirige la mirada o hace cualquier comentario. La cuestión es que yo conocía a su hermana de verla alguna vez acompañándola o al ir a recoger a su sobrino. Jamás hubiera pensado que detrás de su cordialidad, la de la hermana, había una lucha intensa contra la leucemia, y que detrás de la cordialidad de Arantxa había una lucha de apoyo, amor y acompañamiento.
Yo había estado unos días en Alicante acompañando a mi padre en una intervención hospitalaria, al volver supe la noticia. Estaba bien, dos días antes de su muerte había estado acompañando a su sobrino al autobús en el que se iba con su clase a visitar el Tyssen. Otra mamá me contaba que en esa excursión precisamente la hermana de Arantxa le había estado consolando porque era la primera vez que acompañaba a su hijo al autobús ya que en las demás excursiones tuvo que trabajar, y que se rieron juntas.
¿Por qué? Una meningitis que de pronto hace acto de presencia y se lleva su vida cuando parecía que eso era algo lejano en el horizonte.
Yo rezo por ella y por Arantxa, aunque haga muchísimo tiempo que no utilizo esa palabra, sueño con que mi rezo se convierta en un hada mágica que reparta consuelo con su barita, que regale caricias de esperanza, que filtre la mirada desesperada y la convierta en aliento capaz de afrontar la dura batalla de una vida sin su presencia, que los recuerdos sean fuente de energía y que no se deje vencer por el dolor. Sé de lo que hablo, yo también lo viví.
En fin, algo hay que hacer para que nuestro paso por la vida tenga algún sentido, aprender de esa cordialidad de la que hablaba...
Mi hija llora y tengo que cortar aquí,...tenía ganas de escribir más, volveré a hacerlo pronto.
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