Hoy lunes 17 de junio, día soleado aquí en Leganés, son casi las ocho de la mañana, preparada para el deporte, con un café pegadito al ordenador y la mente inquieta escribo. En unos minutos empezará la batalla de despertar a los niños y prepararlos para que inicien su propia batalla, en ese pequeño mundo que es el colegio. Y yo estoy dándole vueltas, a varios temas, pero hay uno que me absorbe especialmente la atención, el paso, ese paso de la vida, esa fugacidad del tiempo, cuando de pronto miras atrás y ya han pasado unos cuantos años. Y con ellos acontecimientos varios ante cuyos supuestos jamás imaginaste que podrías seguir caminando. Piensas entonces en tus propios hijos, en sus peculiares instantes, en que tu vida también forma parte de sus supuestos.
La tostada se manifiesta, miles de migas de pan caen sobre la mesa, sobre el suelo, sobre mi conciencia. Ahora mismo he de dejar de pulsar teclas pero mi corazón sigue latiendo, y cada gota de sangre que impulsa a recorrer mi cuerpo está impregnada de impulsos inquietos, de dudas, de preguntas sin respuesta. Me voy, me largo a despertarles del sueño reparador. A mí me despertó un gran mosquito y casi me autolesiono intentando terminar con su molesto zumbido.
domingo, 16 de junio de 2013
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