miércoles, 4 de diciembre de 2019

El paso del tiempo, el ser mayor. Un SER MAYOR.

¿En qué momento fue? ¿Cuándo ocurrió todo? ¿En qué instante empezaste a llegar a mi vida? ¿Cuándo se inició la transformación? ¿Hace cuántos años? ¿Meses? ¿Días? ¿Horas tal vez?
    Sentada en esta sala repleta de personas en las que tú ya estás presente, en unos más que en otros. pero no hay duda de que eres implacable con todos, no importan los números que tenga tu cuenta corriente, ni los metros cuadrados de tu casa, ni la cantidad de hijos, calidad de tu trabajo o el color de tus ojos. 
Tú siempre llegas, y no es que hasta hoy hubiera vivido en la ignorancia de tu existencia, pero había épocas en las que quería verte avanzar más deprisa, y quería llegar a la veintena, y soñaba con una treintena estable emocionalmente y con una economía sana, no pensaba entonces en la calidad del aire, hoy sí. Había épocas en las que soñaba con una cuarentena estereotipada en la que la felicidad iba a ser irremediablemente hermosa y calmada, e iba a zambullirme en escenarios repletos de sueños. 
Pero entonces llega un día como hoy, en el que no hace mucho tus hijos te recordaban que ya tenías más de veinte canas en la cabeza (ignorando las incontables en lugares inexplorables), cuando te sobrevino un dolor nuevo en la cadera, cuando empezaste a desear que el tiempo no pasara tan deprisa. 
Y los ves a ellos, los otros, lo que tienen setenta, ochenta y los que alcanzan los noventa en un estado medianamente llevadero para sí mismos. Y te das cuenta de que a ellos les pasa lo mismo que a ti, no saben en qué momento empezaron a transformarse, a pasar de ser joven a jovial (con suerte), a pasar a ser personas cuya sabiduría vital les ha estirado tanto el cerebro que se les ha arrugado la piel, personas que tienen tanta luz que su pelo se le ha decolorado y teñido de plata hasta convertirse en hilos blancos de experiencias vitales.
Lo peor es que si encima de todo esto te das cuenta de que no eres ni tan buena, ni tan maja, ni tan dulce...O peor, si no te das cuenta, entonces...uf, entonces es que...La vida.
Bueno, déjalo, en otro pestañeo estoy en la cincuentena, casi al mismo tiempo que tardo en llegar a la siguiente estación de metro: Príncipe Pío. Continué escribiendo el texto en el interior del vagón de metro.
La vida te mantiene ocupada, lo suficiente para no darte cuenta de que el final del trayecto está a la vuelta de la esquina, en la siguiente estación. 
Y mientas tanto te entretienes en la avería inesperada del coche, la suerte de tener un trabajo, la terrible noticia de otra mujer víctima de la violencia machista, el terremoto de Albania, la entrega de premios Actúa, el examen de mate de tu hija, o el de física del niño adolescente...Y pasó...pasa...la vida.
Y sin saber cómo empiezas a ser referencia, a ser la adulta, a ser mayor, y caminando, caminando te das cuenta de que vuelves a aspirar a algo, a convertirte es ese SER MAYOR, que de verdad ES un gran SER.

Isolina Cerdá 

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...