martes, 17 de enero de 2017

44 años. Gracias vida.

Hoy cumplo 44 años, el número me gusta, me gusta mucho también lo que contienen esos cuarenta y cuatro años de vida. Esto lo tengo que matizar obviamente. No me han gustado determinadas cosas que me han pasado, lo que menos me ha gustado de todo lo malo que me ha tocado vivir es la pérdida de seres queridos, porque cuando quieres a alguien no te gusta desprenderte de ese alguien especial, que te aporta cosas, que te acaricia el alma, que en muchos casos da sentido a tu vida. Perder el sentido es duro. Pero por suerte la vida te sorprende, siempre lo hace, para bien, para mal. Y después de haber confesado que la muerte de muchas personas queridas me ha causado mucho dolor, aunque la muerte física no sea una desaparición sino una transformación, duele no poder abrazar físicamente; bueno, que después, como digo, de hablar de lo que tanto he hablado, también he de decir que me siento afortunada. ¡Llegué a los 44! Con muchos más amigos, gente grande de corazón, con los amigos y amigas que estuvieron siempre a mi lado, en las pérdidas, en tiempos de bonanza emocional, en las épocas de creación pura. Llegué a esta edad con dos hijos maravillosos, todas las madres dicen lo mismo de sus hijos, lo sé, yo no iba a ser menos. Llegué con mis hermanos, que trajeron compañeras, que me regalaron sobrinas preciosas, con más cuñados y más sobrinos. Con un padre con ochenta y tres, rozando los ochenta y cuatro, que lleva vividos cuarenta años más que yo. Y sigue adelante con sus sueños, claro que sí. Llegué a los 44, sana, aunque mi hipocondría me haga sospechar cada dos por tres que ese o aquel dolor repentino lo produce un cáncer misterioso que acabará con mi vida. Y pienso: "Madre, quién me lo iba a decir, dos hijos, un marido, bueno, un compañero de viaje, que me quiere, sí, mucho, aunque nos saquemos de quicio en algún momento el uno al otro, con algún pájaro, o con algún poto en la cabeza, qué más da". El caso es que vivo en Madrid, escribo, esto, lo otro, libremente. Tengo mis momentos de bajón, sí, y de altura: cuando estoy abajo siento que todo se me viene encima, cuando estoy arriba soy capaz de volar. Además de esto con 44 años sigo teniendo el arte, la magia del teatro, escribiendo, interpretando (a mi querida Mercedes, a alguna viuda loca que llegará) y dirigiendo (ups. qué miedo me da y qué gran reto por delante conseguir que tantas personas bailen juntas creativamente y todos juntos logremos que cobre vida la historia de esa sirenita soñadora). 
Me he visto en un espejo, justo fue esta mañana en el hipermercado, no era mi mejor imagen la verdad, claro son 44 ya, bueno, no es que me viera mayor, no, no sé qué era, o tal vez sí. Qué mas da en realidad, yo era yo, seguía siendo yo misma. Soy yo, soy una persona sencilla, una persona, mujer, hermana, madre, amiga... Miro atrás. ¡Ha pasado todo tan rápido! No sé, de repente he sentido vértigo, por ese tiempo que está por llegar, y por la mirada del futuro, cuando pasados los años (tal vez cuarenta más, sería una suerte en estos tiempos) vuelva a echar la vista atrás, así por encima, sin regodearme demasiado en lo trágico, ni en lo espectacular, cuando me mire en un espejo, y yo siga siendo yo, aunque otras personas me vean como una abuela, seguiré siendo la misma, creo. Llegaré, espero, lucharé por llegar, como todos luchan, como todos luchamos. 
En fin, todo esto para dar las gracias por ese gesto bueno que tuviste hacia mí, por esa buena acción, por esa sonrisa, por ese mensaje, por estar ahí cuando me haces falta...gracias amigo, amiga, compañero, hijo, hija, hermano, padre...gracias.

Isolina Cerdá Casado

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Semanal 1: Clic

Vamos, empieza ya, escribe, sobre lo que sea, oblígate, siéntate y dedica un tiempo a la escritura. Sabes que hubo un tiempo en el que la es...