Un segundo
En un segundo todo puede cambiar
Esta mañana he recibido una llamada, bueno, la llamada la he realizado yo para saber qué era lo que quería decirme una buena amiga que me había advertido a través del wasab de mi marido. Me quería contar que ayer había ocurrido un accidente, una amiga común, compañera mía de colegio, iba con su familia circulando por una carretera de Granada cuando un desalmado conduciendo un furgón se chocó de frente contra ellos. Digo desalmado porque dio positivo en el control de alcoholemia y su imprudencia a tenido unas consecuencias dramáticas que no tienen vuelta atrás. Sé la información completa porque viendo las noticias se ha hecho referencia al accidente, sus dos hijos han muerto, y ella y su marido están ingresados en el hospital de Granada con pronóstico reservado. Uno de los tantos accidentes a los que hacen referencia diariamente en el telediario, habría pasado inadvertido si no fuera por la llamada de mi amiga. Qué dolor dios mío, pensar que en un segundo, en menos, puede cambiar tanto el rumbo de una vida. Pido a Dios, al señor, ese ser grande que está por encima de todos, que le ayude a salir y después a superarlo, o a vivir con ello. No me imagino cómo estarán sus padres, qué dolor tan grande.
Estaba con mis hijos en casa, querían poner el árbol de navidad, fuimos al trastero a por él y lo teníamos desmontado metido en su caja de cartón esperando. Yo estaba sentada en el sofá con la mirada perdida, pensando en Marisol, pensando en cómo estaría, mirando a mis hijos. Le daba vueltas a ese segundo, me aterrorizaba la posibilidad de que un segundo así estuviera esperándome en algún momento de mi vida. Veía a mis hijos corriendo de un lado a otro, peleándose entre ellos, insistiéndome una y otra vez en que montáramos el árbol. Era una gran tormenta de pensamientos aterradores que me envolvían con un fondo ambiental de gritos y dibujos animados que añadían más jaleo al momento angustioso en el que me encontraba. Cada bola de navidad que colgué en el árbol estuvo envuelta por la tristeza de este día, no podía dejar de pensar que llegaba la navidad y esos niños no iban a estar con sus papás. Y cuántos niños, y cuánta gente que vuelve a faltar, y qué necesidad de disponer de impulsos vitales, de la llamada a ese ser, a ese algo, a mi Dios particular para que no deje de inspirarnos y motivarnos, esa fe que un día sentí que desapareció pero que no fue una pérdida sino una transformación.
Y luego recuerdo mis propios segundos, también en mi vida los ha habido, muchos, desgraciadamente. Cuántas ausencias con las que jamás pensé que podría caminar. Qué sentido tiene todo esto, qué sentido tiene vivir con miedo. Sucede que ahora mismo siento que mis hijos son mi gran sentido, y entonces pienso en Marisol. Lo siento, lo siento muchísimo.
Isolina Cerdá Casado
No hay comentarios:
Publicar un comentario