viernes, 4 de junio de 2021

Ángel blanco

 





    Caminaba con dificultad, tal vez había estado durante demasiado tiempo sin respirar, sin ser consciente de la intensidad, del estrés circundante, de la mente cargada de sacos de cemento, presionada, al borde...

    Me encontraba en un momento absolutamente oscuro, me costaba dar un paso, horrores, parecía como si al levantar el pie tuviera que cargar con el peso del universo, me sentía sola, no lo estaba en realidad pero era como si la vida se hubiera convertido en un túnel oscuro y lleno de barro pegajoso adherido a las extremidades de mi cuerpo.

    Era solo una muñeca, no era ni la primera ni la última muñeca rota, el cuerpo finito del ser humano tenía esas cosas, a veces se rompía por un extremo, o todo entero. Yo sentía que estaba rota, toda yo, tal vez porque ya lo estaba un poco antes, posiblemente, la caída casual fue la gota que colmó el vaso, y así fue como se produjo en mí esa fractura de alta energía. ¿Pero de dónde procedía esa energía? ¿Era posible que el estrés de vida que llevaba fuera causante o tuviera alguna responsabilidad en semejante fractura?

    Ella me lo dijo, tal vez, tal vez tuvieras que parar, puede ser que el universo creyera que en ese momento era mejor frenar de golpe. Y frené, frenó todo, paré de golpe, con un golpe de alta energía, tanto fue así que empecé a sentir que mi cuerpo se iba derritiendo, mi creatividad, el impulso de hacer cosas, es verdad que muchas cosas no las podía hacer, pero otras ni si quiera las intentaba. De verdad sentí que no iba a ser capaz de salir de ese pozo en el que sin saber cómo había caído. Escuchaba las voces, todas ellas me decían que yo podía, todas me transmitían energía, positividad, pero yo veía mi muñeca, ella me recordaba que no estaba bien, y cada vez iba escuchando las voces más lejos, incluso aunque me susurraran al oído, yo asentía e intentaba aparentar cierto bienestar, de qué servía que vieran esas gotas de tristeza y oscuridad. Me desahogaba, les contaba, pero aún así el peso de la oscuridad lo sentía en silencio.

     Entonces llegó ella, llegó porque tenía que llegar, tal vez el mismo universo creyó que era bueno para mí, y cuando supo de mí algo le llegó de esa energía y sintió que debía ayudarme, sin más, porque su acto iba a hacer que el mundo fuera mejor, hacer algo bueno por alguien sin esperar nada a cambio. Así llegó mi ángel, el que a través de sus manos era capaz de sentir ese golpe brutal, el que me acogió en su regazo, con esa especie de impulso de amor maternal que se siente cuando se recoge a un animalito herido, y le das calor, y lo acoges en tu casa, y sientes que lo puedes ayudar para que coja fuerzas y pueda volver con su familia, tal vez se cayó del nido, tal vez fue atropellado, o se perdió, o cruzó una calle y sufrió un atropello que lo dejó mal herido... Tú fuiste, lo recogiste del suelo, tú sabías que apenas podía caminar, sabías que podía romperse del todo y decidiste rescatarlo, de sí mismo, de su propio verdugo, de las cadenas invisibles que le impedían caminar, del dolor.

   Entonces cogiste esa manita rota, y empezaste a trabajar con ella, a movilizar, a dirigir la energía, a acariciar el alma con esos consejos sabios y llenos de luz porque salían directamente del corazón. Recuerdo esos primeros días, cuando mis ojos se encharcaban con una facilidad abrumadora, y tú insistías en ayudar también al alma, y la calmabas, y le hacías ver que debía cuidarse, que debía atreverse, que podía seguir caminando. Fui saliendo del pozo, y ahora estoy más convencida que nunca de que podré recuperarme del todo, gracias a ti. He vuelto a sacar a Leia a pasear, me he enfrentado al miedo y estoy escribiendo en el ordenador, con ambas manos, con todos los dedos pulsando en su posición correspondiente. Y hoy he tenido el impulso de agradecer al universo el hecho de que me haya cruzado contigo porque nunca una mano amiga ha sido tan necesaria. Un ángel blanco, una buena persona, un hada de los bosques en medio de un mundo que se tambalea, una profesional que no solo ayuda a movilizar el cuerpo y a encaminarlo en su curación, sino que lo trata como un ser holístico, equilibrando energías, arrullando almas.

    Gracias por tu saber hacer, por tu generosidad, por tu sonrisa.


Isolina Cerdá Casado

4 comentarios:

  1. Siempre aparece ese Ángel cuando se necesita y cuando se es consciente de que está, es maravilloso
    Te llenas de gratitud, de cariño, de amor, de ese que alimenta.
    Enhorabuena, por haberlo vivido, por haber sido consciente.

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    1. Gracias, así es, lo has descrito perfectamente: consciente desde el minuto uno.

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  2. Y nunca mejor aplicado eso de "la esperanza es lo último que se pierde".
    ¡Cómo desespera no ver el fin de un camino!.
    Pero la constancia y el respaldo de un buen profesional, da luz para seguir caminando, aunque sea lento.
    Bienvenida!!!. Te echábamos de menos.

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    1. Gracias querida, sé que tú lo viviste y sabes lo que se siente. Eres el mejor ejemplo de que sí se puede.

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