Un ejército de hormigas teñía de negro el suelo, restos de cacas perrunas, hierbas cortadas, y mis zapatos, que aparecían y desaparecían del ángulo de visión. Tenía que levantar de una vez la cabeza y mirar al frente o tarde o temprano chocaría contra una farola, un coche o algún cocotero. ¿Y qué importaba? Podía chocarme sin temer nada, los golpes físicos ya no me producían dolor, era incapaz de sorprenderme y acabar en la cama de cualquier hospital podía ser algo bueno. No estaría sólo, tendría ropa limpia en la cama, una persona me visitaría cada cierto tiempo interesándose por mi salud, serían caricias para el alma y a los hospitales no llegan las cartas del banco ni los avisos de embargo. Esos cabrones lo han conseguido, se quedan con mi casa y sigo debiéndoles todo el dinero. ¿Por qué no me hice banquero? En realidad es el negocio más redondo, los clientes te dan su dinero gratis, tú juegas con ese dinero, te haces millonario y con un montón de pisos que te regalan los pringaos que respaldan los prestamos, y si la cosa va mal y no puedes devolver un duro, ahí está el Estado, con el dinero de los pringaos te protegen el culo, y después cuando la cosa se tuerce te retiras con una pensión absolutamente irracional, ultramillonaria y compensatoria de todos los dolores de espalda que te ha producido la incómoda silla del fabuloso despacho en el que te tomabas tus chupitos de wisky tras cada operación interesante. Definitivamente en otra vida voy a ser hormiga, ahí están, trabajando juntas, apiñadas, pero currando, sin parar de currar, todas, y el hormiguero de todas, sin hipotecas ni leches, una reina, vale, no me importa que esté la Sofía, o doña que se lo merece, en las fotos siempre se la ve de aquí para allá, amadrinando buenas empresas, de las solidarias, nada de banqueros chupa sangre. ¡Qué te crees tú eso! Ahora cuando vea la luz del túnel, como alguien me pregunte por lo que quiero ser en la otra vida le voy a decir que cocotero. Pues sí, que te quitan un coco, no importa, otro nacerá, y con suerte se lo tiro a la cabeza al banquero y al pringao le doy sombra y coco gratis, sin malos rollos. Y yo, desde las alturas contemplaré el mundo, me acariciaran las nubes, me rociará la lluvia, y veré cómo acaba la película de la "Crisis eternizada", en la tercera parte el actor Zapatero ya no está, hay otro, pero no adelanto acontecimientos, veremos qué tal papel hace el nuevo y si la película sigue siendo tan soporífera e insoportable como hasta ahora.
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