Domingo, un objeto de inspiración: No veo nada que me
inspire.
Pues mal lo
llevamos, si no hay ningún objeto que te arranque unas cuantas palabras
encadenadas o algún baile provocador estamos fatal. Es como si la llegada de
las vacaciones se hubiera ensañado con mi inspiración y estuviera sufriendo un
bloqueo temporal creativo. Sé que no es excusa, debería aprovecharme de los
objetos que hay ahora mismo a mi alrededor, como el cubo de playa, la pala, la
piscina con agua congelada o el gigantesco arbusto de laurel bajo cuya sombra
escribo este cuento. Entonces es mi problema, tal vez no he elegido el mejor
momento para escribir este artículo. Todos pueden ser grandes momentos, es
cuestión de centrarse, y que te pasen por alto las distorsiones, ignorar los
gritos de los bañistas o el sonido del agua en movimiento, el canto de los
pájaros, el reloj y su tictac; enfocar la atención en la pantalla y pasar por
alto los cotilleos de la revista que está sobre la mesa playera que entretiene
a los relajados invitados, que comentan en voz alta su sorpresa ante el
divorcio de no sé qué famoso, o el niño de esta pareja archi conocida que hace
nada que pasó por el altar, ¿a caso se casaron embarazados? Ignóralo todo y
céntrate, que cuando llegues a casa cogerás el artículo dominguero y lo subirás
a la página de pensadores.
Como ya sé que
este momento va a llegar, a lo largo de la semana me pongo alerta porque nunca
se sabe en qué lugar voy a encontrar la inspiración que luego tal vez rescate
en el artículo del domingo, me tomo un helado y mientras chupo su jugo
derretido por el calor ambiental observo al ventilador girando y girando, igual
que el exprimidor, girando y girando, lo mismo que mi cabeza que gira y gira
porque hay demasiadas ideas mareando la tranquilidad de mi alma.
Ya hemos llegado
al punto de siempre, el alma y sus malestares, el alma y sus desvaríos, el alma
y sus tormentos. Ya cansas Mari Juani.
Yo no canso, estoy
cansada que es distinto. Aquel que sea capaz de cantar libre de tormentos alabado
sea, porque envidia sana me causa.
A ver Mari Juani,
de qué estás cansada tú, cuéntanos tu pena.
Me cansan los
gritos de dolor silenciosos, me cansan las historias cargadas de mala suerte
que despiertan a tus miedos, me cansa el propio miedo a lo que vendrá cuando ni
si quiera sabemos cuánto tiempo más viviremos, me cansa el sufrimiento
innecesario, el absurdo, el que duele sin que haya pasado nada, me cansa la
pena profunda por lo que pasó, por lo que no pudo pasar, por lo que jamás podrá
pasar. Soy una mujer cansada, dolorida, que va arrastrándose por grandes
tormentos silenciados.
Hablando de pasar,
acaba de pasar sobre mi cabeza un gigantesco avión, no sé hacia dónde vuela, ni
a quién llevará dentro, ni cuántas historias acogen esos asientos voladores.
Puede que haya una mujer que tras ahorrar años y años va camino de ese
país que siempre soñó visitar, y nunca
tuvo la fuerza suficiente para lanzarse a la aventura, hasta que harta de
sufrir la puesta de reiterados cuernos maritales, mandó a su marido a un
cursillo de jinetes cibernéticos, que llevaba adosado un viaje obligatorio a la
luna sin traje espacial; a lo mejor una pareja de enamorados se va camino de
algún país exótico en el que descansar del estrés profundo que les ha ocasionado
su boda; es posible que vaya en él Olga intentando deshacerse del cubano, lo
lleva engañado hacia algún país del norte del hemisferio; tal vez un señor con
bigote se va a reencontrar con su hijo al que no ve desde hace tres años debido
a que se fue a vivir con su madre, una mujer alemana a la que conoció el año
que estuvo becado y cuyo hijo se concibió en una noche loca y salvaje, pensaban
que por una vez que lo hicieran a pelo no sería suficiente para quedarse
preñados, y se convirtieron en un miguelito relleno de óvulo fecundado. ¡Qué
jodidos ignorantes! Las cosas siempre pasan por una vez. Por una vez que compré
lotería, no me tocó; por una vez que me casé, terminé divorciada; por una vez
que me bebí una copa, me regalaron un test de alcoholemia; por una vez que puse
el dedo en el borde de la puerta, me lo pillé; por una vez que fui a la playa
sin crema, me quemé viva.
Respecto al señor
de bigote, ¿por qué no ha visto antes a su hijo? ¿Y por qué se dejó bigote?
¿Dejadez? ¿Estilismo? ¿Tacañería?
¿Quieres una horchata fresca? No me vendría
mal, la verdad sea dicha. ¿La prefieres Light o normal? Pues ya que la tomo, la
prefiero normal, al fin y al cabo caloría arriba, caloría abajo, carrerilla va,
carrerilla viene.
Bueno, pues
entonces, al asunto, ¿sobre qué vas a escribir?
Perdona, creo que
ya estoy en ello hace algunas líneas, no es que sea una cosa talentosa pero
llevo escribiendo un tiempo considerable como para echar por tierra toda la
creación, así que te guardas en el bolsillo tus preguntitas socarronas y te
largas a la cocina a prepararme un café, otro para Carmen, que también le
gusta, y me dejas tranquilita con mi inspiración dominguera, que corre ahora
mismo una brisa vespertina que da gusto sentirla mientras tecleo el aparatejo
este.
Tú, ¿muy bien, muy
bien no estás? ¿No?
¿Perdona?
No, que digo que
estás de psicólogos o algo ¿no?
Mira, me voy a dar
un baño en la piscina, ahora que ya doy por finalizado el articulillo, y de
paso me tomo el café con leche con un bollo, que me tienes alterada con tus
tonterías. Y al que pueda, que termine de pasar un buen domingo inspirado, que
yo ya estoy servida.
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