martes, 30 de abril de 2013

27/12/2011 Una casa en la aldea


 ¿Y crees que vas a escribir allí las cosas que no escribiste antes? ¿Qué puedes contar desde allí? Sentada en aquella mesa, con las vistas de unos montes lejanos, un eucalipto gigante, una ventana a punto de caer, avispas queriendo colonizar tus orificios más vulnerables. Y tú inmóvil, esperando a la inspiración, que te haga una visita con una taza de café humeante esperándola. Sola, me imagino allí sola. Con el pavor que me dan las arañas escondido en el fondo de mi alma para que una fobia no me impida crear. ¿Crear qué? No se trata del espacio adecuado, se trata de la disposición, del momento, escribir sabiendo sobre qué escribir. Mover conciencias. ¿Quién necesita que se la muevan? ¿Es que a estas alturas me voy a erigir como la excita conciencias ajenas? ¡Venga ya! Con todo lo que has escrito a lo largo de tu vida, sorprende. Sorprende que tengas que ponerte aquí a vomitar. Lo que pasa es que estás deprimida, todo te resulta costoso. Pero es verdad, hay momentos de chispa, tal vez en ese lugar esté el origen de todo, tal vez ahí tenga que producirse el nacimiento. Pienso, qué narices son diez mil euros, qué hacemos con un poco de dinero, si abandonamos una parte de nuestra historia. Cuesta ponerse a trabajar, cuesta la entrega y dejar de lado los momentos de arrastre y salir, volar, caminar libre.
    Mi madre murió, se fue cuando tenía que irse y algo se rompió, se quebró la estructura emocional equilibrada, el filósofo no se equivocaba, aunque nunca imaginó que también había otro camino además de la locura, compatible con la pena. Ella estaba vinculada a esa casa de Galicia, pero ella se fue, se fue antes de morir, murió y la casa ahí se quedó.
    Mira guapa, si tienes algo que decir será mejor que te esfuerces y lo hagas, porque el tiempo pasa y los sentidos se van modificando poco a poco, y las cosas dejan de ser importantes en otro momento diferente.
    La bañera estaba llena, a rebosar, desde allí, inmersa y sumergida en sus aguas turbias, se podía ver el desorden reinante en mi hogar. Allí vivían los duendes desorganizadores, se amontonaban los zapatos que me habían llevado y traído, las botas que un día acabaron allí huyendo del orden visible, mezclándose con medias sucias y productos de limpieza llenos de polvo. Luces apagadas, apenas unos rayos de luz solar entrantes por las ranuras de una persiana medio bajada. El cuerpo de la madre desesperada metido de lleno en un cubículo turbulento colonizado por patos flotantes amarillos. Sabedora de que si no se lanza a contar lo que sea morirá de pena por la frustración creativa. Su madre ya murió, ¿de qué sirvieron las luchas que ahora desde la distancia parecen absurdas por lo efímero de los conflictos resueltos o no resueltos, qué más da o dió? Su energía está en mí, dentro muy dentro,allá en el fondo del mar.
     Siga usted, tiene todo el tiempo del mundo, expulse fantasmas propios o ajenos, qué más dará, el caso es que se mueva algo, recoja en su haber literario los diferentes puntos de vista, acuérdese de las muchas veces que vibró con las historias que pasaron por su lado.
    El mundo es grande, tienes la suerte de poder hacer algo, escribe, habla de ellos, de los objetos, de las cortinas llenas de polvo, de las mujeres frustradas, las que luchan día a día sin recompensa, tan solo unos valores machistas que mantienen la estructura machista. La trampa del feminismo. Mujer igual que hombre obviando los instintos. Diarrea. Diarrea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Semanal 1: Clic

Vamos, empieza ya, escribe, sobre lo que sea, oblígate, siéntate y dedica un tiempo a la escritura. Sabes que hubo un tiempo en el que la es...