jueves, 25 de febrero de 2016

Todo partió de un cuento...

El cuento se titula "La luz de Lucía" fue el cuento elegido por mi hija para leer ante sus amigos del cole. En ese cuento se describe el miedo de una luciérnaga pequeñita en sus primeros paseos por el mundo de la noche, cuando se encuentra con la gigantesca luna y de pronto siente miedo porque se ve muy chiquitita al lado de esa inmensa luz que esta presente en el cielo nocturno.



La mamá y el papá de Lucía la llenan de besos y abrazos tranquilizadores, y cargados de apoyo familiar. Entonces Lucía sale nuevamente al mundo todavía novedoso de la noche, toda su familia sale feliz pero ella todavía tiene cierto miedo.

Su abuela le explica que aunque la luz de la luna sea muy grande y espectacular, ella no tiene luz propia, ya que la luz de la luna procede de la luz que le regala el sol. Y en esas noches en las que no le llega esa luz, la luna no brilla igual y la noche necesita otras luces para brillar. Y por eso es tan importante que las luciérnagas no dejen de iluminar la noche, porque por muy pequeña que parezca la luz que sale de nosotros, esa gotita iluminada es la que consigue un gran océano brillante.





Mi hija y yo leímos el cuento, quisimos hacerlo con una luz especial procedente de una gran linterna que iluminara el mundo de la noche que habíamos creado. Al terminar de leer el cuento les dejé en el cole con el cuento físico y me marché, los niños iban a trabajar sobre el cuento. Yo cogí los bártulos que había llevado y me fui a casa.
Una vez allí me dije que sería una pena amontonar en algún rincón de casa lo que habíamos trabajado para ilustrar de una forma especial la lectura del cuento. Así que cogí esa tela de plástico llena de magia y la colgué por encima de las cortinas. Y así fue como empecé a idear esta entrada en mi blog. 



Las tortuguitas de los niños miraban hacia lo alto y no entendían lo que hacía un búho luminoso al lado de una luna de brillantina plateada, ni el papel que desempeñaba una especie de zorro rojo sin cuerpo pero con una mirada nocturna. Era de día, entraba mucha luz por las rendijas de la persiana, las plantitas pintadas con ilusión brillaban, brillaban en los corazones de las tortugas, sí, aquellos telonios que no conocían nada más que su tortuguera azul transparente fueron felices al descubrir un mundo nuevo que una locuela mamá y su emocionada hijita habían trasladado a un corriente y moliente salón de una casa. (Mi hija lo descubrirá al llegar a casa)



No dejemos de caminar, nuestros hijos necesitan ver que caminamos, nosotros mismos necesitamos ese impulso, las tortugas también necesitan verlo. El mundo, todo el mundo en general necesita que caminemos... Caminemos pues.

Isolina Cerdá Casado


PD
La tecnología y yo, he intentado ilustrar el caminar pero no soy capaz de subir un vídeo. 


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