martes, 23 de abril de 2013

Diez minutos. Diarrea mental.

Dispone de diez minutos para escribir sobre algo que le acelere el pulso. Uno, dos, tres...¡ya!
Yo no debería hablar de esto, casi se me van a ir unos cuantos segundos disculpándome ante lo improcedente de las palabras que voy a escribir a continuación, yo, a mí me acelera el pulso, bueno, lo prohibido, lo que uno no debería desear, lo que uno no debería ni tan si quiera plantearse. ¿Perdona? ¿Estamos hablando de pulso sanguíneo o pulso psicológico? ¿Estamos hablando de sexo? Sí, maldita sea sí, he de reconocer que eso que es prohibitivo es aquello que puede despertar ese momento de explosión loca y desinhibida. Repasa hija, repasa, que no sé cómo narices vas a ir a buscar a tus hijos con estas maneras. Te quedan cinco minutos, cinco. El otro día soñé que me lanzaba de una ventana, por lo menos desde un quinto piso, mi piso, y me sentía libre en la caída, sabía que estaba soñando, era un sueño y no me preocupaba lo que ocurriera después. ¿Cómo puede uno estar soñando y a la vez sentir que es un sueño? Todo es tan absurdo, la vida es tan absurda. Jopeta, estoy inspirada y me tengo que ir a por mis retoños, emocionada porque sé que alguien lee este texto. ¿Y a quién le puede importar lo que escriba yo, una mujer corriente y moliente con ocupaciones de lo más simples? ¿Qué insinúas? Tú vida es importante, cada gesto lo es, y cada pequeña acción que realizas en ella es trascendente, aunque simplemente estés echando sal a una olla con carne cocida, porque si no lo hicieras quedaría soso ese guiso. Lo mismo ocurre con otros tantos miles y millones de gestos que tienes a lo largo del día, hasta la explosión de un grano puede resultar de lo más complejo. Se me va, demasiada presión. Apenas me queda un minuto. Yo...yo...yo tengo medio vaso de café con leche a la espera de ser ingerido y sin embargo estoy emocionada contando no sé que ida de bola. Creación, esa es la palabra, creando literariamente...entrenamiento. ¡TIEMPO!

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