viernes, 1 de enero de 2021

Confidencias de una silla

 


Ay, déjame que descanse un poco, acabo de sacar a un señor que debía pesar más de cien kilos, sé que para ti eso no es nada, eres joven y me atrevería a decir bella y voluntariosa. Pero en mi caso hasta me chirrían las ruedas según el peso del paciente. Ahora también te digo que no me voy a retirar por voluntad propia, aguantaré hasta que me dejen las juntas metálicas, bueno y el ánimo, también te digo que tal y como ha sido el año 2020 no sé si podría soportar otro año igual. Sí, es verdad que empezamos un año nuevo y que no pinta muy bien, me da a mí que la tercera ola está en pleno arranque, yo no quiero ser pesimista amiga pero tú sabes tanto como yo lo que pasó en este hospital. Y si volviéramos al mismo nivel... Uf, no creo que lo pudiera soportar. Y eso que yo soy bastante resistente e intento no empatizar pero te digo yo que la celadora que me lleva y me trae, esa, no sé... Es muy blanda, o muy dura, no sabría decir, un día iba empujándome y hablaba con el paciente, el paciente no la veía, pero ella lloraba, lo sé porque me soltó en un momento mientras esperaba el ascensor y con un pañuelo secó sus lágrimas. Por lo visto el señor ingresaba en planta, había perdido a su mujer un día antes por esa dichosa enfermedad que aún era casi una desconocida. Aquello solo fue el principio. Cuando lo del gimnasio convertido en una sala gigante de preingreso por Covid. Ahí trabajamos muchísimo, subiendo a los pacientes que podían subir sentados a planta desde la Urgencia. Nunca he estado en una guerra pero yo creo que lo más parecido a un campo de batalla se libró en los hospitales, aunque tengo una prima que estuvo en una residencia y el trauma fue casi peor, ella decía que en su residencia entró el virus y poco faltó para que se llevara a todos los residentes. Sé que prefieres que no te cuente nada, pero es que por la noche me vienen ciertas imágenes y siento que de alguna manera quedan cosas por decir, será esta sensación algo parecido a un trauma, puede ser, ¿no crees Azulina? Ya sé que trabajo en un hospital y que debería asumir que estas cosas pasan, pero te voy a decir una cosa, esto que ha pasado en el 2020 no es normal, ha sido algo terrible y por tanto si escarbas un poco vas a encontrar algo que no te gustará, porque es parecido al lodo, arenas movedizas en las que no hay ramas a las que asirse. Lo sé por esa pobre que me empuja, parece que está bien, como si fuera posible haber estado aquí en aquel tiempo y no verse afectado, son seres sensibles, pobres, hacían como que eran fuertes e incorruptibles por el dolor ajeno, pero no hacía falta nada más que escarbar, ahí aparecían los ríos de lava arrastrando gritos silenciosos, miradas apagadas, cuerpos vacíos de vida, y aquella sucesión de camillas con sudarios cubiertos por sábanas blancas de limpieza, cariño y soledad. ¿Te diste cuenta de aquello Azulina? Yo sí, la edad la hace a una observadora. Yo estuve a pie de sala, hubiera sido mejor no haber estado, en las salas repletas de camas se pasó peor, he tenido suerte de no ser una cama de aquel tiempo, hace apenas unos meses pero parece que fue un siglo, es como si la memoria lo hubiera querido borrar pero el alma arrastrara tanto dolor que le fuera imposible dejarlo ir, al recuerdo Azulina, al recuerdo. Las camas vieron más, sintieron el peso repentino, el adiós desorientado, el último suspiro.

Espero que esta sensación que tengo de que se aproxima una tercera ola que sube poco a poco el nivel del mar sea errónea, espero que los hierros me fallen y que esta calma tensa traiga jóvenes ebrios como el de hoy, una pena chica, el de la ambulancia lo traía con una bolsa de basura en la cabeza a modo de bacinilla para vómitos imparables, lo mismo había tomado un vasito de sidra de más, a lo mejor estaba de celebración, el fin de un año negro como yo, un año enlutado de pena carbonera. Oye Azulina, a ver si esta vez te coge a ti el ambulanciero que te ven tan reluciente que te dejan de reposo y a mí me estrujan para retirarme por desgaste. Anda, no te hagas la remilgona y ponte a trabajar. Lo mismo me pido un traslado al Zendal y me retiro especializada en el dichoso virus de las narices. Lo que me faltaba Azulina, a la vejez viruelas.

Isolina Cerdá Casado 

8 comentarios:

  1. Eres maravillosa,me encanta como escribes sigue así y no lo dejes.

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    1. Gracias! No lo dejaré, tu comentario me anima a seguir escribiendo. Gracias.

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  2. Azulina y sus hermanas saben muy bien cómo nos sentimos. Y, calladas, nos acompañan en esta locura que nos toca vivir. Hasta que tú les pones voz. Chapeau

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  3. Como siempre nos dejan sin palabras compañera ������ , me encanta poder leerte y gracias por conocerte tenerte entre nosotros Un abrazo Iso.

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  4. Leer tus escritos es una verdadera lotería que siempre toca los sentimientos más escondidos que tenemos en un rincón de nuestra alma. Gracias por tus palabras. Eres maravillosa

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  5. Allá donde vas tocas el alma de la gente querida, eres como un hada mágica!

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