Ayer ocurrió una cosa espectacular, extraordinaria, más teniendo en cuenta mi condición de actriz en paro. Y es que cuatro de las gallinas de Agus fueron recogidas a las 13:00 horas de ayer de la puerta de casa por un señor que trabajaba en una productora, iban a rodar un anuncio, las trajeron a casa a eso de las siete de la tarde. Pagaron a Agus lo acordado y las cuatro actrices se fueron a hacer su trabajo ante la cámara. Podéis imaginar la cara que se me quedó a mí cuando mi chico me dijo que sus gallinas iban a grabar un anuncio, no tuvieron que pasar ningún casting, ni si quiera mandaron un videobook, querían gallinas marrones, de las de toda la vida, y punto.
Hacía muy poco tiempo que le contaba a Cati mi frustración ante un casting que pintaba muy bien y que quedó en nada. Y van estas cuatro gallinas, sin ni si quiera asistir a ningún tipo de preparación dramática, qué se yo, expresión corporal, algo de trabajo vocal, van ellas, como digo, y realizan un trabajo limpio, sin estreses, con sus cuarenta euros en los bolsillos por apenas unas horas de trabajo. Ayer, a eso de las siete treinta de la tarde me encontraba en la cocina sentada frente al ordenador con esas gallinas cacareando dentro de su jaula, sin apenas un amago de chulería, con un café a mi vera, sin saber muy bien si ese hecho significaba algo en mi vida. En serio, las tuve en la cocina hasta que encontramos un sitio donde iban a estar bien hasta su traslado. Hoy, el día después, me he dado cuenta de unas cuantas cosas, que ellas me han enseñado. Qué pasa, se hace un anuncio, pues genial, pero eso no me va a cambiar la vida: ellas seguían picando su pienso y bebiendo su agua, y poniendo huevos, esta mañana habían puesto dos huevos en la jaula, antes de ser trasladadas a su lugar de residencia permanente: la parcela. Por tanto, primera lección: hacer un trabajo con una productora no tiene por qué ser la panacea.
Ellas estaban tranquilas, disfrutando de su día a día, compartiendo su vida con un gallo y unas cuantas gallinas más, dos de ellas guineanas y un pato. Felices. Por tanto, segunda lección: si tienes que trabajar como actriz, trabajarás, aunque estés viviendo en el más absoluto retiro y te dediques a poner huevos (o cuidar hijos).
Ellas no firmaron ningún contrato de permanencia ni de exclusividad, sin embargo trabajaron. Tercera lección: no es necesario ir a buscar a un representante, tal vez está durmiendo a tu lado todas las noches y no te has dado cuenta.
Ante los hechos acontecidos, podría haberme deprimido por ver que la competencia en mi profesión no tiene fronteras, hasta la más insignificante gallina puede conseguir ese trabajo al que tú no has llegado a optar. Pero he elegido la otra opción, y no es convertirme en gallina, para tranquilidad de mi maridito, sino reírme sin parar y ser optimista: si las cuatro gallinas de la parcela de mi chico lo han conseguido, yo, que he cursado unos estudios y que tengo un videobook y unas fotos, qué no voy a conseguir. El azar es increíblemente sorprendente, tal cual la vida.
Pd: Lo paradógico es que Agus puso el anuncio para vender unas gallinas americanas y aunque ya las había vendido no quitó el anuncio de internet. Así que es más sorprendente si cabe cómo han acabado delante de la cámara estas gallinas ponedoras, con cuyos huevos hago unos flanes deliciosos.
Isolina Cerdá Casado
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