Siempre me intrigaste pero es
cierto que te tengo abandonada. Pereza, esa es la palabra de que nuestra
relación no sea más fluida. Siempre me ha intrigado esa forma tuya de moverte,
tu cuerpo esbelto, tu largo y denso pelo. Podría haber pasado algo entre tú y
yo, y sin embargo ya he asumido que no somos almas gemelas, que tienes
intereses muy distintos, la pulcritud que va detrás de ti nada tiene que ver
con mi abandono absoluto de estéticas con brillos esporádicos y finitos. Tú
eres la señora del hogar, cuando pasas contoneándote de un lado al otro todo
bicho viviente o ácaro insolente queda hipnotizado y se pega a ti sin poder
evitarlo. Me molesta que estés presente en todas las casas y que no te hayas
quedado aquí conmigo en exclusividad, culpa de un embarazo múltiple de la
empresa que te creó, debo aceptar que hay montones de fregonas como tú
repartidas por el mundo. Ya sé que estamos distanciadas, demasiado, esos bordes
negros que se perpetúan en mi suelo me lo dicen todos los días: deberíais ir a
terapia. Lo sé, estamos dejando pasar el tiempo como si no importara que
nuestro hogar se llene de manchas perennes. Pero no puedes culparme totalmente
del fracaso matrimonial, ¡te compré un cubo nuevo! De esos maravillosos que te
acogen y aprisionan, dejando el pelo seco sin riesgos de molestos constipados.
Y sin embargo, sigues igual, mirándome sin interés ninguno, no hay deseo, se
esfumó perdido tal vez entre tanta maleza y podredumbre. Y no me llamas nunca,
ni una mísera sonrisa se deja entrever entre tanta pelambrera, se ha roto el
amor. ¿Es que no te das cuenta de que pasar una semana sin bailar juntas supone
un gran deterioro para este mundo de pulcritudes obligadas? Que hay mierda,
mucha mierda en la cocina. Y tú te has ido, sin avisar, perdida, extraviada
porque no tuviste reparos en irte a bailar con él. Él, que no te ha hecho
ningún caso desde que yo llegué, vas, y te vas, seguramente la culpa la tuvo
algún vómito de mis hijos, que al no estar yo presente, él decidió tomarte y tú
sin dolor de conciencia te fuiste a bailar y así llegaste a perderte. Pero
sabes, te necesito, y te encontraré, tal vez debajo de la cama, en el trastero,
en la terraza o metida en la bañera. ¡Juro por dios que nunca más volveremos a
romper nuestro amor! Te he comprado un champú de marca, el “don limpio”, no más
marcas blancas para empapar esa densa melena tuya. Hoy te encontraré y por fin
podremos descansar juntas en una casita de limpios suelos. A por ti voy,
fregona mía. No me queda otra, viene mi suegra, y no quiero que piense que
soy…que soy…una…¡guarra!
Isolina Cerdá Casado
No hay comentarios:
Publicar un comentario