sábado, 26 de marzo de 2016

Algo sobre lo que escribir.


Este te lo dedico a ti. Bueno, estaba sentada en una pelota gigante, de esas que dicen que son buenas para corregir malas posturas, pensando. A veces una necesita pararse a pensar, aunque sea sentada sobre una esfera gigante. La vida pasa tan deprisa que el café se enfría sin apenas darte cuenta de que el frío llegó hasta él tan rápido como a tus manos, y en un segundo todo el calor que te transmitía la temperatura cálida de la taza de cerámica se esfumó, lo mismo que ese impulso al que ahora estás apelando. 
Hola, ¿estás ahí? Dentro de mi cuerpo bailas, lo sé, pero estás ausente, no te puedo ver, sé que te mueves porque tienes inquietud pero yo no soy capaz de bailar contigo. Y te necesito, necesito que te vuelvas a unir a mí para volver a crear. 
Ella era una heroina, lo era, tenía el pelo morado, eso era anecdótico pero su capacidad de lucha era una realidad. 
De pronto escuchó una voz que le decía: "Si estás sentada en la pelota, ¡bota!"


De repente se puso a dar botes sobre la pelota gigante, todos la miraban, sus hijos cuya entrada en casa apenas percibió, su marido que traía a sus hijos, la tortuga, que desde el comedor la miraba con asombro pensando en las extrañas cosas que hacía esa mujer que todos los días le daba comida, la ninfa pelada también la miraba con el pico abierto. Y aquella mujer seguía saltando sin parar, empezó a golpearse en el techo de su casa, se golpeaba con la cabeza sin darse cuenta, hasta que hizo un boquete y de pronto se encontró saltando sobre las nubes, nunca se imaginó con la capacidad de hacer algo así. Toda su familia la miraba desde abajo, a través del enorme agujero que aquella pelota con el impulso de la mujer había abierto en el techo, no solo se veía a la mujer saltando sobre las nubes, también empezaron a verse estrellas en el cielo y de pronto la mujer saltaba sin pelota, volaba, sentía el impulso, su propio impulso, lo encontró. 


        

                     Isolina Cerdá Casado



 

miércoles, 16 de marzo de 2016

Reactivar la vida en la calle.

Ayer estuve en una reunión muy interesante en la que se hablaron de muchas cosas, uno de los temas era la recuperación de la plaza pública, de hacer de la calle un espacio más en el que morar porque sencillamente es del pueblo, de la gente viva, de los que pasean, de los que juegan, de los que leen, de los que descansan, de los que crean. La calle, la plaza, el espacio público como un lugar de  reunión en el que hacer cosas que trascienden más allá de la vida propia, íntima, personal y familiar, y trasciende pero lo hace enriqueciéndola, sin olvidarse de ella a través de la interacción con los demás. 



Salí de este modo a la calle, caminando, y todos esos espacios públicos estaban casi vacíos, no era una hora en la que se esperase afluencia de gente en las plazas, todos estábamos haciendo cosas, trabajando de mil maneras para que nuestra vida pudiera seguir transcurriendo como el tiempo que nos ha tocado vivir nos exige. Ya no se sacan sillas a la calle, se colocan bancos, la estética de la calle tiende a ser fría, a estar en consonancia con el mobiliario urbano, con las ideas de alguien que se responsabiliza del área de urbanismo. 


El que los bancos estén vacíos no significa nada, todos estamos muy ocupados, tenemos muchas cosas que hacer para poder tener nuestros propios bancos en casa. Pero ¿y si de pronto hay un impulso de color que parte de la ciudadanía? De los que habitan el pueblo, de los que quieren contribuir a hacer de la calle, de la plaza, un espacio lleno de vida y sentirlo como propio.


Unas manos llenas de luz, de vida, de impulso serán capaces de transmitir esa idea de habitar la calle, de jugarla, de llenarla de vida. La Red de AsociAcciones de Leganés quiere que la mirada se llene de una luz esperanzadora. No estamos solos, la ciudad es un conjunto de personas que viven en el mismo espacio y tenemos lugares que no son simples zonas de tránsito, hay pulsiones de vida que pueden reactivar esa vida vecinal en nuestras plazas.

La calle es nuestra, hay que cuidarla, respetarla, habitarla e interaccionar con ella y en ella para llegar a amarla. 



Isolina Cerdá Casado

martes, 15 de marzo de 2016

El túnel sirio.

Muchas veces tenemos frente a nosotros un túnel larguísimo, podríamos cambiar de vía, en lugar de caminar subir a un tren y adentrarnos en él, pensamos erróneamente que solo nosotros vemos túneles negros. En realidad todos estamos en el mismo barco. No es un túnel de la línea de metro, no es un túnel cualquiera, la cuestión es que, cuando caminas sola al borde de la vía y ves al fondo ese túnel, surge la pregunta: ¿qué más tesoros te esperan por descubrir? Digo tesoros porque la vida lo es, aunque en ocasiones tengamos una sensación de ahogo, cuando pase el tiempo mirarás atrás y el túnel será igual de largo pero tendrá luz, podrás escribir sobre ello.

Hoy me he hinchado a llorar, en un vídeo sobre la situación que están viviendo los refugiados sirios, imposible no ponerse en la piel de todos ellos, de pronto, tal vez porque hoy estoy especialmente empática, sentía el frío de aquella niña que lloraba temblando, que miraba al vacío porque no sabía a dónde mirar; yo no podía evitar llorar con todas las madres cuyos ojos se humedecían porque sentían la impotencia de no poder hacer nada para evitar el sufrimiento de sus hijos e hijas, muchos en brazos de sus progenitoras, padres cuyo ánimo ya no podía dibujar esperanza en su mirada al ver a su familia arrastrándose por el fango. 
Entonces pensaba que todo ese sufrimiento no podía ignorarse, porque tal vez en un futuro volvamos a preguntarnos ¿cómo fue posible que sucediera eso? Que familias enteras estén sufriendo de esa manera al lado de una valla griega y que la solución sea devolverles a Turquía y que se apañen otros. No sé, al final las palabras quedan bien en los textos pero hay que responder con hechos ante situaciones de esta dimensión. Esto es un problema global, si yo estuviera con mi hija en brazos, enferma y llorando, y mi hijo sentado en una piedra con la ropa húmeda y temblando de frío, si yo estuviera en esa situación no me gustaría que nadie me ayudara. La vida da mil vueltas, las situaciones son cambiantes, si no protegemos a los más débiles al final el mundo del bienestar no tendrá sentido si se está sosteniendo sobre una estructura global tan débil e injusta socialmente, sin humanidad no podemos reconocernos ni definirnos como seres humanos.


Isolina Cerdá Casado


viernes, 11 de marzo de 2016

Se ahoga.

Estaba paseando,  al menos tenía esa sensación,  tal vez porque no era consciente de su verdadera esencia. Cuando se encontró con aquella aldea pensaba que se había perdido, no le sonaba, no le resultaba familiar. Eso la hizo imaginar que estaba siendo víctima de algún juego escabroso en el que había secuestros de por medio. Había escuchado historias de esas, de secuestros exprés, alguien la había llevado hasta ese lugar y tal vez habían llamado a su familia pidiendo un rescate. Al final se dio cuenta de que esa posibilidad era imposible, lo supo en el mismo instante en el que intentó respirar,  era algo imposible; los peces no tienen pulmones,  y ese hecho imposibilitaba cualquier teoría limitadora de libertad. Supo que era un pez cuando vio su reflejo en el cristal.  Luego la sensación más extraordinaria fue darse cuenta de que además de respirar con branquias no estaba sola. Había otro pez, era naranja, nunca le atrajeron los peces anaranjados, el caso es que aquel pez le resultaba familiar. ¿Cómo se podría comunicar con él? ¿ Los peces hablaban? ¿ Se comunicaban con gestos? ¿Burbujitas? 
Empezó a sentir un agobio repentino al darse cuenta de que estaba metida en su acuario, llegó a esa conclusión cuando vio la luz que entraba por la ventana, casi estaba cegada por la intensidad de los rayos que entraban por ella. Comenzó a golpear los cristales pero nadie se daba cuenta de que ella estaba allí metida. Bueno, sí, solo que no la veían como una persona sino como un pez. Una lluvia de comida empezó a caer procedente de un agujerito. Tenía hambre. Se puso a comer, estaba tan hambrienta que no le importaba nada la imagen de ese sucedáneo de pienso para peces. Glup, glup...ahora ya no pensaba en nada, se limitaba a flotar y a nadar. 

¿Eran felices los peces? No lo sabía,  tal vez algún día intente meterse en la piel de un pez, como esos que parecen vivir tranquilos, sin complicarse la vida más de lo necesario. Mientras tanto intentaría disfrutar de la posibilidad que le daban sus pulmones de correr libre.

Isolina Cerdá Casado





martes, 8 de marzo de 2016

Día de la mujer.

Bueno, qué bien, hoy es el día de la mujer trabajadora, de la mujer en general. La existencia de este día es una mala señal claro, significa que por más que haya muchos que digan que no lo entienden, "que por qué narices tienen que hacer algo especial para la mujer", por más que se siga cuestionando este día, resulta que sigue siendo necesario un día en el que pararse y reflexionar. No sé, la realidad es que estoy en casa y mi marido está trabajando con un sueldo, que gracias que lo tiene, a mí me gusta escribir, pero no vivo de esto, he estudiado Sociología y Artes Escénicas, pero no soy autosuficiente económicamente, aún no, con cuarenta y tres. Eso hace que mi trabajo en casa sea algo obligatorio, que no está remunerado claro, no sé, volver a lo de siempre, excusarme, sigo igual, igual exactamente, los niños están escolarizados, tienen horarios que supuestamente me permitirían trabajar, pero no lo hago, sigo aquí, con la misma sensación de mujer dependiente, lo poco que hago a nivel interpretativo no da para pagar una letra de hipoteca. Hoy el niño ha estado malo, sigue malo, lo he llevado al médico, he estado con él, mi marido trabajaba, ha estado llamando varias veces preguntando por él. Me cansa escribir sobre esto, sobre eso de que hemos ganado muchas cosas pero que hay muchas otras que seguimos arrastrando. Esos pequeños micromachismos que admitimos porque cansa repetir lo mismo una y otra vez. Si no hay niños, hay familiares dependientes, siempre hay algo que nos obliga a renunciar a algo, si no es a un trabajo lo será a una tranquilidad, la preocupación, la inversión del alma. ¿Todo se reduce a un sueldo? ¿Si se pagara el trabajo que realiza el ama de casa la cosa sería distinta? No lo creo, no lo creo. El tener un hijo es una inversión fundamentalmente de la mujer, ella transforma su cuerpo, para acoger el milagro, supongo que ahí radica todo. Un hijo cambia la vida de los dos, pero la que asume el papel de madre lo tiene más difícil, es así. Cuando tuve a mi hijo me quedé con veinte kilos de más y un dolor por el desgarro que me produjo la buena intención de la matrona al decidir no hacer la episotomia que me hacía caminar costosamente para minimizar el dolor de las hemorroides gigantes y los puntos que me tuvieron que coser. Eso no le pasó al padre. Él decía que nosotras éramos afortunadas por poder experimentar todos esos cambios, por sentir la vida en nuestras carnes. Es verdad, lo somos, como también es verdad que ese milagro que ha estado produciéndose en nuestro interior sigue tan pegado a nosotras como en los inicios. Somos diferentes, pero tenemos los mismos derechos, tenemos que tener las mismas oportunidades. Y siento decirlo, pero no las tenemos. Aquella vez que hice una entrevista para un supermercado la pregunta de si tenía hijos y de la edad que tenían no fue accidental, que mi hija tuviera un año en aquel entonces influyó a la hora de no escogerme a mí, al padre no se lo habrían preguntado, porque la conciliación no es real, porque qué pasaría si no hubieran abuelos a los que recurrir, pues que habría que pagar a alguien y en ese caso la madre valoraría si le merece la pena pagar a alguien el sueldo que ella gana para cuidar de sus hijos, y valoraría si le compensa. Ese tipo de cuestiones generalmente no surgen en la cabeza del hombre, y está muy bien, cada uno es como es, nosotras somos así, emocionales, intensas y ante una elección siempre pensamos primero la repercusión que tiene en nuestros hijos e hijas elegir un camino u otro. Una amiga se sentía fatal porque tampoco trabajaba fuera de casa, ahora ha conseguido un trabajo, es en un hipermercado, trabaja como cajera reforzando plantilla, trabaja casi todos los fines de semana, le duele no tener ese tiempo para estar con su familia, los días que le coincide con actividad extraescolar de la niña, llama a los abuelos, le duele tener que hacerlo, si no va a llegar a recoger a su hija a la salida del cole, la deja a comedor, le duele no poder hacerle la comida. Y la final son miles de dolores, todo por unos pocos euros, claro que no ha dejado de hacer lo que hacía en la casa, hace lo mismo solo que ahora se puede permitir algún capricho sintiendo que se lo ha ganado ella. 
    Hoy he visto una imagen muy graciosa, una mujer que se preguntaba que si tenía trabajo, una casa muy bonita, dos hijos maravillosos, un trabajo como ejecutiva, porqué sentía que su vida era una mierda. Pues porque sencillamente no tenía vida, su vida estaba volcada en los demás, en que todo lo que ocurría a su alrededor fuera perfecto, se había volcado tanto hacia afuera que se había olvidado de mirar hacia adentro. 
    Hay hombres maravillosos, hay hombres que trabajan mucho, que aportan su importante sueldo, que colaboran en casa como una mujer, "como una mujer", ojalá algún día no tengamos que decir esa frase "es un hombre muy majo, hace tantas tareas en casa como si fuera una mujer", significaría que el trabajo de casa no es por norma algo de mujeres, y ojalá deje de ser extraordinario el ver a un hombre realizando de igual a igual el trabajo del hogar. 
     Supongo que debemos empezar por nosotras mismas, por valorarnos, por reconocer nuestro trabajo, dentro y fuera de nuestra casa, por incluirnos también en esa lista de prioridades.

    Este texto se lo dedico a todas las mujeres del mundo: las madres, las hijas, las abuelas, las tías, las hermanas, las amigas, las cuñadas, las que trabajan fuera de casa y dentro de casa, las que bailan libres, las que sonríen a la vida, las que luchan sin parar, las que se enfrentan a las dificultades con gran fortaleza...a las escritoras, a las actrices, a las periodistas, a las psicólogas, a las dependientas, a las comerciales, a las maestras, a las peluqueras, a las mecánicas, a las doctoras, a las enfermeras, a las conductoras, a las limpiadoras, a las diseñadoras, a las vendedoras, a las cajeras, a las profesoras, a las autónomas, a las que trabajamos en casa...a todas mi más sincera enhorabuena y a seguir luchando por un mundo educado en la igualdad de todas las personas que moran en él.

    Isolina Cerdá Casado








domingo, 6 de marzo de 2016

El oso.


Había un oso precioso encima de una mesa de cocina, la madre fue a buscar el oso de su hija, justo a la una de la madrugada la mujer tras curar una herida que andaba regular, parecía que su espalda era un campo de golf, tenía un agujeraco tremendo tras la operación, al menos eso le parecía a ella. El hecho de que se levantara a la una de la madrugada de la cama porque no podía conciliar el sueño no tenía nada que ver con el susodicho agujero sino con el café vespertino, al menos eso quería pensar, no quería reconocer que esa herida provocada por la cirugía la estaba consumiendo el tarro. Así que tras dar vueltas y más vueltas en la cama e incapaz de adentrarse en el mundo onírico apaciguador de la noche, decidió colocarse nuevamente los calcetines e ir al baño, allí miraría nuevamente la imagen de su herida y volvería a curarla, lavándola con agua y germisdín tratando de quitar la costra que le habían dicho que debía sacar. Solo conseguía enrojecer la zona y preocuparse más y más. La cuestión era que no podía dormir y se acordó de que podía ser un buen momento para corresponder con los seis objetos que andaban en busca de una historia, no escribió entonces "en busca de un autor" como en la obra de Pirandello, pero sí pensó en el paralelismo. Los objetos de la casa la estaban buscando, a la autora que había en algún lugar de aquella mujer asustada. Vale, no hace falta ser tan sincera, has de entrenar para el siguiente libro, en el que te alejarás de tu mundo e indagarás otros mundos, otras historias, algo que se aleje de tu carne, para que no huelas tanto a sangre.
Bueno, que como iba diciendo, la cosa es que la mujer se fue a la cocina tras su paso por el baño, estaba claro que no iba a dormir, y no tenía ningún impulso de zappinear, porque lo que echaban por la tele a esas horas era deprimente, y ella ya estaba lo suficientemente deprimida como para andar buscando el programa que se ajustara a sus necesidades, en ese momento no iba a encontrar nada. Lo único que podía hacer, por tanto, era escribir, bueno, contar, bueno abrirse creativamente al mundo. Total que la pobre mujer, cuando la casa estaba a oscuras, cuando todos los que cohabitaban con ella dormían a pierna suelta, se fue a tientas a la cocina y rescató al ordenador de su estante, lo encendió y decidió escribir. Su último intento para empujarse a sí misma a escribir fue hacer una foto a un rincón desordenado de su amada casa y tratar de crear algo, solo creó un título e introdujo a unos personajes. En esta noche extraña en la que se oía el soplar del viento nocturno no le apetecía escribir sobre las bombonas de gas, ni sobre los calcetines, ni sobre el saco de pienso de su perrita, así que se acordó del oso. Aquel osito tan mono que colocó encima de la caja negra agujereada que contenía calabazas de cabello de ángel. 
Pero tenía un problema, en un arrebato de mujer ordenada, que en raras ocasiones tenía, colocó al oso beige con su gorrito rosa entre otros tantos peluches y juguetes varios, debía recordar a toda prisa dónde narices guardó aquel oso. Lo necesitaba para hacer la foto, una foto siempre era un buen acompañante de sus extraños y subjetivos textos, mas que nada porque en el caso de que el que llegara hasta su texto no entendiera un pimiento de lo que ella escribía al menos podía ver una foto tomada tan impulsivamente como creado literariamente el texto, una imagen vale más que mil palabras, tal vez ella no era consciente de que ni sus textos ni sus fotografías se ajustaban a un patrón que pudiéramos clasificar dentro de alguno de los patrones de normalidad existentes en el mundo. Pero en realidad, a esas horas poco le importaba la trascendencia de sus escritos, era más una cuestión de necesidad. El oso fue encontrado tras unos momentos de nerviosismo ante la gran torpeza de aquel impulso que no lograba recordar dónde había metido al oso. Finalmente dio con él y ahí estaban ambos, el oso y ella. Ella con su bata, sus zapatillas y su agujero en la espalda; él con esa mueca falsa de "qué feliz soy, qué tipo tengo". En el fondo ella sabía que aquel oso no tenía la culpa de su insomnio, pero tenía claro que debía aparecer en el texto, porque había sido el objeto inspirador de su impulso, sería injusto no tenerlo en cuenta. 
No te preocupes, te daré un papel en la obra. Serás el oso salvador. Verás, de pronto cambiará tu gesto, te levantarás de tu eterna sentada de culo, y estirarás esas patas y me invitarás a irme contigo. Yo absolutamente impresionada por tu contundente invitación seré incapaz de negarme y te seguiré. Entonces me abrirás la caja de donde te saqué, allí compartías espacio con un dinosaurio, un perro y una gatita, y con más muñecos pero solo a esos tres les dirás que nos acompañen. Todos vosotros me contaréis a mí un cuento para que por fin consiga conciliar el sueño, y deje de preocuparme por tonterías, y sea capaz de ver la suerte que tengo, lo bueno que tengo, las cosas buenas que me pasan. Tienes buenos amigos querido oso, yo también los tengo, sí, qué suerte tengo, en el fondo no soy consciente de lo afortunada que soy. Y tengo más cosas, me tengo a mí, soy el tesoro más valioso para mí misma, puesto que si de pronto me derrito, como un helado, y desaparezco como persona, mujer, madre, amante, hija, hermana y amiga, entonces todo lo demás desaparecerá conmigo porque seré incapaz de sentirlo. Isabel le decía a Corazón que todo pasa, que esos momentos de negrura se esfumarán, porque el tiempo pasa para todos y para todo, tanto lo bueno como lo malo. Ahora mismo estoy caminando por el perímetro de un arcoiris multiemocional lleno de agujeros, unos de un color, otros de otro, y el negro lo llevo conmigo.

Bueno, creo que me voy a dormir, espero soñar con muchos colores llenos de luz, espero recibir un baño de color en esta extraña noche en la que estuve de charla con unos peluches que tuvieron la amabilidad de ponerme su mejor cara, su única cara.

Un día alguien dijo que yo siempre escribía sobre lo mismo, creo que sí, creo que al final siempre acabo diciendo lo mismo, pero yo sigo sin darme cuenta de lo que quiero decir, a mí, no a ti.

Felices sueños.

Isolina Cerdá Casado


Seis objetos en busca de una historia.


¡Y dale con mostrar el caos de casa que tengo!
 "Tú te callas que contigo no estoy hablando, hablo conmigo misma y mi espíritu creativo".

No sé si era el oso, o tal vez la mandarina, o si se trataba del calcetín harto de estar colgando de una cuerda, o de las calabazas de cabello de ángel, o del saco de pienso para la perrita o de la bombona de gas que se asomaba a un lado de la pared como tratando de disimular su presencia pero queriendo saber lo que estaba planificando aquella mujer que de pronto y sin avisar colocaba al osito de su hija encima de una caja de plástico negra llena de agujeros. 

Isolina Cerdá Casado

miércoles, 2 de marzo de 2016

La percepción de la luz.


Me preparaba un café, ahí está preparado, en la foto, al lado de la cafetera. Sentía como si me faltara el impulso, me lo estaba cuestionando, era una sensación que venía de dentro, el desorden reinante no era lo que me estaba determinando, era la falta de impulso. La lavadora esperaba su suavizante, el estante de la cocina esperaba que guardara los dos aceites que andaban pululando sobre la encimera, el colador de la pasta imponía su contrastado color rosa fucsia, una mandarina se veía bloqueada en su acceso al frutero. Y a mí, ¿a mí quién me bloqueaba? Podía coger la sartén del mango rojo y guardarla, podía dar un salto de altura ante la bolsa de basura y del reciclaje que esperaban ser llevadas a sus respectivos contenedores. Decidí encender el ordenador, ya apenas me quedaba nada que contar, sentía que estaba exprimida, ¿por quién? ¿por qué? En el televisor escuchaba de fondo el discurso del que aspiraba a ser presidente del país, no dejaba de hablar del proyecto de cambio, de cambio. Pero, sinceramente me sonaba a más de lo mismo, se oían los gritos de los simpatizantes del otro partido mayoritario y que ya había dicho que no lo iba a apoyar de antemano. Y mientras tanto yo tecleaba, no sé qué narices quería contar. Pero era como una especie de necesidad, necesitaba escribirlo, necesitaba que quedara impresa esa percepción repentina que tuve: las percepciones son cambiantes. ¿Qué hace que cambien? ¿Qué es lo que provoca en nosotros que en un momento dado ante la misma situación externa nosotros nos sintamos distintos y por lo tanto percibamos lo externo de una manera diferente? ¿Bastaría con ser más positivos? ¿Se puede a caso ser positivo cuando uno quiera? ¿Es posible que tocando un botón de algún lugar de nuestra cabeza o corazón cambiar a la percepción? Piensa en positivo, piensa en positivo. Tengo una cocina, tengo una cafetera, me puedo hacer café, tengo basura que tirar porque genero basura, tengo aceite que guardar porque previamente lo he podido comprar, tengo vasos y tengo grifos con agua, y tengo sed y tengo hambre y puedo beber y puedo comer.
Ya, pero hoy, no sé, ahora...la percepción es distinta.  

