Han pasado unos días, más bien semanas, sin escribir nada aquí, pero eso no significa que no haya escrito, en breve subiré una historia que he presentado a un certamen. Han pasado muchas cosas, en general, por dentro y por fuera, cerca y lejos, es así la vida. Uno de los sucesos tristes, dramáticos, generador de una gran impotencia ha sido el terremoto de Lorca. Lo sentí muy cerca, como si todas las personas afectadas tuvieran algo que ver con mi vida. Japón estaba fuera de mi alcance, y aún así aquellas imágenes hacían que ese temblor llegara hasta tu cuerpo. Pero Lorca ha estado siempre a un paso de mí, supongo que porque estudié Artes Escénicas en Murcia y la temporada que fui en tren de Cercanías a la Escuela, esa ciudad estaba presente permanentemente por los altavoces de la Estación de tren. Supongo que si a mí me ha afectado a los actores de Murcia mucho más, y a todos en general. Es imposible no ponerte en el lugar de los afectados. Y lo piensas: "si un terremoto acabara con todo lo que he ido construyendo con esfuerzo a lo largo de mi vida, ¿qué pasaría por mi mente? ¿qué cambiaría a partir de entonces?¿podría volver a sentir que todo es posible? La felicidad es un instante, ya sé, hay que disfrutar de cada momento de tranquilidad porque en un segundo toda tu vida da un giro y se transforma, para bien o para mal.
Cuántas veces he repetido la expresión: "Cómo pasa el tiempo, si parece que fue ayer...". Pero hoy estoy con esa frase en la cabeza, sintiéndola, e incluso imaginando ese rápido transcurrir del tiempo y la vida. No hace tanto de aquel instante, subidas en la parte trasera del furgón de mi padre, sentadas sobre alguna alfombra, mi padre era vendedor de alfombras, de vuelta de pasar el día en el campo, queriendo que llegara el tiempo de tener quince, dieciocho, veinte años. Ella, mi hermana estaba conmigo, mi madre en el asiento de copiloto, mi padre conducía, mi hermano Antonio no había nacido todavía, y Joaqui era un pequeñuelo. Por dios, que ya tengo treinta y ocho, que mi hermana murió ya hace más de veinte años y mi madre va a hacer pronto diez años que nos dejó, sin querer irse. Que lo piensas y es para mandar a freír espárragos al polvo del salón, que le den, me voy a vivir la vida, no limpiando sino ensuciando. Bueno, bueno, tampoco nos pasemos, algo hay que ir limpiando sino el color de los muebles permanecerá intacto debajo del manto de ácaros que lo cubre.
Sí, sí, si yo lo tengo claro, que hay que vivir, que quiero vivir, pero es verdad que ver las imágenes de lo que ha pasado en Lorca no te puede dejar indiferente; estuve llorando, no podía evitarlo, era como una lluvia de escenas que iban abofeteando a mi alma y sus tonterías, y lo verdaderamente importante se manifestaba en su máximo esplendor: mis hijos, mi amor, mi familia, mis amigos.
Toda mi solidaridad con Lorca y sus vecinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario