Había un oso precioso encima de una mesa de cocina, la madre fue a buscar el oso de su hija, justo a la una de la madrugada la mujer tras curar una herida que andaba regular, parecía que su espalda era un campo de golf, tenía un agujeraco tremendo tras la operación, al menos eso le parecía a ella. El hecho de que se levantara a la una de la madrugada de la cama porque no podía conciliar el sueño no tenía nada que ver con el susodicho agujero sino con el café vespertino, al menos eso quería pensar, no quería reconocer que esa herida provocada por la cirugía la estaba consumiendo el tarro. Así que tras dar vueltas y más vueltas en la cama e incapaz de adentrarse en el mundo onírico apaciguador de la noche, decidió colocarse nuevamente los calcetines e ir al baño, allí miraría nuevamente la imagen de su herida y volvería a curarla, lavándola con agua y germisdín tratando de quitar la costra que le habían dicho que debía sacar. Solo conseguía enrojecer la zona y preocuparse más y más. La cuestión era que no podía dormir y se acordó de que podía ser un buen momento para corresponder con los seis objetos que andaban en busca de una historia, no escribió entonces "en busca de un autor" como en la obra de Pirandello, pero sí pensó en el paralelismo. Los objetos de la casa la estaban buscando, a la autora que había en algún lugar de aquella mujer asustada. Vale, no hace falta ser tan sincera, has de entrenar para el siguiente libro, en el que te alejarás de tu mundo e indagarás otros mundos, otras historias, algo que se aleje de tu carne, para que no huelas tanto a sangre.
Bueno, que como iba diciendo, la cosa es que la mujer se fue a la cocina tras su paso por el baño, estaba claro que no iba a dormir, y no tenía ningún impulso de zappinear, porque lo que echaban por la tele a esas horas era deprimente, y ella ya estaba lo suficientemente deprimida como para andar buscando el programa que se ajustara a sus necesidades, en ese momento no iba a encontrar nada. Lo único que podía hacer, por tanto, era escribir, bueno, contar, bueno abrirse creativamente al mundo. Total que la pobre mujer, cuando la casa estaba a oscuras, cuando todos los que cohabitaban con ella dormían a pierna suelta, se fue a tientas a la cocina y rescató al ordenador de su estante, lo encendió y decidió escribir. Su último intento para empujarse a sí misma a escribir fue hacer una foto a un rincón desordenado de su amada casa y tratar de crear algo, solo creó un título e introdujo a unos personajes. En esta noche extraña en la que se oía el soplar del viento nocturno no le apetecía escribir sobre las bombonas de gas, ni sobre los calcetines, ni sobre el saco de pienso de su perrita, así que se acordó del oso. Aquel osito tan mono que colocó encima de la caja negra agujereada que contenía calabazas de cabello de ángel.
Pero tenía un problema, en un arrebato de mujer ordenada, que en raras ocasiones tenía, colocó al oso beige con su gorrito rosa entre otros tantos peluches y juguetes varios, debía recordar a toda prisa dónde narices guardó aquel oso. Lo necesitaba para hacer la foto, una foto siempre era un buen acompañante de sus extraños y subjetivos textos, mas que nada porque en el caso de que el que llegara hasta su texto no entendiera un pimiento de lo que ella escribía al menos podía ver una foto tomada tan impulsivamente como creado literariamente el texto, una imagen vale más que mil palabras, tal vez ella no era consciente de que ni sus textos ni sus fotografías se ajustaban a un patrón que pudiéramos clasificar dentro de alguno de los patrones de normalidad existentes en el mundo. Pero en realidad, a esas horas poco le importaba la trascendencia de sus escritos, era más una cuestión de necesidad. El oso fue encontrado tras unos momentos de nerviosismo ante la gran torpeza de aquel impulso que no lograba recordar dónde había metido al oso. Finalmente dio con él y ahí estaban ambos, el oso y ella. Ella con su bata, sus zapatillas y su agujero en la espalda; él con esa mueca falsa de "qué feliz soy, qué tipo tengo". En el fondo ella sabía que aquel oso no tenía la culpa de su insomnio, pero tenía claro que debía aparecer en el texto, porque había sido el objeto inspirador de su impulso, sería injusto no tenerlo en cuenta.
No te preocupes, te daré un papel en la obra. Serás el oso salvador. Verás, de pronto cambiará tu gesto, te levantarás de tu eterna sentada de culo, y estirarás esas patas y me invitarás a irme contigo. Yo absolutamente impresionada por tu contundente invitación seré incapaz de negarme y te seguiré. Entonces me abrirás la caja de donde te saqué, allí compartías espacio con un dinosaurio, un perro y una gatita, y con más muñecos pero solo a esos tres les dirás que nos acompañen. Todos vosotros me contaréis a mí un cuento para que por fin consiga conciliar el sueño, y deje de preocuparme por tonterías, y sea capaz de ver la suerte que tengo, lo bueno que tengo, las cosas buenas que me pasan. Tienes buenos amigos querido oso, yo también los tengo, sí, qué suerte tengo, en el fondo no soy consciente de lo afortunada que soy. Y tengo más cosas, me tengo a mí, soy el tesoro más valioso para mí misma, puesto que si de pronto me derrito, como un helado, y desaparezco como persona, mujer, madre, amante, hija, hermana y amiga, entonces todo lo demás desaparecerá conmigo porque seré incapaz de sentirlo. Isabel le decía a Corazón que todo pasa, que esos momentos de negrura se esfumarán, porque el tiempo pasa para todos y para todo, tanto lo bueno como lo malo. Ahora mismo estoy caminando por el perímetro de un arcoiris multiemocional lleno de agujeros, unos de un color, otros de otro, y el negro lo llevo conmigo.
Bueno, creo que me voy a dormir, espero soñar con muchos colores llenos de luz, espero recibir un baño de color en esta extraña noche en la que estuve de charla con unos peluches que tuvieron la amabilidad de ponerme su mejor cara, su única cara.
Un día alguien dijo que yo siempre escribía sobre lo mismo, creo que sí, creo que al final siempre acabo diciendo lo mismo, pero yo sigo sin darme cuenta de lo que quiero decir, a mí, no a ti.
Felices sueños.
Isolina Cerdá Casado
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