Entonces cambié el enfoque. Entraba luz, había luz en mi cocina, tenía luz, la luz del sol.


Del sol, de esa gran bola de fuego que a la vez que me había provocado un daño en la piel, también me envolvía con su luz y me mecía, y me llenaba de fuerza, y me llamaba, y de decía que el mundo estaba lleno de oportunidades, la vida estaba llena de luces.

¿La ves? Está entrando por las ventanas, te está llamando, quiere llegar a ti, a tu alma, a tu dolor. 
Pero, niña, dime ¿qué te duele?

No lo sé,
no lo tengo claro
no puedo situar el dolor
no puedo determinarlo
no puedo decir aquí
allí
más abajo.
Me duele la vida.
Pero la vida es lo que tengo
así que 
debe ser que
la vida es dolorosa,
además de hermosa
además de intensa
además de bella.
La vida es por tanto hermosa,
 bella e intensamente dolorosa.


      Isolina Cerdá Casado

martes, 1 de marzo de 2016

Una hormiga tarda menos en llegar a su hormiguero caminando que yo a mi casa subida en coche.


Se iba arrastrando por la orilla de la carretera, frente a ella tenía un montón de hierbajos y matojos, algunos secos, otros con alguna que otra hoja verde saliendo. Los coches pasaban a toda velocidad, daba un poco de miedo, en ocasiones sentía que la velocidad de los vehículos la levantaba del suelo, haciéndola descubrir más en detalle el paisaje que la rodeaba.
    Esos vehículos eran auténticas máquinas peligrosísimas para su especie. En una ocasión sintió que casi le faltaba el aire cuando se encontró de frente con el tubo de escape por donde salía aquel humo negro irrespirable. También se daba cuenta de que toda la vegetación que se acercaba al borde de la carretera acababa por deformarse y adquirir un color amarronado que parecía ser el fruto de un extraño tinte ambiental polutivo.
     Ella era libre, una hormiga libre y observadora, una hormiga que caminaba por el borde de la carretera, una hormiga que cogía con sus patitas restos de migas de bocatas viajeros.


¿Y para qué hablas de hormigas? ¿Qué sentido tiene? No lo sé, lo cierto es que salía de un centro comercial e iba por la carretera subida en mi coche. Veía los bordes de la carretera, cuya vegetación se movía con el aire que levantaba mi propio vehículo. ¿Qué nos pensamos? ¿Que estamos arriba de todo? ¿Por encima de todo?
    Da miedo, damos miedo, la civilización doblega a la naturaleza, que es obligada a arrodillarse y pedir clemencia. No somos conscientes, no lo somos.

Sí, no lo eres, no le eres, subida en el coche, yendo de un sitio para otro, con la amargura que provoca esta vivencia cómoda.

    Pero aun así yo me quejo, soy capaz de quejarme.


Isolina Cerdá Casado

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

      Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos pu...