jueves, 11 de julio de 2013

Lavabos, pastillas de jabón que se desgastan, el por qué escribo,...y una serie de cosas más.

 

   Quiero saber una cosa, ¿por qué escribes? Ahora mismo acabas de ponerte un café solo con hielo, te has pasado al negro, tal vez buscando una más larga, quiero decir una hora más larga de actividad. Te acabas de reír, estás tú sola, delante del ordenador y te has soltado una carcajada. ¿Es por lo del negro? Inevitablemente has pensado en lo que has pensado. Deberías reconocerlo, tú te diviertes escribiendo, creando mundos, exponiendo tu visión particular del mundo. Esta noche has soñado algo increíble, dentro del mueble de la cocina, en lugar de hallarse el lavavajillas había un castor, gigantesco, con unos dientes acolmillados espectaculares; esto pasaba en el mismo sueño en el que desapareció la hija que no tienes de pelo moreno y rizado. Cogías al tejón beige de manera que no te pudiera morder, hice algo que jamás haría estando despierta, coger a un animalillo que no me atrae lo más mínimo, pero ahora caigo que el día anterior había visto un documental en la dos sobre los castores americanos enzarzados en hacer sus madrigueras antes de la llegada del invierno. La cuestión es a quién puede interesar tu opinión sobre un sueño, o un negro, o un castor.
    Me lavaba las manos con una pastilla de jabón, mi hija había puesto el tapón en el lavabo así que cuando ella me dejó sola yo dejé caer la pastilla de jabón en el fondo de toda esa agua turbia que se acumulaba en el hueco del lavabo. Allí, en el fondo se la veía a ella, de un verde pistacho, mirándome desde las profundidades del océano casero; pobre pastilla de jabón, obligada a deshacerse con el paso de los días, cada vez que cumplía con su labor quedaba un poquito menos de ella. Dios, casi igual que pasa con nosotros, paso, paso, pierna derecha, pierna izquierda, abrazos, risas, una arruguita por aquí, una cana por allá,...y ahí estamos, en el fondo del océano de nuestra vida, pidiendo clemencia a nosotros mismos para que no seamos demasiado exigentes y nos dejemos disfrutar del paso del tiempo. Qué tranquilizador es ver a un niño dormir, con el rostro relajado, como angelitos buenos que descansan de su actividad extrema. Aunque a mí también me tranquiliza ver a mi marido dormido en el sofá, como si fuera un bebé, en la hora de la siesta. Si no fuera porque solo tenemos un sofá sería perfecto, porque o me tumbo encima de él o me quedo de pie mirándolo.  
    No importa el paso del tiempo chica, lo que importa es que seas feliz en ese transcurso, para que cuando llegue el momento de ser una pastilla de jabón desgastada no te importe lo más mínimo ese último lavado de manos, ¿comprendes? Pues claro que echarás de menos al cepillo de dientes, y a tu acogedora jabonera, pero podrás sentirte tranquila de haber hecho todo aquello que sentías que querías y debías hacer. Como pintarte las uñas de rojo; tengo una hija estupenda que me dice con sus cuatro añitos: "¡Mamá, he tenido una idea! ¿y ci noz pintamoz laz uñaz?" A todo esto traía el pinta uñas color rojo púrpura escondido en el trasero. "Qué gran idea" "Cí, mamá, pero ha cido mi idea, que no ce te olvide".

    -Pero vamos a ver, ¿tú qué pasa? ¿te aburres? ¿no tienes otra cosa mejor que hacer que echar fotos absurdas y escribir lo que se te pasa por la cabeza?
    -No, no tengo otra cosa mejor que hacer, la verdad.
    -Pero ¿y el poto? ¿qué ha pasado con él? 
    -Está de vacaciones por Burgos. 
    -Y tú qué, ¿no vacacioneas?
    -Estoy vacacioneando ya. 

Isolina Cerdá Casado






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Semanal 1: Clic

Vamos, empieza ya, escribe, sobre lo que sea, oblígate, siéntate y dedica un tiempo a la escritura. Sabes que hubo un tiempo en el que la es...