Yo solo quiero eso, paz, ya sé que yo no vivo sola en el mundo, es posible que no le importe a nadie de los que actúan así, como repartidores de dolor, menos aún a esos que se abanderan en una ideología religiosa y que justifican esa violencia. Supongo que antes me sentía tranquila ante la barbarie, pero todavía recuerdo la forma de relatar aquel choque de aviones contra las torres de Nueva York, yo salí del tanatorio, mi abuela estaba muerta, se fue de este mundo en algún momento de la noche del once de septiembre del año 2001, yo entonces tenía la sensación de que estaban relatando una película, pero no, era real.
A partir de ese atentado han habido otros que también nos han tocado, ya antes se produjeron en otros países que nos resultaban lejanos, sin embargo cuando esto ocurre en países próximos, y en tu propio país, te tiembla todo. Yo creo que el que actúa así no teme perder nada, justifica sus acciones injustificables.
Ellos olvidan que la vida ya es muy cruel e injusta, ellos no saben que los que corren, los que gritan, ya tienen sobre sí mismos los propios gritos que les saca la vida. Cuando has despedido forzosamente a familiares que han sido víctimas de enfermedades implacables, y te has llenado de fuerza, y has seguido luchando, cuando sabes que esa lucha la emprenden día a día montones de personas, sabes, conoces lo duro de un tratamiento de quimioterapia, sabes el esfuerzo vital por seguir, sabes del llanto, de la lágrima, del grito. No puedes dejar de preguntarte por el sentido de este horror. ¿Se hace por un Dios o quieren desafiarlo? ¿Creen que no hay una lucha diaria por vivir? ¿A caso no piensan que los niños son ángeles puros y sin ningún tipo de maldad? Vive y deja vivir, mi perrita mira al cielo, ella es ajena a todo, mis hijos se levantan y ven las noticias y preguntan, ¿por qué? Y no se puede decir nada, no lo entendemos, no se puede buscar razón en la sinrazón. Lo sé, yo lo sé todo, bueno, no todo, solo algunas cosas. Sé que quiero vivir en paz, sé que no me gusta que haya niños flotando en las orillas del mar, sé que no me gusta que haya llanto provocado por la irracionalidad. Las fotos de Siria, del antes de la guerra y el después. No me gusta. Montones de niños muertos, ya, lo sé, no es la primera vez, sí, ya lo sé, todo acto terrorista arrastra injustamente a muchas víctimas inocentes. ¿Y qué puedo decir yo? ¿Que me duele? Nos duele a todos. ¿Que es injusto? Siempre lo es.
¿Qué quieren en realidad? ¿Morir? ¿Matar? ¿Que muramos todos? ¿Cuál es el objetivo final? Una explosión gigante y adiós al mundo, adiós a los niños, adiós a la esperanza, adiós al mundo maravilloso y cruel, adiós a la vida, adiós a una madre, adiós a unos hijos, adiós al amor, adiós a un mar en calma...
El televisor iba cambiando de una imagen a otra, el fondo de la pantalla siempre era el mismo, unas palmeras, un camión, un montón de gente ajena al peligro que se avecinaba y de pronto, gente corriendo despavorida, llena de miedo, cogiendo en brazos a sus hijos, a su familia. Ya me había tomado el café, qué bien, puedo tomar café en mi casa, tengo casa y cafetera, y luz, y una perrita que me mira desde la terraza, y mis hijos duermen en sus camas, tienen camas y pueden desayunar leche con galletas. Muchos refugiados no pueden hacer esto, hasta hace poco mi normalidad era también la suya.
Necesitamos paz, no queremos armas, no queremos que se hagan, ni que se vendan. No queremos odio irracional, odio que conduce camiones, odio que pilota aviones, odio que explosiona sobre sí mismo y lo embrutece todo.
Lo siento, hoy por Niza, ayer fue París, antes Siria, España...lo siento mucho.
Isolina Cerdá Casado
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