domingo, 30 de junio de 2013

Mi colaboración de hoy en Héroes del pensamiento. Con retraso, rozando el final del domingo.

Domingo, un objeto de inspiración: No veo nada que me inspire.

    Pues mal lo llevamos, si no hay ningún objeto que te arranque unas cuantas palabras encadenadas o algún baile provocador estamos fatal. Es como si la llegada de las vacaciones se hubiera ensañado con mi inspiración y estuviera sufriendo un bloqueo temporal creativo. Sé que no es excusa, debería aprovecharme de los objetos que hay ahora mismo a mi alrededor, como el cubo de playa, la pala, la piscina con agua congelada o el gigantesco arbusto de laurel bajo cuya sombra escribo este cuento. Entonces es mi problema, tal vez no he elegido el mejor momento para escribir este artículo. Todos pueden ser grandes momentos, es cuestión de centrarse, y que te pasen por alto las distorsiones, ignorar los gritos de los bañistas o el sonido del agua en movimiento, el canto de los pájaros, el reloj y su tictac; enfocar la atención en la pantalla y pasar por alto los cotilleos de la revista que está sobre la mesa playera que entretiene a los relajados invitados, que comentan en voz alta su sorpresa ante el divorcio de no sé qué famoso, o el niño de esta pareja archi conocida que hace nada que pasó por el altar, ¿a caso se casaron embarazados? Ignóralo todo y céntrate, que cuando llegues a casa cogerás el artículo dominguero y lo subirás a la página de pensadores.
    Como ya sé que este momento va a llegar, a lo largo de la semana me pongo alerta porque nunca se sabe en qué lugar voy a encontrar la inspiración que luego tal vez rescate en el artículo del domingo, me tomo un helado y mientras chupo su jugo derretido por el calor ambiental observo al ventilador girando y girando, igual que el exprimidor, girando y girando, lo mismo que mi cabeza que gira y gira porque hay demasiadas ideas mareando la tranquilidad de mi alma.
    Ya hemos llegado al punto de siempre, el alma y sus malestares, el alma y sus desvaríos, el alma y sus tormentos. Ya cansas Mari Juani.
    Yo no canso, estoy cansada que es distinto. Aquel que sea capaz de cantar libre de tormentos alabado sea, porque envidia sana me causa.
    A ver Mari Juani, de qué estás cansada tú, cuéntanos tu pena.
    Me cansan los gritos de dolor silenciosos, me cansan las historias cargadas de mala suerte que despiertan a tus miedos, me cansa el propio miedo a lo que vendrá cuando ni si quiera sabemos cuánto tiempo más viviremos, me cansa el sufrimiento innecesario, el absurdo, el que duele sin que haya pasado nada, me cansa la pena profunda por lo que pasó, por lo que no pudo pasar, por lo que jamás podrá pasar. Soy una mujer cansada, dolorida, que va arrastrándose por grandes tormentos silenciados.
    Hablando de pasar, acaba de pasar sobre mi cabeza un gigantesco avión, no sé hacia dónde vuela, ni a quién llevará dentro, ni cuántas historias acogen esos asientos voladores. Puede que haya una mujer que tras ahorrar años y años va camino de ese país  que siempre soñó visitar, y nunca tuvo la fuerza suficiente para lanzarse a la aventura, hasta que harta de sufrir la puesta de reiterados cuernos maritales, mandó a su marido a un cursillo de jinetes cibernéticos, que llevaba adosado un viaje obligatorio a la luna sin traje espacial; a lo mejor una pareja de enamorados se va camino de algún país exótico en el que descansar del estrés profundo que les ha ocasionado su boda; es posible que vaya en él Olga intentando deshacerse del cubano, lo lleva engañado hacia algún país del norte del hemisferio; tal vez un señor con bigote se va a reencontrar con su hijo al que no ve desde hace tres años debido a que se fue a vivir con su madre, una mujer alemana a la que conoció el año que estuvo becado y cuyo hijo se concibió en una noche loca y salvaje, pensaban que por una vez que lo hicieran a pelo no sería suficiente para quedarse preñados, y se convirtieron en un miguelito relleno de óvulo fecundado. ¡Qué jodidos ignorantes! Las cosas siempre pasan por una vez. Por una vez que compré lotería, no me tocó; por una vez que me casé, terminé divorciada; por una vez que me bebí una copa, me regalaron un test de alcoholemia; por una vez que puse el dedo en el borde de la puerta, me lo pillé; por una vez que fui a la playa sin crema, me quemé viva.
    Respecto al señor de bigote, ¿por qué no ha visto antes a su hijo? ¿Y por qué se dejó bigote? ¿Dejadez? ¿Estilismo? ¿Tacañería?
     ¿Quieres una horchata fresca? No me vendría mal, la verdad sea dicha. ¿La prefieres Light o normal? Pues ya que la tomo, la prefiero normal, al fin y al cabo caloría arriba, caloría abajo, carrerilla va, carrerilla viene.
    Bueno, pues entonces, al asunto, ¿sobre qué vas a escribir?
    Perdona, creo que ya estoy en ello hace algunas líneas, no es que sea una cosa talentosa pero llevo escribiendo un tiempo considerable como para echar por tierra toda la creación, así que te guardas en el bolsillo tus preguntitas socarronas y te largas a la cocina a prepararme un café, otro para Carmen, que también le gusta, y me dejas tranquilita con mi inspiración dominguera, que corre ahora mismo una brisa vespertina que da gusto sentirla mientras tecleo el aparatejo este.
    Tú, ¿muy bien, muy bien no estás? ¿No?
    ¿Perdona?
    No, que digo que estás de psicólogos o algo ¿no?
    Mira, me voy a dar un baño en la piscina, ahora que ya doy por finalizado el articulillo, y de paso me tomo el café con leche con un bollo, que me tienes alterada con tus tonterías. Y al que pueda, que termine de pasar un buen domingo inspirado, que yo ya estoy servida.

Isolina Cerdá Casado   

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